Economía social y solidaria
Inteligencia Artificial y economía solidaria: ¿posibles aliadas?

¿Cómo debe relacionarse la economía solidaria con una tecnología que vulnera derechos humanos y ambientales constantemente? Cooperativas e investigadoras tecnológicas animan al movimiento a perderle el miedo y a utilizarla de manera crítica.
19 abr 2025 07:00

Una nueva polémica se ha desatado en las redes durante las últimas semanas por la proliferación de dibujos generados con Inteligencia Artificial (IA) siguiendo el estilo de Studio Ghibli, un estudio de animación japonés considerado de los mejores del mundo. Según datos proporcionados por el mismo CHatGPT, se calcula que se han usado 216 millones de litros de agua en una semana para poder refrigerar sus servidores (se estima que una sola interacción necesita de 0,5 a 2 litros de agua) a una temperatura segura mientras se generaban millones de este tipo de imágenes. Más allá del debate sobre los derechos de autor y el reconocimiento a la creatividad, la IA abre en nuestro día a día un sinfín de interrogantes sobre los límites de su uso que desde la economía social y solidaria (ESS) están empezando a abordar.

Al margen de los defensores a ultranza de las nuevas tecnologías, el boom de la IA está dando pie un conjunto de actitudes distópicas que predicen un futuro en el que los humanos ya no servirán para nada porque serán sustituidos por robots. La alarma se ha disparado con la irrupción de chatGPT que, junto con DALL·E o Midjourney, son herramientas de IA generativa, es decir, que tienen la capacidad de crear contenidos nuevos, ya sean textos, imágenes o música. Sin embargo, hay que tener en cuenta que hay muchas otras herramientas de IA que hace más de 20 años que se están utilizando, como los programas de análisis de datos basados en algoritmos de clasificación.

Para Judith Membrives, investigadora en IA y derechos humanos, es importante alejarse de las visiones tecnofóbicas y tecnoutópicas de la IA y promover un análisis crítico del fenómeno, como se hace con el consumo de cualquier otra cosa, ya sea de ropa o de alimentación. “Tal como se está introduciendo en el mercado, la IA responde a la ideología neoliberal turbocapitalista que pretende convertir todos los aspectos de la actividad humana en algo eficiente, incluso el arte y la creación, con la intención de precarizar más la experiencia humana en general. Y no me refiero solo al ámbito laboral, ya que también precariza la capacidad de pensar y de salir de los imaginarios más comunes”, opina. Y continúa: “Esta precarización implica que debamos plantearnos lo que validamos como saber y lo que no, puesto que lo que no está codificado deja de tener valor o genera la obligación moral de codificarlo, independientemente de que los colectivos implicados quieran o no”. “Se trata de una dinámica que tiene como consecuencia la homogeneización propia de la ideología occidental: de nuevo, es la idea del hombre blanco que nos evangeliza con las maravillas de la tecnología”, agrega.

Las economías transformadoras tienen la responsabilidad de plantearse la introducción de esta tecnología bajo nuevas premisas que permitan ponerla al servicio del bien común

Por todo ello, tiene claro que las economías transformadoras tienen la responsabilidad de plantearse la introducción de esta tecnología bajo nuevas premisas que permitan ponerla al servicio del bien común, desde valores como la interdependencia, la mancomunación de recursos, la cooperación o la perspectiva feminista, antirracista y decolonial. “¿Y si pusiéramos la IA a trabajar para adaptarnos a la transición eco-social?”, propone Membrives.

Precisamente para pasar de la mirada a la acción crítica, el grupo cooperativo Tangente –con la participación especial de Otro tiempo– y la asociación Trastería de ideas han desarrollado el proyecto Realidad aumentada e Inteligencia artificial contra las violencias machistas. El equipo implicado indica que el objetivo básico del proyecto es apropiarse de las tecnologías con mirada de género y a la vez “estar en el lugar en el que no se nos espera, huir de la estrategia del avestruz que a menudo seguimos cuando algo nos da miedo o no lo terminamos de entender, y no dejar que se nos pase el tren de las tecnologías sin enterarnos”. Quieren plantear la IA como herramienta de empoderamiento y ver todas las posibilidades que ofrecen en la lucha contra las violencias machistas, de la mano de tecnólogas con mirada de género y ESS.

En este aspecto, también coincide la cooperativa tecnológica Colectic. Núria Alonso, una de sus miembros, apunta: “Entendemos la IA como una herramienta potentísima que permite generar grandes avances y cambios. Como sociedad, tenemos el reto de que estos cambios no sirvan para aumentar las desigualdades que atraviesa nuestro planeta, sino que sirvan para garantizar el bien común siguiendo los valores de la ESS”.

La IA en el día a día cooperativo

Miembros del grupo cooperativo Tangente manifiestan que las tecnologías nuevas son nuevas oportunidades, “y lo importante es apropiárselas y decidir nosotras para qué las queremos y cómo las queremos utilizar”. Aunque actualmente hay variedad de usos y posiciones entre las 13 cooperativas del grupo, han organizado un laboratorio como punto de encuentro para compartir inquietudes con profesionales de la comunicación y de la sensibilización utilizando herramientas de IA generativa. “Cuando empezamos el acercamiento a la IA tenía más que ver con la curiosidad; ahora empezamos a hacer un uso más profesional y lo vemos como una herramienta de apoyo en los trabajos, por ejemplo, en perfiles de comunicación o en la redacción de proyectos”, explican. A pesar de que ya se está usando, reconocen que no han tenido un diálogo interno sobre en qué términos, para que sí y para que no, y cómo reconocer al exterior cuando lo usan.

Pero, ¿puede ser la IA una amenaza para el mercado social? ¿Es compatible que la IA ayude a des-precarizar la ESS facilitando algunas tareas habituales en las organizaciones y a la vez genere más precarización en algunos sectores al prescindir de profesionales de determinados ámbitos? En Tangente, son categóricas: “Preferimos las personas a las máquinas, aunque nos gusten las máquinas y sean muy útiles”. Prosiguen: “En nuestra experiencia, su uso puede ser útil como herramienta de apoyo, si sabes de lo que hablas, pero si no conoces bien el tema y no sabes discriminar, no es una herramienta fina, ya que le falta profundidad y se basa en estereotipos”. Por su parte, Membrives añade que, aunque le cuesta poner el foco en el uso individual, cree que también hay un posicionamiento político en las tareas que se le piden a una IA: “Una cosa es utilizarla para agilizar tu trabajo y otra es usarla para ahorrarnos pagar una profesional. Yo creo en la redistribución, así que rechazo ese tipo de usos”.

Uno de los aprendizajes clave del laboratorio organizado por Tangente, en palabras de la ingeniera informática y activista por el software libre Margarita Padilla, es que la IA no es una herramienta de conocimiento sino de reproducción de patrones y aprendizajes, y que se está usando un modelo de lenguaje como si fuera un modelo de conocimiento. “Cuando entendemos que la IA es una distribución de palabras probables, podemos dejar de otorgarle el poder genuino del conocimiento”, reflexiona el equipo de Tangente.

“Gracias a la automatización de procesos nos podemos dedicar más tiempo a ofrecer una gestión de los servicios desde los cuidados, hacia dentro y hacia fuera”, Joan Caballero de SomConnexió

Joan Caballero, referente del equipo de sistemas de la cooperativa de telefonía ética SomConnexió, sostiene que la IA puede tener impacto positivo en el día a día de las organizaciones porque permite ganar en eficiencia y ayuda a poner los esfuerzos en las tareas de mayor valor. Y sigue: “Es más gratificante para una persona de nuestro equipo de atención a las usuarias y más útil para nuestras consumidoras que podamos dedicar 20 minutos al teléfono para ayudar a una persona mayor a configurar sus servicios, que haciendo clics pegando información de un sistema a otro. Gracias a la automatización de procesos nos podemos dedicar más tiempo a ofrecer una gestión de los servicios desde los cuidados, hacia dentro y hacia fuera, poniendo el bienestar de las personas en el centro”. De hecho, en SomConnexió ya utilizan algunas herramientas IA ­–algunas, desde hace años– como soporte a los programadores informáticos para buscar soluciones a problemas técnicos, o para clasificar automáticamente las peticiones de servicios que les llegan.

En Colectic, también creen que la IA puede ser una oportunidad para las organizaciones de ESS, especialmente para las más pequeñas, ya que podría usarse para automatizar procesos de tareas administrativas, contabilidad, gestión de proyectos o seguimiento de donaciones. Según Alonso, se liberaría tiempo de las personas para concentrarse en actividades más estratégicas o directamente relacionadas con los objetivos solidarios de las organizaciones. También podría tener un impacto muy positivo en términos de inclusividad: “Mediante las tecnologías de traducción automática o de accesibilidad digital, basadas en lenguajes que entiendan nuestras organizaciones y alimentadas con nuestros datos, podríamos llegar a una audiencia más diversa, incluyendo personas con discapacidades o de diferentes idiomas y culturas”.

La Red de Economía Alternativa y Solidaria REAS - Red de Redes se sitúa en los mismos parámetros. “Hay que provechar las oportunidades que pueden abrirse para que las entidades tengan mayor incidencia económica y social gracias a ciertas herramientas, pero sin perder de vista el impacto ambiental y en materia de Derechos Humanos detrás de estos procesos”, señala Blanca Crespo, responsable de comunicación. Por ello, recuerda que en el marco de este movimiento, especialmente en ComunESS (espacio de encuentro entre personas y entidades de la comunicación en la ESS), hay abierto un debate hace años –abordado en encuentros como éste con ponencias específicas sobre IA­– que enfatiza la importancia de aplicar también aquí criterios de consumo responsable así como de democratizar estas nuevas tecnologías, el poder y el rédito asociado.

¿Una IA ética?

Uno de los grandes contras de la IA es su sostenibilidad ambiental, especialmente su gran coste energético para entrenar al ordenador. Además, según la Agencia Internacional de la Energía, el mantenimiento de los centros de datos consume alrededor del 1,5% de la energía global y el uso de grandes cantidades de agua para refrigerarlos, y su predicción es que en los próximos 5 años la demanda se duplicará, alcanzando una cifra de 945 teravatios hora. De hecho, confirma la tendencia ya anunciada en el Informe sobre la Economía Digital publicado por la ONU en 2024, que se señalaba que el consumo de electricidad de los principales operadores de centros de datos se había más que duplicado entre 2018 y 2022 por la expansión de los nuevos servicios tecnológicos, entre ellos los que tienen de base la IA, con empresas como Amazon, Alphabet, Microsoft y Meta entre los mayores contribuyentes.

Todo esto sin tener en cuenta todas las vulneraciones que se dan en la primera etapa de la cadena de subministro tecnológica: el extractivismo que impacta terriblemente en las comunidades ricas en minerales, degradando suelos, contaminando aguas y contribuyendo al cambio climático, la explotación laboral en las minas que emplean a menudo niños y las mafias que se alimentan con este negocio.

Ante este panorama de devastación ambiental, ¿hasta qué punto es viable imaginar una IA ética? Membrives afirma: “Hay que desmantelar la creencia de que necesitamos una IA generativa que nos ayude a todo y pensar en aplicaciones con objetivos concretos y funcionalidades focalizadas ­–algo que ya está empezando a pasar incluso en el sector más comercial, que puedan impulsarse en un escenario de escasez de recursos y pensando en la sostenibilidad”. Alonso lo define como modelos que no impliquen contradicción con la mirada eco-social: “más pequeños, entrenados con fuentes de datos próximas y que den respuesta a nuestro contexto cultural”.

“Las que venimos del mundo del software libre debemos cuestionar si sus valores sirven o no para afrontar la IA generativa”, Judith Membrives

Para no bajar la guardia, Membrives plantea algunos interrogantes sobre la posibilidad de impulsar una IA basada en los principios de la ESS, ya que “a menudo reproducimos modelos de Silicon Valley basados en la idea de innovación o progreso y el replanteamiento debería ser más radical”. La investigadora observa: “Las que venimos del mundo del software libre debemos cuestionar si sus valores sirven o no para afrontar la IA generativa: la esencia de su funcionamiento (la cantidad de datos que necesita, el impacto ambiental...), por mucho que sea de código abierto, no nos exime de otras lógicas capitalistas”.

Asimismo, Alonso declara que pensar en una IA que responda a la lógica del software libre implica transformar muchos de los procesos que hacen posible una IA generativa. “Primero, entender el código con el que está escrita: que sea consultable a través de repositorios públicos, que los algoritmos que la hacen posible sean reutilizables. Pero la IA no es solo el software, también los datos con los que se ha entrenado: ¿de quién son? ¿tenemos derecho a usarlos para entrenar una IA? ¿Tenemos a nuestro alcance bases de datos de licencias abiertas para su reutilización?”. Además, Alonso insiste en la importancia de la infraestructura técnica para hacer funcionar esta IA, ya que de poco servirá que sea ética si se almacena en los centros de datos de las grandes empresas: “Nuestra IA de código abierto se sostendrá en infraestructuras públicas, tendiendo a construir un futuro común digital”, presagia.

Ahora no existe la capacidad para desarrollar IA desde la ESS, por lo tanto, Joan Caballero cree que lo importante es poner el foco en cómo se ha generado cada una de ellas

Para Caballero, es evidente que ahora no existe la capacidad para desarrollar IA desde la ESS, por lo tanto, cree que lo importante es poner el foco en cómo se ha generado cada una de ellas y “reclamar transparencia para conocer cómo se han entrenado, qué procesos han usado, qué refinamiento, cómo de abierto es el código y las herramientas usadas, etc”. También Membrives insiste en que a lo que debemos plantar cara es a la oligarquía que se está construyendo alrededor de esta tecnología, y exigir una regulación mucho más restrictiva en términos de transparencia.

En este sentido, hay que destacar que en 2021 se aprobó la normativa de la Unión Europea para regular el uso de la IA, prevenir los riesgos e intentar actuar sobre este fenómeno con el objetivo de garantizar la seguridad de los usuarios. “Pensamos que la legislación europea va por buen camino y desde la ESS creemos que podemos aportar esta consciencia, hacer de lobby y estar presentes en estas regulaciones para poder marcar qué usos son socialmente inaceptables, como la clasificación de patrones o de personas según su rastro en internet”, valora Alonso.

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Frente común desde la ESS

Como en cualquier sector de la ESS, cooperar y tejer red será también la manera de hacer frente a la IA. En Tangente, admiten que hacer frente a la IA es necesario, pero “genera un marco de amenaza y una respuesta de autodefensa, cuando la idea es ir más allá y pasar a la creación, a la reapropiación”. Para empezar, creen que hay que tener un conocimiento muy claro de lo que son las tecnologías de inteligencia artificial. “Así como mucha gente identifica el navegador con el buscador de Google, o internet con las redes sociales, ahora identificamos inteligencia artificial con unos pocos productos de inteligencias artificiales generativas”, constatan.

Para avanzar colectivamente, ya se han dado los primeros pasos. Como ejemplo, el laboratorio y sus frutos, que han sido de gran ayuda para Tangente: “Hemos aprendido que chatGPT no es un modelo de conocimiento sino un modelo de lenguaje; que es chaquetero; que no tiene opinión propia (¿o sí?); que reproduce la hegemonía a cultural y al funcionar por repetición los conocimientos menos normativos son más difíciles de encontrar; cómo son sus sesgos y estereotipos patriarcales, coloniales y racistas; con qué fuentes trabaja y cómo se apropia del conocimiento de otras. Incluso hemos aprendido que la gente joven lo utiliza como si fuera su psicóloga particular, para no sentirse tan sola”, cuentan. Conscientes de que con la IA generativa están en juego cuáles son los marcos de pensamiento, qué se convierte en verdad social y qué es invisible, recomiendan tener una actitud de curiosidad crítica para no perderse su impacto social y poder generar espacios de oportunidad a través de ella, aunque “aún está por ver cómo se van a concretizar esos espacios de oportunidad”, confiesan.

Las expertas tecnológicas del movimiento de la ESS están alineadas con su propuesta de acercamiento crítico a la IA y animan a las entidades a utilizarla responsablemente para cuestionarla

Otra gran iniciativa colectiva que suma esfuerzos alrededor de la tecnología, IA incluida, es Som IT Cooperatiu, una cooperativa de segundo grado creada por Som Connexió, Som Mobilitat y la Fundación de Fiare. Su objetivo es generar sinergias, asegurando la mirada colectiva mediante el trabajo de cooperativas tecnológicas expertas o que puedan seguir aumentando su conocimiento y compartiéndolo con varios proyectos, y fortaleciendo al conjunto de la ESS.

En definitiva, las expertas tecnológicas del movimiento de la ESS están alineadas con su propuesta de acercamiento crítico a la IA y animan a las entidades a utilizarla responsablemente para cuestionarla y, a partir de ahí, crear alternativas coherentes con sus valores y con la situación eco-social. “El conocimiento es el primer paso, el segundo es apostar colectivamente por construir herramientas tecnológicas que den respuesta a las preguntas que se formulan en la sociedad actual. Y, por supuesto, mancomunar recursos para dar una respuesta colectiva”, concluye Alonso.

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