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Religión
El viaje de Jorge Bergoglio, el papa que intentó reformar la Iglesia y no lo consiguió
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“Con profundo dolor tengo que anunciar que el papa Francisco ha muerto a las 7:35h de hoy. El obispo de Roma ha vuelto a la casa del padre, su vida entera ha estado dedicada al servicio del Señor y de su Iglesia y nos ha enseñado el valor del evangelio con fidelidad, valor y amor universal y en manera particular a favor de los más pobres y marginados”. Estas fueron las palabras con las que el cardenal Kevin Joseph Farrel anunció el lunes 21 de abril la muerte de Jorge Bergoglio, quien eligió el nombre de papa Francisco al asumir el mando del Vaticano en marzo de 2013, en homenaje al creador de la Orden Franciscana fundada el siglo XIII.
Bergoglio fue el primer papa surgido de Latinoamérica y el primero también en adoptar el nombre de Francisco, en honor al joven nacido en Asís que renunció a sus riquezas para vivir entre los pobres, un gesto político que Bergoglio eligió en sintonía con su vida austera de sacerdote jesuita que ya llevaba adelante en Argentina, incluso en sus años de Arzobispo de Buenos Aires. A Bergoglio se lo solía ver en el metro o en el tren, cercano a la vida de los mortales, transitando los lugares de siempre del barrio porteño de Flores donde se ubica la Basílica de San José en la que dijo encontrar su vocación sacerdotal.
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Religión Muere el papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano
Con Bergoglio muere un papado con voluntad reformadora de la institución más antigua del planeta, atada a un conservadurismo doctrinario que vive un momento histórico de decadencia con creciente pérdida de fieles. Francisco tomó partido sobre diferentes temas que la extrema derecha como la de Donald Trump en Estados Unidos o la de Javier Milei en Argentina, engloban en la llamada “agenda woke”. El pontífice habló sobre las guerras, la cuestión palestina, la situación de los inmigrantes y tuvo gestos de apertura hacia la comunidad LGBT y las mujeres que abortan. Criticó a los magnates de las empresas tecnológicas, se pronunció contra el capitalismo salvaje, reivindicó la justicia social y hasta condenó la represión policial contra los jubilados ordenada por el Gobierno del Milei.
Con Bergoglio muere un papado con voluntad reformadora de la institución más antigua del planeta, atada a un conservadurismo doctrinario que vive un momento histórico decadencia con creciente pérdida de fieles
En un contexto de ascenso de expresiones de extrema derecha y el hiperindividualismo en distintos países del mundo, la figura de Francisco se realiza como contrapunto. Los distintos sectores del peronismo en la Argentina, hoy atravesado por fuertes fisuras internas, terminan de incorporar a Francisco en el santuario de los mitos nacionales junto a Perón, Evita y Maradona. Hablan además de un antes y un después, de dos hombres en uno. Por un lado, Jorge Bergoglio, el arzobispo de Buenos Aires que mantuvo distancia con la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner y cercanía con figuras de la entonces oposición de derecha. Por el otro, Francisco, el Papa de la justicia social, el Papa argentino o el Papa peronista.
Para la organización Católicas por el Derecho a Decidir el acercamiento de Francisco a la agenda feminista es un hecho destacable. Natalia Rodríguez, integrante de esta organización señala: “Como feministas cristianas tenemos una tradición muy amplia de disidencias con algunos aspectos que profesa la iglesia católica que tiene que ver con la sexualidad, con el género y la capacidad de las gestantes a decidir sobre sus cuerpos. Trabajamos en argumentos que nos permiten, dentro de nuestra tradición y la doctrina de la Iglesia, blanquear esta disidencia y de esa manera apostamos a una iglesia más plural y abierta, como muchas veces incentiva el papa Francisco. Una iglesia más abierta en diálogo con la realidad social y política”.
Durante el papado de Francisco, dice Rodríguez, de Católicas por el Derecho a Decidir, se produjeron una serie de cambios “en relación a la temática de la cultura del abuso y el encubrimiento de la Iglesia Católica”
Durante el papado de Francisco, agrega Rodríguez, se produjeron una serie de cambios “en relación a la temática de la cultura del abuso y el encubrimiento de la Iglesia Católica”. Uno de esos cambios, continúa, tiene que ver con el Código de Derecho Canónico, que se reformó para endurecer los castigos contra el abuso sexual y el encubrimiento en la jerarquía de la Iglesia. También se redujo, según explica, la discrecionalidad que tenían los obispos y las personas encargadas de recibir las denuncias en la institución. “El papa reconoció que existe esta cultura del abuso y llamó a asumir un camino de denuncia”, resume.
Sin embargo, la institución de las hogueras inquisidoras, la del oscurantismo medieval que excomulgó a Galileo Galilei, la que protagonizó la colonización y el exterminio en América, la que perdonó criminales nazis y bendijo las dictadura latinoamericanas, quedó nuevamente expuesta cuando el alemán Joseph Ratzinger, el papa Benedicto XVI que fue denunciado por su pasado nazi, tuvo que dejar su cargo en 2013 para darle paso a Jorge Bergoglio. Ratzinger había asumido al frente de la Santa Sede tras el fallecimiento en 2005 del polaco Karol Józef Wojtyła, Juan Pablo II, quien encabezó la Santa Sede en los años de cruzada neoliberal de Ronald Reagan y Margaret Thatcher contra el Estado de bienestar, que lo llevo a ganarse el mote de “papa anticomunista”.
Pero los cuestionamientos y el desprestigio de la Iglesia se acrecentaron en las últimas décadas con la visibilización de numerosos casos de abuso, violaciones y pedofilia protagonizados por curas católicos en distintos países del mundo y que fueron narrados en Spotlight, el filme ganador del premio Oscar en 2016 sobre el caso de la Iglesia católica de Massachusetts que ocultó durante años un número importante de abusos sexuales perpetrados por sacerdotes de Boston, en Estados Unidos.
Argentina, país donde nació Bergoglio, fue también escenario de un escandaloso caso que tuvo como protagonista a Julio César Grassi, conocido como Padre Grassi, de oscuras relaciones con el poder menemista durante los años 90, condenado por la Justicia a 15 años de cárcel por abuso sexual infantil y corrupción de menores, mientras estuvo al frente de una fundación llamada “Felices los niños”. Pero no solo los casos de abuso y pedofilia socavaron la autoridad de la Iglesia de Roma en los últimos años, sino también los casos de corrupción financiera y el peso de una institución envejecida frente a los grandes problemas seculares del mundo contemporáneo.
En un análisis sobre los 12 años de su papado, resulta evidente que esta transformación de la Iglesia Católica no se ha producido, sostiene Miguel Solano, referente del Frente de Izquierda
Para el legislador de la Ciudad de Buenos Aires y referente del Frente de Izquierda, Gabriel Solano, cuando Bergoglio fue electo papa en el año 2013, él mismo destacó en su discurso inicial que “habían ido a buscar un papa al fin del mundo”. Y la lógica no era otra que “tratar de buscar una renovación de la Iglesia para tratar de revertir lo que era la declinación de una institución milenaria que estaba cruzada por denuncias de corrupción, complicidad con gobiernos dictatoriales y, muy fuertemente, por denuncias de abusos sexuales cometidos por por los propios curas”. En un análisis sobre los 12 años de su papado, resulta evidente que esta transformación de la Iglesia Católica no se ha producido, sostiene Solano: “Más allá de un discurso distinto al del papa anterior y de algunas medidas aisladas, lo que terminó prevaleciendo es su rescate de esa institución reaccionaria”. Desde el punto de vista geopolítico, el papa Francisco trató de inscribir al Vaticano en una dinámica de “cierta contención de conflictos internacionales existentes”. Y pone como ejemplo, su postura sobre la masacre de Palestina o la guerra de Ucrania. Sin embargo, apunta, esta intervención la realizó “como una institución que está fuertemente vinculada al sistema capitalista, porque la Iglesia ha sido eso en la actualidad, es imposible que pueda revertir las tendencias más de fondo que existen a la guerra, al surgimiento de gobiernos de derecha, incluso fascistas”.
Por todo esto, señala este legislador de izquierda, “la actuación del papa y sus dichos no han podido revertir el avance de la ultraderecha en el mundo, el avance de la xenofobia, la persecución de los migrantes”. Su gestión frente al Vaticano, continúa, “no dio el resultado esperado, como no podía haberlo dado nunca, porque la lucha para transformar una sociedad que se está pudriendo no puede venir de la mano de una institución reaccionaria como la Iglesia, sino una acción histórica de los pueblos”.
Iglesia y dictadura
En la Argentina, la Iglesia Católica sumó un elemento político más a su desprestigio internacional: el rol central que cumplió su cúpula como partícipe necesario de los crímenes perpetrados por la dictadura cívico-militar entre 1976 y 1983. La Iglesia argentina llegó a bendecir las picanas en las salas de tortura de los centros clandestinos de detención.
Un caso emblemático fue el del cura Christian Von Wernich, quien fue condenado en 2007 por siete homicidios, 31 casos de torturas y 42 privaciones ilegales de la libertad mientras se desempeñó como capellán de la Policía de la Provincia de Buenos Aires durante la dictadura. La cúpula eclesiástica también se ocupó de entregar a curas y religiosos alineados con la Teología de la Liberación o la Opción por los pobres. En ese contexto fueron secuestrados dos curas de la Orden de los Jesuitas de la que Bergoglio era superior desde 1973. Los sacerdotes Francisco Jalics y Orlando Yorio fueron secuestrados y llevados a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los campos de concentración más siniestros comandado por el almirante Eduardo Emilio Massera, uno de los jefes de la Junta Militar.
Durante un juicio desarrollado en 2010, Bergoglio fue señalado por una testigo, María Elena Funes, quien estuvo cautiva en ESMA y relató el secuestro en aquella época de los sacerdotes jesuitas
Durante un juicio desarrollado en 2010, Bergoglio fue señalado por una testigo, María Elena Funes, quien estuvo cautiva en ESMA y relató el secuestro en aquella época de los sacerdotes jesuitas. Funes dijo que Yorio le contó que el “jefe de la orden”, Jorge Bergoglio, les había quitado el permiso para ejercer en ese sitio “por razones ideológicas”.
La testigo realizaba tareas de alfabetización en el mismo barrio popular donde desarrollaban sus tareas los curas jesuitas desaparecidos, Ambos sacerdotes fueron secuestrados en un gigantesco operativo y “llevados a la ESMA”, donde Yorio permaneció secuestrado durante cinco meses y liberado por una gestión vaticana. Bergoglio declaró como testigo en esa causa, negando las acusaciones de la testigo pero admitiendo contactos con Massera y Videla, y su conocimiento sobre la existencia de detenidos en forma ilegal en la ESMA.
Terrorismo de Estado
Montajes El falso reportaje que montó la dictadura argentina para lavar su imagen
Los vínculos entre la Iglesia y los jefes de la dictadura fueron denunciados por el periodista Horacio Verbitsky en su libro El Silencio, quien señala a Bergoglio directamente como cómplice de los genocidas. El texto lleva el nombre de una isla del Delta argentina perteneciente a la Iglesia que fue prestada para esconder a los detenidos-desaparecidos de la ESMA a propósito de una visita de una delegación del Consejo Interamericano de Derechos Humanos (CIDH) a la ESMA. La CIDH no encontró rastros de los prisioneros, ya que, con la ayuda de la Iglesia, la Armada escondió a los detenidos en la isla El Silencio donde, según Verbitsky, solía descansar Jorge Bergoglio
En 2023, la Iglesia entregó documentos de la dictadura que estaban en su poder a la justicia federal. Allí solo se encontraron los nombres de personas desaparecidas que habían llegado a la Iglesia a través de sus familiares en busca de ayuda. Entonces, la abogada querellante en juicios de lesa humanidad, Myriam Bregman, aseguró que “la Iglesia tenía completa precisión del proceso que estaba viviendo la Argentina. Y que ya desde julio de 1976 empiezan a llamar 'desapariciones' a las ausencias denunciadas por los familiares”.