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Historia
Cuando la solidaridad antifascista reunió a musulmanes, judíos y cristianos en la España republicana

El 27 de mayo de 1938 el comunista argelino Rabah Oussidhoum caía muerto en Miraflores, Zaragoza. Tenía 35 años y se encontraba en el momento de su muerte liderando el Batallón Comuna de París, con soldados franceses, belgas, británicos y norteamericanos a su mando. Hijo de un herrero, Oussidhoum había conocido desde niño la pobreza, la explotación y el racismo. Emigrado a Francia, trabajó como obrero metalúrgico en varias fábricas, entre ellas la Renault, y allí se politizó uniéndose al Partido Comunista Francés, organización que en aquel momento no sólo defendía la instauración de un régimen socialista en Francia, sino también el derecho a la independencia de sus colonias.
Sería ese compromiso socialista y nacionalista el que llevaría a Oussidhoum a alistarse en el invierno de 1936 en las Brigadas Internacionales.
No se trataba solo de apoyar a los antifascistas españoles. Si los enemigos de la República eran también los enemigos de la independencia de los pueblos árabes, luchar en España era asimismo una forma de combatir por el derecho a la autodeterminación de los árabes. También de limpiar el honor del pueblo árabe, mancillado por las tropas marroquíes que luchaban con Franco, tal y como explicaba el comunista sirio Khaled Bakdash:
“Cientos de árabes marcharon como voluntarios en el ejército de la libertad. Con su voluntad y decisión alzaron el nombre de los árabes y mostraron al mundo que los diversos marroquíes que entraron en el ejército de Franco (con la subyugación, la amenaza, los latigazos y a cambio de unos dirhams que pueden permitir a sus queridas familias defenderse del hambre) fueron engañados. Y no representan la voluntad del pueblo árabe que lucha por su libertad, y que no puede participar en matar a un pueblo entero”.
La esperanza de los antifascistas árabes era que una victoria sobre el fascismo en suelo español debilitara a las potencias imperialistas que colonizaban el Magreb y Oriente Medio. Con esa ilusión partirían a España Rabah Oussidhoum y otros centenares de entusiastas brigadistas a los que Marc Almodóvar y Andreu Rosés han dedicado el libro Moros contra Franco. El antifascismo y la Guerra Civil española en el mundo árabe (Verso Libros, 2025), un exhaustivo trabajo que da cuenta del enorme impacto político y emocional que la contienda española tuvo en unos países inmersos en sus propios conflictos sociales y nacionales.
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Algo más que una anécdota
Al lado de Franco combatieron miles de soldados marroquíes, unos 80.000 sumando los tres años de Guerra Civil. En comparación con este formidable contingente, los brigadistas árabes fueron una aportación escasa. Algunos centenares. Sin embargo, tal y como señala Marc Almodóvar, su presencia revela un mundo árabe mucho más complejo que la imagen tópica que tenemos sobre países tribales, monolíticos y atrasados, y nos da cuenta de unas sociedades mucho más urbanas y modernas, en las que la información y la prensa corrían por cafés, talleres, zocos y sedes de organizaciones políticas y sindicales, dando lugar a “debates muy ricos sobre la relación entre fascismo y colonialismo”.
Frente a los diferentes proyectos de un fascismo “a la árabe”, obreros e intelectuales de Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Palestina, Líbano, Siria e Iraq se inclinarían por las izquierdas
Almodóvar explica que si bien el fascismo europeo llegó inicialmente a deslumbrar a muchos independentistas árabes, inspirando movimientos como los del Joven Egipto o las Falanges Libanesas, el comportamiento feroz del ejército de Mussolini en Libia y Etiopía cortó en buena medida esa corriente de simpatía, e hizo que “muchos nacionalistas árabes vieran al fascismo como un imperialismo europeo más”.
Frente a los diferentes proyectos de un fascismo “a la árabe”, obreros e intelectuales de Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Palestina, Líbano, Siria e Iraq se inclinarían por las izquierdas, y en concreto por un movimiento comunista que les ofrecía el referente modernizador y antiimperialista de la Unión Soviética, así como la promesa de la liberación social y nacional de sus países en un mundo árabe federado, multicultural, socialista y emancipado de las potencias coloniales.

Marc Almodóvar apunta que la mayoría de los que vivieron a luchar a España fueron comunistas, si bien también hubo entre los brigadistas árabes militantes de otras corrientes políticas, como socialistas, libertarios y nacionalistas. En cuanto a la procedencia geográfica destacaría con mucho el grupo de voluntarios procedentes de Argelia.
El motivo de esta mayoría argelina se explica por la cercanía geográfica y cultural, con una fuerte colonia de migrantes españoles, sobre todo andaluces y mallorquines, así como por el importante trabajo político del PCF en Argelia, tanto entre la población de origen europeo, como de procedencia autóctona.
Tras los argelinos, el segundo grupo más numeroso sería el procedente de Palestina, un país donde las organizaciones de izquierdas tenían un importante base social, sobre todo entre los judíos llegados de Europa del Este.
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Musulmanes, judíos y cristianos
Las ideas de izquierdas y el compromiso antifascista fueron en los brigadistas internacionales más fuertes que las diferencias nacionales, étnicas, religiosas o culturales. Así, entre los centenares de voluntarios que acudieron a España desde el Magreb y Oriente Medio los hubo tanto de cultura musulmana, como judía y cristiana.
Entre los de origen judío los había de lengua árabe, vecinos del norte de África y origen sefardí, pero también destacaría un importante grupo de judíos europeos emigrados a Tierra Santa, militantes en su mayoría del Partido Comunista de Palestina.
Encarcelado y deportado, en el verano de 1936 Sidqui llegaría a España con la misión de hacer propaganda antifascista entre los marroquíes enrolados en las tropas de Franco
Entre 150 y 250 judíos palestinos combatirían en España al lado de la República. Esta delegación contaría también con algunas mujeres judías de filiación comunista. Marc Almodóvar explica que marchar a España fue para muchos judíos comunistas un alivio, “una forma de evitar el conflicto entre sus convicciones antisionistas y sus lealtades personales y familiares en un momento en el que los conflictos entre la población árabe y los colonos judíos se intensifican”.
Almodóvar señala que aunque los líderes de la izquierda sionista desalentaron a sus jóvenes de enrolarse en las Brigadas Internacionales, ya que no querían perder en España cuadros ni militantes, con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, “instrumentalizarían este episodio para así forjar la imagen de un pueblo judío antifascista y combatiente”.
En comparación con la aportación de palestinos judíos, los voluntarios palestinos árabes serían testimoniales. Sin embargo, entre ellos destacaría un nombre propio: Muhammad Najati Sidqi.

Decepciones frentepopulistas
Nacido en 1905 en un hogar de clase media de Jerusalén, Muhammad Najati Sidqi, era un intelectual que se había formado en la URSS con la plana mayor del movimiento comunista internacional. Militante del Partido Comunista de Palestina, había sido por encargo de Moscú uno de los responsables del reclutamiento de árabes en una organización que se proclamaba multicultural, pero que en la práctica era mayoritariamente judía.
Encarcelado y deportado en varias ocasiones por británicos y franceses, en el verano de 1936 Sidqui llegaría a España con la misión de hacer propaganda antifascista entre los marroquíes enrolados en las tropas de Franco. También trataría de alentar una sublevación nacionalista en el Rif que generase un problema a Franco en su retaguardia marroquí. Ninguno de los planes saldría adelante.

Los motivos de este fracaso serían variados. Por un lado Franco había logrado consolidar una fuerte base social en Marruecos a base de dinero, pactos con las elites locales, promesas de autonomía y halagos a la religión musulmana y la amistad hispano-árabe. Por otro la República sería tan agresiva en su propaganda contra los “moros de Franco”, como prudente a la hora de alentar cualquier tipo de rebelión nacionalista en el Magreb hispanofrancés. Marc Almodóvar apunta que la apuesta frentepopulista del PCE y del PCF llevaría a ambos partidos a moderar sus planteamientos anticoloniales. Embarcados en una política de alianzas con los socialdemócratas y los partidos republicanos de clase media, los comunistas no querían colisionar con sus socios por la cuestión colonial ni generar un enfrentamiento con Francia, de la que todavía esperaban un apoyo diplomático y militar.
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Decepcionado con el aparcamiento de las posiciones anticolonialistas y enfrentado a los dirigentes del PCE, para los que no había nada que hacer con los marroquíes, Sidqui dejaría España. Terminaría siendo expulsado del movimiento comunista.
Tampoco lograría apoyos el proyecto del argelino Safer Abdallah para crear un batallón norteafricano con brigadistas argelinos, marroquíes y tunecinos. En opinión de Almodóvar los prejuicios del antifascismo español y el temor a agitar el avispero magrebí privaron a la República de una alianza que podía haber dado resultados. Ironías del destino, muchos de los perdedores de la Guerra Civil terminarían exiliados en el norte de África.