Libertad de expresión
¿De verdad queremos libertad de expresión?

De la derecha y sus fuerzas represoras, uno se lo espera. Pero si la izquierda también colabora en esto, la libertad de expresión se queda sola.

Libert
Vota y calla: no te metas en lo que SÍ te importa. votaycalla.com
15 dic 2017 13:24

Ya sabemos cómo es la derecha española: reaccionaria, dada a prohibir cualquier cosa que se salga de lo que ellos consideran que es aceptable, normal, en aras de mantener el orden y el estado actual de cosas. Y el que no trague con eso tendrá que vérselas con sus leyes y su justicia. Lo de siempre. Así, si bromeas con la religión, la Guardia Civil, los toreros, la patria, con las cosas de la derecha, en suma, te arriesgas a sufrir las consecuencias, que serán más o menos graves dependiendo de la calidad de la democracia de la que se disfrute en el momento del «delito» (malas noticias: ahora está la cosa regular tirando a mierda).

Por ese lado, poco nos pueden extrañar las reiteradas denuncias y acciones de la derecha contra aquello que atente contra la tradición, los sentimientos y las buenas costumbres. Cuando gobiernan, legislan en consecuencia; y cuando no gobiernan, no permiten tampoco que la cosa se desmadre. Si un gobierno progresista (o menos conservador) aprueba, respetando todos los cauces legales, el matrimonio homosexual, o la ley de memoria histórica, o levanta algunas restricciones al aborto, o quiere que se respete la separación Iglesia-Estado, o que el que lo desee pueda morir antes de verse convertido en un muñeco de trapo, los tendrá enfrente. A vosotros os habrán votado, pero nosotros tenemos los medios de comunicación, el clero, la judicatura y las fuerzas del orden de nuestra parte.

De ese modo, gracias a la colaboración del que debería ser primer partido de la oposición, y al miedo de muchos ciudadanos anónimos, llevamos años viendo a humoristas, artistas, cantantes, usuarios de las redes sociales y a cualquiera que les moleste, multados, detenidos, apaleados, juzgados o en la cárcel por manifestarse, cantar, escribir…

Es cierto que el doble rasero es intolerable, asquerosamente injusto. Pero la solución no es que la izquierda actúe como la derecha, la solución no es esta triste deriva reaccionaria de la izquierda.

Si alguien, aunque sea humorista profesional, hace un chiste sobre algo que a estos modernos izquierdistas les parezca «sagrado» (también hay temas sagrados dentro de la laicidad), atacan al autor, lo insultan, lo difaman, orquestan una campaña en su contra, lo denuncian y hacen lo posible por joderle la vida. O pide perdón y se humilla (y ya veremos), o maniobran para que al culpable no se le permita actuar, escribir, etc. en ninguna compañía ni medio público ni privado, si es alguien conocido, o que lo echen del trabajo y se le marque como a un apestado y no se le vuelva a contratar en otra empresa (internet tiene muy buena memoria), si se trata de una persona sin, hasta entonces, relevancia pública.

Algunos de estos tabúes son: la mujer (en general; quizá sea el tema que admite menos bromas actualmente), las enfermedades, las razas, las orientaciones sexuales, el aspecto físico, el acoso escolar o laboral, el maltrato animal… Bromear con esto no sólo les parece de mal gusto (que es subjetivo, y allá cada cual) sino que los nuevos guardianes de la moral exigen que se prohíba. Ese es el matiz. El peligroso matiz.

Adiós al humor procaz, mordaz (del negro, ni hablamos). Todo ha de ser políticamente correcto, limpio, neutro, aséptico, aunque resulte mortalmente aburrido. Lo importante es que nadie se sienta ofendido. Y la única manera de que nadie se sienta ofendido es no abrir la boca, porque hay más tontos que ventanas.

Hasta la nacionalidad, joder, que era una cosa muy de la derecha, hasta eso hay que cuidarse mucho de agraviar.

Hace un par de meses, colgaron esto en Twitter:


El oculista me ha dicho que tengo un ojo vago

Pues la izquierda cargó en masa contra el autor. «Estás ofendiendo a los andaluces, que son un pueblo dignísimo y trabajador»; «Yo soy andaluz, y vago se lo llamas a tu puta madre», fueron de las respuestas más suaves (también hubo andaluces que aplaudieron; queda gente con sentido del humor que no se ofende por chorradas, por suerte). Y ya veis que el chiste tampoco tiene mayor maldad, así que imaginaos cuando la cosa es un poco menos light.

Lo grotesco es que los mismos que piden la ejecución pública del que ose mancillar el honor de los andaluces, protestan cuando se reprime a quien «ofende» a España.

Los delitos «de odio», contra los sentimientos religiosos y demás, son incompatibles con la democracia. Si Mongolia se descojona de la Virgen, hay que defender su derecho a hacerlo. Pero si otros quieren bromear con la pasión de los andaluces por el trabajo, la capacidad de seducción de los vascos, la terquedad de los aragoneses o que el mejor remedio contra la hipertensión es una transfusión de sangre tinerfeña, también.

Si alguien, aunque sea humorista profesional, hace un chiste sobre algo que a estos modernos izquierdistas les parezca «sagrado», atacan al autor, lo insultan, lo difaman

A un beato le puede ofender que nos riamos de los cerriles que se dan codazos saltando una valla para tocar a una estatua de madera, como a ti el que otros se rían con el tópico de lo tacaños que son los catalanes o que los murcianos hablamos como si tuviéramos un pastel de carne en la boca (a otros no nos molesta ni una cosa ni otra, y eso que salimos ganando), y nada de todo esto debería tener repercusiones legales, ni verse ensombrecido por la censura.

Voy a poner un ejemplo personal. Hace quince días emitieron por la tele cómo un tío, que por el careto podría ser uno de los enanos de El Señor de los Anillos, se tomaba, con mano temblorosa, un chupito. Luego me enteré de que se estaba suicidando ante la cámara. Y me impactó mucho. Por eso, cuando minutos después empezaron a circular por todas partes memes con el protagonista del vídeo, algo en mí se rebelaba, aunque ya sabía que era un criminal de guerra bosnio. Pero daba igual, no me hacía gracia el cachondeo. A mí no me hacía gracia.

No es racional, viene de dentro, como a otro puede sentarle mal la lectura de La pata de palo de Espronceda, porque es denigrante, falto de ética y atenta contra la memoria de los piratas. Pero en ningún momento se me pasó por la cabeza insultar o denunciar a los autores de los memes de Praljak para defender la memoria de las víctimas del Yagermaster.

Tampoco me agrada cada vez que alguien, probablemente de buena fe (y seguro que en otras ocasiones, movido sólo por el morbo o la sed de notoriedad), comparte imágenes de animales torturados, o de víctimas de cualquier acción bélica. Pero no pido que se actúe contra el que ha herido mi sensibilidad. Me limito a ignorarlo o, en casos extremos, bloquearlo o silenciarlo.

Si es que la solución es fácil: igual que no quedas a tomar cañas con quienes te hacen sentir mal, no vayas a ciertos espectáculos, no leas a según qué autores, pasa de los cabestros en las redes. Si eso no te es suficiente, si quieres ir un paso más allá, entonces eres un censor de pacotilla.

Más ejemplos de incongruencias, ahí va un triple mortal:

Todos fuimos Charlie cuando mataron a dibujantes de la revista por hacer dibujitos de Mahoma. Libertad de expresión y tal. Pero cuando hace cosa de mes y medio El Jueves bromeó con la policía, estos denunciaron, el juez la estimó y la derecha aplaudió.

Y la izquierda protestó. Pero esos mismos, alehop, cargan contra La vida moderna (de los pocos programas de humor políticamente incorrecto que quedan) si Ignatius, uno de los tres cómicos, hace un chiste supuestamente machista. Todo es muy gracioso hasta que nos topamos con algo que nos sienta mal a nosotros. Entonces: «Esto es apología del abuso sexual, ojalá te sodomicen» (me encantan estas respuestas tan congruentes); «machista, que supriman este programa»…

Si una persona que ya no use los dedos para decir su edad, no distingue de verdad (descarto a oportunistas y polemistas profesionales) la diferencia entre el humor, más o menos burdo, acertado o divertido, que ahí no entro, y la apología de la violación, poco podemos hacer más que guardar un minuto de silencio por el sistema educativo.

De la derecha y sus fuerzas represoras, uno se lo espera. Pero si la izquierda también colabora en esto, la libertad de expresión se queda sola.

Aunque en todo esto hay también mucho de… ¿cómo decirlo?... Gazmoñería. Sí, suena antiguo (como las actitudes de algunos), pero creo que esa palabra lo define bien. Gazmoños que saltan a atacar al blasfemo que roce los tabúes sagrados, que se esfuerzan en ser más beligerantes y ruidosos que nadie para demostrar que ellos están en el extremo opuesto al de las almas descarriadas. Aunque luego el que más ladre le monte un pollo a su novia si no le plancha bien la camisa. Pero en público, tolerancia cero, que se vea que él es más feminista, animalista o loqueseaísta que nadie.

Veo con disgusto cómo nuestra sociedad se va acercando pasito a pasito a la hipócrita mojigatería estadounidense. Ya tapamos las palabrotas con un pitido (First dates) o invitamos a actuar a cantantes con la condición de que modifiquen un verso de su canción (todos los canales de TV españoles con la tal Becky G).

Y en cambio, por esas contradicciones que tiene la vida, de EEUU han salido series como Padre de familia. ¿Alguien imagina esa serie producida hoy por alguna cadena española? Imposible. Y si por casualidad sonara la flauta, los responsables acabarían en la cárcel tras el programa piloto: perversión de los niños (es una serie de dibujos, para adultos, pero de dibujos), apología de la pederastia, escarnio de los minusválidos, discapacitados o como dicte la norma eufemística que hay que llamarlos ahora; racismo, antisemitismo…

Me estoy acordando de la que se montó con Ocho apellidos vascos. Una buena película (no puedo decir lo mismo de la segunda parte) que no se libró de su legión de ofendidoskis.

O, sin salir de la zona norte, el caso más reciente de Fe de etarras, cuyo cartel provocó una denuncia de la Unión de Guardias Civiles a Netflix por «humillar a las víctimas».

Atentos al cartel. ¿De verdad la UGC no tiene nada mejor que hacer?


De la derecha y sus fuerzas represoras, uno se lo espera. Pero si la izquierda también colabora en esto, la libertad de expresión se queda sola.

¿Los límites del humor? Ninguno. Es la única manera. No se puede empezar a poner límites sin terminar con la libertad de expresión, porque siempre habrá quien quiera mover la línea un poquito más allá, y al final acabaremos sin poder abrir la boca.

¡Alegría, joder! Dejémonos de susceptibilidades, recelos, complejos y oscurantismo. Vamos a disfrutar un poco y a no ponérselo tan fácil a los que nos gobiernan, que están encantados de que pidamos represión para unas cosas, porque eso les dará vía libre para ejercerla en otras.

Texto: Salva Solano

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juanra
17/1/2018 8:11

Gracias. Leyendo estas cosas me encuentro un poco menos solo. Hoy no se puede hablar ni con un activista de derechas ni de izquierdas. Hay violencia, no se habla desde el corazón, ni con humildad. Se toma todo como una batalla. Estamos divididos, somos intolerantes... Hay otro ejemplo que ilustra muy bien todo esto. Una pintada en el suelo que ponia, al machote machete. Y esto se lo he oído a una persona de izquierdas y animalista. No se dan cuenta que la violencia es la principal bandera del fascismo.

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Salva Solano Salmerón
17/1/2018 11:32

Gracias, Juanra. He visto tu comentario de casualidad. Me he acordado de esta entrada a raíz del enfado de los independentistas por la chirigota en las que "decapitan" a Puigdemont, y me he metido a ver si había algún comentario nuevo al respecto. Muchos de estos, de izquierdas, que hoy piden mano dura y aplicar delito de odio y ley antiterrorista contra los chirigoteros, son los que ayer decían que lo de los tuiteros y raperos es libertad de expresión.

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Galder
17/12/2017 11:17

Diría que simplemente el límites del humor es llevarlo a los tribunales. El humor puede ser ofensivo e incluso algo por lo que discutir, enfadarse y pelearse. El problema es cuando de ahí, precisamente, se pasa a la censura: a pasarlo por la justicia o a hacer sabotaje a esa persona por haberte ofendido. El desear que la otra persona pague por haberte ofendido y que jamás pueda volver a hacerlo. Porqu ser ofendid@s nos pone a cara a cara con la realidad de que el mundo no piensa igual que nosotr@s, que el mundo no es lo que nos gustaría que fuese. Esa es una realidad que simplemente tenemos que aprender a llevar y a aceptar, incluso a reírnos de ella, aunque nuestro deseo siga siendo que llegue a otro lugar. Porque la censura es el deseo de matar a alguien, sin tener que matar su cuerpo. Esa es la verdadera consecuencia de la imposición del silencio. Y, precisamente, las porciones más retrógadas de la sociedad son las que debemos conocer mejor: en primer lugar porque están dentro de todos y todas, porque todos y todas venimos de ahí y, en segundo lugar, porque es precisamente eso lo que queremos cambiar.

Gracias por el artículo; si algo comentaría que quizás a veces queda diluido que el problema real no es sentirse ofendidos por algo, el problema es intentar llevar esa ofensa personal a una censura, una encarcelación. Pero me ha gustado leerte, gracias por escribirlo.

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Salva Solano Salmerón
17/12/2017 19:54

Estamos de acuerdo, Galder. El problema no es discrepar o sentirse ofendido, que eso es inevitable (aunque los que tienen la piel demasiado fina, igual deberían replantearse su actitud ante la vida). Dándole la vuelta a la famosa cita, el problema son los del "No estoy de acuerdo con lo que dices, y haré todo lo posible para que no puedas volver a decirlo".

Gracias a ti.

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#4995
17/12/2017 8:23

Bravo

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#4929
16/12/2017 11:39

Comprendo que no entiendas nada, Salvita. Hay una diferencia en que te peguen un golpecito en la cara de vez en cuando y que te lo den cada día, en distintas graduaciones. Pero, claro, como a ti eso no te ha pasado nunca ¿por qué deberías escuchar a nadie o reconocer eso como una realidad? Mejor decidir que todo el mundo tiene la piel muy fina y llorar en público porque nadie te entiende. Pobrecito. Pero, eh, qué suerte que un experto en la opresión haya venido a explicarnos lo que es la cultura de la violación, la homofobia, el racismo o el capacitismo. De verdad, no sé qué habríamos hecho todos los colectivos oprimidos por estas dinámicas de poder si alguien como tú no hubiera venido a explicarnos cuándo nos tenemos que ofender.

Hasta nunqui <3

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Salva Solano Salmerón
16/12/2017 12:21

Hombre, acusarme de llorar cuando lo que vengo es a posicionarme contra los que se pasan (¿os pasáis?) el día llorando, tiene su aquel. --
Esto es muy de los censores modernos: «como a ti eso no te ha pasado nunca»... Recuérdame de qué nos conocemos, porfis (parece que me estoy escribiendo con Flanders).

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Enrique
15/12/2017 21:00

Tiene todo el sentido la reflexión, pero uf, creo que caes en tomar una parte por el todo - pones unos ejemplos de gente que se cabrea si algo que les va se censura y saltan a la yugular si algo no les gusta - vale, esa es la contradicción, pero luego equiparas sus twits y comportamientos a algo tan ampio e inabarcable en una sola toma como "la izquierda", y ahi creo que te sale largo el columpio - caracterizas el todo por una (a veces ni siquiera) parte. Los procesos de debate de ideas siempre serán contradictorios, y más en el entorno maximalista que generan las redes y la capacidad de un individuo u otro de amplificar sus ideas - buenas o malas - mediante un triunfo de RTs y "likes" y etc. o incluso en un inesperado rebote a la prensa (a veces, luego de haber conseguido llamar la atención del periodista y dos más ...). En todo caso, conviene diferenciar con claridad de un lado ese debate - con participaciones de todos los colores, desde todos los predios, con aproximaciones más o menos afortunadas - y de otro el aparato de censura y represión constituido por el tándem peperos-medios-troles-tribunales. Luego está el espacio concreto de las susceptibilidades derivadas de los temas que se tratan y sus modos. Hace poco, vivíamos en un entorno igual de capitalista pero con cierta mala conciencia - por ejemplo, tratar la ludopatía era un servicio público, ahora hasta los equipos de Champions tiene su "casa oficial de apuestas" --- el entorno cambia, y las exigencias que requiere también.

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Salva Solano Salmerón
16/12/2017 11:25

Hola, Enrique.

Por descontado, hablo de una parte (cada vez mayor, según mi percepción). Yo mismo soy de izquierdas, y trato de no actuar así.

Por eso he puesto frases como «queda gente con sentido del humor que no se ofende por chorradas». Pero me parecía que habría molestado la lectura el estar precisando todo el rato "esta parte", "ese grupo", etc. Pensé, tal vez equivocadamente, que no había necesidad de recalcarlo.

Gracias por leer y comentar. Un saludo.

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Sergio
16/12/2017 15:32

El problema, al menos a nivel redes sociales, transciende de izquierdas y derechas, y tiene que ver un poquito más con la dopamina. En palabras de Chamath Palihapitiya, antiguo ejecutivo de Facebook, "Hemos creado herramientas que están partiendo la fibra social del funcionamiento básico de la sociedad. Los ciclos de feedback llevados por tirones de dopamina a corto plazo están partiendo la sociedad. Sin discurso civil, sin cooperación, desinformación, mentiras. Estáis siendo programados".

A la gente le da un tirón de dopamina cuando reciben un ciclo de feedback rápido en redes sociales, imaginemos a Jorge, Jorge va a escribir un twit sobre alguien que realmente no le quita el sueño, pero le apetece, le da picorcito algo que ha dicho y mete el clásico zasca, que no lo es pero lo parece, y recibe 500 RTs y dios sabe cuantas respuestas. Ese ciclo de feedback le hace sentir bien, el no sabe por que, ni le preocupa, pero le hace sentir de puta madre.

Intenta repetirlo una y otra vez, el insulto de todos los días a Jorge Cremades, el llamar machista a un pavo por decir que no le gusta una película, el defender a Echenique aunque éste ni quiera ni necesite ser defendido. Todo esto tiene una respuesta, Jorge recibe ciertos niveles de dopamina dependiendo de ésta, y si falla, lo vuelve a intentar.

Yo creo que a estas alturas es un problema serio y no tenemos ni idea.

Vídeos relevantes que molan.

https://www.youtube.com/watch?v=Tva0xq-eDvI
https://www.youtube.com/watch?time_continue=1282&v=PMotykw0SIk
https://www.youtube.com/watch?v=NMq_MyOFtW8

Un abrazo.

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Salva Solano Salmerón
16/12/2017 17:46

Gracias por los vídeos, Sergio. Mañana es domingo, igual me pongo con ellos. -- Un abrazo.

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@Migueljr
15/12/2017 17:55

Bueno, no hace mucho, pidieran a la RAE quitar la entrada de tonto como significado de la palabra gallego. El que es tonto es tonto, da igual que sea de izquierdas o derechas.
PD: Dios bendiga el botón de bloquear/silenciar para no tener que leer a los Flanders de internet (sean también de izquierdas o derechas)

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Salva Solano Salmerón
16/12/2017 11:17

Buah, lo de presionar a la RAE para que elimine del diccionario acepciones en vigor, sólo porque a nosotros no nos gusta cómo se usan, es de traca también.

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Daniel Seijo
16/12/2017 14:08

En el caso del uso de gallego como tonto, creo que la queja viene más por el hecho de que nadie utiliza esa palabra con tal significado. En España al menos, resulta totalmente anacrónico.

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Salva Solano Salmerón
16/12/2017 15:39

En algunas partes de Latinoamérica sí se usaba con significado despectivo, no sé si exactamente de "tonto", la RAE sabría (por lo que he leído, eliminaron esa acepción en 2013). Pero lo hacían refiriéndose a todos los españoles, no a los nacidos en Galicia. -- Como tú, yo tampoco he visto "gallego" con ese significado en España.

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Daniel Seijo
16/12/2017 17:06

Exacto, en Venezuela y otros países de Latinoamérica sigue usándose a día de hoy -puede significar tonto, español, explotador, extranjero etc- y en esos casos, me agrade más o menos, considero que puede ser totalmente normal su inclusión en los diccionarios con ese sentido. En el caso español....mira que no pensamos para nada en el castellano hablado en esos países y vamos a acordarnos justo para molestar a los gallegos ;) Pero bueno, la RAE es la RAE, tampoco se lo vamos a tener en cuenta.

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Mertxe
15/12/2017 15:32

Clap !, calp !, clap !. Suscrito

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Salva Solano Salmerón
16/12/2017 11:13

Gracias, Mertxe ;)

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