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Análisis
Vidas que importan. A propósito de la recién aprobada resolución del Parlamento alemán
El pasado jueves 7 de noviembre se aprobaba en el pleno del Parlamento alemán una así llamada “resolución” titulada: «Nunca más es ahora: Proteger, preservar y fortalecer la vida judía en Alemania». Era un documento anunciado veladamente durante meses, pero elaborado con secretismo y alevosía. Una muerte anunciada durante el último año en el que los derechos fundamentales de opinión, reunión, expresión, manifestación, acceso a la cultura o no discriminación han saltado por los aires, esa línea que marca la diferencia entre lo que se entendía como una democracia (si bien sea liberal) y el abismo. Nuestro presente.
Hace meses, al inicio de este año, tratábamos de explicar en una serie de artículos cuál era la situación en Alemania al respecto del genocidio en Palestina y la gravedad de las consecuencias que eso iba a tener y estaba teniendo en el marco político de derechos y libertades de las democracias liberales occidentales. Otras compañeras también lo han seguido y han escrito sobre ello. Pues bien, esta resolución viene a poner negro sobre blanco la matriz racista y autoritaria de esa ideología y esa práctica que se han ido intensificando a lo largo del año del genocidio (aunque vengan de antes): se ha construido —a conciencia— un enemigo y “el otro” como amenaza vuelve a ser en Alemania el elemento que moviliza y justifica la discriminación, la represión, la exclusión y el borrado social. Pero nos obliga también a pensar a qué apelamos en un panorama político global donde lo que ya antes nos parecía insuficiente (las normas de las democracias liberales y el derecho internacional) se ha borrado como marco.
Hace meses se anunciaba que el Parlamento alemán estaba redactando a puerta cerrada una resolución sobre el problema del antisemitismo en Alemania. Sabíamos ya entonces que se trataría de un instrumento político contra las voces disidentes y críticas con el genocidio y la política colonial de Israel. La redacción secreta y la casi total connivencia de los medios de comunicación alemanes con la política oficial de apoyo incondicional a Israel no permitían que se filtrase mucho de lo que se estaba elaborando.
Una de las principales organizaciones judías activas contra el genocidio (Voces Judías) ya se ha pronunciado contra esta resolución, junto a otra treintena de organizaciones judías de todo el mundo
El Bundestag elige la forma resolución porque, al tiempo que marca directrices políticas, al no ser jurídicamente vinculante, permite eludir apelaciones (incluida la de anticonstitucionalidad), como ya lo hiciera con la resolución contra el BDS de 2019. Es la plasmación en papel de lo que hemos ido viviendo de forma intensificada a lo largo del último año: la retirada de subvenciones, las propuestas de exmatriculación universitaria, los despidos, el asalto domiciliario a activistas, los juicios políticos (se acumulan ya más de tres mil casos), la violencia policial, la ilegalización de grupos y, como marco para todo ello, el señalamiento de quiénes son la amenaza, ese “otro”, en este caso, la comunidad árabe, como antaño lo hicieran con la judía. Misma lógica.
En estos últimos días, los previos y los inmediatamente posteriores a la aprobación de dicha resolución (presentada por la CDU/CSU y los grupos parlamentarios de centro-derecha, con el entusiasta voto a favor de la extrema derecha AfD y solo el voto en contra del grupo BSW y la abstención del grupo Die Linke), se han intensificado también los actos y las declaraciones de crítica y oposición a la misma por parte de diversas organizaciones y movimientos. Nos apoyaremos en esos urgentes y valiosos esfuerzos (la crítica mediática es prácticamente inexistente; salvo alguna excepción que plasma la controversia: Junge Welt, o la misma Amnistía Internacional, para tratar de reflejar aquí el contenido de la resolución, ante cuya literalidad resulta difícil no escandalizarse y aterrarse a partes iguales. A pocos días de su aprobación, como paso siguiente para la implementación de la primera resolución, se está discutiendo para su aprobación una moción para escuelas y universidades que, en este caso, ataca al estudiantado disidente. Nos limitaremos por espacio a analizar la primera resolución, a sabiendas de que es un punto de partida para socavar más y más garantías mínimas del Estado, un refrendo más bien de lo que de facto ya se está haciendo.
El texto de la resolución, arranca como sigue:
A raíz de la Shoah, la privación de derechos y el asesinato de seis millones de judíos europeos, Alemania tiene una responsabilidad especial en la lucha contra el antisemitismo. [...] El Bundestag alemán agradece que la vida y la cultura judías vuelvan a existir en Alemania tras la dictadura nacionalsocialista y a pesar de la Shoah.
Y sigue:
Desde el horrible ataque terrorista de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023, hemos visto el odio a los judíos y el antisemitismo relacionado con Israel en Alemania a un nivel no visto en décadas. El aumento de actitudes y actos antisemitas es profundamente preocupante. El antisemitismo es un fenómeno muy dinámico y profundamente misántropo. La evolución desde el 7 de octubre de 2023 se debe tanto a un antisemitismo cada vez más abierto y violento en medios de extrema derecha e islamistas como a un enfoque relativizador y a un creciente antisemitismo antiimperialista relacionado con Israel y de izquierdas.
En primer lugar, cabe preguntarse: ¿por qué una resolución ahora? El domingo 3 de noviembre se celebró un evento en Oyoun (ese espacio cultural también víctima de la política de cancelación alemana:) llamado “vigilancia, censura y criminalización: una lectura urgente de la resolución filtrada del Parlamento” que consistió en una lectura pública del documento y un panel de discusión de cuatro expertas. Entre otras cosas, se reflexionaba sobre el porqué una resolución sobre “las vidas judías”: no hubo una resolución, por ejemplo, cuando los ataques en Hanau ni una resolución sobre el antigitanismo. La respuesta es que la resolución tiene como objetivo la instrumentalización del antisemitismo, y en este primer párrafo vemos ya tres elementos que lo prueban: el primero es que en todo el documento no hablan de Holocausto, sino de Shoah, descartando con ello las vidas no judías víctimas del mismo régimen de exterminio (el millón de asesinados del pueblo sinti roma, por ejemplo); lo segundo es situar el origen del problema en el 7 de octubre, descargándose así de la responsabilidad (y la culpa) y depositándola en ese enemigo construido que esta resolución quiere apuntalar como diana de la política represiva; y lo tercero es la no diferenciación entre población judía e Israel, borrando las voces judías disidentes en Alemania (recordemos que suponen un 30% de las personas víctimas de represión policial y estatal a lo largo del último año de protestas contra el genocidio y la ocupación israelís).
El movimiento BDS lleva siendo demonizado en Alemania desde hace más de un lustro. Esta resolución sugiere su ilegalización
Una de las principales organizaciones judías activas contra el genocidio (Voces Judías) ya se ha pronunciado contra esta resolución, junto a otra treintena de organizaciones judías de todo el mundo, mientras lleva largo tiempo siendo víctima de la política supuestamente defensora de las vidas judías de la que Alemania presume.
Estas tres ideas se van a repetir e intensificar a lo largo del texto. Por si quedaran dudas respecto a la descarga racista del problema del antisemitismo alemán, reproducimos aquí el inicio del siguiente párrafo:
En los últimos meses se ha puesto de manifiesto el alarmante alcance del antisemitismo basado en la inmigración procedente de los países del norte de África y Oriente Próximo, donde el antisemitismo y la hostilidad hacia Israel están muy extendidos, en parte debido al adoctrinamiento islamista y estatal antiisraelí.
Y un poco más adelante:
Reconocer, hacer visible, preservar y proteger la diversidad de la vida judía es una expresión de la razón de Estado de Alemania. Este autocompromiso se deriva de nuestra democracia liberal y de nuestra especial responsabilidad histórica hacia los judíos de todo el mundo, y también establece nuestra promesa inalterable de proteger el derecho del Estado de Israel a existir como hogar seguro para el pueblo judío.
El enemigo ha quedado definido: musulmanes e izquierdistas antiimperialistas (sic), y el objeto a defender también, aunque profundicen más adelante: la vida judía que importa no es cualquier vida, es aquella que se identifica con el Estado de Israel. Nuevamente, se trata de reforzar la asimilación de judío con Israel y, por ende, la crítica al Estado de Israel y su política genocida y de extrema derecha como antisemita. Sentadas estas bases, la resolución pasa a la acción prescribiendo cuáles deben ser las políticas federales al respecto: el Bundestag alemán reafirma su decisión de garantizar que no se conceda financiación a organizaciones y proyectos que difundan el antisemitismo, cuestionen el derecho de Israel a existir, llamen al boicot de Israel o apoyen activamente el movimiento BDS.
Las voces judías, las voces palestinas y toda la resistencia que logremos articular son la semilla de las vidas que importan
El movimiento BDS, una iniciativa que se aviene al marco legal internacional respaldado por Naciones Unidas y la Corte Internacional de Justicia, lleva siendo demonizado en Alemania desde hace más de un lustro. Esta resolución sugiere su ilegalización, contraviniendo la legislación internacional.
La línea política de estas directrices la encontramos de nuevo en la no exenta de crítica IHRA (recordemos, la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto) y su definición de antisemitismo, a la que el Parlamento alemán vuelve a adscribirse sin fisuras
En este contexto, la resolución del Gobierno federal del 20 de septiembre de 2017, que adopta políticamente la definición de antisemitismo realizada por la IHRA, y la resolución del Bundestag alemán del 17 de mayo de 2019, en la que el Bundestag se comprometió con la definición de la IHRA, deben tomarse como autorizadas. El Gobierno federal está llamado a presionar a los estados federales y a las autoridades locales para que implementen las regulaciones apropiadas y, si aún no lo han hecho, utilicen la definición de antisemitismo de la IHRA como la autorizada.
Una de las prácticas habituales de censura política ha sido penalizar las expresiones de solidaridad con Palestina en redes: la retirada de fondos para algunas iniciativas culturales, despidos, asaltos policiales domiciliarios y arrestos han tenido que ver con lo publicado en redes sociales. Aquí se insta a seguir en esa dirección:
Debemos seguir comprometidos con la seguridad de la vida judía [...]. El odio a los judíos también debe combatirse con determinación en el espacio digital, especialmente en las redes sociales. Debemos contrarrestar la desinformación selectiva y los llamamientos a la movilización antidemocrática. [...] El Bundestag alemán celebra también que el Gobierno federal haya prohibido las actividades de la organización terrorista Hamás y de la red internacional Samidoun. Otras organizaciones extremistas deben ser ahora investigadas y, si es posible, prohibidas. El Bundestag alemán reafirma su resolución del 17 de mayo de 2019 titulada «Contrarrestar decididamente el movimiento BDS - combatir el antisemitismo» y pide al Gobierno federal que intensifique sus actividades contra el movimiento BDS para implementar esta resolución. Esto incluye estudiar una prohibición de las actividades del BDS o una prohibición organizativa del BDS en Alemania.
Y concluye:
La Estrategia Nacional contra el Antisemitismo y por la Vida Judía debe completarse y aplicarse de forma completa y sostenible. Esto incluye, entre otras cosas, «colmar las lagunas legales y hacer un uso coherente de las opciones represivas». Esto se aplica en particular al derecho penal, así como al derecho de residencia, asilo y nacionalidad, a fin de garantizar que el antisemitismo se combata con la mayor eficacia posible. El Bundestag alemán celebra que el Gobierno federal ya haya tomado medidas en este ámbito.
Después arremete contra el mundo del arte, la cultura y la investigación en la línea de lo que hemos ido viendo a lo largo de estos meses: retirada de fondos, represalias en universidades.
Los estados federales, el Gobierno federal y las autoridades locales deberían —si aún no lo han hecho— elaborar regulaciones legalmente seguras, en particular presupuestarias, para garantizar que no se financien proyectos y planes con objetivos y contenidos antisemitas.
Por aclarar a que se refieren cuando en la introducción a este párrafo habla de “grandes escándalos de antisemitismo” el texto pone como ejemplo la Berlinale 2024 donde No other land (Basel Adra, Hamdan Ballal, Yuval Abraham y Rachel Szor, 2024) ganó el premio a mejor documental: si no la han visto, dejen de leer, y búsquenla.
Y aquí la resolución da un giro particular:
el artículo 5 de la Grundgesetz (Constitución) garantiza la libertad académica con rango constitucional. Esto también debe aplicarse sin restricciones al personal docente y a los estudiantes con raíces judías, de origen israelí o con una mentalidad solidaria con Israel.
Aquí las vidas a proteger ya no son las judías, ni las judías de origen israelí, sino las “mentalidades solidarias con Israel”. ¿Y quiénes son esas? Pues nada más y nada menos que los alemanes sionistas. Sean estos judíos o no. Podría acabar aquí, porque han cerrado el círculo de lo que ya se ha señalado en otras ocasiones: que el anti-antisemitismo alemán no es más que un ejercicio de supremacismo ario (volvemos a referirnos, como ya hiciéramos, al artículo Bad memory).
Lo cierto es que la resolución continúa con sus sugerencias: expulsión o exmatriculación de universidades, formación de alumnado y profesorado en esta particular visión del antisemitismo, oficinas de control en las instituciones educativas..., y cierra con la intempestiva apelación a la solución de los dos Estados y, sobre todo, con un
Israel tiene derecho, en virtud del derecho internacional, a defenderse de los ataques que violan el derecho internacional
afirmación que por, si quedasen dudas, legitima, en palabras recientes de la ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock (Los Verdes), el asesinato de civiles.
Nada, ni una solo medida en todo el texto respecto a la supuesta amenaza antisemita de la extrema derecha. Esta resolución tiene además una función de refrendo de la política disuasoria más potente en Alemania y en el Occidente contemporáneo: el miedo. Es un aviso a no moverse o caer.
¿Debemos seguir en este marco hablando de antisemitismo? ¿Cómo combatir la narrativa del terror? ¿Cómo seguir nombrando la verdad?: que las armas producidas en Alemania (y en España) matan en Gaza, que cada barco que atraca en nuestros puertos contribuye al exterminio palestino, que vivimos en un régimen de muerte.
Hace algo más de dos semanas, se celebraba, de nuevo en el centro cultural Oyoun de Berlín, una conferencia con el historiador Israelí Ilan Pappé. En esa conferencia, Pappé señalaba que en el último año cerca de medio millón de israelís se han exiliado, han abandonado el Estado de Israel (cifra nada desdeñable en una población de menos de diez millones de habitantes). ¿Quién va a proteger esas vidas? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que esa diáspora y la diáspora palestina son de las pocas garantías de no erradicación completa de la resistencia al supremacismo sionista. Las voces judías, las voces palestinas y toda la resistencia que logremos articular son la semilla de las vidas que importan.
Bienvenidas sean las iniciativas que pongan la cooperación alemana con el genocidio en el punto de mira de la crítica internacional. Porque, efectivamente, nunca más es ahora.