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Sindicato de inquilinos
Transformando movimiento en organización: hacia el confederalismo en la lucha por la vivienda
Más de una década después de la primera acción “stop desahucios” en Cataluña, pocos anticipaban que se seguirían convocando cada semana. A lo largo de estos años, han surgido diversas experiencias organizativas: PAH, colectivos de barrio, sindicatos de inquilinas, cada una respondiendo a una coyuntura concreta. Pero la problemática de la vivienda en el país es estructural y la lucha se vislumbra a largo plazo. También es síntoma de una deriva sistémica hacia niveles de desigualdad y conflictividad crecientes. En este contexto, ha surgido un movimiento dinámico y diverso, pero poca organización conjunta. A partir de la experiencia del Sindicato de Barrio del Poble Sec, compartimos algunas de las reflexiones tras los cambios organizativos recientes en nuestro sindicalismo de barrio. La hipótesis es que la dinámica movimentista resulta insuficiente y que es necesario construir organización con herramientas y principios propios de la tradición sindicalista revolucionaria del país: la afiliación y el confederalismo.
La potencia del sindicalismo de barrio y sus límites
El Sindicato de Barrio del Poble Sec se constituyó en 2015, en un contexto en el que en la PAH había cada vez menos hipotecados y el Sindicato de Inquilinas todavía no había aparecido. Había que defender al barrio de la ola de expulsiones causada por la proliferación de alojamientos turísticos, las maniobras de los fondos buitre y el aumento generalizado del precio de los alquileres. Partiendo de una infraestructura arraigada en el barrio, el Ateneo Cooperativo La Base, se fue creando una comunidad de autodefensa basada en el asamblearismo, el asesoramiento colectivo y la acción directa. Nuestra dimensión territorial de proximidad nos ha facilitado construir vínculos basados en lo cotidiano y éste va mucho más allá de la cuestión de la vivienda. Los cuidados, la alimentación y el ocio se han integrado de diferentes formas en la red de compañerismo y apoyo mutuo que se ha ido tejiendo en los espacios y tiempos compartidos en el día a día. La potencia del sindicalismo de barrio es precisamente la de desbordar la parcialidad de las luchas y convertirse en un sindicalismo de la vida.
Situados ya en el año 2022, también nos hemos topado con importantes límites de esta apuesta. Precisamente la intensidad y presencialidad requerida por nuestra forma de funcionamiento ha acabado convirtiéndose en un factor que dificulta la participación en el colectivo de forma sostenida en el tiempo. El ritmo frenético de asambleas, reuniones y acciones ha quemado a muchas militantes y ha sido casi imposible de seguir para quien no podía o quería implicarse tanto. Las personas que aguantan son las que tienen una urgencia habitacional y la mayoría acaba desvinculándose una vez ésta se soluciona. Hemos luchado conjuntamente con cientos de personas, pero esto no se ha traducido en una acumulación de fuerzas correspondiente.
La potencia del sindicalismo de barrio es precisamente la de desbordar la parcialidad de las luchas y convertirse en un sindicalismo de la vida
La informalidad en la que hemos estado operando también ha supuesto la falta de apoyo legal estable y de una caja de resistencia robusta. Estas deficiencias se están notando especialmente en el contexto represivo actual. Por último, el abismo entre nuestra actuación barrial, y los ámbitos de actuación del estado y el capital inmobiliario al que nos enfrentamos resulta demasiado grande. No detendremos la especulación inmobiliaria sólo desde el barrio, ni ganaremos luchando cada caso individualmente. También es necesario organizarse colectivamente por propietarios. Campañas y eventos puntuales con otros colectivos van en la dirección correcta, pero no es suficiente. Que la coordinación estratégica entre colectivos la realicen militantes en el marco de organizaciones ajenas al movimiento tampoco.
Aportaciones y limitaciones del Sindicato de Inquilinas
En 2017, el Sindicato de Inquilinas aportó novedades a las formas organizativas desplegadas hasta ese momento por el movimiento. Principalmente, la constitución de una estructura formal con voluntad de convertirse en una organización de masas. Una de las claves de vuelta de esta apuesta es el mecanismo de afiliación. Al igual que el sindicalismo de barrio, el Sindicato de Inquilinas apuesta por que el centro de la participación política se sitúe en torno a las asambleas, los conflictos y la comunidad que les rodea, pero la afiliación también genera vínculos que van más allá de éstos y permite una participación de intensidad variable. Quizás la mayoría de afiliadas sólo participen en una campaña de firmas o en una manifestación al año, pero ya forman parte del movimiento. La afiliación también dota a la organización de recursos y autonomía económica. Estos recursos se dedican a aspectos tan imprescindibles como la agitación, el asesoramiento legal y la caja de resistencia, entre otros. La afiliación es una novedad en el marco de las luchas por la vivienda actuales, surgidas de una cultura movimentista heredada del movimiento antiglobalización y del 15-M, pero forma parte del ABC del sindicalismo de clase desde principios del movimiento obrero.
Es en la implantación territorial donde el Sindicato de Inquilinas cojea, particularmente en la sección de Barcelona
Es en la implantación territorial donde el Sindicato de Inquilinas cojea, particularmente en la sección de Barcelona. Sí que genera espacios de vecindad durante la organización de bloques de propiedad vertical, pero la mayor parte del stock de vivienda en alquiler en la ciudad es de propiedad horizontal y dispersa. Para esta mayoría de casos, el barrio es espacio de encuentro y territorio sobre el que se pueden levantar estructuras populares más allá de la vivienda. Es también a ras de barrio donde las diferencias de tenencia de la vivienda se difuminan y puede tejerse una transversalidad popular que incluya a la población más marginada por el sistema que ocupa en precario. En su momento, la PAH Barcelona, a diferencia de Madrid, no se descentralizó por barrios. En Madrid surgieron PAH de barrio, mientras que en Barcelona ha surgido el sindicalismo de barrio. Este tipo de vertebración territorial es clave para que la lucha llegue a todos los lugares de la ciudad.
Combinar fortalezas y compartir recursos: prefigurar la siguiente fase del movimiento
Después de un período de reflexión interna, el Sindicato de Barrio del Poble Sec ha tomado la decisión de adoptar un sistema de afiliación y firmar un convenio con el Sindicato de Inquilinas para compartir recursos y espacios estratégicos. Una parte de las cuotas de las afiliadas contribuirá a cubrir los gastos del equipo legal ahora compartido y la otra irá destinada a sostener la estructura del Ateneo Cooperativo La Base, su fondo común y caja de resistencia, de la que se forma parte. El Sindicato de Barrio también podrá participar con voz y voto en las plenarias del Sindicato de Inquilinas de Cataluña. Cada organización mantendrá, sin embargo, su autonomía política y especificidad. Apostamos así, por un sindicalismo independiente y apartidista en clave confederal y por una coordinación que sea transparente y formalizada. El ámbito de la lucha inquilina nos resulta natural a pesar de tener ocupas, inquilinas e hipotecadas entre nuestras filas. En la práctica, en los tres casos luchamos por conseguir estabilidad mediante alquileres asequibles u otras tenencias basadas en el uso y no en la propiedad, como la masovería o la cesión de uso. Pero de la misma forma que la lucha obrera aspira en última instancia a la abolición del salario, la lucha inquilina aspira a la abolición de la renta.
Un Sindicato de Inquilinas desterritorializado corre el riesgo de acabar limitándose a la lucha sectorial y al lobbismo político
Con estos cambios organizativos esperamos prefigurar una nueva fase del movimiento que sintetice los mejores aspectos de cada experiencia y que dé pasos hacia una confluencia cada vez mayor. El inmovilismo en el actual modelo de sindicalismo de barrio puede acabar llevando al desgaste y al estancamiento. Esto ya lo estamos percibiendo algunos de los sindicatos más veteranos. Por otro lado, un Sindicato de Inquilinas desterritorializado corre el riesgo de acabar limitándose a la lucha sectorial y al lobbismo político. El primer Congreso de Vivienda de Cataluña en 2019 visibilizó unidad en la diversidad, pero también la dificultad de tomar decisiones para hacer avanzar al movimiento organizativamente. Dos años después, empezamos a vertebrarnos desde abajo para posibilitar un salto cualitativo en nuestra potencia común. Seguimos uniendo fuerzas para ir más lejos.