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Guerra en Ucrania
El OK al uso de misiles por parte de Biden enciende a Rusia, debilita a Alemania y calienta al trumpismo
Anunciada por dos medios de comunicación, The New York Times y The Washington Post y no desmentida por la Casa Blanca, la autorización del presidente estadounidense, el saliente Joe Biden, para el uso del Sistema de Misiles Tácticos del Ejército (ATACMS) por parte de Ucrania ha sido calificado por Rusia como una “nueva ronda de tensión” en un conflicto que no tiene visos de terminar pese a la promesa de Donald Trump de que terminará en 24 horas cuando sea designado como presidente en enero de 2025.
Tras más de un año sin decidirse a dar el paso, Biden habría tomado la decisión de autorizar el uso de estas armas debido a la presencia de soldados norcoreanos en la zona rusa del Kursk, que se encuentran luchando contra los militares ucranianos, que incursionaron en este territorio en agosto de 2024. El visto bueno por parte de la Casa Blanca se limitaría, siempre según los medios estadounidenses al uso en el Kursk. Según el relato oficial, la intención es el que el régimen de Kim Jong-Un revise su alianza militar con Rusia. En la actualidad, habría once mil soldados norcoreanos, aunque se espera que la cifra aumente a 15.000.
Los ATACMS estarían en disposición de atacar depósitos de armas y municiones, líneas de suministro y bases militares rusas.
Por su parte, Gran Bretaña y Francia han secundado la iniciativa de Biden. Desde la reunión del G20 que tiene lugar en Brasil, Keir Starmer ha hablado de la necesidad de “redoblar” el apoyo a Ucrania. Starmer se había mostrado en el pasado a favor de proveer misiles Storm Shadow al Gobierno de Volodimir Zelensky, pero era preciso el visto bueno de Biden. Este tipo de misiles, fabricados por Reino Unido emplean datos de navegación y tecnologías estadounidenses. Emmanuel Macron también se ha comprometido a permitir el uso de los misiles SCALP, similares a los Storm Shadows, con la misma limitación a priori, que se empleen sobre los objetivos militares descritos y no contra otros objetivos.
Aún recibimos mucho GNL de Rusia, ¿por qué no reemplazarlo con GNL estadounidense, que es más barato para nosotros y reduce nuestros precios de la energía?”, ha declarado Von der Leyen
La medida adoptada por Biden ha sido celebrada por una mayoría de los mandatarios europeos. El alto representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores, Josep Borrell —que pronto será sustituido por la estonia Kaja Kallas— ha manifestado su apoyo al uso de los ATACMS, que podrán incursionar hasta 300 kilómetros en terreno ruso. Otros representantes de países europeos como Estonia o Polonia se han mostrado plenamente a favor de la noticia.
El eslabón débil es Alemania país en el que el canciller Olaf Scholz está aislado y emparedado entre el partido emergente de la extrema derecha que reclama el fin de las ayudas a Ucrania y los partidos y medios del establishment que exige que esta se refuerce. Las críticas se han cebado sobre Scholz después de que se informara de una llamada telefónica a Putin el pasado viernes, 15 de noviembre. “Esto es exactamente lo que Putin ha querido durante mucho tiempo: es crucial para él debilitar el aislamiento de Rusia”, condenó Zelensky.
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No es casualidad que la autorización se haya producido cuando la permanencia de Biden en la Casa Blanca tiene los días contados. La línea tomada por los Demócratas desde la invasión rusa de febrero de 2022 ha sido la del apoyo inexorable a Ucrania. Un informe de Foreign Affairs en abril de este mismo año detalló como, por una serie de factores concatenados, Washington disuadió a Zelensky de firmar los borradores para un alto el fuego que se habían elaborado en Estambul pocas semanas después de iniciada la segunda fase de una guerra que lleva abierta desde 2014.
El exprimer ministro Boris Johnson "en nombre del 'mundo anglosajón', defiende el artículo, informó a la autoridad ucraniana de que debía “luchar contra Rusia hasta lograr la victoria y Rusia sufra una derrota estratégica”.
La línea seguida desde entonces choca, en este caso, con las proclamas lanzadas por Donald Trump, quien será sucesor de Biden. Trump se ha mostrado cercano a Putin en el pasado y, en su equipo para la próxima legislatura, ha priorizado los halcones anti China sobre las cuestiones del frente ruso. Tanto el vicepresidente JD Vance como la nueva responsable de inteligencia Tulsi Gabbard se han mostrado muy alejados de la línea seguida hasta ahora por la Casa Blanca de ayuda incondicional a Rusia.
Sin embargo, la doctrina que Trump parece dispuesto a seguir no implica necesariamente la concesión a Putin de lo que pide, sino más bien lo que Michael Waltz, que será nombrado consejero de Seguridad Nacional, ha enunciado como “la paz a través de la fuerza”. Los medios estadounidenses señalan que, como en su primer mandato, Trump utilizará la política de palo y zanahoria con Rusia. En campaña, Waltz defendió que había que desatar las manos de Ucrania para el uso de armas en territorio ruso e introdujo otro elemento fundamental, la pugna energética con Rusia, a la que definió como una “gasolinera con centrales nucleares”.
De cara a sus votantes, Trump quiere mandar un mensaje de fuerza “obligando” a Putin a sentarse en una mesa de negociación. Pero, de cara a sus donantes, el sector energético de Estados Unidos ha sido el gran beneficiado de la guerra en Ucrania. En dos años, los países de la UE han triplicado sus importaciones de gas natural licuado (GNL) y el nuevo Gobierno no pretende parar. Uno de los lemas de campaña de Trump ha sido “Perfora, nena, perfora”.
Mientras se espera la llegada de enero y del nuevo equipo en la Casa Blanca y un posible giro en Alemania, la guerra continúa y Rusia lanzó ayer un ataque sobre Odessa en la que se reportaron diez víctimas mortales
Desde la gobernanza europea no se ve con malos ojos esta dependencia, que aleja a EE UU de Rusia. “Aún recibimos mucho GNL de Rusia, ¿por qué no reemplazarlo con GNL estadounidense, que es más barato para nosotros y reduce nuestros precios de la energía?”, ha declarado la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Quizá por eso, los reportes desde Kiev no son pesimistas respecto al mandato de Trump, que ya permitió en su primer mandato, que Ucrania adquiriera misiles Javelin “para defender su soberanía e integridad territorial”.
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La cuestión, desde ese punto de vista, es cómo contribuye la “paz a través de la fuerza” a la consecución de una paz real. No es descartable que Trump mantenga el permiso de Biden al uso de misiles ATACMS al mismo tiempo que sienta a Putin a una mesa de negociación. A su favor cuenta con que Zelensky, tras una conversación con él, calificó de “cálida y constructiva” la conversación y Putin también felicitó a Trump y adelantó que los dos “hablarían” sobre un posible acuerdo.
En lo que todas las partes —EE UU, Rusia y Ucrania— parecen coincidir es en cuál es el eslabón débil en estas circunstancias. Alemania y especialmente su canciller, Olaf Scholz, es el país sobre el que presionan todas las partes.
Tanto Los Verdes como el partido Liberal FDP como la derecha de la CDU han anunciado que enviarán misiles Taurus si forman gobierno tras las elecciones del 23 de febrero. El Gobierno alemán de Olaf Scholz es el único entre los países que fabrican este tipo de tecnología en el contexto euroatlántico que, de momento, sigue negando su provisión a Kiev, si bien, en las últimas horas ha trascendido el envío “secreto” de 4.000 drones de ataque para uso por parte del ejército ucraniano.
Trump ha calificado de “mal ejemplo” a Alemania por sus políticas energéticas y el cierre de las nucleares y también ha advertido de que establecerá su política de alianzas según el grado de cumplimiento de la exigencia de gasto militar del 2% establecido por EE UU en el marco de la OTAN, todo ello a pesar de que la OTAN no es el marco de referencia del presidente electo.
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Sigue la guerra
Mientras se espera la llegada de enero y del nuevo equipo en la Casa Blanca y un posible giro en Alemania, la guerra continúa y Rusia lanzó ayer un ataque sobre Odessa en la que se reportaron diez víctimas mortales. El contexto es el del anuncio de Biden, que en el Kremlin fue interpretado como echar “gasolina al fuego”. Los medios rusos recordaron que en septiembre, Vladimir Putin, se refirió a esta posibilidad como una escalada que significaría “nada menos que la participación directa de los países de la OTAN”.
Después del anuncio, un representante del comité de asuntos internacionales de la cámara alta rusa ha denunciado que la autorización de Biden es un paso “hacia la III Guerra Mundial”, algo que ha tenido eco en Estados Unidos, donde dos representantes del trumpismo, la congresista Marjorie Taylor Greene y Donald Trump Jr, han usado la misma expresión para condenar el visto bueno de Biden al uso de misiles.
Los principales medios del establishment, sin embargo, parecen sostener la idea de que Trump puede evitar un problema si sienta a la mesa a las partes. Los principios han cambiado desde las fallidas conversaciones de Estambul; en la actualidad, Megan K. Stack, una de las analistas sobre esta guerra para The New York Times, ha situado la cuestión en sus términos concretos. EE UU, dice Stack ha apoyado “la guerra lo suficiente para que siga adelante, pero nunca lo suficiente para ganarla”.
Se ha llegado de este modo a un callejón sin salida, en el que es una quimera el objetivo de Zelensky de integrar a Ucrania en la OTAN y cualquier negociación sobre territorio partirá de una situación más parecida a la que hay ahora que a la que había al comenzar la guerra. “Estados Unidos no va a salvar a Ucrania. Tal vez necesitemos que Trump, descarado y sin escrúpulos, lo diga finalmente en voz alta y actúe en consecuencia”, señala Stack.
Así las cosas, el OK de Biden al envío de misiles ha sido interpretado como un último gesto destinado a favorecer a Kiev de cara a una posible negociación que dirigirá Trump. Y también como un intento de seguir amarrando a la Unión Europea a los designios del Pentágono antes de que el imprevisible próximo presidente desarrolle su plan. Si es que lo tiene.