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La vida y ya
Una espiga entre los dientes
Quizás sea por eso, por no ver, por lo que la ausencia de armas preocupa más que tenerlas.
El poema comienza con estos versos:
Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.
Lo escribió Wislawa Szymborska y le puso por título “Fin y principio”. Cada vez que lo he comenzado a leer no he podido parar hasta el final.
Dice una amiga que cuando sigues una guerra tienes la sensación de estar viendo una serie, que te vas a la cama o a la siguiente tarea pensando qué pasará en el próximo capítulo, qué vendrá después cuando crees que ya ha pasado todo lo que podía pasar. Cuál será la vuelta de guion para seguir generando sorpresa cuando la masacre ya está hecha.
En las guerras televisadas no se ve lo que pasa a ras del suelo. La forma de encontrar comida. Las palabras dichas entre las personas que se ayudan a buscar entre los escombros. El olor que queda en los lugares donde todo está destruido.
Quizás sea por eso, por no ver, por lo que la ausencia de armas preocupa más que tenerlas. Por lo que el discurso de que comprar armas, de exportar armas, de investigar para crear otras nuevas, es lo que protege. La idea de que las armas sirven para mantener la paz se coloca con la confianza con la que el polvo se deposita encima de los libros apilados en un desván sabiendo que nadie vendrá a limpiarlo.
Quizás sea por eso, por no ver, por lo que esa cultura de la violencia heroica, de la osadía, del poder, de ejercer la brutalidad en compañía, encuentra su espacio en alguna gente joven y otra no tan joven que no mira las víctimas humanas ni la destrucción del territorio, porque si muere la tierra mueren las personas. Que mira sin cuestionar el ejercicio ejemplarizante para recordar quién manda.
Quizás sea por eso, por no ver, por lo que tan pocas personas hablan de los vínculos que rompen todas las guerras. Por lo que no se habla de que la guerra ocurre también antes y después. La lógica del “yo” y “los otros”, el peligro, el miedo. La guerra que empuja a que solo haya un lugar legítimo en el que estar.
Quizás sea por eso, por no ver, por lo que en la memoria colectiva no permanecen visibles los movimientos antimilitaristas, los movimientos por la paz encabezados por mujeres, toda una cultura construida sobre el convencimiento de que las armas no sirven para acabar con los conflictos. Una memoria tejida por muchas personas que hacen que no sea posible taparse los ojos ante el daño.
Cuando la cultura de la guerra y de las armas empieza a imponerse con fuerza hay una parte de la sociedad que denuncia la barbarie que ya está y la que vendrá. Es necesario construir esa alerta mientras aún es tiempo, mientras la irracionalidad y el miedo no lo han ocupado todo.
El poema de Wislawa Szymborska termina diciendo:
En la hierba que cubra causas y consecuencias seguro que habrá alguien tumbado, con una espiga entre los dientes, mirando las nubes.
Personas con espigas en la boca que miran las nubes pensando, quizás, en cómo seguir construyendo esos otros horizontes que apuestan por la paz.
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NO A LA GUERRA, NO AL BELICISMO, NO AL MILITARISMO, NO A REACTIVAR EL SERVICIO MILITAR. MALDITAS SEAN TODAS LA GUERRAS. Apenas se defiende esto con ahínco.