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Fotografía
‘Sin Identificar’: poniendo nombre a los rostros de la Guerra Civil

El 6 de abril de 1937, el termómetro en Madrid marcaba una máxima de ocho grados y una mínima de dos. El ambiente era frío y seco. No sabemos si el vehículo que avanzaba serpenteando hacia el frente, camino de El Escorial, perdió una rueda en algún socavón o chocó con otro coche. Tan solo que hubo un accidente y que una de sus víctimas fue Rafael Jiménez Carrasco, comandante del Primer Cuerpo del Ejército Popular, organizador del batallón Joven Guardia y miembro del Comité de Madrid de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU).
Lo que sí es seguro es que, de no ser por la colaboración ciudadana y la magia de internet, jamás se habría conectado a Jiménez Carrasco con una de las 44.000 fotografías del archivo de la Biblioteca Nacional de España (BNE), un kilométrico inventario almacenado en cajas metálicas. En concreto, con la signatura GC-CAJA/121/12/1/3/3, una fotografía ligeramente desvaída que retrata a un joven de pelo oscuro y alborotado, vestido de uniforme con una estrella en la solapa de la guerrera, y con la mirada curiosa dirigida hacia su izquierda.
Las redes sociales han convertido la investigación colectiva en un fenómeno habitual. Basta con que un usuario lance un llamado con el ya clásico “Internet, haz tu magia” para que la maquinaria colaborativa se ponga en marcha. Ya sea para rastrear un flechazo fortuito en el transporte público o para resolver complejos misterios, la capacidad de las redes para conectar conocimientos dispersos es innegable.
Consciente de este potencial, la BNE lanzó hace unos años Sin Identificar, un proyecto que aprovecha la inteligencia colectiva para identificar y contextualizar las fotografías de su archivo sobre la guerra civil española, en concreto ocho cajas entre las que se encuentra la imagen de Carrasco, junto con muchos otros rostros aún anónimos.

La Guerra Civil marcó un punto de inflexión en la historia de la fotografía. No solo consolidó el fotoperiodismo bélico, sino que la proliferación de cámaras personales entre soldados y civiles generó un vasto y heterogéneo archivo visual. Muchas de estas imágenes, sin nombres ni historias, han permanecido en el anonimato durante décadas. Hoy, la colaboración ciudadana se perfila como una herramienta fundamental para devolverles identidad y contexto.
En una plataforma en línea, los usuarios se encuentran con fotografías del archivo de la BNE. Si alguien reconoce un rostro, un uniforme o el contorno de un edificio familiar, puede aportar información a través de los campos habilitados
El mecanismo de Sin Identificar es tan sencillo como efectivo. En una plataforma en línea, los usuarios se encuentran con fotografías del archivo de la BNE. Si alguien reconoce un rostro, un uniforme o el contorno de un edificio familiar, puede aportar información a través de los campos habilitados. Cada contribución es revisada por el equipo del proyecto, que contrasta los datos con fuentes documentales para confirmar la identidad de los protagonistas, tal como explica Elena Sánchez Nogales, jefa del servicio de Innovación y Reutilización Digital de la BNE y responsable del proyecto, quien accede amablemente a explicar los entresijos de la iniciativa.
El Servicio de Innovación y Reutilización Digital
A pesar de su nombre de aires burocráticos, nada en el Servicio de Innovación y Reutilización Digital remite a la imagen tradicional de un archivo oscuro y polvoriento. Situado en una sala luminosa en la segunda planta de la Biblioteca Nacional, en Recoletos, con vistas a la Plaza de Colón en Madrid, el ambiente recuerda más a una pequeña empresa tecnológica que a la imagen clásica de una institución centenaria.
En este espacio, un equipo de tres personas diseña herramientas que aplican la tecnología para poner en valor los fondos digitales existentes. Además del proyecto Sin Identificar, desarrollan otras iniciativas que exploran distintos materiales, enriquecen datos y fomentan el trabajo colaborativo. Entre ellas, destacan la transcripción e identificación de compañías teatrales y obras en carteles del siglo XIX, la georreferenciación de fotografías de Jean Laurent y la transcripción de dedicatorias en postales y fotografías. Hasta la fecha, cuenta Sánchez Nogales, se han impulsado 36 propuestas, de las cuales 31 han sido completadas, con un total de 33.967 contribuciones de 975 colaboradores.
En el caso de Sin Identificar el desafío es enorme, advierte su responsable. La BNE conserva un fondo de 44.000 fotografías organizadas por zonas geográficas o temáticas, custodiadas en cajas metálicas y carpetas diseñadas para su conservación. “Son, en su mayoría, el resultado de iniciativas que buscaban ilustrar la narrativa bélica y propagandística de ambos bandos, así como difundir noticias de la posguerra”, explica.
El origen de estos archivos se remonta a los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil. “Al concluir el conflicto, las fotografías fueron recopiladas y depositadas en la Subsecretaría de Educación Popular, que más tarde se integraría al Ministerio de Información y Turismo. En 1965, este ministerio creó la Sección de Estudios sobre la Guerra Civil, encargada de adquirir, clasificar y conservar este valioso material”, recuerda Sánchez Nogales. Fue tras la disolución de esta sección que el fondo fotográfico pasó a formar parte de la Biblioteca Nacional en 1981, incorporándose al Gabinete de Documentación y Estudios Contemporáneos.
Las imágenes conservadas en estos archivos no solo ofrecen una visión de los horrores de la guerra, sino que también reflejan la vida cotidiana de la población y los soldados
Las imágenes conservadas en estos archivos no solo ofrecen una visión de los horrores de la guerra, sino que también reflejan la vida cotidiana de la población y los soldados. “Las temáticas se dividen principalmente en dos: por un lado, las escenas de retaguardia, con vistas de ciudades bombardeadas, desfiles, centros sanitarios, colonias escolares, actos políticos y evacuaciones protagonizadas por la población civil; y, por otro, la vida en el frente, con imágenes de instrucción, descanso, aseo, alimentación y cultura de los soldados”, señala.
Aunque muchas de estas fotografías permanecen anónimas, otras llevan sellos que permiten identificar a sus autores. En la colección figuran nombres de renombrados fotógrafos y agencias, como P. Luis Torrents, Albero y Segovia, Walter Reuter, Luis Vidal, Aguayo, Mayo, Robert Capa, Chim, Centelles y Campúa. Sin embargo, aún quedan muchas imágenes cuyo origen sigue siendo un misterio, haciendo de su identificación una de las principales metas del proyecto.
La génesis
Dado el vasto tamaño del archivo de la BNE, el desarrollo de esta iniciativa ha sido un proceso largo y complejo. “ComunidadBNE y BNElab son el resultado de un extenso proceso de digitalización y transformación digital que comenzó a finales de los años 90, con la microfilmación de prensa. A partir de 2008, se inició la digitalización de otras colecciones, poniendo todo el material a disposición del público”, comenta Sánchez Nogales.
Una vez consolidado el corpus digital, el siguiente desafío fue crear la plataforma que sustentaría esta colaboración. “Comenzamos a estudiar la base técnica del proyecto entre 2016 y 2017. Después de optar por Pybossa, una solución de código abierto utilizada por instituciones como la British Library y el British Museum, comenzamos a personalizar la tecnología para desarrollar nuestra propia plataforma. En 2019, presentamos el proyecto, que fue acogido con gran entusiasmo por el público”, asegura con evidente orgullo.
El modelo de colaboración ciudadana de Sin Identificar sigue la línea de iniciativas similares desarrolladas por bibliotecas en Francia y Alemania, así como del proyecto Civil War Photo Sleuth, creado por John Carlin en Estados Unidos para identificar a soldados de la Guerra Civil Americana. Utilizando tecnología de reconocimiento facial, esta plataforma ha permitido poner nombre a cientos de combatientes más de un siglo después del conflicto, evidenciando el impacto de la tecnología y la colaboración colectiva en la recuperación de la memoria histórica.
Desde su lanzamiento en 2019, Sin Identificar ha experimentado una participación modesta en comparación con otros proyectos similares. Sin embargo, el equipo responsable tenía claro desde el inicio la complejidad de la iniciativa. “Nos parecía fundamental que, aunque fuera en menor medida, existiera la posibilidad de contribuir a la identificación de estas personas”, aseguran con determinación.
Rescatados del anonimato
A pesar de la participación relativamente baja, hasta la fecha se han validado cuatro tareas, cada una respaldada por información completa y enlaces a fuentes verificables. Además, existen otras diez contribuciones pendientes de validación, esperando nuevas aportaciones que permitan completar el proceso y aportar más piezas al rompecabezas histórico.
Un ejemplo destacado es el ya mencionado de Rafael Jiménez Carrasco, comandante del Primer Cuerpo del Ejército Popular, organizador del batallón Joven Guardia y miembro del Comité de Madrid de las JSU. “Jiménez Carrasco —cuenta Sánchez Nogales— falleció en un accidente de tráfico mientras se dirigía a visitar las líneas de fuego ocupadas por sus fuerzas en El Escorial, tras haber recibido un homenaje de las Juventudes en Madrid.” La fotografía que lo muestra, se ha podido saber, es obra del estudio Albero y Segovia Información Gráfica, conformado por los fotógrafos Félix Albero y Francisco Segovia.

Otro caso significativo es el de José Campo Sanz, comisario de brigada en la 11ª División y delegado de guerra en la 46ª División. En la foto, sonriente, las estrellas de cinco puntas bajo las que se distinguen las tres barras distintivas de su rango, bordadas en la solapa de su guerrera, permitieron identificar tanto su grado como su posición. Una breve búsqueda en línea desvela su historia personal, atravesada por las diversas batallas de la guerra, su paso por la URSS y su vida y muerte en la clandestinidad.
¿Quién era aquel soldado de la foto, con su gorro de lana y una iluminación cuidadosamente estudiada? ¿Y el hombre que, de pie en la carretera, parece absorto en sus propios zapatos mientras fuma? Tal vez, como ocurrió con Jiménez Carrasco, la colaboración ciudadana logre finalmente devolverles sus nombres y la identidad que el tiempo y el conflicto les arrebataron.
El reto de la participación
A pesar de estos logros, Sin Identificar aún enfrenta el desafío de ampliar su alcance. Con un número de participaciones e identificaciones modesto en comparación con otros proyectos de la misma institución, el equipo confía en aumentar la implicación ciudadana y sacar a la luz más historias vitales. Para ello, han puesto en marcha una estrategia de difusión que abarca la web, las redes sociales y colaboraciones con grupos de interés específicos, con el objetivo de ampliar la base de colaboradores y rescatar del anonimato a quienes aún esperan ser identificados.
La colaboración es la piedra angular del proyecto. “Gran parte de nuestro día a día consiste en el contacto con grupos y comunidades: otras bibliotecas nacionales, investigadores, humanistas digitales, profesores, etc. Caminamos juntos para seguir avanzando en todas estas líneas de trabajo, asegurándonos de que tienen sentido. Además, dedicamos un esfuerzo considerable al diseño de campañas de difusión —a través de ComunidadBNE, BNEscolar y datos abiertos— para dar a conocer estas iniciativas. La participación y la implicación ciudadana, así como la de otros sectores profesionales, son absolutamente clave; son la razón de ser de este proyecto”, detalla su responsable, quien identifica su objetivo, que va más allá de la mera preservación de las colecciones para el futuro: “Es garantizar que sean lo más accesibles posible, facilitando su búsqueda y recuperación en nuestros catálogos”. En el caso de este fondo, la recuperación de información entre cientos de miles de imágenes, identificadas con descripciones que no siempre son eficaces para la búsqueda por personajes, lugares, representa un desafío considerable, según reconoce Sánchez Nogales.
En este vasto mar de rostros y escenas, la información clave suele esconderse en los detalles más sutiles, como las tres barras de un uniforme apenas visibles en una toma en escorzo. “Actualmente, en los catálogos de la BNE ofrecemos la información disponible en las propias fotografías, así como lo que podemos inferir con certeza según el frente o bando en el que se produjeron las imágenes”, dice. Sin embargo, precisa que un mayor enriquecimiento de esta información “mejoraría significativamente las capacidades de análisis en todos los aspectos históricos, sociales, militares... que esta colección refleja y documenta”.
En otras palabras, al ampliar la información disponible, se abrirían nuevas puertas para comprender más profundamente nuestro pasado. “Cada propuesta que hacemos en ComunidadBNE implica un estudio previo sobre las posibilidades, el interés de las aportaciones potenciales, cómo integrarlas en las bases de datos de la BNE una vez completadas, y qué productos derivados podríamos generar, como un ePub, una visualización, una galería o algún producto web, entre otros. Es un proceso bonito, transversal, de ideación y planificación. Y lo siguiente es cómo contar la historia y motivar la participación, que es la clave y el objetivo de todo este trabajo”, añade Sánchez Nogales.
Tecnología y humanidades
La conversación rápidamente se orienta hacia las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial. La responsable de Sin Identificar señala que otra gran área de interés actualmente es la aplicación de inteligencia artificial a los procesos y recursos de la BNE, “con el objetivo de optimizar esfuerzos y extraer automáticamente información de las imágenes digitalizadas”. Esto incluye la mejora de textos buscables, tanto impresos como manuscritos, y la identificación de personas o lugares mencionados.
“El foco está ahora en las posibilidades de explotación de los datos que genera la BNE —continúa— y en cómo aplicar inteligencia artificial para extraer conocimiento de las colecciones digitales y mejorar los procesos de trabajo. También estamos explorando nuevas vías con colecciones de gran potencial para la reutilización y recreación, como el fondo sonoro que preserva la BNE”.
En su opinión, iniciativas como Sin Identificar no solo acercan la memoria histórica al público, sino que democratizan el proceso, permitiendo que los ciudadanos contribuyan con su conocimiento a enriquecer y preservar para el futuro la base de información de la BNE. “La hacen suya”, añade. Sin embargo, también reconoce los desafíos que implica este enfoque, especialmente en la validación de la información. “Es crucial mantener el rigor”, subraya, destacando que cada contribución se revisa minuciosamente y, cuando es posible, se contrasta con otras fuentes.
A pesar de las limitaciones inherentes, proyectos como Sin Identificar demuestran cómo las nuevas tecnologías, lejos de ser herramientas ajenas a las humanidades, pueden integrarse de manera efectiva para ofrecer nuevas perspectivas y conocimientos sobre nuestro pasado. Como subraya Sánchez Nogales, “BNElab es un claro ejemplo de un enfoque estratégico que fomenta la innovación, impulsa la reutilización digital y crea comunidad”. Un enfoque que ha sido reconocido con el Sello CCB, otorgado por el Consejo de Cooperación Bibliotecaria del Ministerio de Cultura a BNEscolar.