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Cine
Xcèntric: 20 años de aventuras de la percepción cinematográfica
El primer jueves de noviembre una cola serpenteante aguarda en el hall del CCCB, entre inquieta y expectante, a que ocurra algo. El grueso de las sesiones del Xcèntric, el programa estable de cine de vanguardia del centro cultural barcelonés, suele tener lugar entre los meses de enero y abril. Pero ese jueves, 4 de noviembre, se cumplían veinte años de la primera proyección de Xcèntric: entonces era domingo y se programaron en 16 mm., su formato original, varios cortometrajes de Kenneth Anger. El equipo que Gloria Vilches coordina desde 2009 ha diseñado, con mimo y espíritu resistente, un programa de aniversario que incluye happenings, performances, conferencias y proyecciones y que tendrá su colofón este mes de diciembre con la visita a Barcelona del cineasta belga Boris Lehman, que proyectará varias de sus obras en el CCCB y en otras pantallas de la ciudad.
Pero regresemos a la tarde del aniversario: en el hall, en efecto, empiezan a ocurrir cosas. Primero, unos inocentes globos aparecen de la nada. Luego parece que la proyección va a retrasarse. Alguien trata de abrirse paso a toda prisa por entre la cola, y se le cae una bobina de película, que se desparrama por el suelo. Un plafón que hay por allí ha sido vandalizado con garabatos y palabras nada halagüeñas. Vilches da la cara y explica que ha habido problemas con la copia de Le Film est déjà commencé? —la traducción al español sería ¿Ha empezado ya la película?—, el filme de 1951 del artista letrista francés Maurice Lemaître que iba a inaugurar la celebración, y que no habrá más remedio que proyectarlo en digital. Contrariada, la gente se abre paso por entre una tela y toma asiento en el lugar donde va a verse la película, que no es el auditorio habitual.
En realidad, el proyector de 35 milímetros aguarda tras la hilera central de asientos a que el insustituible Xavier Massó, que lleva lanzando el celuloide contra la pantalla de Xcèntric desde que el proyecto arrancó, empiece a hacer su magia, en esta ocasión a la vista de todos. Su próxima jubilación, un secreto a voces, le da al sombrero de cowboy que lleva esa tarde un aire un tanto crepuscular. “Era importante”, señala Francisco Algarín, uno de los programadores del espacio, “traer al frente la figura habitualmente invisibilizada del proyeccionista y realizar un conjunto de actividades que muestren cuáles son las particularidades de su trabajo y los medios técnicos que debe aprender a manejar”.
Un trabajo que la industria del cine, digitalización mediante, ya hace años que ha declarado obsoleto. “Mientras siga habiendo artistas o cineastas que solo filman o muestran su obra en analógico —prosigue Algarín—, será necesaria la producción de película, copias y equipos que se adecúen a los formatos con los que trabajan”. Y ahí es vital, también, la pervivencia de lugares como Xcèntric, donde estas películas puedan compartirse con el público.
La caótica proyección del filme de Lemaître empieza en medio de un barullo creciente que incluye gritos y lanzamiento de objetos por parte del público, sirenas, pistolas de agua, al crítico francés Federico Rossin haciéndose pasar por el director del filme, personal de limpieza solicitándonos que estiremos las piernas para poder fregar por debajo de nuestras sillas e incluso un conato de incendio. Como descubrimos viendo Le Film est déjà commencé?, esta alocada partitura que hace a los espectadores partícipes de la pieza ya está prevista en buena parte en las instrucciones dispuestas por el cineasta.
“De una manera muy punki —explica Gloria Vilches, coordinadora de Xcèntric— queríamos celebrar el regreso a los cines tras una pandemia y poner en escena a toda la gente que participa de esto”
Algunas personas sucumben a la desconcertante cacofonía y abandonan la sala a media película; era un riesgo que estaba contemplado: “De una manera muy punki —explica Gloria Vilches— queríamos celebrar el regreso a los cines tras una pandemia y poner en escena a toda la gente que participa de esto: el cineasta; los programadores; la coordinadora, ¡que soy yo!; el distribuidor; el público, que tenía un papel activo, e incluso las personas que limpian la sala, que también son importantes”.
Buena parte de quienes se han prestado a participar en este aquelarre forman parte de la comunidad que suele acudir los jueves y los domingos a Xcèntric y que, con el tiempo, ha llevado la pasión por el cine de vanguardia y el trabajo con soportes analógicos a otros espacios de la ciudad como Crater Lab o el cine Zumzeig.
Un gusto adquirido
Los pataleos frente a películas exigentes no eran infrecuentes al inicio del proyecto. “Hubo cierta hostilidad entre parte del público en los primeros tiempos”, recuerda Gonzalo de Lucas, que lleva desde 2002 en el comité de programación, “con silbidos ante las películas experimentales más duras, supongo que por la falta de costumbre y la ruptura que aquello suponía”. José Ángel Alcalde, Andrés Hispano, Andy Davies y Carolina López, responsables del impulso primigenio de Xcèntric, se propusieron remediar el vacío de una programación estable de cine de vanguardia que existía entonces en Barcelona. “De esas películas —apostilla De Lucas— la mayoría de jóvenes cinéfilos solo habíamos visto fotos o leído sobre ellas”.
“Muchos de los programadores somos, antes que nada, espectadores de Xcèntric desde el primer día, por lo que reseguimos esa historia para que haya una continuidad coherente”, observa Gonzalo de Lucas, programador de Xcèntric
A día de hoy, la proliferación de ediciones en DVD y de gente que las comparte en internet, así como de plataformas de VOD que acercan a sus usuarios todo tipo de filmes, ha contribuido no solo a que quienes se acerquen a Xcèntric lo hagan con una mentalidad más informada y receptiva sino también a dar una mayor libertad a sus programadores. “Esto posibilita adentrarse en zonas aun más periféricas y olvidadas de la Historia del Cine”, comenta De Lucas, “teniendo en cuenta la propia memoria del espacio. Muchos de los programadores somos, antes que nada, espectadores de Xcèntric desde el primer día, por lo que reseguimos esa historia para que haya una continuidad coherente, en diálogo con lo ya programado”.
Ello no impide, por fortuna para quienes nos hemos incorporado tarde, que se regrese a menudo al canon, a artistas como Stan Brakhage, de cuya vasta e inconmensurable obra se proyectaron, durante el aniversario, las cuatro partes de Scenes from under childhood, rodadas entre 1967 y 1970.
Color y forma
En estas películas que forman una sola, Brakhage mira a sus hijos, los filma, para recordar su propia infancia y, sobre todo, en consonancia con lo que escribe en su célebre texto Metaphors on vision, para reencontrar la mirada primera, aquella que comienza a navegar, sin guías, por la forma y el color. Y si consideramos este filme como el corazón de la celebración de los 20 años de Xcèntric, alrededor de él, los huesos, las articulaciones, la piel la constituyeron varias sesiones que, como la inaugural, ponían el acento en los materiales, las técnicas y las personas que hacen posible filmar y proyectar en analógico: la última sesión volvió a poner el foco sobre Xavier Massó, brindándole varios filmes que sacaban de su rol velado, habitualmente mecánico, al proyeccionista. Al final, Valentina Alvarado y Carlos Vásquez, artistas que también se formaron como espectadores yendo a Xcèntric, dispusieron un hermoso entramado reverberante de pantallas que nos daban a ver y a oír cómo respira un proyector. Su performance se llama Echo chamber.
“Recuerdo una memorable proyección de As I Was Moving Ahead Occassionally I Saw Brief Glimpses of Beauty, de Jonas Mekas, casi recién terminada”, me dice Gonzalo de Lucas cuando le pregunto por alguna sesión que le emocionara especialmente. Para Gloria Vilches fue especial toparse con Anne-Charlotte Robertson. “Me descubrió una visión inmisericorde y muy diferente de lo que hasta entonces era para mí el cine diarístico, que me interesaba mucho, y también me inspiró, me animó a filmar”, afirma Vilches. Quien esto escribe tampoco olvida, por ejemplo, la tarde invernal de domingo en que salió del CCCB, tras ver las cuatro horas de Anna, de Alberto Grifi y Massimo Sarchielli, con deseos renovados de escribir y de descubrir películas tan singulares como aquella.