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Andalucismo
Frente a la crisis global, es hora de defender Andalucía
Transcurridos ya veinte años del siglo XXI, asistimos a un recrudecimiento de los problemas inherentes al modelo de sociedad capitalista, eurocéntrica y patriarcal. De un lado observamos una agudización de las desigualdades socioeconómicas, que condena a amplios sectores poblacionales a la precariedad y a otros directamente a la irrelevancia estructural. De otro, sufrimos más dolorosamente los límites ecológicos de un planeta que no puede seguir siendo esquilmado y que empieza a ofrecer síntomas de agotamiento irreversible. Y mientras tanto constatamos que los avances incuestionables del movimiento feminista encuentran frente a sí la reacción agresiva del machismo, que se reorganiza y amenaza con un contrataque. En estas condiciones de crisis, los pueblos de todo el mundo se asoman a un momento crucial, en el que necesariamente tendrán que inventar formas nuevas de organizar la vida. Resulta especialmente preocupante que en un momento como éste la izquierda andaluza continúe careciendo de un proyecto político propio.
Las desigualdades que se acrecientan bajo el capitalismo neoliberal adoptan en Andalucía unas formas diferenciadas que derivan de una estructura de clases que es diferente porque nuestra Historia es diferente. La destrucción del ecosistema se concreta de un modo distintivo en la costa, en los campos y en las ciudades de Andalucía, simplemente porque nuestro papel en la economía global -básicamente monocultivo turístico- no es el mismo que el de Madrid, Cataluña o País Vasco. Incluso la subalternidad estructural que afecta a todas las mujeres del planeta se manifiesta aquí en formas, espacios y pautas de interacción que conectan con nuestra trayectoria histórica y nuestra identidad cultural. Por eso la necesidad de un proyecto político para Andalucía no es una cuestión de chovinismo, ni de amor a las banderas, ni mucho menos de insolidaridad con otros pueblos. Se trata simplemente de entender que para construir una sociedad mejor necesitamos afirmarnos como protagonistas y tomar nuestras propias decisiones, con nuestro propio criterio.
Una parte creciente de la izquierda andaluza parece estar asumiendo que para salir de la crisis global tenemos que construir una alternativa política desde nuestra realidad concreta, desde nuestra experiencia histórica, desde los recursos que nos brinda nuestra propia cultura. Y esto no significa encerrarse en el patriotismo insolidario ni fracturar a la clase obrera, por mucho que el progresismo españolista se empeñe en diluir políticamente a Andalucía en nombre de un pseudo-internacionalismo absurdo. Significa entender que el capitalismo necesita asfixiar la diversidad para poder funcionar, y que nada es más peligroso para el capitalismo que la soberanía política de los pueblos. Significa entender que los andaluces sólo podemos enriquecer al resto del mundo si construimos nuestra aportación desde nosotros mismos, desde la realidad específica que habitamos, desde la identidad cultural que compartimos.
Por eso la izquierda andaluza tiene que elegir hoy entre dos caminos que son incompatibles entre sí. Por un lado está el camino del progresismo españolista, que pasa por diluir el proyecto andaluz en la idea de España, por ceñirse estrictamente a la legalidad del Régimen del 78 y, a ser posible, gobernar con el PSOE para intentar arrancar algún avance puntual con políticas aisladas que dejan al orden vigente intacto y a los andaluces viendo el partido desde casa. Frente a eso, tenemos la oportunidad de construir un proyecto político que afirme nuestro derecho a existir de forma diferenciada, y que diga claramente y sin complejos que no podemos salir de la crisis con las mismas herramientas que nos han traído hasta ella. La izquierda andaluza, en definitiva, tiene que decidir si quiere seguir siendo periférica en la gestión amable del capitalismo o quiere ser protagonista en la construcción de alternativas.
Si apuesta por ser protagonista, la izquierda andaluza necesita construir su propia agenda política, su propio discurso y sus propias estructuras. Sin ánimo de agotar el debate, esto debería concretarse cuanto antes en, al menos, las siguientes tareas:
1.- Construcción de una agenda política propia
Las organizaciones de izquierda comprometidas con Andalucía tienen la responsabilidad política de abrir un proceso de debate y autoorganización. En ese debate se debe poner sobre la mesa cuáles son las principales vías de incidencia en la sociedad andaluza, qué luchas estratégicas conviene impulsar y qué redes necesitamos ampliar y consolidar para la construcción de un referente político de izquierdas para el pueblo andaluz. Esto implica necesariamente olvidarse de cualquier forma de obediencia a ningún gobierno –por muy progresista que se autodenomine-, y anteponer el debate abierto y valiente entre los andaluces a las prioridades partidistas de cada grupo.
En este sentido, la apuesta de tres de los cinco grupos que integran Adelante Andalucía por consolidar este espacio político y desarrollarlo como un sujeto diferenciado es sin duda una buena noticia. Ahora toca abrir este proyecto a otras organizaciones soberanistas y de izquierdas, así como a personas particulares que quieran tomar parte en él. Esto exige generosidad por parte de todos: los impulsores de Adelante Andalucía deben ser valientes; los andalucistas que quieran sumarse deben ser generosos. Todos debemos asumir que estamos ante una oportunidad histórica. Es el momento de fijar prioridades y construir una agenda de tareas concretas en las que trabajar codo con codo. Los próximos meses deberían servir para afianzar las bases de un proyecto ambicioso y con implantación en todo el país.
2.- Construcción de un discurso político propio
La izquierda andaluza no puede dirigirse a los andaluces desde Madrid. El análisis de nuestros problemas y la búsqueda de soluciones no puede limitarse al seguidismo acrítico a unos líderes mediáticos, ni en vitorear los 'zascas' de políticos centralistas en el congreso. Para construir una sociedad más justa la izquierda andaluza tiene que hablarle a los andaluces desde Andalucía: señalando claramente los orígenes de nuestros problemas concretos, y reconociendo con honestidad las limitaciones que hoy tenemos.
En este sentido, hay al menos dos cuestiones en las que la izquierda andaluza tiene que definir claramente su posición. La primera tiene que ver con el estatus jurídico-político de Andalucía en el Estado español y en Europa. La izquierda andaluza tiene la responsabilidad de decirle a los andaluces que a día de hoy no tenemos las herramientas jurídicas necesarias para intervenir con eficacia sobre las causas de nuestros principales problemas. Hay que señalar de forma explícita que el Estatuto de Autonomía que hoy tenemos no permite un autogobierno real a la hora de organizar nuestra economía, a la hora de ordenar nuestro territorio, a la hora de administrar el gasto público o a la hora de relacionarnos con otros pueblos. Hay que explicar claramente que gracias al 'progresista' PSOE y su pacto con el PP para la reforma constitucional de 2011, la Constitución española hoy es un corsé jurídico que no deja margen de ningún tipo para la construcción de una sociedad libre de la tiranía neoliberal. Se trata en definitiva de dejar de cultivar una fe absurda en la posibilidad abstracta de hacer medidas técnicamente correctas y explicarle a una sociedad adulta como la andaluza que para salir del vagón de cola de la UE necesitamos un nivel de autogobierno que hoy no tenemos. Se trata de reconocer que, por muy duro que resulte asumirlo después de tantos años de sembrar esperanzas infundadas, con las herramientas políticas que tenemos a día de hoy no podemos salir de la situación que sufrimos. Y que las soluciones políticas necesarias para la mayoría social pasan necsariamente por generar un poder andaluz que nos permita alcanzar niveles justos de autogobierno y capacidad real de decisión sobre nuestros problemas.
Una segunda cuestión importante para la izquierda andaluza hoy es señalar sin ambajes y con claridad meridiana el papel nefasto que ha jugado el PSOE en la consolidación de la dependencia de Andalucía, en la destrucción del tejido político de izquierdas y en el abono del terreno para el avance de la derecha. Hay que entender que subordinarse políticamente al PSOE no sólo es perjudicial en términos de rentabilidad electoral: es normalizar la promoción de valores como la competitividad, el españolismo visceral y el clientelismo más casposo; unos valores que el PSOE ha cultivado durante cuarenta años con el esmero suficiente como para que la llegada a la Junta de un partido como VOX sea pensable para muchos andaluces y, aunque sea triste reconocerlo, mucho menos notable en la práctica cotidiana de lo que podría esperarse cuando la ultraderecha sustituye a un partido supuestamente de izquierdas.
En resumen, la construcción de un bloque andaluz de izquierdas exige una agenda política propia, pero también un discurso claro, sencillo y coherente que reconozca la necesidad de superar nuestro estatus político actual y construir una alternativa a un PSOE que es parte del Régimen del 78.
3.- Construcción de unas estructuras políticas propias
Andalucía no puede ser la sucursal de ningún proyecto político construido desde Madrid. La experiencia histórica nos demuestra sin lugar a dudas que, después de cuarenta años de elecciones y concurrencia partidista, integrarse en opciones españolistas se traduce en la asusencia total de Andalucía y sus problemas del debate político. Adelante Andalucía puede y debe ser el embrión desde el que construir unas estructuras políticas abiertas a todas las sensibilidades de la izquierda y del andalucismo, y capaces de absorber toda la fuerza necesaria para colocar Andalucía en el centro del debate político. Esto es especialmente importante en un momento histórico como el actual, donde las tensiones en Cataluña y la consolidación de fuerzas soberanistas en el País Vasco y Galicia garantizan que en los próximos años habrá que abordar con decisión el debate sobre el modelo de Estado y los instrumentos políticos necesarios para los pueblos que lo integran. Andalucía no puede permitirse quedarse sin voz en ese debate.
Hoy tenemos la oportunidad histórica de consolidar un sujeto político andaluz que asuma el protagonismo de organizar a la izquierda en nuestra tierra y avanzar hacia una transformación profunda de la sociedad. Adelante Andalucía tiene la capacidad, pero también la responsabilidad, de abrir un proceso valiente de autoorganización de la izquierda andaluza. Todos los andaluces y andaluzas de conciencia tenemos ante nosotros la posibilidad de desbordar ese llamamiento para hacer nacer por fin una herramamienta política digna al servicio de nuestro pueblo.