Policía
Así impone el relato policial el alcalde de Bilbao: alarma, falsedades y medias verdades

Aburto ha tergiversado el relato de la seguridad de la ciudad contra la evidencia, los datos y los expertos. Analizamos el discurso securitario alrededor de Aste Nagusia y nos preguntamos: ¿Es posible desmontar el aparato policial?
Aburto Gogorregi
Aburto, alcalde de Bilbao, rodeado del presidente de EBB, Ortuzar, la actual presidenta del BBB, Itxaso Atutxa, y el que era Diputado General, Unai Rementeria. Foto de archivo del PNV de 2017 durante la Aste Nagusia en su txosna, donde acostumbran a hacer un 'turno'. Fuente: EAJ-PNV en Flickr.
en nombre del colectivo antimilitarista Gasteizkoak
8 sep 2023 06:18

Abordar la llamada cuestión policial a menudo suele hacerse acometiendo procelosos debates entre quienes defienden la necesidad de una mayor presencia policial en nuestras calles, quienes promulgan una inaplazable reforma de los modelos policiales en vigor o quienes sencillamente abogan por la abolición policial. Esos grandes debates son, sin duda, necesarios, pero no deberían despistar nuestra mirada de aquellos que, sin grandes debates ni argumentos, desde sus instancias de poder público, en nuestro día a día, tratan de imponernos una serie de falsas verdades incuestionables sobre la necesidad y conveniencia de la presencia y contundencia policial como única forma de hacer frente a la delincuencia y, se supone, con ello garantizar nuestra seguridad. Dejarlas pasar sin rebatirlas es facilitar que se instalen en el imaginario colectivo como irrefutables. Y con demasiada frecuencia caemos en ese error. 

Veámoslo con un solo ejemplo, el que nos ha puesto en bandeja el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, en el marco de la pasada Aste Nagusia. Y planteémonos posteriormente si no es más posible de lo que pensamos abordar los conflictos sin recurrir a la policía.

Las ‘falsas verdades’ de Aburto sobre seguridad y policía en las txosnas

En unas declaraciones públicas, el alcalde de Bilbao declaraba que representantes de las konpartsak, antes de Aste Nagusia, había tenido “una reunión con la Policía Municipal” donde “pidieron menos policías”: “Parece que no les gusta. Pero la ciudadanía nos pide más policía, y yo no voy a atender a las comparsas, voy a atender a la ciudadanía. Yo soy el responsable de seguridad, y de seguridad no voy a hablar con las comparsas. La ciudadanía lo demanda cada día más”. No sabemos a qué llama Aburto “ciudadanía”, de la que parece dejar fuera a las comparsas, pero, antes de ninguna otra consideración, dejemos claro que la actitud de Aburto, además de prepotente, nos parece francamente falta de educación: te reúnes con las personas representantes del colectivo de las comparsas, que son quienes pusieron en marcha e impulsaron y organizan en auzolan –trabajo colectivo por la comunidad, no retribuido materialmente– el corazón de las fiestas populares bilbaínas, y que acumulan 45 años de experiencia organizativa en esa tarea, y les dices que te importa un comino lo que opinen sobre la seguridad de las fiestas, y que se va a hacer lo que tú digas. Lo dicho, de muy mala educación.

Son necesarios los debates sobre la cuestión policial, pero no deben despistar nuestra mirada de aquellos que imponen falsas verdades incuestionables sobre la necesidad de la presencia y contundencia policial como única forma de seguridad

Pero Aburto sabe más cosas al respecto sobre la cuestión, información que se calla o distorsiona, a su gusto, porque en esta ocasión le conviene. Para empezar, que Bilbao no es para nada una ciudad insegura, ni siquiera midiendo la seguridad de la misma con parámetros policiales y delincuenciales (con los que no estamos de acuerdo). La web del Gobierno Vasco recogía en marzo de 2022 que, según el análisis de los delitos estratégicos conjunto efectuado por Ertzaintza y Policía Municipal de Bilbao, “Bilbao se afianza en 2021 como una de las tres ciudades más seguras del Estado –por sí sola y en sus diferentes ámbitos poblacionales de referencia–; siendo la más segura si excluimos los hurtos y nos fijamos en los delitos más graves y que mayor alarma social generan”. Es más, según recoge recientemente la asociación Bizkaia Talent –Impulsada por el Departamento de Promoción Económica de la Diputación Foral de Bizkaia–, “Bilbao es la cuarta ciudad más segura del planeta según World’s Best Cities 2023, ranking de los 100 mejores destinos urbanos del mundo para vivir, trabajar, invertir y visitar”. Aburto todo esto lo sabe. Más aún, ha hecho gala de ello cuando le ha convenido, como cuando a finales de 2019 afirmaba que los datos “avalan a Bilbao como la ciudad más segura del Estado”.

Aburto sabe cosas que calla o distorsiona. Bilbao no es para nada una ciudad insegura, ni siquiera midiendo la seguridad de la misma con parámetros policiales y delincuenciales.

Ante esta llamativa contradicción entre lo que se dice que opina la ciudadanía, y lo que reflejan los datos, cualquier responsable político debería centrar sus esfuerzos en una tarea pedagógica: primero, para conocer las razones de esa contradicción y, segundo, para acabar con ella. Una forma idónea para que desaparezca la infundada sensación de inseguridad. Si Aburto hubiera actuado responsablemente, habría podido comprobar que según las investigaciones de académicas expertas en la cuestión (como en este caso la catedrática de Derecho Penal Caty Vidales Rodríguez), hay “un alto grado de consenso en señalar la importante influencia ejercida por los medios de comunicación en la génesis de la sensación de intranquilidad. En efecto, el constante relato –en ocasiones, sesgado, parcial y distorsionado– de hechos constitutivos de delito contribuye de manera decisiva a la creencia de que la inseguridad es mayor ahora que cuando la información sobre los mismos no gozaba del innegable protagonismo que ostenta en la actualidad”.

Ese proceder irresponsable de no pocos cargos institucionales lleva a lo que la propia experta considera aún más preocupante: “Provoca la demanda social de mayor seguridad que, a veces, se ve plasmada en la toma de decisiones político-criminales desacertadas o, cuanto menos, cuestionables”. Por ello, asegura que “la clave no está en incrementar la presencia policial”. Pero el alcalde de Bilbao, como vamos a ver, ha apostado justo por todo lo contrario.

El alcalde de Bilbao apuesta por lo contrario a lo que recomiendan las expertas como Vidales Rodríguez: influencia de los medios para generar intranquilidad, constante relato de inseguridad y provocar demanda social que lleva a desacertadas decisiones político-criminales.

Aburto alcanzó la alcaldía de Bilbao por primera vez en 2015, y a pesar de que él mismo reconoce que es una ciudad segura, desde 2016 hasta 2023 ha incrementado ni más ni menos que en un 25,39% el número de policías locales. Ese incremento ha sido aún más notable en la Aste Nagusia, ya que en ese mismo periodo está cerca de triplicarse la presencia de policías locales, pasando de 300 policías a cerca de 800. ¡Como para no entender que las comparsas reclamen menor presencia policial!

Esa presencia policial se incrementó especialmente en el año 2019, con un 90% más de policías que en 2017 y un 20% más que en 2018, pero, curiosamente, y dejando una vez más claro que el aumento de la presencia policial no equivale a la reducción delictiva, en 2019 se contabilizaron un 25,2% más de delitos que en 2017 y un 28,3% más que en 2018. Visto el comportamiento de la policía local bilbaina, es como para plantearse la duda de si su mayor presencia en las fiestas es el motivo del aumento de los delitos.

Desde 2016 hasta 2023 ha incrementado un 25,39% el número de policías locales. De 2017 a 2019 aumentaron un 25,2% los delitos. Visto el comportamiento de la policía local bilbaina, es como para plantearse si su mayor presencia en las fiestas es el motivo del aumento de los delitos.

En cualquier caso, Aburto ha aparecido contento en su valoración sobre la seguridad de la Aste Nagusia 2023, porque “el número de detenciones está siendo muy importante”; “Son más que nunca, ese es el dato, en torno a un 30% más que el año anterior”; y “en algunos momentos los calabozos han estado llenos”. Sucede que este más que llamativo incremento de las detenciones se da en un año, 2023, donde el número de denuncias por delitos cometidos ha descendido un 17%. Y ello nos lleva a una nueva duda razonable: ¿Se estará deteniendo a más personas inocentes, recurriendo para ello a los sesgos de raza o procedencia? La pregunta no es aviesa, pues hay circunstancias que la sugieren.

Las consecuencias sobre la población que omite Aburto

Por un lado, porque el uso de los denominados perfiles raciales es un problema endémico, tal y como concluyó el Grupo de Trabajo de Expertos sobre los Afrodescendientes tras su visita a España en 2018. Ese mismo año, la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI) fue contundente al afirmar que “la discriminación racial por parte de las fuerzas del orden es un problema continuo”. De ello también quedó constancia reciente el pasado junio, al conocerse queun responsable de un cuerpo policial en Irún recompensaba por mayor número de personas migrantes detenidas. La policía local bilbaína no parece escapar a él, ya que las propias comparsas han denunciado este año la violencia policial contra los denominados manteros y SOS Racismo Bizkaia ha denunciado en numerosas ocasiones la violencia policial racista de la policía municipal, hasta el punto de tener que enviar una carta pública a Aburto el pasado julio, firmada junto con otras 8 organizaciones, para exigir el cese de la concejala de seguridad y el fin de los abusos policiales racistas.

Human Rights Watch denuncia que la masiva utilización de facultades policiales se justifica en la necesidad de “hacer estadísticas” para demostrar “eficacia policial” para “poder vender la noticia”. El discurso de Aburto es precisamente ese: más detenciones, según él, más eficacia.

Pero, por otro, porque Aburto se destaca por ser de quienes unen la eficacia policial al número de detenciones (declaraba en el transcurso de las pasadas fiestas que “la eficacia policial está subiendo mucho, y eso provoca que se estén produciendo más detenciones que nunca”). Sin embargo, son ya innumerables los estudios y personas expertas los que advierten de este grave hecho, como, por ejemplo, Human Rights Watch (HRW) cuando señala: “La masiva utilización de las facultades policiales de detener, por ejemplo, sólo puede justificarse en la necesidad de “hacer estadísticas” que demuestren la eficacia policial con el único argumento de la cantidad, y en la autoritaria práctica de detener para investigar en vez de investigar para detener. Paralelamente, la fabricación de delitos con la finalidad de poder venderle una noticia a la prensa que mejore la imagen de la comisaría interviniente”. En un entorno más cercano, la propia Caty Vidales (que también es directora del Centro de Estudios sobre Prevención y Seguridad de la Universidad Jaume I), incide igualmente en que “en cuanto a la rendición de cuentas se refiere, no puede desconocerse que supone un importante escollo el hecho de que la productividad y, por tanto, el reconocimiento a la labor policial se mida por resultados y no por la puesta en práctica de medidas preventivas eficaces o la prestación de un esmerado servicio”.

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Pero no es solo la población racializada la que sufre las consecuencias de los perfiles delincuenciales, tanto en las identificaciones como en las detenciones, también las padecen “los hombres jóvenes, y las personas que pertenecen a minorías étnicas o religiosas”, como recoge el doctor en Derecho y profesor de Criminología José María López-Riba en su investigación El análisis cuantitativo de las identificaciones y las detenciones policiales en España: Datos disponibles, limitaciones e implicaciones. Además, se queja amargamente de la falta de datos, especialmente en algunos casos: “La limitación más importante al respecto es la falta de datos de las policías locales en general y de cuerpos autonómicos como la Ertzaintza o el Cuerpo General de Policía Canaria”. A lo que añade otra importante cuestión que se nos oculta, pues en los datos oficiales “no aparece el tipo de detención que se ha realizado (preventiva o procesal) ni se ofrece el número de personas detenidas a las que finalmente se ha condenado por delito”. Algo fundamental, porque igual las numerosas detenciones de la policía de Aburto en la Aste Nagusia no han servido para detener delincuentes, sino para engrosar las cifras de Aburto… y amargar las fiestas a las personas detenidas inocentes.

Expertos denuncian la ocultación del tipo de detención (preventiva o procesal) a la hora de estudiar los datos. Las numerosas detenciones de la policía de Aburto en Aste Nagusia pueden no haber servido para detener delincuentes, sino para engrosar las cifras.

Todo ello, lógicamente, lleva a que una parte no desdeñable de la población sufra inseguridad cuando contempla los grandes despliegues policiales en fiestas, y escucha a responsables institucionales anunciar cómo van a aumentar las detenciones, para justificar su decidida apuesta contra una inseguridad ciudadana previamente azuzada por las personas responsables de la seguridad y sus cuerpos policiales. Pero, además de ello, y como recoge Caty Vidales de otra investigación de Rico y Salas (Inseguridad ciudadana y delito, 1988), para el resto de la población “un incremento de la represión no suprimirá o reducirá inevitablemente el sentimiento de temor de la población ante la criminalidad; antes bien, puede aumentarlo en la medida en que los ciudadanos piensen que a mayor número de actividades represivas debe corresponder una realidad criminal más seria”. A lo que un conocido experto en la materia, David H. Bayley, añade que “pese a los numerosos análisis, no se ha conseguido encontrar una conexión entre el número de agentes de policía y el índice de delincuencia. Además, se ha demostrado que las principales estrategias de la policía moderna tienen poca –o ninguna– repercusión sobre la delincuencia”. Y es que una de las principales claves está en lo que otro experto en cuestiones policiales, Diego Torrente Robles, señalaba ya hace años: “La meta de acabar con, o siquiera reducir significativamente, la delincuencia escapa a las posibilidades reales de la Policía. Controlar los factores que la producen es algo que está fuera de su alcance”.

“La meta de acabar con, o siquiera reducir significativamente, la delincuencia escapa a las posibilidades reales de la Policía. Controlar los factores que la producen es algo que está fuera de su alcance”, exponía Torrente Robles hace años.

Una de las cuestiones claves para abordar los factores que obligan a la delincuencia para sobrevivir reside en la cada día mayor brecha entre quienes acumulan riqueza económica y quienes no tienen acceso a ingresos que posibiliten una vida digna, ya que según un propio informe municipal[9] “La proporción de personas en Bilbao en situación de pobreza real asciende al 10,1%, con una progresión de incremento continuado desde 2008”. Entre las diversas formas de hacer frente a esta cuestión de calado estaría la de la mayor dotación presupuestaria municipal a la denominada Acción Social. Sin embargo, el presupuesto municipal de 2023 para Acción Social (57.331.600 euros) es un 37,1% inferior al de Seguridad Ciudadana (91.127.000), y desde la llegada de Aburto a la alcaldía, mientras el presupuesto de Seguridad Ciudadana se ha incrementado en casi 22 millones de euros, el de Acción Social lo ha hecho solo en menos de 14 millones. Eso sí, el sueldo básico de un policía local bilbaíno en 2020 (a lo que hay que añadir complementos como productividad, horas extras, turnos…), era de 41.000 euros, mientras el salario mínimo interprofesional en ese mismo año era de 13.300.

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Probablemente si en lugar de ampliar la plantilla de policías locales se aumentara la de quienes persiguen el fraude fiscal o los llamados delitos de cuello blanco, Aburto podría contar con más recursos para paliar el empobrecimiento de la población bilbaína y, sin duda, reduciría el número de quienes se deben buscar la vida para sobrevivir. Esta tampoco es una idea radical, ya que incluso un inspector de la policía local de Fuenlabrada, David Martín, afirma que “el modelo gira alrededor de la persecución del delito, traducido en patrullaje preventivo e intimidatorio; una premisa equivocada de base” dejando constancia que “el grueso penal es contra el patrimonio (no profundizamos para ver dónde está el problema social”. A lo que añade que “contratar profesionales de estos ámbitos supondría una inversión enorme. Y los que hay, no los tenemos disponibles las 24 horas del día. Por contra, ¿quién está las 24 horas? La policía”.

Algo que tendría en cuenta Aburto, si realmente quisiera entender y resolver los problemas de fondo acerca de la verdadera seguridad. Y para conseguir eso, en la mayoría de las ocasiones, la policía no es una ventaja, sino un grave obstáculo.

¿Mejor sin policía? Ejemplos alrededor del mundo

Hasta ahora hemos rehuido dar nuestra opinión, utilizando a lo largo del texto voces de personas expertas que, por su perfil académico e ideológico, no causaran rechazo visceral a Juan Mari Aburto, sujeto a crítica, y a través de esas lecturas comprendiera que su enfoque policial sobre la seguridad en Aste Nagusia no solo no sirve para resolver los problemas, sino que más bien los agudiza. Para el resto, concluyamos este análisis apuntando brevemente algunas líneas de intervención y materiales que, a nuestro entender, ayudan a abrir camino por la senda de que seamos las poblaciones las que asumamos la garantía de nuestra propia (y verdadera) seguridad, que es una forma muy práctica de comenzar a abolir las policías, si este fuera nuestro cometido. Algo que, lógicamente, aterra y enerva a los cuerpos policiales mismos y sus sindicatos y defensores.

Muestra de ello la tuvimos el año pasado, también en el contexto de la Aste Nagusia bilbaína, cuando las comparsas plantearon un protocolo propio para atender a las víctimas de agresiones sexuales. En ese momento, el sindicato ErNE montó en cólera tildando como “sinsentido’ que fuesen (y sean) las txosnas, comparsas o comisiones de fiestas “las que se arroguen la labor de acompañamiento y asistencia a víctimas de delitos”. Su secretario general afirmaba indignado que “es una facultad que emana de los juzgados hacia los policías”, a lo que aún añadía dos perlas más: “Nosotros tenemos que estar en todos los sitios, porque ya solo faltaba volver a los tiempos de decir que la policía provoca”, agregando que los promotores de estos protocolos “lo que no quieren es que haya policía y campar sus anchas por el recinto festivo, con sus propias reglas y sus propias normas”. Efectivamente, ahí puede estar la cuestión. ¿Y si, aún a sabiendas de que la policía es una piedra angular del sistema capitalista –o precisamente por ello– quienes aspiramos a transformar la sociedad nos planteáramos acabar con el aparato policial y, como hacemos en otros casos, no esperar al día D de una revolución clásica, y comenzáramos a desmontarla simplemente no haciendo uso de ella? Puede parecer utópico, pero ya contamos con experiencias que indican que esa posibilidad es más real de lo que en un principio pudiéramos imaginar.

¿Y si, aún a sabiendas de que la policía es una piedra angular del sistema capitalista –o precisamente por ello– quienes aspiramos a transformar la sociedad nos planteáramos acabar con el aparato policial sin esperar a una revolución clásica, y comenzáramos a desmontarla simplemente no haciendo uso de ella?

Porque planteamientos abolicionistas teóricos ha habido siempre, desde el inicio del propio aparato policial, pero quizá se trata de ir recopilando experiencias concretas en las que quede de manifiesto cómo es posible vivir sin policía. En los últimos tiempos se están dando esperanzadores pasos en este sentido, y para acabar este texto quisiéramos ofrecer algunas pistas para quienes quieran profundizar en esa idea:

Para empezar, en los últimos tiempos son varios los textos publicados en castellano que ponen en cuestión la policía. Valgan como ejemplo, El final del control policial; La policia. Una análisis crítico; Maderos, chusma y orden social; Gasear, mutilar, someter. La policía de las armas no letales, o Qué hace la policía y cómo vivir sin ella. Pero hemos dicho que se trata de recopilar experiencias, y para ello pueden servir un puñado de experiencias en México, entre las que destacaríamos las rondas de Cherán; la Justicia comunitaria zapatista; la experiencia urbana de Acapatzingo en ciudad de México; la Policía Comunitaria en la Costa-Montaña de Guerrero, o el Consejo Indígena Popular de Oaxaca “Ricardo Flores Magón”. Pero también existen importantes experiencias en otras zonas de América Latina, como Las rondas campesinas en el norte de Perú, o La Guardia Indígena de los pueblos del Cauca (Colombia). En algunos casos han dado pie a publicaciones que recogen varias de esas experiencias, como es el caso de Seguridad contra la pared; Los pueblos en defensa de la vida y el territorio; o Autodefensas y policías comunitarias. En los Estados Unidos también se han impulsado iniciativas como las luchas del movimiento Black Lives Matter; o se cuenta con experiencias como la de los Sioux en la reserva indígena de Standing Rock.

Experiencias sin policías son las rondas de Cherán; la Justicia comunitaria zapatista; las rondas campesinas en el norte de Perú; o La Guardia Indígena de los pueblos del Cauca

Acercándonos geográficamente a nuestra zona, es interesante conocer lo que nos cuenta el texto Cómo abolir la policía: Lecciones de Rojava, así como las experiencias de los comités de calle en Sudáfrica, surgidos en los años ochenta, y los comités de defensa ciudadana organizados por el Ejército Republicano Irlandés (IRA) en Irlanda del Norte en los años setenta (estas dos últimas detalladas en el libro ya comentado Qué hace la policía y cómo vivir sin ella).

Por lo que se refiere al contexto del Estado español, además de las reseñas o entrevistas a las personas autoras de los libros ya comentados, no son pocos los artículos interesantes aparecidos en los últimos tiempos. Valga los siguientes ejemplos: La policía es irrelevante para la seguridad ciudadana; Violencia policial;  ‘Defund the Police’: el final de la policía en EE UU y el principio de una seguridad pública radical;  ¿Reforma o decrecimiento policial? Los ecos del ‘Defund the Police’; Soñando y pensando un mundo sin policía;  La policía en el punto de mira; o ¿Es posible un mundo sin policía?

Señalemos también que la autora del último artículo, Pastora Filigrana, ha escrito un libro, El pueblo gitano contra el sistema-mundo, donde describe formas comunitarias de resolución de conflictos basadas en la confianza en personas referentes por edad, comportamiento o valores. Y contamos igualmente con experiencias como la de AAMAS (Assemblea d’Afectades pel Masclisme i el Patriarcat), de protección y acompañamiento frente a violencias machistas, y «A l’aguait», de explotación de otras formas de pensar y hacer la seguridad, en Manresa.

Además de todo ello, en octubre pasado, impartido desde el eje formativo de la Fundación de los Comunes, se inició un curso titulado “Policía vs. Política. De la policialización de lo social a unas políticas de confianza”, que se desarrolló en 6 sesiones: 1) Metropolice: Seguridad y policía en la ciudad neoliberal; 2) Escuela y servicios sociales: cuando el panóptico se extiende a lo social; 3) Barrio: Políticas sociales vs politicas de confianza; 4) Los malotes: Construcción y reconstrucción de un enemigo público; 5) ¿De quién es la calle? Policía, violencias y exclusiones, y 6) Abolir la policía: Desfinanciación y alternativas despolicializadas para afrontar los conflictos. Esas sesiones fueron acompañadas de algunos videos y conferencias introductorias

Pero, lo mejor de todo ello es que, fruto de los debates y encuentros de ese curso, surgió una maravillosa iniciativa que han denominado Sin Poli y que “pretende ser una forma de explorar y demostrar que, en muchas situaciones, quienes mejor podemos gestionar buena parte de los conflictos y violencias que padecemos y generamos, somos nosotr*s mism*s. Nuestro principal objetivo y deseo político sería, por lo tanto, visibilizar que eso del ‘me cuidan mis amigas y no la policía’ se traduce en la vida cotidiana muchas más veces de las que conocemos y pensamos”. Para ello, pretenden recopilar las experiencias en las que, ante diversos tipos de conflicto, las personas, colectivos o comunidades reaccionamos espontáneamente o decidimos actuar en su resolución sin recurrir a la policía. No encontramos mejor forma de terminar este texto que con la invitación que se nos hace llegar desde Sin Poli: Si tú también piensas que somos más capaces de lo que creemos de hacernos cargo de los conflictos sin recurrir a la policía, te invitamos a que nos ayudes a difundir este mensaje.

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