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Memoria histórica
Museo del franquismo, ¿eso dónde está?
El 25 de abril de 2015 abría sus puertas en Lisboa el Museo del Aljube de la Resistencia y la Libertad. Ubicado en una antigua cárcel del régimen salazarista, el centro recorre la historia del Estado Novo, la represión, y el movimiento democrático. No se trata de un espacio estático, sino de un museo dinámico que, además de su muestra permanente, realiza varias exposiciones monográficas cada año. En estos momentos se exhibe una muestra sobre el 25 de abril y otra sobre el artista comunista Julio Pomar. Anteriormente ha habido exposiciones sobre la historia del feminismo portugués y también sobre los movimientos de liberación de las colonias portuguesas. El museo funciona también como biblioteca y centro de documentación para investigadores, organiza talleres, conferencias y recibe visitas escolares.
Francia, Países Bajos, Noruega o Dinamarca cuentan desde hace décadas con museos de sus respectivas resistencias nacionales al nazismo y los colaboracionismos locales
No es el único centro dedicado a la memoria histórica en el país vecino. Este mismo año, coincidiendo con el medio siglo de la revolución democrática que derrocó la dictadura más longeva de Europa, se inauguraba el Museo Nacional de la Resistencia y la Libertad en la antigua cárcel de Peniche, la fortaleza que funcionó como presidió de máxima seguridad para los presos políticos más codiciados del salazarismo, y de la que en 1960 se fugó el líder comunista Álvaro Cunhal en una legendaria fuga que humilló a la dictadura.
Museos de la resistencia democrática, espacios del terror resignificados
Portugal no es un caso aislado. Ni siquiera uno de los más tempranos. Francia, Países Bajos, Noruega o Dinamarca cuentan desde hace décadas con museos de sus respectivas resistencias nacionales al nazismo y los colaboracionismos locales. Asimismo, Italia, país con una memoria antifascista compleja, siempre en discusión, cuenta desde 1957 con un Museo de la Liberación, ubicado en Roma en un antiguo centro de detención de las SS. No es el único espacio dedicado a la resistencia partisana. Turín, Bolonia y otras localidades del país tienen museos consagrados a la historia del fascismo, el antifascismo y la deportación a los campos de de la muerte de los italianos de origen judío, uno de los episodios más siniestros del novecento. Se estima que un 15% de los 58.000 italianos clasificados como judíos o “parcialmente judíos” fueron asesinados durante la Segunda Guerra Mundial.
Alemania, quizá el país europeo con la memoria del siglo XX más traumática, también cuenta desde 2014 con un Museo de la Resistencia Alemana, ubicado en Berlín, y desde 2015 en Múnich con un museo y centro de documentación del nazismo. Ambos espacios se suman a los museos de los antiguos campos de concentración Buchenwald y Dachau, o a otros museos, como el judío de Berlín, que si bien no dedicado íntegramente al nazismo dedica una amplia parte de su exposición a este periodo histórico.
En la Europa del Este existen también museos dedicados al nazismo, la resistencia y el periodo comunista, y en América Latina países como Brasil, Argentina, Uruguay o Chile han resignificado con éxito desde principios del siglo XXI sus antiguos centros de detención y tortura como museos de la represión, pero también de la resistencia y los movimientos populares democratizadores.
En el continente africano, Sudáfrica cuenta con un singular Museo del Apartheid en Johanesburgo, en el que el visitante puede hacer un recorrido de la historia del país para blancos, y otro para “no blancos”, y así descubrir como la segregación racial dibujaba dos paisajes muy diferentes en un mismo estado. Asimismo, la isla Robben, en la que estuvo 18 años encarcelado Nelson Mandela, es hoy un museo de la represión y la lucha por la democracia.
¿Y España?
España no ha permanecido al margen del boom mundial de la memoria histórica. Libros, series y películas de ficción, cómics, documentales, dos leyes nacionales y varias autonómicas, placas, monolitos, lugares de memoria, exposiciones y todo tipo de conmemoraciones relacionadas con el pasado franquista/antifranquista han proliferado en los últimos 30 años sin que este interés social se haya concretado en un gran recinto museístico. El que debería serlo, el Museo Nacional de la Guerra Civil-Batalla de Teruel, se encuentra en construcción, y es de prever que, con el PP en el Gobierno aragonés, su sentido original se desfigure con respecto al proyecto inicial, que había partido del anterior ejecutivo, de signo progresista.
Los proyectos museísticos relacionados con el franquismo, la represión y la oposición democrática lógicamente no han interesado nunca a la derecha, pero tampoco en la agenda memorialista de la izquierda parecen haber sido nunca una reivindicación importante
Los proyectos museísticos relacionados con el franquismo, la represión y la oposición democrática lógicamente no han interesado nunca a la derecha, pero tampoco en la agenda memorialista de la izquierda parecen haber sido nunca una reivindicación importante, o al menos hegemónica. Mientras en todos los continentes se han producido procesos de recuperación y resignificación de antiguas cárceles, centros de detención y tortura, parte de la izquierda aún fantasea con la voladura del Valle de los Caídos. Y eso a pesar de que en 2011 una comisión de expertos encargada por José Luis Rodríguez Zapatero recomendó la resignificación como lugar de memoria democrática del mayor mausoleo fascista de Europa, incluyendo un centro de interpretación sobre este que podría convertirse en el gran memorial de la represión franquista.
Valle de los caídos
Así sacaron a Franco del Valle de los Caídos
Para sacar el cuerpo de Francisco Franco del Valle de los Caídos ha hecho falta el esfuerzo de miles de personas: aquellas que desde hace décadas luchan por la memoria y contra el olvido, de aquellas que siguen buscando a sus familiares en las cunetas, las que siguen trabajando para llevar ante la justicia a muchos de los criminales que asesinaron y torturaron bajo el respaldo del régimen.
La exhumación del cadáver de Franco es un buen resumen de una política de memoria progresista en la que las energías puestas en la eliminación de los símbolos franquistas no han convivido con un esfuerzo similar, también más caro y conflictivo, en materia de resignificación y pedagogía democrática. Así, la cárcel Modelo de Barcelona es a día de hoy uno de los pocos espacios de represión que se ha musealizado en España, si bien no centrado exclusivamente en la dictadura. También en la isla de San Simón, Pontevedra, existe un pequeño espacio dedicado al recuerdo del campo de concentración franquista, pero sin visitas regulares.
En 2021 se inauguró en el Pazo de Meirás, A Coruña, una exposición comisariada por los historiadores Xosé Manuel Núñez Seixas y Emilio Grandío sobre la historia del palacete construido para la escritora Emilia Pardo Bazán, y del que posteriormente se apropiaría el franquismo para ser la residencia estival del dictador.
Memoria histórica
Memoria histórica Los Franco pierden el juicio contra el Estado por la propiedad de los bienes del Pazo de Meirás
El futuro del espacio ha venido marcado por la polémica entre los defensores de un uso sobre todo memorialista del lugar, y la voluntad de la Xunta de rebajar el componente antifranquista potenciando los contenidos ligados a la novelista gallega.
¿Dónde ponemos los museos?
Con una geografía plagada de cárceles y antiguos campos de concentración, el historiador Pablo Tata Alcántara, especialista en la historia de la represión franquista, defiende que España podría tener varios museos dedicados a la historia de la represión franquista y de la oposición democrática. Menciona dos lugares en la capital de España: la antigua Dirección General de Seguridad, hoy sede de la Comunidad de Madrid, y el Valle de los Caídos: “Podría ser un espacio dedicado a contar la historia del trabajo esclavo en la posguerra”.
Historia
Pablo Alcántara “Entrar a la Dirección General de Seguridad era entrar al infierno”
Fernando Hernández también apuesta por la resigníficación de una antigua cárcel, si bien considera irrecuperable Cuelgamuros. El historiador opina que un museo del franquismo no debería centrarse solo en los aparatos represivos, sino también en “los apoyos activos y pasivos que permitieron que el régimen perdurase tanto tiempo”. “Sin estos sectores intermedios no se entienden muchas continuidades del régimen en la democracia actual”, apunta Hernández, que señala, también en Madrid, la cárcel de Yeserías como una posible ubicación.
Un museo del franquismo podría ser un lugar donde hablar no solo de represión, sino también de la propia evolución social y cultural de España en esos años, así como de los movimientos sociales —obrero, estudiantil, vecinal— que surgieron y cobraron fuerza a pesar de los límites impuestos por el régimen. “Me lo imagino en color, con bastante espacio espacio dedicado a las resistencias y con los franquistas anónimos más importantes que Franco, que creo debería estar bastante escondido”, explica Javier Tebar, autor de Vivir en dictadura (Ediciones de Intervención Cultural, 2021).
El debate está abierto, si bien ninguna administración pública se decide por ahora a tomar la iniciativa y subsanar lo que ya empieza a ser una anomalía española en el contexto de las políticas internacionales de memoria histórica.