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Redes sociales
Mala salud mental, sumisión al algoritmo y exposición a los discursos del odio: un informe revela las condiciones laborales de los ‘influencers’ y sugiere la necesidad de regulación y unión
Lejos queda, en principio, el tiempo en que influencer era un término mayoritariamente desconocido. Ahora todo el mundo ubica lo que es un influencer, pero la mayoría no sabe qué implicaciones tiene serlo. Pese a las reticencias que permanecen por parte de un sector de la sociedad para considerarlo un ‘trabajo’ —algo sobre lo que ironizan los creadores de contenido en sus canales de manera recurrente—, la realidad es que estas personas invierten muchas horas en las redes sociales y generan ingresos a cambio de hacerlo. Sin embargo, las condiciones laborales de los influencers son, todavía, una indeterminación social.
Eso fue lo que motivó a investigadores de la Universitat de València a profundizar en la profesión desde una visión académica: “Si un hijo le dice a sus padres que quiere ser músico o futbolista, ellos tienen una concepción, una idea de la precariedad o la posibilidad de éxito que encierran esas profesiones, saben que le pueden ayudar apuntándole a un conservatorio o a un equipo; pero si le dicen que quiere ser youtuber, es común que los padres no sepan a qué atenerse ni qué hacer”, resume Adrián Todolí, autor del recientemente publicado estudio Ser influencer hoy: posibilidades y obstáculos de una nueva fuente de empleo, que se presentará esta tarde en València.
El mundo de las redes sociales cambia rápido, y con ello el mercado que llevan asociadas. En el estudio, los investigadores exponen cómo la economía que mueven estos creadores de contenidos va en aumento, pero también cómo la profesión se ha transformado en los últimos años. Por ejemplo, ahora las marcas buscan en estos creadores de contenidos el denominado ‘nivel de engagement’ por encima del número de seguidores, al considerar que se les otorga mayor credibilidad. Instagram, que ya hace tiempo que ganó espacio sobre Facebook entre los jóvenes, ha quedado relegada desde el inicio de la pandemia por Tik Tok, la plataforma cuyo empleo para el marketing más ha crecido en un año —y en la que más ingresos se obtienen—, aunque siga siendo Instagram la red social más utilizada por parte de los creadores de contenido con dedicación parcial y YouTube la más empleada por aquellos que se dedican a ello a tiempo completo.
Los investigadores sacan algo en claro tras 30 entrevistas en profundidad a creadores de contenidos de diferentes tipos: “La mayoría quieren ser profesionales, pero no pueden, y lo compaginan con otro trabajo, porque no les da lo que ingresan”
Precisamente entre estos dos tipos de creadores distinguen los autores de la investigación para concretar las condiciones laborales del colectivo. Todolí explica que el primer paso fue “establecer un perfil competencial y conocer qué tipo de habilidades son necesarias, o qué actitud suelen tener quienes se dedican a esto, y luego las maneras que tienen de monetizarlo y sus condiciones laborales”. Sobre esta primera división —a tiempo parcial y completo— los investigadores sacan algo en claro tras 30 entrevistas en profundidad a creadores de contenidos de diferentes tipos: “La mayoría quieren ser profesionales, pero no pueden, y lo compaginan con otro trabajo, porque no les da lo que ingresan”. En este aspecto, el informe también desglosa las impresiones de las personas entrevistadas sobre la necesidad o no de tener formación en creación de contenidos o en el área específica sobre el que están especializados y especializadas, y aunque las impresiones son diversas, en lo que sí coinciden es en la necesidad de creatividad, autenticidad y constancia.
Condiciones laborales
El proceso de monetizar los contenidos conlleva unas fases, y hay multitud de vías y plataformas para hacerlo. El año pasado, España propuso regular la actividad de los influencers y, en la misma línea, la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia (CNMC) sugirió que este perfil se regule bajo el anteproyecto de Ley General de Comunicación Audiovisual. “Ellos lo ven como algo negativo porque aseguran que lo que hacen no siempre son anuncios, muchos dicen que no lo recomendarían si no le gustara el producto, pero por otra parte para el consumidor eso se percibe como publicidad”, explica Todolí. Para el profesor titular en la UV, el legislador tendrá que ponderar ambos aspectos. Otro avance que propone la ley es atajar la práctica de los seguidores fantasmas: según un estudio publicado en abril de 2021, solo el 55 % de los seguidores de influencers en Instagram son personas reales; el resto eran bots, cuentas inactivas o automatizadas.
Los ‘influencers’ con dedicación exclusiva mencionan jornadas diarias de diez horas, necesidad de estar conectado a la red 24/7, falta de horario específico y ausencia de descanso los fines de semana
De lo que no habla ninguna legislatura es de las condiciones laborales de este colectivo y de los altos niveles de estrés que encierran. Los influencers con dedicación exclusiva mencionan jornadas diarias de diez horas, necesidad de estar conectado a la red 24/7, falta de horario específico y ausencia de descanso los fines de semana —momento, junto a las tardes, donde más tráfico hay—. Aseguran no tomar vacaciones de las redes sociales por miedo a perder engagement o a fallar a sus seguidores, y perciben “muy poca autonomía en el ritmo y el proceso de trabajo”, que está impuesto por los algoritmos de las plataformas de las redes sociales (horarios de publicación, frecuencia de publicación, tipo de publicación). “No son libres como pensamos. Si un día no publican, o no publican tres veces en determinadas franjas horarias, el algoritmo les penaliza quitándoles visibilidad en el siguiente contenido. Esto les hace trabajar bajo una presión enorme que luego se traduce en altos niveles de estrés”, expone Todolí.
Sometidos al algoritmo y sin regulación
El profesor universitario lo compara con el caso de los riders en el sentido del falso discurso de “ser tu propio jefe” cuando en realidad estás sometido a un algoritmo. Uno de los testimonios de los influencers entrevistados lo confirma: “Siempre escuchas que tú eres el propio jefe. ¡Y no! No es que YouTube sea tu jefe, pero tú no tienes la libertad de hacer lo que quieras, porque sales perdiendo, pierdes interés y pierdes seguidores”. Otras personas entrevistadas ejemplifican que, tras dejarlo una temporada por un tema familiar, le llevó más de dos meses recuperar el mismo número de seguidores. También hacen mención a momentos en los que tuvieron que “hacer streaming y poner buena cara” teniendo a familiares ingresados “porque si no los seguidores se te van”.
“No son libres como pensamos. Si un día no publican, o no publican tres veces en determinadas franjas horarias, el algoritmo les penaliza quitándoles visibilidad en el siguiente contenido. Esto les hace trabajar bajo una presión enorme que luego se traduce en altos niveles de estrés”, expone Todolí
En el caso de la dedicación a nivel parcial, es decir, de las personas que lo compaginan con otro trabajo o estudios, la situación de salud laboral mejora: aunque se repite la hiperconectividad y la falta de horarios específicos y vacaciones como tal —las suelen utilizar para exponerlas o pensar cómo mejorar sus canales—, el número de horas invertidas se reduce, de media, hasta las 20 semanales. Lo que sí perciben, y que redunda en su salud mental, es mayor grado de autonomía. Sin embargo, llama la atención que ninguno de los entrevistados cambiaría el trabajo de influencer: “En general es algo que pasa con las profesiones creativas. Si te gusta tu trabajo no quieres cambiarlo, quieres que deje de costarte la salud”, resume Todolí.
Entre las recomendaciones de mejora extraídas en el informe alrededor de los influencers, Todolí prioriza una: que haya mayor transparencia en los algoritmos de las plataformas. “Hay mucha opacidad alrededor de cómo funcionan los algoritmos y conocerlos sería el primer paso para que los creadores de contenido pudieran decidir esas condiciones, si que cambien las reglas del juego de manera unilateral y con total opacidad”. Sobre la cuestión tributaria, también se incide en la importancia de facilitar el asesoramiento de fiscalización y tributación de los ingresos a través de redes sociales, así como que la administración pública “regule mínimanente las condiciones laborales” para proteger a los influencers, especialmente a los más pequeños, no solo de las plataformas, sino también de las agencias de marketing “que utilizan el desconocimiento y la ilusión de estos trabajadores para no pagarles según el esfuerzo y el tiempo invertido”.
¿Y por qué no un sindicato?
Leyendo el informe completo surge inevitablemente una pregunta: ¿por qué no un organismo de unión, del mismo modo que han hecho los riders y otros colectivos, para luchar contra esta precariedad y mejorar las normas del juego? UGT lo intentó hace un tiempo sin éxito: si, en términos generales, parece haber una desafección por parte de la juventud hacia sindicatos mayoritarios, en una profesión tan atomizada e individualizada como es la de creación de contenidos, el problema se acusa. “El sindicalismo clásico siempre ha empezado en una fábrica cuando hablas con tus 50 compañeros de trabajo en el bar sobre tus problemas y ves que son compartidos. Aquí los influencers trabajan solo e incluso se perciben a sí mismos como competencia, porque el sistema está diseñado de esa forma”, ilustra Todolí.
“El sindicalismo clásico siempre ha empezado en una fábrica cuando hablas con tus 50 compañeros de trabajo en el bar sobre tus problemas y ves que son compartidos. Aquí los influencers trabajan solo e incluso se perciben a sí mismos como competencia, porque el sistema está diseñado de esa forma”
De hecho, los influencers más especializados y cuyo número de seguidores no supera los 50.000 son aquellos que en las encuestas apostaban de manera más evidente por la necesidad de unión dentro del colectivo, asegurando que se sentirían más protegidos y con mayor capacidad de negociación, mientras que quienes superaban esa cifra no lo veían necesario ya que contaban con los recursos económicos y profesionales para ser asesorados sobre cuestiones laborales o de tributación.