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Francia
Tras su inhabilitación, Le Pen no logra movilizar con su estrategia victimista

En la política como en la vida hay amigos poco deseables. Marine Le Pen lo habrá pensado más de una vez durante la última semana. Tras su condena el 31 de marzo por el caso de los falsos asistentes en el Parlamento Europeo, la líder de la extrema derecha en Francia ha recibido el apoyo de numerosos dirigentes de la internacional reaccionaria. Santiago Abascal, Viktor Orbán, Matteo Salvini, el Kremlin… La lista es larga. Y uno de los que la ha apoyado de manera más insistente ha sido uno de los mandatarios más temidos en estos momentos en Europa: el presidente estadounidense, Donald Trump.
“Es tan malo para Francia y para el Gran Pueblo de Francia. (…) ¡Liberad a Marine Le Pen!”, exigió el dirigente populista y xenófobo en Social Truth. En ese mensaje en su red social, aseguró que la decisión del Tribunal de París de inhabilitarla a efectos inmediatos hasta 2030 resulta el reflejo de “una caza de brujas” por parte de “izquierdistas europeos que utilizan el arma judicial para silenciar la libertad de expresión”. Estos mensajes de apoyo por parte de Trump no resultan ninguna sorpresa, aún más teniendo en cuenta sus constantes críticas contra los jueces cuando estos lo condenan o se atreven a cuestionar algunas de sus decisiones.
Lo más significativo de la última semana ha resultado en realidad que la Reagrupación Nacional (RN) se haya sumado a esta victimización. La retórica trumpista contradice la estrategia de normalización impulsada por Marine Le Pen desde 2011. Tras la condena a su líder a cuatro años de prisión (dos de ellos condicionales) y cinco de inhabilitación, los representantes lepenistas reaccionaron poniendo el grito al cielo. Y formulando una serie de ataques contra el sistema judicial de una agresividad inédita en la última década en el país vecino.
“La tiranía de los magistrados”
El eurodiputado Jordan Bardella, número dos de RN y cuyo nombre suena con fuerza para presentarse en las presidenciales de 2027 si Le Pen no puede presentarse —así lo determina la sentencia del pasado lunes—, habló de “jueces rojos”. El mediático diputado Jean-Philippe Tanguy denunció “la tiranía de los magistrados”. Y fue Frédéric Falcon, otro representante en la Asamblea Nacional, el que se llevó la palma por la perla de esta semana. Consideró “un golpe de Estado institucional sin precedentes” la condena de su líder y de otros 24 miembros o exmiembros de RN por haber malversado unos 4,5 millones de euros del Parlamento Europeo.
Los autobuses enviados por las federaciones de RN desde diferentes puntos del territorio galo resultaron insuficientes para llenar la plaza Vauban
Aquello que cogió con el pie cambiado a Le Pen fue que su pena de inhabilitación “se ejecute de manera provisional”, es decir, inmediata. Aunque ha conservado su escaño como diputada, ahora mismo no puede presentarse en unos comicios. Sus pocas opciones para participar en las presidenciales de 2027 pasan por una absolución o bien una pena de inhabilitación de menos de dos años en el juicio en segunda instancia. El Tribunal de Apelación de París indicó que lo celebrará entre finales de este año y principios del que viene, y que espera pronunciar la sentencia durante el verano del año que viene.
Si al final la dirigente ultraderechista se queda fuera de la próxima carrera hacia el Elíseo —algo probable en estos momentos—, eso trastocaría el paisaje político en Francia. A pesar del temor de que su inhabilitación favoreciera las intenciones de voto para su partido, estas se han mantenido estables por ahora. Los sondeos, que deben cogerse con pinzas, dan a Le Pen (y también a su posible sustituto Bardella) una intención de voto de más del 30% y altas posibilidades de clasificarse para la segunda vuelta de las próximas presidenciales.
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Concentración poco multitudinaria
El discurso basado en presentar a Le Pen como una mártir, sin embargo, no parece haber calado entre la mayoría de los franceses. Según un sondeo publicado en la revista conservadora Le Point, un 60% de ellos dice estar satisfecho con la sentencia. El conservador Éric Ciotti, que hasta el año pasado llevaba las riendas de Los Republicanos (LR, afines al PP) y actualmente es un aliado de Le Pen, ha presentado una propuesta de ley para suprimir la aplicación preventiva de las penas de inhabilitación. Es una medida que corre el riesgo de reforzar la sensación de una clase política que protege su impunidad.
Tras haberse beneficiado en el pasado de los casos de corrupción de otros partidos, especialmente de LR y del Partido Socialista, no le resultará fácil a la líder ultra movilizar a sus adeptos para que la defiendan tras su condena. Los límites de la estrategia trumpista se vieron reflejados el domingo en su respuesta en la calle contra la sentencia. Esta formación nacionalista y xenófoba solo logró reunir a unas 7.000 personas en París, según datos de las fuerzas de seguridad, poco sospechosas de ser hostiles al lepenismo.
Los autobuses enviados por las federaciones de RN desde diferentes puntos del territorio galo resultaron insuficientes para llenar la plaza Vauban. Situada enfrente del Palacio de los Inválidos —allí se encuentra la tumba de Napoleón—, no es de las más grandes de la capital y eso no le sirvió a este partido para llenarla de gente. Y así hacer la demostración de fuerza ciudadana en apoyo a su candidata como pretendía.
“No hay tanta gente como esperábamos, pero no me parece algo preocupante. (…) Lo importante no es ganar en la calle, sino en las urnas”, defendía Ludovic, de 59 años, un jubilado y votante lepenista que llevaba una gorra roja con el eslogan “Make Europe Great Again”. “Los militantes de extrema derecha no suelen movilizarse, ya que tienen miedo de que los graben y salgan en televisión”, afirmaba Raquel, de 52, justificando con un argumento sui generis el fracaso de la movilización del domingo.
La centralidad de la lucha contra la ultraderecha
“Es la primera vez que me manifiesto en los últimos 15 años”, aseguraba esta simpatizante en el pasado de la derecha tradicional y que apoya al partido de Le Pen desde que cambió de nombre en 2018. “Desde hace años los magistrados se dedican a interpretar las leyes”, criticaba esta francesa con raíces españolas. Ella repetía algunos de los reproches hechos estos últimos días por los dirigentes de RN contra organizaciones progresistas, por ejemplo, el Sindicato de la Magistratura: “Un tercio de los jueces forman parte de esta organización de extrema izquierda”. “La decisión sobre si Le Pen es legítima para presentarse (…) debe pertenecer al pueblo”, reivindicaba, por su lado, Aurélien W., de 25 años, un estudiante de Normandía que se presentaba como “un patriota”.
La contramanifestación de la izquierda, que había sido organizada con dos días de antelación, reunió a un número de manifestantes parecido al que hubo en el acto de RN
Aunque estos argumentos sobre la falta de democracia pueden resultar fértiles para el lepenismo, sus representantes abusaron durante la última semana de las críticas ad hominem contra los jueces. Han dado la sensación de indignarse por el simple hecho de que los hayan condenado. Como si quisieran estar por encima de las leyes. Le Pen es una dirigente astuta y modificó un poco el tiro en el mitin del domingo. “No pedimos estar por encima de las leyes, pero tampoco por debajo. No queremos ser ciudadanos de segunda”, declaró. E intentó hacer un paralelismo entre su situación personal y el sentimiento de olvido de una parte de su electorado, en que las categorías populares están sobrerrepresentadas.
“Quizás la cohesión del núcleo duro del electorado de Le Pen se ha reforzado tras el veredicto, pero creo que todavía hay una parte de votantes centristas que desconfían de la extrema derecha”, explicaba Colin Falconer, de 78 años, un militante de izquierdas presente en la Plaza de la República en París. La Francia Insumisa (afines Podemos o Sumar) y los verdes habían convocado allí una contramanifestación en respuesta al mitin de apoyo a la dirigente ultra.
Esa concentración, que había sido organizada con dos días de antelación, reunió a un número de manifestantes parecido al que hubo en el acto de RN, convocado desde el martes. Ya sea con o sin Le Pen, la lucha contra la extrema derecha tiene un peso central en la actual estrategia de la izquierda francesa.
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