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Literatura
Garbiñe Larrea: “Tenemos una cultura de plantas medicinales muy arraigada, pero falla la transmisión”
Garbiñe Larrea (Urnieta, 1976), naturópata colegiada, imparte cursos sobre el mundo de las plantas medicinales. Ha trabajado en Urnieta, Zestoa, Mutriku, Donostia y Gillué (Huesca). Sin embargo, dedicar su vida a las plantas no entraba en sus planes. Sus estudios están ligados al Derecho. Pero motivada por sus problemas de salud volvió a fijarse en la tradición familiar paterna, relacionada con las plantas medicinales. Larrea creció entre el amor y el estudio de esas plantas. Por este motivo, aunque ella no lo planeara así, no es descabellado que ahora haya escrito Sendabelarrek dakitena, lo que saben las plantas, un libro en el que ha invertido tiempo, cariño y paciencia para mostrar sus grandes conocimientos en esta materia.
¿Cómo nace la idea de escribir este libro?
Las plantas medicinales son mi herramienta de trabajo. Llevo años haciendo tarea de divulgación, pero nunca me planteé escribir un libro. El alumnado de los cursos que imparto me animaba a escribir un libro, pero yo, en realidad, no lo tuve en mente hasta que una alumna que es maquetadora y diseñadora de la revista Argia me lo propuso.
Y aceptaste, claro.
Cuando me hizo la propuesta, vi que iba en serio. Entonces, nos pusimos de acuerdo y empezamos a hacer el libro. La idea era hacerlo en tiempo récord, porque tenía mucho material acumulado. Pero redactarlo es diferente. Ha sido un trabajo arduo y de equipo. Porque a las plantas medicinales hay que fotografiarlas in situ y tienen una estacionalidad.
Estás orgullosa del resultado final.
Siempre le veo errores. Fue una negociación, porque tenía una cantidad determinada de hojas por planta y había plantas en las que yo me hubiera explayado más. Pero entiendo que una editorial tiene sus planteamientos y es ahora, que lo estoy releyendo, cuando tengo la tentación de reescribirlo. En general, ha sido una tarea intensa, que ha implicado a varias personas y con la que todas estamos satisfechas.
El amor por las plantas te viene de familia.
Sí. Es bastante habitual en Euskadi, hay mucha tradición en varias zonas. Muchas personas hemos recibido estos conocimientos, aunque mi idea inicial no era vivir de ello. Pero es lo que ha venido. Sobre todo, ha sido a raíz de impartir cursos, de la demanda de la gente. El proyecto ha sido muy enriquecedor y también me da una gran satisfacción poder entregar esto a la gente, porque no es una literatura de entretenimiento. El libro proporciona herramientas a aquellas personas a las que les interese y quieran implicarse en el uso de las plantas medicinales.
El consumo de medicamentos es cada vez más alto, pero muchas dolencias leves pueden aliviarse con plantas, ¿verdad?
Sí, hay temas que se pueden tratar. Y parte del cuidado de la piel también se puede hacer en casa. Es relativamente fácil elaborar una pastilla de jabón que sea apta para el uso diario. Podemos hacer ungüentos para heridas menores, para quemaduras solares… Es decir, la idea de la autogestión de la salud es algo que intento promover. Podemos hacernos un pequeño botiquín donde tener unas cuantas plantas en base a nuestras necesidades o nuestras debilidades.
El conocimiento de las plantas medicinales es un tema antiguo, que no suscita interés a los jóvenes
Las plantas medicinales siempre han estado muy unidas a la cultura vasca.
Sí, pero yo he trabajado en Aragón, en el Prepirineo y en Huesca. Allí he impartido cursos y hablado con la gente mayor del lugar y con los pastores y he visto que también tienen una cultura de plantas medicinales muy arraigada. Lo que está fallando es la transmisión. Es un tema antiguo, que no suscita interés a los jóvenes. Aquí sí ha habido una tradición muy local. No siempre está unido al caserío, porque hay gente muy urbana que tiene unos conocimientos y un manejo muy buenos de estas plantas. El autocuidado de la persona es algo que valoro muy positivamente.
¿Por qué elegiste el euskera para escribir el libro?
No tenía alternativa, porque la editorial no trabaja en castellano, pero mi lengua materna es el euskera, aunque podría haber hecho un libro en castellano o en portugués. Es una pregunta habitual. Y suelo decir que hay veces que un castellanoparlante puede sentir que se está perdiendo algo por no saber euskera. Esto es algo que reivindico también. No estoy en contra de que se traduzca mi libro, porque cuanto más se pueda divulgar mejor, pero el hecho de que yo, de una manera natural, lo haya hecho en euskera no debería llamar la atención.
No debería. Lo preguntaba porque parece que la literatura vasca está en auge, que cada vez se editan más libros en euskera.
Creo que es porque cada vez hay más población escolarizada, que tiene un nivel y un conocimiento del euskera mayor. Esto para mí es enriquecedor, porque cuantos más idiomas podamos hablar, más nos enriquecemos como personas. No se deberían tener prejuicios sobre si un idioma es mayor o menor, porque creo que todos aportan mucho.
¿Tienes pensado sacar una segunda parte del libro?
Pues mira, hay personas que me han reprochado que algunas de las plantas que usan no las he incluido en el libro, y eso que hablo de 45. Entonces, tengo una segunda lista de plantas que deberían estar. Estos libros requieren una trayectoria, unos años, pero sí está en mente escribir el segundo. Yo me sigo actualizando, sigo investigando y conociendo plantas que, hasta ahora, me eran desconocidas y de todo eso podemos escribir un libro nuevo.
La contaminación, el cambio climático, ¿no afecta a la biodiversidad de las plantas?
Por supuesto que afecta. Sobre todo, cuando los ayuntamientos se ponen a fumigar con pesticidas y deciden que quieren erradicar ciertas plantas. Pero, afortunadamente, en Euskadi tenemos varias alturas. A partir de 100 metros, 200 o 300 los niveles de contaminación van cambiando. Se pueden recolectar plantas, pero es de sentido común que cerca de carreteras y de polígonos industriales no se puede porque la contaminación es más alta. Nosotros, para este libro, hemos elegido plantas cuyo grado de contaminación ya se ha medido y es algo muy bajito.
¿Qué ha supuesto para ti presentar el libro en Durangoko Azoka?
Se me ha hecho raro estar dentro del mostrador. Ha sido algo novedoso. Para mí siempre ha sido una cita para ir a comprar y hacer regalos. Un punto de encuentro con personas a las que no veo durante el año. Sin embargo, este año he ido como escritora, así que todo se ve diferente. Además, debido a las medidas implantadas por la pandemia ha sido todo muy diferente.
Esas medidas, ¿os han afectado?
Había que mantener cierta distancia de seguridad, encontrarte a un conocido y no abrazarle siempre es difícil. Y hay que tener en cuenta que pasamos muchas horas y que la gente quiere conocer al autor, quiere intercambiar impresiones y eso también hemos tenido que hacerlo dentro de unas normas.