Energía nuclear
Los arsenales en perpetuo crecimiento

Debemos reajustar rápidamente las prioridades antes de que se utilicen armas nucleares.
Todos los países que poseen armas nucleares hacen planes para utilizarlas. Fuente: Castle Romeo/Wikimedia Commons
Todos los países que poseen armas nucleares hacen planes para utilizarlas. Fuente: Castle Romeo/Wikimedia Commons M. V. Ramana
Universidad de la Columbia Británica
7 abr 2025 00:02

Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.

La relación entre las armas nucleares y la seguridad humana es similar a la que existe entre las desigualdades económicas y la justicia social: si se tiene la primera, la segunda es muy difícil de obtener. Jacqueline Cabassso y Ray Acheson.

Para la inmensa mayoría de la población mundial, el impacto más importante de la posesión de arsenales nucleares por parte de algunos de los países más poderosos ha sido el peligro de una muerte instantánea y dolorosa. En palabras del psicólogo Robert Jay Lifton: «El hecho existencial central de la era nuclear es la vulnerabilidad».

Esta vulnerabilidad se ha hecho más evidente en los últimos años. En los últimos 16 meses, el mundo ha sido testigo de cómo funcionarios de los gobiernos de Rusia (Dmitri Medvédev) e Israel (Amihai Eliyahu) amenazaban con utilizar, o pedían que se utilizaran, armas nucleares contra los pueblos de Ucrania y Gaza, respectivamente. Los gobernantes de estos países ya han mostrado su disposición a matar a decenas de miles de civiles.

Los usos de las armas nucleares

Lo que ilustran estas recientes invocaciones a las amenazas nucleares es que las armas nucleares son más «útiles» a los agresores con armas nucleares para intimidar a quienes atacan y a todos los que podrían ayudarles. Todos los países que poseen armas nucleares tienen planes para utilizarlas en una u otra contingencia. Como señaló en una ocasión el historiador británico E. P. Thompson: «Nunca ha sido cierto que la guerra nuclear sea “impensable”. Se ha pensado y el pensamiento se ha puesto en práctica».

Como señaló en una ocasión el historiador británico E. P. Thompson: «Nunca ha sido cierto que la guerra nuclear sea “impensable”. Se ha pensado y el pensamiento se ha puesto en práctica».

Existen otros usos para las armas nucleares. En su libro The Doomsday Machine, Daniel Ellsberg, más conocido por compartir con los medios de comunicación el estudio secreto del Departamento de Defensa de Estados Unidos sobre la guerra de Vietnam -los Papeles del Pentágono-, documenta veinticinco casos en los que los presidentes de Estados Unidos han utilizado repetidamente sus armas nucleares para coaccionar a otros gobiernos a actuar de un modo que no deseaban. Esto, argumentaba Ellsberg, era también utilizar las armas nucleares de la misma manera «que se utiliza una pistola cuando se apunta a la cabeza de alguien... se apriete o no el gatillo».

A pesar de que los países intentan justificar sus armas nucleares alegando que tienen fines disuasorios, los beneficiarios de tales bienes no son las personas. Cuando el Tribunal Mundial deliberaba sobre la cuestión de la legalidad de las armas nucleares en la década de 1990, India -antes de declararse Estado poseedor de armas nucleares en 1998- describió la práctica de la disuasión nuclear como «aborrecible para los sentimientos humanos, ya que implica que un Estado, si se ve obligado a defender su propia existencia, actuará con despiadado desprecio por las consecuencias para su propia población y la del adversario».

Esta afirmación, además de exponer cómo veía India antaño la disuasión nuclear, también apunta a una realidad más profunda: No son las amenazas a la población de un país las que pueden dar lugar al uso de armas nucleares; son las amenazas al Estado. Y la declaración deja claro que los intereses del Estado no son los mismos que los de las personas; las personas pueden ser sacrificadas por el Estado.

Y la declaración deja claro que los intereses del Estado no son los mismos que los de las personas; las personas pueden ser sacrificadas por el Estado.

Las justificaciones de las armas nucleares invocan a menudo la idea de que son necesarias para la seguridad nacional. Este concepto mal definido permite a los gobernantes hacer pasar sus intereses por los intereses de los habitantes del país.

Las armas nucleares no sólo son contrarias a la seguridad, sino también a la democracia. Están profundamente implicadas en los procesos que perpetúan las desigualdades de poder, tanto entre los Estados como dentro de ellos. Las armas nucleares son intrínsecamente antidemocráticas, con capas de secretismo que rodean las actividades. Las decisiones -ya sea sobre el desarrollo de la capacidad de las armas nucleares, o sobre cuántas y qué tipos de armas nucleares desarrollar, o sobre cómo planificar su utilización, o sobre su uso real- nunca se toman en consulta con el público. Entidades como los laboratorios científicos y técnicos y los militares implicados en su desarrollo y despliegue se benefician de recursos financieros aparentemente ilimitados y de un poder político abrumador. Cualquier sociedad que desee ser abierta, liberal o progresista verá socavados esos valores -o más exactamente, aún más socavados- si adquiere armas nucleares.

Las armas nucleares y las dos libertades

Las armas nucleares, y todas las múltiples capas de violencia que subyacen a estos medios de destrucción masiva, son claramente contrarias a que las personas estén libres de miedo. La respuesta racional al hecho de que los países posean estos sofisticados medios de matar y mutilar es tener miedo.

Las armas nucleares, y todas las múltiples capas de violencia que subyacen a estos medios de destrucción masiva, son claramente contrarias a que las personas estén libres de miedo. La respuesta racional al hecho de que los países posean estos sofisticados medios de matar y mutilar es tener miedo.

Al mismo tiempo, la mera ausencia de miedo no se traducirá en una paz o seguridad reales. En 1945, cuando se estaban fundando las Naciones Unidas, el Secretario de Estado norteamericano, Edward R. Stettinius, escribió: «La batalla de la paz tiene que librarse en dos frentes. El primero es el frente de la seguridad, en el que la victoria significa liberarse del miedo. El segundo es el frente económico y social, en el que la victoria significa liberarse de la miseria. Sólo la victoria en ambos frentes puede asegurar al mundo una paz duradera».

Esta doble base de la paz se refleja en el concepto de seguridad humana, tal como se expone en el Informe sobre Desarrollo Humano de 1994, que aboga tanto por «liberarse del temor» como por «liberarse de la miseria». ¿Cómo afectan a esta última las armas nucleares y las muchas otras tecnologías utilizadas para llevar a cabo matanzas generalizadas?

En cualquier país o sociedad que invierta mucho en armamento, los individuos y las comunidades sufrirán necesariamente carencias de todo tipo. El hecho de que se gasten grandes cantidades de dinero en tales fines hace que sea menos probable que haya recursos para satisfacer las necesidades básicas de las personas para que puedan disfrutar de la «libertad frente a la necesidad».

Según la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares, los nueve Estados con armamento nuclear gastaron en 2023 un total combinado de más de 91.000 millones de dólares estadounidenses en armas nucleares. El gasto ha ido aumentando a lo largo de los años, con un incremento de más de 10.000 millones de dólares sólo en 2023. Sólo Estados Unidos gastó más de 51.000 millones de dólares. Se espera que el coste aumente en los próximos años y la Oficina Presupuestaria del Congreso estima que Estados Unidos gastará 756.000 millones de dólares en los próximos diez años (2023-2032).

Según la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares, los nueve Estados con armamento nuclear gastaron en 2023 un total combinado de más de 91.000 millones de dólares estadounidenses en armas nucleares. El gasto ha ido aumentando a lo largo de los años, con un incremento de más de 10.000 millones de dólares sólo en 2023. Sólo Estados Unidos gastó más de 51.000 millones de dólares.

Estas grandes cantidades de dinero se están utilizando para desarrollar las armas más destructivas, incluso cuando hay necesidades humanas acuciantes en todo el mundo. Por ejemplo, la estimación del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas del coste anual «para alimentar a todas las personas hambrientas del mundo y acabar con el hambre en el mundo para 2030» es de 40.000 millones de dólares estadounidenses, algo más de la mitad del gasto medio anual de 75.600 millones de dólares estadounidenses previsto para el arsenal nuclear estadounidense.

El gasto en arsenales nucleares no lo es todo. Las armas nucleares no se desarrollan ni se despliegan en el vacío. Los países que poseen armas nucleares, y los que quieren poseerlas, también tienen ejércitos hinchados. Aunque las armas nucleares sean las más destructivas de sus arsenales militares, los países que las poseen han utilizado con mucha más frecuencia otras armas para matar y mutilar a personas. Rusia e Israel, los dos países antes mencionados que mantienen guerras activas, han utilizado múltiples medios para masacrar a ucranianos y palestinos (por no mencionar a los libaneses), mientras que las armas nucleares sólo se han invocado verbalmente, al menos hasta ahora.

Sin embargo, las cantidades de dinero que se gastan en estas armas son obscenamente grandes. Según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI, por sus siglas en inglés), los gastos militares mundiales alcanzarán más de 2.443 billones de dólares estadounidenses en 2023, la cifra más alta jamás alcanzada desde que el instituto comenzó a registrar datos en la pasada década de 1980. Cuatro de los cinco países con mayores presupuestos militares, y seis de los diez países con mayores presupuestos, poseen armas nucleares. Los demás países de esa obscena lista están en alianzas militares o negociando una con Estados poseedores de armas nucleares.

Cuatro de los cinco países con mayores presupuestos militares, y seis de los diez países con mayores presupuestos, poseen armas nucleares. Los demás países de esa obscena lista están en alianzas militares o negociando una con Estados poseedores de armas nucleares.

Estas cifras sólo se centran en el equipamiento y las operaciones militares directas. Pero las guerras actuales implican mucho más. Aunque las bombas y los misiles son a menudo la causa próxima de la muerte y la destrucción, su uso está guiado por sofisticadas formas de tecnología de la información. Por ejemplo, programas de inteligencia artificial como Lavender y Where's Daddy y Habsora (El Evangelio) han sido utilizados por Israel para decidir qué personas y edificios de Gaza deben ser objeto de asesinatos. Y el Departamento de Defensa de Estados Unidos está gastando miles de millones (por ejemplo) en que las empresas apliquen la IA a otros aspectos de la guerra.

Lo que los países y las empresas privadas gastan en desarrollar tecnologías tan sofisticadas tampoco contribuye a que las personas vivan libres de miseria. Dado que la investigación y el desarrollo de estas tecnologías trascienden las líneas gubernamentales y corporativas, y dado que las empresas y los gobiernos se basan en afirmaciones sobre las aplicaciones civiles de estas tecnologías, no existen estimaciones fiables sobre cuánto se gasta en estos esfuerzos. Pero no cabe duda de que este tipo de gasto genera enormes costes de oportunidad.

Las armas como reflejo de las prioridades

A pesar de estas comparaciones monetarias, el problema del gasto militar no puede ni debe reducirse a una cuestión de «armas contra mantequilla», como ha subrayado el activista del desarme Andrew Lichterman. Reflejan fuerzas sociales y políticas mucho más profundas, que también están en la base del ascenso al poder de los nacionalistas autoritarios en muchos países del mundo.

Las conexiones entre los gobiernos que desarrollan los medios para matar a un gran número de personas y el agotamiento de los recursos para el desarrollo humano sigue siendo un tema que debe explorarse más a fondo. La académica paquistaní Sadia Tasleem ha afirmado que es responsabilidad de los intelectuales «investigar y sacar a la luz la miríada de formas en que las políticas nucleares están conectadas con diversos aspectos de la vida social y política y descubrir las dinámicas que perpetúan las graves desigualdades de poder y riqueza ya existentes que socavan la seguridad humana a múltiples niveles». Incluso entre los interesados en el desarme, el esfuerzo intelectual invertido en descubrir estas conexiones, especialmente en el nivel más profundo de las fuerzas sociales y políticas subyacentes, ha seguido siendo mucho más exiguo que el esfuerzo intelectual invertido en documentar los efectos destructivos reales o hipotéticos de las armas.

Incluso entre los interesados en el desarme, el esfuerzo intelectual invertido en descubrir estas conexiones, especialmente en el nivel más profundo de las fuerzas sociales y políticas subyacentes, ha seguido siendo mucho más exiguo que el esfuerzo intelectual invertido en documentar los efectos destructivos reales o hipotéticos de las armas.

En última instancia, las armas nucleares y el desarrollo de otros medios de destrucción de personas es una cuestión de justicia y seguridad humana, y un reflejo de las prioridades de los gobiernos y de las poderosas instituciones que controlan las decisiones sobre el gasto. Estas prioridades equivocadas son las que Martin Luther King advirtió en su discurso de 1967 Más allá de Vietnam: «Cuando las máquinas y los ordenadores, el afán de lucro y los derechos de propiedad se consideran más importantes que las personas, los gigantescos trillizos del racismo, el materialismo y el militarismo son incapaces de ser vencidos». Esos trillizos gigantes aún no han sido conquistados, porque el capital, el beneficio y la propiedad siguen siendo más valorados que las personas por los gobiernos, que dan prioridad a la seguridad del Estado por encima de la seguridad de los individuos y las comunidades.

Averiguar cómo reajustar las prioridades es una cuestión fundamental para nuestro tiempo, en el que nos enfrentamos a enormes desigualdades sociales y a múltiples crisis ecológicas en cascada. Por no hablar de la posibilidad de que se utilicen los grandes arsenales nucleares, cada vez más grandes y destructivos.

Traducción de Raúl Sánchez Saura. 

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