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Siria
Siria, de la euforia por el fin del régimen al examen de la transición

Los rasgos de euforia se han ido desvaneciendo del rostro sirio, que adopta ahora una actitud más vigilante. Cuatro meses después de la caída del dictador Bashar al Asad, la construcción de las autoridades interinas en Siria coincide con el momento en que el temor hacia los dirigentes islamistas que lideran la transición alcanza cotas máximas.
Las masacres desatadas entre el 6 y el 10 de marzo en el litoral sirio han acrecentado el escepticismo hacia una transición cuyo tiempo de gracia empieza a llegar a su fin. La misma base militar rusa de Hmeinim, a donde al Asad llegó la mañana del 8 de diciembre a bordo de un Mercedes negro y desde donde despegó hacia Moscú, se convirtió durante las últimas semanas en el refugio de hasta 9.000 personas que huían para salvar sus vidas.
Ahmed al Sharaa, presidente interino de Siria, ha reconocido que los abusos a cargo de hombres armados afiliados a Damasco supone un golpe a la transición. La última actualización del recuento de la Red Siria de los Derechos Humanos ha contabilizado la muerte de un total de 1.084 personas durante aquellos combates con grupos fieles a al Asad. La Red estima que las fuerzas de seguridad estatales —copadas por miembros musulmanes sunitas— estarían detrás de 639 de estas muertes. Este grupo de monitoreo se declara incapaz de distinguir cuántos de estos fallecidos son civiles debido a que muchos milicianos favorables a al Asad iban vestidos de calle, pero varios reportes sobre el terreno parecen indicar que la mayoría de los civiles asesinados serían de la comunidad social y religiosa alauita, la misma a la que pertenece al Asad y que es predominante en la región costera de Siria.
Ahmed al Sharaa, presidente interino de Siria, ha reconocido que los abusos a cargo de hombres armados afiliados a Damasco supone un golpe a la transición.
H. es un joven originario de Baniyas, uno de los municipios mediterráneos más castigados por las matanzas. Mientras pasa la bayeta sobre la barra del bar donde trabaja en Damasco, lamenta angustiado que “las cosas no van bien”. Sus familiares y sus amigos de la infancia siguen en Baniyas y han sobrevivido al estallido de la violencia, pero asegura que “como pueblo, están muertos”. El camarero narra el modo en que algunos de sus conocidos pasaron aquellos días escondiéndose como pudieron. Lo hace mientras se lleva el índice al costado del seno, acusando de “locos” a los perpetradores de aquellos ataques.
Una conmemoración floja
La sangre derramada durante las últimas semanas ha manchado el aniversario de la revolución siria; el primero tras la fuga de al Asad. El 15 de marzo, que muchos habían marcado en el calendario como una jornada de conmemoración y de celebración, se convirtió en un termómetro sobre el actual apoyo popular hacia el proyecto de transición. Al comienzo de la convocatoria, en la icónica plaza de los Omeyas de Damasco, solo unas pocas decenas de personas se congregaron en silencio, tímidamente, rodeadas por multitud de miembros de las fuerzas armadas y de periodistas. La concentración fue ganando adeptos a lo largo del día, pero no llegó a superar los pocos centenares de asistentes. El aspecto frío de la plaza contrastaba con el recuerdo colectivo del primer viernes de rezo tras la caída del clan de los al Asad, cuando decenas de miles de personas abarrotaron el espacio en una concentración que reunió a sirios de todo tipo.
Algunos de los asistentes quitaron hierro a la floja afluencia en la celebración y lo atribuyeron al calor del mediodía y a la celebración del Ramadán. Otros consideraron que muchas personas se quedaron en casa ante la posibilidad de que ciertos actores políticos o el mismo Gobierno de transición trataran de apropiarse del significado de la jornada.
Abdul Samad, que rondaba la mayoría de edad, es una de las personas que viajaron en autobuses desde Idlib a Damasco para unirse al aniversario de la revolución. Hasta la caída de al Asad, la región de Idlib, al noroeste del país, había sido un bastión opositor al régimen. Fue precisamente en ese enclave donde Hayat Tahrir al Sham, la milicia que el pasado diciembre lideró el golpe contra al Asad, gobernó durante años con el autodenominado Gobierno de Salvación. En diciembre de 2024, ese ejecutivo local dio el salto a Damasco, donde las oficinas gubernamentales se vieron de repente copadas por personas llegadas desde Idlib, un territorio que durante años había estado geográficamente aislado de la capital y de buena parte de Siria. Según Samad, el futuro es prometedor. “Ahora gozamos de estabilidad y todo el país está abierto”, explica. “Siria ha empezado a progresar y ya es mejor que Europa — reivindica orgulloso—. Que Dios proteja a Ahmed al Sharaa”.
Muchas personas se quedaron en casa ante la posibilidad de que ciertos actores políticos o el mismo Gobierno de transición trataran de apropiarse del significado de la jornada.
Safana Bakleh, una mujer de mediana edad, se desplaza de un lado al otro de la concentración y se dirige a los asistentes. Reparte folletos, siempre abierta a conversar con los demás. “[Tras la guerra civil] tenemos un legado muy duro, con mucha represión y muchas injusticias”, asegura Bakleh a este diario: “así que hemos querido recordarnos a nosotros mismos y a los aquí presentes los valores de la revolución. La democracia, la dignidad, la preservación de la vida humana”.
Tanto Bakleh como sus amigos, que se presentan como activistas independientes, se esfuerzan en proteger la esencia de la revolución que estalló en 2011 y la unidad con la que miles de sirios y sirias respondieron a la violencia con la que el régimen reprimió las protestas. “En estos pósters guardamos algunas de las mejores frases que se decían en aquellos primeros momentos de la revolución”, enseña Bakleh. “La sangre siria es una sola”, “Debemos deshacernos del dictador que hay en cada uno de nosotros” o “El sectarismo que te estás inventando para protegerte solo es un pantano que te tragará”, se puede leer. A pesar de sus fuertes convicciones democráticas, Bakleh se muestra comprensiva con quienes no comparten sus postulados: “[Esta guerra] ha sido un viaje muy doloroso, la gente ha perdido mucho, y en este contexto, nadie puede juzgar a nadie”.
Dudas acerca de la transición
La frágil transición siria sigue su curso de la mano de la reconstrucción de las instituciones del país. La semana pasada, el propio al Sharaa firmó una Constitución temporal con la guía de ruta para los próximos cinco años. Quienes critican el texto apuntan a la acumulación de poder hacia al Sharaa, con capacidad de declarar el Estado de emergencia, de elegir a los miembros del Tribunal Constitucional o de nombrar a un tercio de los diputados del Parlamento. También denuncian la incongruencia del texto: algunos artículos reconocen que la ley islámica es el fundamento del sistema legal y que el presidente debe ser necesariamente musulmán; mientras que otros exigen que toda la ciudadanía tenga los mismos derechos, independientemente de su religión.
El contenido de la Constitución se dio a conocer días después de que se celebrara la Conferencia Nacional de Diálogo, otro hito clave en la transición post al Asad y que dejó fríos a quienes ambicionan una Siria equitativa e igualitaria. Tras décadas de represión, ese tenía que ser el lugar en el que representantes de todos los territorios de Siria discutieran asuntos como la justicia transicional o el rumbo económico del país. Pero no se cumplió con las expectativas. Según ETANA, un grupo observador que dice trabajar para una solución sostenible al conflicto sirio, cinco de los siete miembros del comité que preparó la Conferencia damascena estaban vinculados o eran cercanos a Hayat Tahrir al Sham, mientras que ninguno de ellos era druso ni alauita, comunidades con mucho peso en la sociedad siria. El 80% de los asistentes fueron hombres y muchas invitaciones se enviaron 24 horas antes, lo que dificultó la asistencia de personas en municipios lejanos de Damasco o en el extranjero. Es decir, hay sospechas fundamentadas sobre la voluntad, por parte de las autoridades en funciones, de mantener la Conferencia bajo control.
Ahora, Siria espera la formación de un gobierno interino para los años de transición. A mediados de diciembre, el presidente interino indicó que este ejecutivo sería una realidad para el pasado 1 de marzo. La composición del Gobierno será clave para discernir si el proyecto de transición liderado por al Sharaa, antiguo miembro de al Qaeda, está marcado por la lealtad a Hayat Tahrir al Sham o si busca perfiles competentes y capaces de trabajar por el bienestar de todos los grupos sociales que conforman el país. El Gobierno en funciones que administra el país desde mediados de diciembre parece encajar más con el primer perfil. Según el grupo de investigación del analista Karam Shaar, la mayoría de los 21 ministros con los que cuenta están vinculados a Hayat Tahrir al Sham y carecen o bien de estudios superiores o bien de experiencia más allá de instituciones políticas locales. Además, ninguno de ellos es mujer.
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Es tremendo leer un artículo así en el Salto, donde el firmante se pregunta aún a dónde va a ir a parar la transición siria, y si un miembro de Al Qaeda va a optar por su fidelidad a un lider o el bien de todo el pueblo.Sois la monda. En anteriores artículos se ha celebrado el triunfo de esta "transición" y ahora se resalta a la señora que reparte folletos para que luchen contra el dictador que todos llevan dentro... para concluir que no hay ninguna mujer entre los ministros del Gobierno en funciones y no tienen estudios superiores. Entre estos escritos alrededor del golpe de Occidente en Siria, que no es sino eso, un golpe de EEUU y la Otan apoyándose en el terrorismo que ellos mismos han creado para quitarse del medio a quien no les conviene, y esa loa a las revoluciones de colores, las pocas que quedan de la administración Biden como la que están montando en Serbia, y que El Salto parece que aplaude a dos manos, ya no me cabe duda de a quién está este diario apoyando y haciendo la cama. Y cada vez se os ve más el plumero.
Por fin se les quita la careta a estos exISIS y exAlQaeda. Si alguien pensaba que iban a crear una Siria plural y descentralizada, lo llevan claro: Bienvenidos a una nueva dictadura, pero está vez sin laicismo ni tolerancia.