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Análisis
Trump encima de la bola de derribo: los aranceles y el final del capitalismo
Los aranceles del 25% impuestos al comercio con Canadá y México, y los del 10% a China, muestran como mínimo que los asesores de Trump son una mezcla de “proteccionistas mercantiles” del siglo XIX, extremistas de derechas y anarquistas protonazis. Puede que acabe siendo, como defiende el editorial del Wall Street Journal, “la guerra comercial más estúpida de la historia”, pero en cualquiera de los casos es real. Al menos por ahora.
Los teléfonos de quienes toman las decisiones geopolíticas, de sus asesores y de sus analistas echan humo por todo el planeta, y los mercachifles del análisis cuantitativo teclean febrilmente en sus ordenadores, poniendo en marcha simulaciones y modelos sobre los posibles resultados de la actual crisis profunda del comercio mundial. Ninguno de ellos ofrece un aspecto particularmente bueno.
Ergo, cualquier arancel impuesto unilateralmente a las importaciones de sus propios socios comerciales, o cualquier arancel recíproco a las exportaciones de los EE UU a aquellos países, le afectará menos, ceteris paribus, que a sus socios. Al menos en el corto plazo. Para lo que pueda pasar a largo plazo, véase mi comentario más adelante.
De los tres socios comerciales golpeados por los aranceles, Canadá y México, con un 25%, serán los más gravemente afectados: más o menos el 80% del comercio externo de ambos países vecinos depende de los Estados Unidos. Ése es mucho menos el caso de China, en parte porque es menos dependiente del comercio externo que Canadá y México, en parte porque los EE UU constituyen solamente en torno al 15% de las exportaciones de China, y en parte porque los aranceles unilaterales estadounidenses, en su forma actual, se elevan a un 10% y no un 25%.
Luego está la cuestión de las ganancias inmediatas y a corto plazo de un billón de dólares que supone el aumento de los ingresos del gobierno federal. No conozco ningún precedente en el que una administración al frente de un gobierno tenga directrices, aprobadas por un legislativo, para determinar cuáles son las vías constitucionales y legales para gastar estos beneficios extra.
Por supuesto, estos ingresos posiblemente decrezcan rápidamente tan buen punto las empresas y los socios comerciales ajusten sus políticas al nuevo entorno de imposición de aranceles y respuestas simétricas. Con todo, en el corto plazo, todo ello afectará más intensamente a aquellas compañías basadas en la integración tecnológica, financiera y/o de mercado entre los EE UU, por una parte, y Canadá, China y/o México, por la otra. Los aspectos tecnológicos específicos así como otros aspectos de sus respectivos nichos, pueden determinar sus reacciones y un éxito relativo. Es muy difícil hablar sobre ellos en este sentido general.
Luego está la inminente amenaza de Trump de aranceles “a la Unión Europea”. Mi presentimiento es que si llega a suceder, casi con toda seguridad inclinará la siempre precaria balanza de las fuerzas políticas y económicas en la UE hacia la derecha y resultará probablemente en un mayor y vertiginoso crecimiento de sus elementos de extrema derecha y neonazis. Como si no tuviésemos suficiente de ellos.
Es triste contemplar la incapacidad prácticamente total de todas las fuerzas políticas que no son de extrema derecha en la UE —incluyendo, por cierto, buena parte del orgullo de las sociedades europeas, la llamada intelligentsia de izquierdas liberal— a la hora de producir una respuesta relativamente sostenible o más o menos progresista a las transformaciones en curso y el actual estado de cosas en el mundo. La mayoría o bien guardan silencio o bien reciclan perspectivas, análisis y consignas de la derecha, nacionalistas o racistas.
Vivimos en un momento de derechización extrema, como poco. Lo que me parece que ofrece una visión clara sobre el carácter “profundo” del supuesto capitalismo democrático-“liberal” en esta etapa, tras el desplome de las alternativas geopolíticas de socialismo de estado y el abandono por completo de las ideas de igualdad y fraternidad por parte de los intelectuales post-ilustrados toda vez que se enfrentan a la posibilidad real de que su establishment geopolítico y geoeconómico puede que no siga controlando el mundo entero.
Para los pequeños estados del mundo, sean miembros de la UE o no (véase la dependencia del comercio externo de la UE en su totalidad, así como de Austria, la República checa, Hungría y Eslovaquia en el gráfico inferior), esto incrementará aún más con toda probabilidad el grado en que sus vidas políticas, económicas, culturales y sociales son determinadas de bien cerca por fuerzas de las que no tienen el más mínimo grado de control razonable.
El ejemplo de Hungría y Eslovaquia, y cada vez más Austria, también muestra que (1) puede pasar a sociedades que se encuentran bastante por encima de la media del PIB mundial per capita, y que (2) esta condición estructural, de nuevo, desplaza la aguja política hacia la derecha, siempre hacia la derecha.
Austria
Austria La ultraderecha austríaca gana las elecciones, pero sobre todo la hegemonía
Así las cosas, ¿qué puede pasar a largo plazo? Pues bien, a la cabeza me vienen estas consecuencias: (a) Una guerra mundial. Cómo mantener las formas de vida basadas en carbono, incluyendo la humana, de la destrucción del planeta Tierra... vuestra intuición es tan buena como la mía. Incluso si la Tierra es preservada, no hay ninguna certeza de cuál sería el resultado de una calamidad de esta magnitud.
(b) Antes de producirse una guerra mundial, la estructura del comercio mundial podría eventualmente realinearse para aislar a EE UU y reunir a los socios actuales que ahora más intensamente compiten.
En el corto plazo éste sería un proceso muy complicado, ya que implicaría, entre muchas otras cosas, una transformación profunda de los patrones geoestratégicos de las formas materiales de comercio (las rutas marítimas y de transporte aéreo a larga distancia, por ejemplo), en las cuales la superioridad actual numérica del ejército estadounidense es un factor clave. Además, muchas de las industrias que no tienen presencia en EE UU que están actualmente integradas en la economía estadounidense —por no mencionar el sector agrícola mexicano, que es altamente dependiente de sus exportaciones a los EE UU— sufriría. Con todo, podría hacerse.
En cierto modo, este proceso podría ajustarse fácilmente al plan de China de liderar el comercio afro-euroasiático, para lo que los preparativos a nivel institucional y de infraestructuras hace tiempo que están en marcha. Este resultado es un escenario explícito detrás de la transformación en marcha de la cooperación entre los miembros de los BRICS y otras iniciativas similares. Algunos de los precios de mercancías en EE UU aumentarían, desde el combustible para automóviles a artículos de comida, lo que iría unido a una caída correlativa en la calidad de los mismos, por no mencionar en la calidad de vida general debido a otros tantos cambios, incluyendo un importante número de medidas sociales y medioambientales.
(c) En cuanto a la Unión Europea: —O bien se transforma en un estado federal-constitucional o se arriesga a su desintegración; —O bien integra rápidamente a los estados candidato (en este momento hay 10 de ellos, incluyendo a Ucrania y Turquía, además de otros ocho más pequeños y mucho más débiles) o se enfrenta a un declive continuado en términos de participación en la economía mundial; —Si la UE opta por implementar los accesos actualmente pendientes, las desigualdades internas en la UE se intensificarán tanto que serán imposibles de gestionar a menos que la UE desarrolle una nueva forma institucional, un estado de desarrollo federal que apunte explícitamente a “encauzar” el nivel de los actuales y futuros miembros al menos al nivel de la actual de la media comunitaria; —En cuanto a las llamadas a invitar a Canadá a la UE y seducir al Reino Unido para que regrese al bloque, son ideas interesantes, pero es enteramente imposible afirmar en este momento si las poblaciones lo aprobarían.
Además, teniendo en cuenta los tiempos de la UE en este tipo de cosas, en el momento en que se decidiesen a tomar cartas en el asunto quizá sería demasiado tarde para salvar el capitalismo del Atlántico norte y europeo occidental tal y como lo conocemos.
—Reino Unido tiene una seria cuestión sobre qué bando adoptar en la guerra comercial iniciada por la actual administración estadounidense. La respuesta británica a este realineamiento también dependerá si acaba siendo objeto o no de los aranceles comerciales estadounidenses. Si acaba sucediendo, incluso el actual suspense, por no hablar de un arancel comercial modelado, pongamos por caso, siguiendo el de Canadá, significaría problemas graves en el horizonte para el actual sistema político británico, su estado por completo, su ejército, sus servicios de inteligencia y, en general, su establishment geoestratégico.
Así pues, e largo plazo, todo ello necesita verse como una admisión implícita, absolutamente obvia, por parte de los pensadores geoestratégicos estadounidenses del actual presidente de que la hegemonía global de Estados Unidos se está evaporando. En los círculos académicos esto se conocía ampliamente y era material para los cursos introductorios a la geopolítica y la geoeconomía. (Yo mismo los he impartido en al menos los últimos quince años, si no más.)
Los medios de comunicación que supuestamente informan al público sobre las decisiones políticas no han tomado ninguna nota de ello, pero esto no significa que no esté en mente de la gente que está elaborando las estructuras de nuestro mundo para el próximo siglo. Solamente que amplias capas del público estadounidense no están ni intelectual ni moralmente preparadas para comprender que los cambios históricos de longue-durée (1) ocurren, (2) que no son parte de la soberanía de las élites gobernantes en los EE UU, y, a pesar de ello, que (3) EE UU está sujeto a ellos no menos que cualquier otro país. Otras entidades principales geopolíticas y geoeconómicas han estado hablando de esta transformación de las estructuras mundiales, por supuesto. Ha sido, por poner un ejemplo, un elemento clave de la reflexión geopolítica china durante décadas.
La historia longue-durée me enseñó que es casi imposible imaginar que incluso medidas de último recurso, casi desesperadas, que tienen como fin preservar o incrementar la influencia mundial de los EE UU sobre la economía-mundo capitalista puedan tener éxito con medios pacíficos. En el caso de una guerra abierta, por supuesto, el planeta entero desaparecerá, ya sea por completo o en términos de servir como un hábitat para la humanidad tal y como lo conocemos. Así que, actualmente, la decisión del gobierno estadounidense es si desean arriesgarse a la extinción de la vida humana en interés de una lucha casi imposible para detener el declive histórico de su estado como potencia mundial hegemónica. Antes de que eso ocurra, el siguiente paso es la presentación formal de China como la nueva potencia hegemónica global. Nadie sabe cómo puede ocurrir o cómo ocurrirá, y nadie sabe qué significaría a la hora de la verdad. Si acaba significando que el liderazgo del Partido Comunista Chino se da cuenta de que el capitalismo puede que no sirva los intereses colectivos de las elites políticas y el pueblo de China, bien, eso es una cuestión interesante.
Así están las cosas.