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Gordofobia
Magdalena Piñeyro: “Creo en el poder de lo colectivo para sanar la vida gorda”
La activista y escritora acaba de publicar 10 gritos contra la gordofobia. Grita porque, dice, ya está cansada de responder con argumentos a los mismos juicios sobre las personas gordas.
El cambio horario entre Madrid y Canarias, o quizá la abstenia veraniega, nos lleva a dos desencuentros: en el primero, me olvido de llamarla el día acordado. El segundo, la llamo media hora tarde y ya ha vuelto a su puesto de trabajo. Al final nos salvan la entrevista catorce audios de WhatsApp en los que Magdalena Piñeyro contesta a mis preguntas con humor y paciencia. Piñeyro acaba de publicar 10 gritos contra la gordofobia (Vergara, 2019) y cuenta que grita porque está harta de argumentar. Porque, dice, ya está cansada de responder con argumentos a los mismos juicios sobres las personas.
Feminismo y antirracismo son algunos de los ingredientes de su libro, que no es el primero: le precede Stop Gordofobia y las panzas subversas. Tiene experiencia en dar charlas y talleres, es cofundadora de la página de Facebook Stop Gordofobia y [atención, spoiler] su historia empieza escondiendo su cuerpo y acaba bailando cabaret medio desnuda. Hay que escuchar a esta uruguaya en Canarias, o canaria de origen uruguayo, para no seguir siendo como nos han enseñado: prejuiciosas incapaces de guardar para siempre en un armario las actitudes gordófobas. Por favor, leed a Piñeyro antes de ir este verano a la playa.
Acabas de publicar 10 gritos contra la gordofobia, ¿a quién gritas?
Desde hace cuatro o cinco años vengo trabajando el tema de la gordofobia de diversas formas y es agotador estar siempre argumentando y dando explicaciones. Se repite la sensación de que tenemos que pedir por favor que dejen de discriminarnos. Un día, en una charla, una persona me hizo por enésima vez la pregunta de la salud y me dieron ganas de gritar. Entonces me salió esto del grito. Cuando una está cansada de argumentar, de usar los buenos modos, te sale el grito desde la rabia, desde el sentir que no te escuchan.
He apuntado esta escena de tu libro: “Estaba de vacaciones con mi familia en un complejo de piscinas. Hacía un calor infernal, pero decidí no meterme al agua ni quitarme la ropa. No quería quedarme en bañador[...]. [Mi madre no supo] hasta unos 20 años después que mi decisión escondía mi reciente descubrimiento de que yo era gorda”. Vuelve a esta escena. ¿Qué sentías? ¿Qué pensabas?
Estaba sentada en un banco a la sombra al lado de las piscinas. Mi madre me insistía en que me quitara la camiseta y el pantalón corto que llevaba puesto, y yo decía que no y que no. Tenía 7 u 8 años y pensaba que todo el mundo me iba mirar, que tenía un cuerpo espantoso y lo tenía que tapar. Había interiorizado la gordofobia y sentía mucha vergüenza. Pensaba que iba a ser la fea del lugar y que todo le mundo me iba a mirar. Me sentía un monstruo y no quería que nadie me mirara semidesnuda. Esto lo sentí durante mucho tiempo en mi vida: que no tenía un cuerpo digno de mostrar en una piscina o una playa. Me negaba a hacerlo.
¿Cuándo descubriste que eras gorda?
No hay un momento concreto en mi vida. Fue un cúmulo de hechos y de comentarios sobre mi cuerpo que tuvieron ese efecto: no me quiero mostrar porque mi cuerpo no es digno de ello. Recuerdo desde mi infancia comentarios de amigos y familiares. Tenía una hermana delgada y me decían que tenía que ser como ella. O ciertos momentos en los que alguien te dice que no puedes usar determinadas prendas, como tops que enseñan la barriga. O comentarios en clase de amigos que te dicen desde muy peque cosas como “si fueras flaca te diría que fueras mi novia”. Y siempre he tenido que escuchar comentarios sobre lo grande que es mi cuerpo. Lo grande y lo gorda se me fue fusionando, y esos comentarios construyeron una identidad gorda. ¡Una vez no me subí a un caballo porque creía que lo iba a aplastar! Luego en el cole me empezaron a insultar como gorda y eso marca un antes y un después.
Creo que esto nos pasa un poco a todas las personas gordas: no queremos salir en la foto, intentamos salir escondidas, al fondo
¿Estar gorda es tener que estar escondida?
Sí, absolutamente. Intentaba no ir a la playa, sobre todo no ir con mis amigas porque sentía que iba a afear una posible foto. Y una vez se lo dije y se rieron de mí, pero es que yo de adolescente sentía eso, que todas mis amigas eran delgadas y estaban buenísimas y yo iba a afear la foto de un grupo de mujeres en la playa. Me costó ir a la playa con amigas, pero fui tomando valor para hacerlo y entonces era la última en meterse al agua y a la que más le costaba sacarse la ropa, por esa sensación de que el cuerpo mío no puede ser visto. Creo que esto nos pasa un poco a todas las personas gordas: no queremos salir en la foto, intentamos salir escondidas, al fondo. Y el tema de la ropa, de llevar siempre ropa ancha... Hay una tendencia a esconderlo porque es lo que nos ha dicho la sociedad gordófoba. Es raro ver un cuerpo gordo mostrado como algo bonito, salvo que lo hagamos las propias gordas que estamos en proyectos de este tipo, pero en lo mainstream está el pensamiento gordófobo de que el cuerpo tiene que esconderse.
Un ejemplo: yo soy vegana y en los movimientos antiespecistas las compañeras gordas suelen tener un papel secundario, escondido. No vas a ver un gordo o gorda vegana tomando el micrófono. Dentro de la lucha vegana hay un sector amplio que habla del veganismo como vida sana. Y las veganas que no bajamos de peso por ser veganas no somos un buen ejemplo de vegano para la lucha antiespecista. Tampoco estamos en acciones feministas en las que se muestra el cuerpo, porque se considera que no es un espacio para nosotras. Nadie profundiza en por qué no estamos en esos espacios. Desde mi perspectiva todo es gordofobia. Nuestro cuerpo se considera algo inmoral, insalubre, feo, asqueroso.
En el libro hablas de la idea de “cuerpo tránsito”. Explícala en un párrafo que quepa en una respuesta de entrevista.
El concepto de cuerpo tránsito salió hablando con Lara Gil y Laura Fernández, de Cuerpos Empoderados, un colectivo gordo de Madrid. Salió en un debate político público sobre gordofobia que hicimos en Gasteiz, en 2016. Hablábamos de cómo nos convencen de que nuestros cuerpos nunca están bien como están, por lo que habitamos un cuerpo en permanente tránsito en la medida en que no es la mejor versión de nosotras, y debe ser corregido a base de dietas o cualquier otro método aunque arriesgues tu salud y tu vida. Esto hace que vivamos continuamente la posibilidad de ser otras personas o habitar otros cuerpos y no vivir ni disfrutar el cuerpo que tenemos. Y se refleja en el constante sueño de ser otras y no amar el cuerpo que tenemos. Y se refleja en esto que hacemos las gordas de pensar “cuando sea flaca voy a hacer esto o lo otro”.
Por ejemplo: yo quería raparme la cabeza y decía que lo iba a hacer cuando estuviera flaca. O no depilarme, ¡cómo no me voy a depilar siendo gorda! O ponerme una minifalda, o viajar, hacer teatro… El tránsito es pausar la vida esperando la siguiente parada, que es la delgadez, que es el éxito.
Hay un tabú y, cuando las gordas entramos al mercado del deseo, entramos como fetiche, porque no es normativo que guste un cuerpo gordo
Dices en un momento del libro que “nadie nos invitó a entrar en el juego del deseo”. ¿Las gordas follan?
Cuando digo que no nos invitaron a jugar al juego del deseo me refiero sobre todo a la parte estructural. Hay un sistema del deseo en el que juegan los cuerpos de éxito, delgados, atléticos, y nosotras quedamos fuera de ese juego. Luego, a nivel particular, hay gordas que follan, gordas que no, unas que se casan y tienen hijos, otras poliamorosas, hay de todo pero es verdad que hay particularidades. Por ejemplo, muchas pibas follan pero el tipo no hace esto de presentarte a sus amigos y a su familia. Muchas veces somos escondidas. A la página de Facebook nos escribió un tipo diciendo que le gustaban las gordas y no sabía cómo decírselo a sus amigos. Hay un tabú y, cuando las gordas entramos al mercado del deseo, entramos como fetiche, porque no es normativo que guste un cuerpo gordo.
Nos cuesta, no somos de ligar en discotecas, no es fácil entrar en el mercado del deseo, ni siquiera en espacios feministas, te diría. Te atribuyen cualidades que hacen que no seamos cuerpos deseados. Ahora, también es una realidad que algunas nos metemos por las grietas del sistema.
¿Cómo te suenan los conceptos curvy o body positive?
Yo estoy muy peleada con estos términos pero quiero ser justa, coherente, realista y ver el lado positivo y negativo. Curvy y gordibuena creo que tienen algo positivo, son activismos que se dedican a mostrar otras posibilidades de cuerpos. Hacer frente al discurso del odio con un discurso de amor como el del body positive me parece importante, pero creo que es un elemento entre muchos de los que necesitamos para luchar contra la gordobofia. Porque yo, mirándome al espejo y diciéndome me quiero, no voy a volver a quererme. Hay todo un sistema de odio que no vamos a combatir solo con un discurso, necesita mucho más.
Me gusta que en las pasarelas hay otro tipo de cuerpos pero mi pelea con el tema 'curvy' es que pasa por que están ofreciendo un modelo alternativo a la delgadez que no deja de ser restrictivo
El tema curvy me choca, me gusta que en las pasarelas hay otro tipo de cuerpos, pero mi pelea con el tema curvy es que pasa por que están ofreciendo un modelo alternativo a la delgadez que no deja de ser restrictivo y tener un montón de límites. Es una gordura proporcionada, blanca, joven, de personas que tienen poder adquisitivo para comprarse ropa bonita. Esto deja fuera a un montón de gente y amplía la norma en lugar de romperla. Y ahí es donde me choca porque yo no abogo porque haya una nueva norma gorda de la que quedemos excluidas un montón de gordas, sino que la idea es soñar con un mundo en el que quepan todos los mundos, como el lema zapatista: quiero un mundo en el que quepan todos los cuerpos.
¿Hay un boom de lo curvy?
No sé si hay un boom pero sí hay mucho activismo de la diversidad corporal en un amplio sentido. La peña LGBT está a tope, estamos las gordas a tope, la gente de la diversidad funcional, el antirracismo... Entonces tengo la sensación de que estamos un montón de colectivos a los que siempre se nos consideró minorías, aunque habría que revisar ese concepto en un momento de mucha lucha. Es innegable que están siendo tiempos duros para la diversidad, pero creo que estamos respondiendo. Tengo la sensación de que las gordas sí estamos en un buen momento y, aunque el mundo está cada vez más gordófobo, las gordas dejamos de callarnos y nos estamos organizando y haciendo discurso.
Por ejemplo Arte Mapache o La chica imperdible están haciendo ilustraciones con las que las gordas nos podemos sentir identificadas. Está muy bueno esto. No sé si es un boom pero se está abriendo algo.
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En Stop Gordofobia como ponemos mucho contenido feminista y LGTB hay quien nos dice “y con los hombres, qué pasa”. Y es que no tenemos material porque los hombres gordos no nos escriben ni crean contenidos, y yo no me lo puedo inventar. Hay chicos que están haciendo cosas y empezando a hablar, pero les cuesta mucho. Creo que hay una cuestión de género y que les han educado para aguantarse las emociones y no hablar, en este caso, de una opresión. Porque la gordofobia no entiende de género. Creo que eso a ellos todavía no les permite dar el paso porque no les permite mostrar que son vulnerables y contar su historia, mientras que en el caso de las pibas y otras identidades estamos abriendo camino en parte gracias al momento que vive el feminismo. Es necesario que hablen.
En el libro empiezas tapándote en las fotos y acabas bailando en tetas y medias de rejilla. Bien, ¿no?
Participé en un cabaret Cabaret Gordo del Comando Gordix en Barcelona durante un año en 2017 y es una de las experiencias más lindas que he tenido en mi vida. No lo hubiera hecho nunca si no fuera por el colectivo en el que estaba. Nos mimamos, nos cuidamos y salió muy bien. Creo en el poder de lo colectivo para sanar la vida gorda. No sé si llamarlo final feliz porque todos los días hay que luchar contra el odio y la gordofobia. Pero sí son batallas ganadas cada vez que voy a la playa y me desnudo rápido, o nos reunimos un montón de gordas a comer sin complejos ni tapujos. Estas cosas son maravillosas y son pequeños finales felices.
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Respecto a "Stop Gordofobia", el grupo de feisbuc, debo decir que en mi experiencia, por otra parte escasa, esa gente no distingue entre "gusto por los físicos gordos" (en mi caso femeninos, qué le vamos a hacer) y "fetichización de los físicos gordos".
Esa gente -y muchos otros grupos en la misma línea, lo sé por aburridísima experiencia- debería entender que no todo en las relaciones humanas, y mucho menos en las que implican habitualmente encamarse con alguien, es ni puede ser espíritu y karma. Y que igual que hay gente que nunca se enrollaría con una persona gorda porque no le ponen nada, a lo cual tienen derecho, hay otros a los que la carne nos gusta mucho, porque sí, porque nos gusta, y también tenemos derecho a ser así, a decirlo, y a poder decir "teta", "barriga" y "culazo" sin que se monte un escándalo.
Porque sí, lo lamento, pero es que es así: a mí me gustan las mujeres gordas (así: gordas. Y bien gordas), y no me gustan por su elevado espíritu ni por su valentía frente al mainstream fisiológico ni por su supuesta y muy tópica bonhomía personal. No. Me gustan (las que me gustan) porque tienen de dónde agarrar, y a mí eso, qué quieren que les diga... me provoca ciertas cosas que no me provocan ni las modelos de pasarela al uso ni los señores con bigote. Llámenme superficial.
Y, ya que estoy con estos temas, que no se me olvide: me parece bien que esta gente (y yo, con mis gustos, claro) se alce porque algunas tiendas consideren una 42 una "talla especial". Entendería incluso que se luchara contra el concepto mismo de "talla especial". Pero lo que no se puede demonizar es el hecho mismo de fijarse en el físico de las personas con las que nos cruzamos, decidiendo si nos entran por el ojo o no nos entran, sencillamente porque eso es antinatural. Quiero decir... también en las tribus más perdidas y puras de las selvas del mundo hay guapos y feos, y también en la cueva de Altamira convivían guapos con feos, con gente del montón y con personas que uno no sabía bien qué, pero tenían algo para bien o para mal. No sé. Lo normal. Lo natural. Y lo escribe uno no especialmente guapo, no sé. Pero también a mí me pasa que veo a mujerones que me hacen temblar las canillas, pero de las que tengo claro que, con los tíos que tendrán llamando a su puerta, a mí no me van a hacer ni caso. En lo cual no me equivoco. Y, yo qué sé... pues ya sé cómo son las cosas, me resigno, y sigo con mi vida, entre otras para no convertirme en un acosador bajo el argumento de que fijarse en el físico, en mi ausencia de músculos o en mi estilo descuidado es una afrenta intolerable a mi condición humana.
Esto es así, no tiene nada de malo ni de bueno, y ya que estoy voy a concluir con que, tan bonito como que todas las relaciones fueran puras, espirituales y karmáticas, sería que todo el mundo supiera, y a nadie matara de vergüenza, sacarle un poquillo de partido a sus virtudes, y poder salir a la calle con la confianza de que cualquiera tiene derecho a ponerse bombón un día y salir a la calle para chupar y que lo chupen. También lo hacen las tribus más perdidas. En serio. Se ponen guapos cuando esperan ligar. Como usted y como yo, y como todo el mundo desde que nos erguimos un día sobre nuestra nueva pelvis y nuestros extraños pies...
No entiendo qué tiene que ver este comentario con el texto del artículo.
Cuando la entrevistada se refiere a fetichistas de la gordura se refiere a mí. Lo sé porque me censuraron en Stop Gordofobia, el grupo de feisbuc, por eso. Y afirmo que muy erróneamente, por la sencilla razón de que yo no soy ningún machista. Solo un varón heterosexual que, lo siento mucho, se fija en el físico de las mujeres, gustándole casualmente las gordas. Pero eso no es un fetiche. Solo un puñetero gusto, tan natural o antinatural como cualquier otro. Y si hago bandera del tema es porque a mí también, por este tema, se me ha oprimido mucho, por ejemplo tildándome de fetichista y de loco.
Es decir: el comentario lo colgué por alusiones.