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Culturas
Tiphaine Rivière y la necesidad de entender a Bourdieu

La meritocracia, el habitus, el “gusto de la necesidad” o la idea de ser un o una tránsfuga de clase son algunos de los conceptos que Tiphaine Rivière aborda en su última novela gráfica, La distinción (Garbuix, 2025), basada en el libro La distinción. Criterio y bases sociales del gusto, escrito por el sociólogo francés Pierre Bourdieu entre 1963 y 1968, y publicado en 1979. Este es uno de los libros más importantes e influyentes de la sociología moderna y pone en el centro la preponderancia del capital cultural y simbólico en el devenir social.
En la novela gráfica publicada por Rivière, la ilustradora intenta entender y explicar el determinismo social y cómo condiciona nuestras vidas desde la infancia: cómo el gusto viene, en la mayoría de las ocasiones, marcado por la clase social y cómo influyen el entorno familiar y los primeros años de socialización. En definitiva, adapta los conceptos clave de la obra de Bourdieu para un público joven a través de diferentes personajes centrales, la mayoría de ellos adolescentes, y un profesor de instituto.
Huir de las simplificaciones
Tiphaine Rivière, procedente de una familia acomodada, reconoce el privilegio —algo que no siempre sucede— y tiene algo claro: “La meritocracia es una ilusión”. Estuvo dándole vueltas al proyecto durante diez años, hasta que encontró la fórmula para mostrar lo que deseaba: “Quería mostrar, a través de diferentes historias, cómo funciona el sistema. Hubiese podido dibujar diez cómics, pero preferí hacer uno solo hilado con pequeñas tramas”, explica a El Salto.

La autora reconoce que a La distinción le preceden dos libros de escaso éxito, de ahí su obsesión por crear o recrear una historia que verdaderamente interesase a la gente. “Después de dos fracasos es difícil confiar en una misma. La distinción de Bourdieu es un libro muy importante, del que emana un gran poder de emancipación y de cohesión social; pero hay mucha gente que no puede leerlo”, explica. El original es un tomo de unas 700 páginas. “De ahí que pensase que era importante que los y las adolescentes de 15 años pudieran tener acceso a él y conocer ‘las reglas’, porque vivimos en un mundo en el que tienes que jugar la partida, pero sin conocer las reglas”. Para Rivière, cuando se conocen las “reglas”, resulta más fácil moverse de una clase a otra.
La historia, trazada a partir de diferentes personajes, permite entender los diferentes mecanismos que operan en el desarrollo de las estructuras sociales contemporáneas
Para dar a conocer estas reglas a través de viñetas y antes de ponerse manos a la obra, Rivière estuvo en contacto con adolescentes que le explicaron qué historias podían articular la adaptación gráfica. De esas conversaciones surgieron dos ideas clave que recorren el texto: el conflicto con los progenitores y las historias de amor.
La historia, trazada a partir de diferentes personajes —la gran mayoría adolescentes que se hacen preguntas y van descubriendo sus propios orígenes (y también su futuro)— permite entender los diferentes mecanismos que operan en el desarrollo de las estructuras sociales contemporáneas. Y no solo eso: la historia funciona como un gran diálogo entre personas de diferentes procedencias y estratos que, lejos de ahondar en la brecha social, hacen por entenderse a través de la empatía y el intento de entendimiento. “El profesor, el personaje principal, quiere que sus alumnos entiendan cosas”. Rivière consigue así establecer puentes y presentar la conversación entre clases como algo posible y provechoso para ambas partes.

“Leí La distinción hace diez años, y para este proyecto tenía claro que no quería volver a leer el libro, sino usar los conceptos que recordaba de entonces. Pensé que, si volvía a leer la obra, iba a tener demasiada información e iba a perder el hilo de lo que quería mostrar”. La autora asegura que el hilo de la novela no salió a la primera: “Al principio no quería que un profesor fuese el hilo conductor de la novela, pero finalmente eso fue lo que me funcionó. Por otra parte, a pesar de que era y es una adaptación [de la obra de Bourdieu], no quería faltar al rigor; y quería huir de las simplificaciones”.
Por eso, con la voluntad de huir del blanco y del negro, de abarcar esa zona de grises en la que habitualmente suceden las cosas, Rivière no solo aborda el tema del capital económico, sino que también explica lo determinante del capital social y cultural, y las limitaciones de quien no posee estos dos últimos; algo en lo que insistió Bourdieu en la obra original.
Proletariado y burguesía: ¿es posible el entendimiento?
A pesar de que la obra de Tiphaine Rivière invita al diálogo y a la construcción de puentes entre personas de diferentes estratos, la francesa se muestra pesimista de que esto pueda ocurrir en la vida real. “No conozco a los ultrarricos, así que no puedo hablar de ellos ni de su mentalidad”, dice. Pero “[...] al final la gente rica no sabe cómo vive la gente de otra clase social ni qué es importante para ellos. Creo que es posible construir puentes, pero también considero que es una tarea complicada”, reconoce. La autora alude a una falta de interés genuino por parte de los de arriba respecto a lo que les sucede a los de abajo; algo que también se puede dar a la inversa.

Por otra parte, en la novela también hace referencia a “las estrategias de conservación” que ponen en marcha las clases dominantes para conservar su estatus, ya que el funcionamiento actual de la sociedad les beneficia. Esto sería algo que haría reducir la capacidad de diálogo y entendimiento. Entre estas estrategias de conservación estaría “la censura de las clases medias o bajas para que se sientan incapaces e indignas de tomar la palabra o de participar en la toma colectiva de decisiones”; pero también aquellas “transgresiones” por parte de la clase dominante que, a pesar de lo que promulgan, nunca tienen como objetivo transformar la sociedad a fondo.
Gusto, voluntad estética y cultura popular
Rivière pone cara a cara la “voluntad estética”, característica de la burguesía, y el gusto “por necesidad” de la clase obrera, algo que también hizo Bourdieu: “Los gustos del proletariado se forman a través del aprecio de las cosas a las que están condenados, las que entran dentro de sus posibilidades. Cantidad por encima de calidad, cosas útiles, prácticas, fáciles de limpiar o resistentes. Sus gustos valoran la función por encima de la forma”, se puede leer en boca de uno de sus personajes.
La autora pone sobre la mesa algo evidente: la tendencia social a identificar la cultura con conocimientos
Aborda otras ideas, como que hay cosas que no nos gustan porque no las podemos obtener; o que “unos gustos libres implican distanciarse de la necesidad [...] La idea misma del gusto es ‘típicamente burguesa, puesto que presupone una libertad de elección absoluta’”. También hace hincapié en el no-valor de la cultura popular.

Intentando entender desde dónde habla cada estrato de la sociedad y cómo se relaciona con el resto, Rivière se pregunta: “¿Cuál es tu cultura? ¿Cómo puedes usarla?”. Es a través de estas disquisiciones que la autora pone sobre la mesa algo evidente: la tendencia social a identificar la cultura con conocimientos, en lugar de preguntarse por la relación con la cultura.
¿Dónde queda la rabia de clase? ¿Y la meritocracia?
Preguntada por una de las emociones que mueve el mundo —la rabia—, Rivière se muestra tajante: “La rabia está presente, pero Bourdieu no hace un enfoque político de la clase en su obra, así que descarté algunas ideas que tenía. No quería posicionarme, porque quería que el libro llegase a todo el mundo. No sé si fue una buena decisión”, explica. Sin embargo, su interés por esta emoción es tal que ese será el tema en su próximo libro. “Aún hay cosas que no entiendo… Por ejemplo, ¿por qué la gente quema los coches en sus propios barrios? o ¿por qué la gente dirige la mirada hacia las personas trans o migrantes y no hacia los ricos que cada día se hacen más ricos?”, asegura la viñetista.
“En mi clase social, no necesitas tener demasiado talento para triunfar, solo necesitas encontrar tu camino y todo sale por sí solo”
Rivière, que ha crecido y se ha formado en un entorno acomodado —como ella misma reconoce desde el inicio de la conversación—, está convencida de que, si hubiese pertenecido a otro estrato social, quizás no hubiese podido hacer este libro, o incluso los demás que ha publicado. “Cuando tienes tiempo libre porque no te tienes que preocupar de otras cosas, te puedes dedicar al arte. En mi casa, desde pequeña se me inculcó que podría dedicarme a lo que quisiera, pero me di cuenta de mis privilegios cuando leí a Bourdieu”. Fue entonces, dice, cuando lo entendió todo. “A mi alrededor hay gente que no es consciente de los privilegios que tiene [...] En mi clase social, no necesitas tener demasiado talento para triunfar, solo necesitas encontrar tu camino y todo sale por sí solo; en las otras sí necesitas de ese talento”.

Reconoce la artista que, tras haber presentado el libro en más de 30 institutos de secundaria en Francia, hubo algunas ocasiones en las que se sintió incómoda: “No quería inculcarles a los adolescentes el discurso de ‘persigue tus sueños’, porque no siempre funciona”, concluye.