Uruguay
La izquierda parte como favorita en la segunda vuelta de las elecciones en Uruguay

El candidato del Frente Amplio, Yamandú Orsi, parte con ventaja en las encuestas. El alto número de indecisos, y la ausencia de mayorías en parlamento y senado, marcan estos comicios.
Yamandú Orsi Movimiento de Participación Popular del Frente Amplio.​
Yamandú Orsi, candidato Movimiento de Participación Popular del Frente Amplio uruguayo.

El 27 de octubre Uruguay concluyó su “maratón electoral” con una nueva distribución de las dos cámaras —senadores y diputados—, junto con el rechazo de la población a los dos plebiscitos. No salió ni la votación sobre la reforma de la Seguridad Social propuesta por el PIT-CNT (El Plenario Intersindical de Trabajadores— Convención Nacional de Trabajadores) junto con varios sectores del Frente Amplio, partido que unifica la diversidad de izquierdas, ni la votación sobre los Allanamientos nocturnos, propuesta por el Partido Nacional, actualmente en el poder y cuyos resultados en la primera vuelta están muy por debajo de lo esperado.

Los resultados de las dos cámaras muestran un equilibrio difícil. En el Parlamento nos encontramos con 48 representantes del Frente Amplio (FA), 29 del Partido Nacional o Blanco (PN), 17 del Partido Colorado (PC), dos de Cabildo Abierto (CA), dos de Identidad Soberana (IS) y uno del Partido Independiente (PI). En el Senado hay mayoría del FA con 16 representantes, seguido de 9 del PN y 5 del PC. ¿Qué nos dicen estas cifras? Que nos encontramos en una situación muy poco común para el país con un Parlamento donde no hay una mayoría de ninguno de los bloques.

El panorama es el esperado, una segunda vuelta competitiva con una tendencia favorable al Frente Amplio y con la probabilidad de que, al igual que en 2019, la victoria la defina un escaso margen 

Al tener un sistema electoral presidencial y no haber alcanzado la mayoría suficiente en la primera vuelta, en la segunda o también llamado Ballotage del 24 de noviembre se elegirá entre los dos candidatos presidenciales más votados, Yamandú Orsi del Frente Amplio y Álvaro Delgado del Partido Nacional. Los casi tres millones y medio de uruguayos y uruguayas votarán la fórmula presidencial presidente-vicepresidenta entre Yamandú Orsi-Cristina Cosse y Álvaro Delgado-Valeria Ripoll. El panorama es el esperado, una segunda vuelta competitiva con una tendencia favorable al Frente Amplio y con la probabilidad de que, al igual que en 2019, la victoria la defina un escaso margen.

El debate electoral del pasado domingo 17 de noviembre mostró a dos hombres blancos mayores de 55 años en traje que debatían en tono sereno sobre el futuro del país. Este fue el único debate obligatorio por la ley de campaña electoral, clave en unas elecciones donde la decisión final sigue dependiendo de los votos indecisos. En las dos horas que duró se abordaron cinco bloques: desarrollo humano (salud, vivienda, cultura…), seguridad, economía, educación y trabajo. El candidato Álvaro Delgado cerraba su última intervención en el debate afirmando que “acá la gente puede comparar dos modelos de país y de liderazgo”. Y es que durante todo el debate quedó clara la visión empresarial del candidato blanco respecto a la gobernanza del país destacando lo realizado en la anterior legislatura frente a la larga lista de propuestas sociales del progresista Orsi. Ambos coincidían en el lema “gobernar para todos los uruguayos” y es que quien sea elegido presidente, tendrá que seguir apostando por el diálogo con el resto de partidos.

La correlación de fuerzas en el Parlamento ya está definida y ninguno de los dos bloques tiene la mayoría. Frente Amplio (FA) como representación de las izquierdas por un lado y la coalición conservadora multicolor —si es que se vuelve a conformar— por otro. Partido Blanco (Nacional) y Partido Colorado como principales partidos junto con Cabildo Abierto (CA) y el Partido Independiente (PI) juntan fuerzas en esta segunda vuelta presidencial como bloque conservador a pesar de no compartir muchos posicionamientos. Se tratan de dos derechas distintas, que arrastran un gobierno con varios casos de corrupción.

Análisis
Análisis La hoja de ruta de la izquierda en Uruguay
Tras las elecciones internas del 30 de junio, el escenario que las encuestas venían vaticinando en Uruguay parece consolidado: el Frente Amplio parte con ventaja de cara a las elecciones generales de octubre del 2024.

Lo que los une y en lo que se está basando la campaña es el “no ser de izquierdas”. Marcela Schenck, politóloga de la Universidad de la República, ha estudiado cómo la fórmula progresista Orsi-Cosse está más consolidada que la conservadora de Delgado-Ripoll, aunque cada vez toma mayor importancia el elemento identitario que cohesiona la coalición: “ser de la coalición es no ser del FA”. La unión es el enfrentamiento al Frente Amplio como partido que aúna los distintos posicionamientos de izquierdas. El senador nacionalista Sebastián da Silva publicaba en X (antes Twitter) una imagen en la que se leía “Voto coalición. Mi patria sin izquierda” con el mensaje “Así será”. Posteriormente borró el tweet.

Schenck ha estudiado los cambios desde la anterior legislatura para poder entender este nuevo panorama. Por un lado, hay menos partidos con representación que tras las elecciones de 2019 ya que “aunque en esta elección entró un nuevo partido, hay otros dos que ya no cuentan con diputados”. Todos los partidos de la próxima legislatura tenían ya representación, salvo Identidad Soberana (IS) como partido que recupera el voto antisistema antes recogido por el Partido Verde Animalista. Por otro lado, Cabildo Abierto (CA), que parecía el partido a la derecha —militar— de los blancos y colorados, ha perdido representación en una de las cámaras y pasa a ser partido pequeño de la otra. Las razones que analiza Schenck son “la pérdida del factor novedad para las y los electores, el costo de gobernar, la postura contestataria frente al liderazgo del presidente Luis Lacalle Pou, las divisiones internas y el alejamiento de dirigentes”. También “una oferta más corrida hacia el plano conservador en varios actores del sistema, que le disputaron a CA la visibilidad en ese espacio”.

Eduardo Bottinelli, sociólogo de la Universidad de la República (Udelar) y director de Factum, también señala como actor clave fuera de los bloques a Identidad Soberana (IS), lo que ha dado paso a “una conformación parlamentaria inédita en los últimos años, ya que el FA tiene mayoría propia en el Senado, pero ni el FA ni la suma de partidos de la coalición tiene mayoría en Diputados”. En definitiva, parece que “los partidos chicos tendrán un rol central”, una situación muy nueva en el modelo gubernamental uruguayo. Bottinelli explica que “estamos a mitad de camino entre lo que fue la elección de 2014 [con una mayoría frenteamplista] y lo que fue 2019 [con la pérdida de poder del FA frente a la coalición conservadora tras 15 años en el gobierno]” al ver que el FA recupera votos y la suma de partidos de la coalición disminuye. 

Los posibles votantes del FA en esta segunda vuelta se pueden encontrar en los votos al Partido Colorado desencantados con el liderazgo de la coalición que ha hecho el actual presidente Lacalle Pou

Y es que al Partido Nacional nunca le fue tan mal en unas elecciones. Muchos centran la explicación en la elección de la candidata a vicepresidencia Ripoll, conocida sindicalista que dio un giro incorporándose hace un año al Partido Nacional. Además, el Partido Colorado toma una nueva relevancia de la mano del que fue su candidato a presidencia, Andrés Ojeda, que ha sabido conectar con el electorado joven con una campaña muy basada en las redes sociales. Mateo Guarnaschelli, periodista uruguayo que ha estado siguiendo toda la campaña electoral, analiza los tres aspectos del programa del Partido Nacional según sean mejoras de lo que ya se hizo esta legislatura, lineamientos generales y promesas. Nos encontramos con propósitos como “continuar avanzando en la adaptación y mitigación del cambio climático” y “la defensa de los derechos humanos no es una opción, sino un imperativo”, que contrastan con  la subida de los salarios militares o la construcción de una cárcel de máxima seguridad dentro de la estrategia de poner la seguridad en el centro.

El Frente Amplio tiene como reto superar la base del 44% que obtuvo en la primera vuelta para poder llegar al gobierno. Desde el partido declaran que “el Frente ganó por primera vez en algunos departamentos”, señal de que la visita de Orsi por los pueblos y la estrategia “voto a voto” puede estar surgiendo efecto. Esta estrategia “voto a voto” pone el foco en barriadas y territorios puntuales buscando indecisos. Los posibles votantes del FA en esta segunda vuelta se pueden encontrar en los votos al Partido Colorado desencantados con el liderazgo de la coalición que ha hecho el actual presidente Lacalle Pou, a quienes votaron por la reforma de la Seguridad Social pero no al FA y a quienes votaron a Identidad Soberana (IS). Además, se valora muy positivamente la complementariedad entre candidato a presidencia y candidata a vicepresidencia, destacando la “actitud dialoguista” del candidato frenteamplista, Yamandú Orsi. Sin embargo, quedan por superar las divisiones dentro del partido, cristalizadas en el plebiscito sobre seguridad social.

Schenck destaca que “en esta elección tuvimos un porcentaje de voto en blanco y anulado alto: 4,9%”, con la peculiaridad de que parte de este voto en blanco se posicionó en alguna de las consultas populares (allanamientos nocturnos o seguridad social). Esto se toma como “una posible señal de alerta con relación a un descontento con lo que representan los partidos”. En definitiva, parece que, al igual que en la primera vuelta, el resultado vuelve a depender de los votos indecisos. Según las últimas encuestas publicadas, entre los que no votaron ni al Partido Nacional ni al Frente Amplio en octubre, 38% votaría al FA, 24% al PN y hay un 38% de votos indefinidos. Esto podría traducirse a una victoria del FA. La encuesta de Opción Consultores muestra que el Frente Amplio tiene un 48,5% de intención de voto, el PN tiene un 45,1% y  un 6,3% serían votos en blanco o anulados. Si se profundiza en los datos de quienes votaron a la coalición más allá del Partido Nacional nos encontramos con un 82% de votos que irían para Delgado en el balotaje, 12% a Orsi y 6% de indefinidos. La anterior encuesta de la Usina de Percepción Ciudadana, estimaba que un 46% votarían a Orsi y 43% a Delgado.

Para poder leer las encuestas, se ha realizado un análisis a partir de las 36 encuestas de intención de voto publicadas por las empresas Equipos Consultores, Cifra, Opción Consultores, Del Plata, Factum y Nómade, a partir del 1 de abril de 2024. Esta estimación le da un 48% a Orsi, un 44% a Delgado y da a los indecisos, voto en blanco y anulado un 8%. En estos últimos estará la clave del resultado.

Bottinelli, director de Factum, habla de que “las encuestas hacia la segunda vuelta muestran un panorama medianamente esperable” pero “la composición parlamentaria supone un desafío muy relevante para quien gane”. Tomando los resultados de las dos cámaras, analistas coinciden en que el FA lo tendrá más fácil para gobernar al tener ya mayoría en el senado. Bottinelli explica que para la Coalición “es más difícil, porque supone que sí o sí tendrá que negociar con el FA, que se mueve en bloque a diferencia de lo que puede suceder en casos puntuales con la coalición”. Sin embargo, el sociólogo destaca que “no parece que el FA haya podido instalar aún el discurso de la gobernabilidad y la importancia de la mayoría en el Senado”.

Si se profundiza en las características propias de esta campaña, nos encontramos con un fuerte centralismo, con el foco en Montevideo, a pesar de ser de las primeras veces que se presenta un candidato a presidente no montevideano. Además, se ha perdido gran parte del debate político, reduciendo los espacios de diferenciación entre los dos aparentemente divididos bloques. Bottinelli explica que las diferencias —que las hay— no están “totalmente explícitas”. Habla de coincidencia en la política macroeconómica, el déficit fiscal, las cuentas públicas así como de las diferencias sobre el rol del Estado, de las empresas públicas, en políticas sociales y en la incidencia del Estado en la distribución económica. Sin embargo, destaca que no hay fuertes debates y “muchas de las propuestas que se han dado van a la idea de la construcción de diálogos y acuerdos, y no necesariamente en políticas concretas”.

“Uruguay no está en procesos políticos similares a otros países donde la polarización política alcanza niveles que llevan a la imposibilidad del diálogo, creo que hay condiciones para que el diálogo exista y la negociación sea posible para llevar adelante aunque sea parcialmente la agenda del gobierno”, explica Bottinelli.

El desafío que marca esta segunda vuelta es ir más allá del electorado habitual y la necesidad de traspasar las fronteras de los partidos. La elección del 24 de noviembre hace elegir entre dos personas, dos coaliciones, dos formas de gobernabilidad y, como señalan analistas y representantes, dos proyectos de país. Y es que, como explica Bottinelli, “gane quien gane tendrá que negociar, y eso es una novedad interesante para el país”, sobre todo en una campaña donde todavía hace falta una “propuesta fuerte y concreta que el común de la ciudadanía pueda decodificar como algo que le puede llegar a cambiar la vida”.

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