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Todo transcurría con una insoportable normalidad, sentados en nuestro banco, en la misma plaza de todos los días. Ahí reunidos, escogemos entre los turistas que pasan por delante de nosotros cual de ellos será el afortunado al que “asaltaremos” pidiéndole, con nuestras mejores formas, un cigarro. Nuestra rutina no se explica sin una cantidad de industriales que nos haga más llevadera la tarde, el resto lo ponemos nosotros. El tabaco está muy caro, y a quién mejor pedírselo que al turista que se puede permitir un billete en uno de esos transatlánticos en los que te dan más ganas de montar una rave que de recorrerte el Mediterráneo.
No sé cómo llegamos a darnos cuenta, pero entendimos que esta escoria con pasta solo la veríamos consumiendo, o de camino a ello
Ya se estaba haciendo tarde, pero queremos fumarnos el de despedida para poder irnos a casa a gusto. Nos dimos cuenta de que a esas horas ya no pasaban nuestros queridos amiguitos. Vaya ruina, acabamos la litro y volvemos a casa con una sensación de vacío que no somos capaces de explicar. Cosas del mono, supongo. De camino a casa con Sara, una colega del grupo que parábamos en el “banquito”, nos dimos cuenta de que esta gente con ganas de conocer mundo, y de paso gastarse un dineral en sus ansiadas vacaciones, no la veíamos en los barrios en los que hacíamos nuestra vida. La verdad es que solo pasan por nuestra plaza porque está de camino a un mercado muy famoso de la ciudad, en el que antes la gente del barrio tenía sus pequeños negocios, cuando realmente era un mercado. Ahora se había convertido en un espacio para pijos con bares de tapas “típicas”, tiendas de productos igualmente “típicos”, un Rodilla y un Starbucks. Joder, lo único que no era típico era lo que habían montado allí.No sé cómo llegamos a darnos cuenta, pero entendimos que esta escoria con pasta solo la veríamos consumiendo, o de camino a ello. No tenían interés en conocer a la gente que habitaba nuestra ciudad, en pasarse por los lugares que no aparecen en las guías turísticas o probar la comida típica de los bares de nuestros barrios, vamos, lo que viene siendo conocer un lugar que no es el tuyo. No, esta escoria lo que buscaba era satisfacer su “necesidad” de consumo y sus aires cosmopolitas.
El antiguo cine donde fui a ver por primera vez “Ciudad de Dios” era ahora una discoteca donde ponían indie
Al día siguiente lo comentamos en el banquito, mientras Mikel se acercaba a un alemán que pasaba por allí a pedirle un ciga. Fue el mismo Mikel quien nos contó que su madre había currado en aquel mercado y que, como el gran magnate de la ciudad había comprado todos los establecimientos para montar la mierda que había actualmente, se había visto obligada a buscarse otro curro.
Me acordé de que mi madre me había contado una vez que el barrio del que nos tuvimos que mudar porque ya no podíamos pagar el alquiler, había cambiado mucho desde que nos fuimos. Ahora era el barrio de moda de la ciudad. Las tiendas de la gente del barrio habían pasado a ser baretos hipsters, los pisos de alquiler empezaban a quedarse vacíos por su precio y pasaban a ser pisos “Airbnb” para turistas, y el antiguo cine donde fui a ver por primera vez “Ciudad de Dios” era ahora una discoteca donde ponían indie (si al menos fuese reggaeton del antiguo...). La intelectualidad universitaria lo llama gentrificación, pero me es lo mismo, era algo que no podíamos tolerar.Tras darnos cuenta de todo esto, no volvimos a pedirles cigarros a esa peña que estaba jodiendo nuestra ciudad. De hecho, cuando nos encontramos un día con un colega que vivía en la calle, nos dijo que se había tenido que ir de su rincón de la plaza porque la policía le había desalojado. ¿El motivo? Los bares de la plaza habían acordado, con permiso del Ayuntamiento, ampliar sus terrazas y, de paso, tomar el suelo de la plaza como si fuese su propiedad. Empecé a sentir rabia y un verdadero desprecio cada vez que veía un nuevo desembarco de estos barcos transporta-consumidores. Desgraciadamente, nunca volvimos a estar a gusto en nuestra plaza, en nuestro banquito... las oleadas constantes de turistas hacían hasta que los porros nos sentasen mal.
Las acciones contra buses turísticos o contra pisos “Airbnb” pasaron a darnos cierto grado de satisfacción
Ese día entendimos que el turismo jodía nuestra ciudad por la forma en que la consumía y la ponía a su servicio. La verdad es que empezamos a tener cierta envidia de algunos barrios que, por una supuesta conflictividad, no eran zonas a explotar por este tipo de consumo. Pero más que por un tema de conflictividad, el entramado que había montado en la ciudad al servicio del turismo (agencias de viaje, puntos de información turística, bares, empresas) no estaba interesado en montar allí su negocio. ¿Qué imagen se iba a llevar el turista si en el barrio que visitan se respira la desesperación y el hartazgo que genera este mundo de mierda?Una vez reubicados tras haber abandonado el “banquito” nos dijimos que teníamos que hacer algo en contra de todo esto. Empezamos a interesarnos por si lo que pasaba en nuestra ciudad ocurría también en más sitios, y nos dimos cuenta de que no estábamos solos. Aprendimos de compañeros de otras ciudades que estaban enfrentando esta forma de turismo. Empezamos a organizarnos en nuestros barrios para plantar cara a todo negocio que pretendiese sacar tajada de este pastel. Las acciones contra buses turísticos o contra pisos “Airbnb” pasaron a darnos cierto grado de satisfacción. Al menos no conteníamos el odio que se nos generaba. Ya no nos volveríamos a marchar de nuestro banquito, ahora serían los turistas los que no pasarían por nuestra plaza.
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Pues la culpa todo lo malo de nuestras ciudades, la tiene siempre el de fuera... no hay gran diferencia entre el discurso de muchos de los anti-turistas con los de anti-inmigración...
eso lo dices porque seguro que eres de un pueblo de mierda que no va ningún turista
esto que es, la visión neo kinki marginal? Se puede escribir sin necesidad de parecer una historieta de makinavaja