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La semana política
Ana Iris Simón y la muerte de Antonio Alcántara
Un par de días antes del discurso de la escritora Ana Iris Simón en La Moncloa falleció Antonio Alcántara Barbadillo (1926-2021). La muerte de este personaje de la ficción televisiva Cuéntame, acaecida en un viñedo de un pueblo también ficticio situado cerca de Hellín (Albacete), no termina con la serie pero sí es el final de una época. Cuéntame comenzó a emitirse en 2001 y ha sido una celebración de la concordia o el consenso vigente en España en las últimas décadas. La manida idea de un “pacto entre generaciones” alcanza en Cuéntame su relato más exitoso.
Los tres minutos que Ana Iris Simón enarboló ante Pedro Sánchez durante la presentación de un plan “para los pueblos” pusieron de manifiesto el fin de ese ensueño de concordia basado en el acceso a la democracia de propietarios, la versión española de las clases medias plenas. A cambio, esta escritora de 29 años residente en la ciudad de Aranjuez (Madrid) puso sobre la mesa las expectativas defraudadas de las generaciones que se incorporan a la vida adulta en el país con más paro juvenil de Europa.
“Me da envidia la vida que tenían mis padres con mi edad” es el título de un artículo escrito para el medio Vice en 2019 y también el primer mensaje que lanzó en el discurso en La Moncloa. El texto y el discurso presentan esa “envidia” de un tiempo pasado como motor de la impugnación del sistema actual. Es un malestar que tiene una raíz política —la dificultad de acceso a la vivienda, los bajos salarios— y que Simón identifica con las renuncias durante la convergencia en la Unión Europea, en los años clave de los 90 y, sin demasiados matices, con la globalización neoliberal.
Pese a sustituir la indignación por la envidia, el bosquejo coincide en su mayor parte con ensayos anteriores, aunque falla la cronología. Simón fecha el momento en el que todo empezó a ir mal con el cambio de siglo, pero las generaciones anteriores se manifestaron a finales de los 80 contra el plan de empleo juvenil y antes contra la llamada reconversión industrial, conocieron la doctrina del shock de la mano de Enrique Fuentes Quintana y los Pactos de la Moncloa; ya en los primeros 60 vieron cómo se gestaba la adecuación de la economía al modelo de sol y turismo que Simón critica, y antes España vivió durante el periodo de autarquía los peores años de desarrollo económico desde que hay registros oficiales. La soberanía que esta escritora reclama no se perdió en una hora, ni siquiera en un siglo. Tal vez nunca existió.
Lo llamativo es que, aunque en tres minutos no da tiempo a enarbolar todo un programa, lo que selecciona como uno de los impedimentos para acceder a esa clase de propietarios es la llegada a España de población migrante
Pero lo central del discurso no es la radiografía de las causas del desencanto y tampoco poner fecha a cuando se jodió todo, sino la manifestación de la ideología de Simón, esto es, sus ideas respecto a la familia, la industria como horizonte de futuro y, especialmente, la inmigración. La duda es saber si ese discurso encaja en la categoría “izquierda” porque de noche todos los gatos son pardos, o si es otra cosa.
Aun más importante es que esta joven escritora ha puesto el cuerpo en un debate que llevará tiempo resolver a los actores tradicionales, partidos y lo que en otro tiempo se llamó intelectuales. Un debate sobre si todo aquello a lo que se puede aspirar es a un retorno de la socialdemocracia como garantía de estabilidad o si debe seguir la búsqueda incesante de mayor igualdad y justicia social, ahora que esa búsqueda ha sido declarada clausurada en la Comunidad de Madrid y mucho más allá.
Moralidad, casa y coche
El principal éxito de ese breve discurso es el escenario en el que se produce, ante quién se produce y cuándo se produce. En un momento en el que la opinión pública parece una masa amorfa, esta escritora ha conseguido situar una serie de ideas en la esfera pública, y que se debata sobre ellas. El discurso funciona en clave moralista porque pone la primera persona del singular y el “nosotros” de su propia familia como un sujeto en el que se pueden reconocer tanto quienes se consideran progresistas como quienes se definen como conservadores. Y funciona en clave polémica porque, por medio del costumbrismo, pretende suscitar una reacción ante el derrumbe del sueño de una generación.
Nada que reprochar, claro, pero lo que exige Ana Iris Simón no es mucho más (ni mucho menos) que un billete de entrada a esa sociedad de las clases medias en crisis. No se trata del programa clásico de los movimientos tradicionales de la izquierda y, en cambio, se parece más a la idea de una sociedad de propietarios “y no de proletarios” diseñada durante el Franquismo.
Aunque en tres minutos no da tiempo a enarbolar todo un programa —y probablemente Simón tiene ideas más interesantes que las que expuso ante Sánchez— lo que seleccionó como uno de los impedimentos para acceder a esa clase de propietarios es la llegada a España de población migrante. Población que, parece que hace falta decirlo, envía cada año una media de 16.000 millones de euros en concepto de remesas —sin contar los cauces informales— a sus familias en Marruecos, Francia, Rumanía, Ecuador o China.
Es discutible que, con 29 años, la generación de Ana Iris Simón sueñe con lo mismo que ella. También hay gente que con esa edad prefiere pensárselo un tiempo más antes que cumplir el rito de paso a la vida adulta mediante la triada coche-casa-críos (por ese orden), pero el discurso engarza con el momento actual de la sociedad española, con la posible única excepción de la sociedad catalana. La familia se ha constituido para una mayoría social en el último espacio seguro tras la crisis de 2008 y en el comienzo de la crisis del covid-19. Frente a la incertidumbre, las familias (algunas, no todas) aportan certezas (algunas, no todas).
La semana política
La Semana Política Tirados por el camino
Lo cuestionable es que en ese esquema no juega ningún papel lo colectivo y apenas se referencia lo público —es significativo que Simón hable de escuelas infantiles “gratuitas” y no públicas—. En ese sentido, el speech pulsa perfectamente el latido de un tiempo de naufragio de las organizaciones sociales y políticas de masas.
Así, las pocas soluciones de urgencia que propuso Simón en su discurso fueron de corte familiarista —cheques familia, reducción de impuestos—, es decir antes la natalidad que, por ejemplo, la mejora de la educación pública o de la conciliación; medidas proteccionistas —choca el deseo de tener “un coche” con esa idea de favorecer los productos “de aquí”—; propuestas poco detalladas pero claras de control restrictivo de la migración —algo para lo que ciertamente el PSOE no necesita una lluvia de ideas— y, acorde con el tema por el que fue invitada, de contención de la despoblación.
Ese último es, sin duda, el punto más importante de todos cuantos trata. Se relaciona con los anteriores pero, aislado, pone en evidencia la fuerza que está cogiendo la representación política de provincias históricamente marginadas, la España vaciada. Es en ese vector donde se evidencia la falta del discurso de los principales actores de la izquierda política tradicional y, por tanto, donde el programa de Ana Iris Simón tiene mayor recorrido.
Lo rural
Aunque parte de ese discurso de tres minutos recuerda al lugar común del menosprecio de corte y alabanza de aldea —tan viejo como la literatura—, se debe reconocer que el concepto de España vaciada, desde una perspectiva política más amplia, trasciende a aquello que refleja actualmente, es decir, a las diferencias entre territorios, entre las metrópolis y el “mundo rural”, para pasar a designar el vacío de la falta de un proyecto en el que puedan reacomodarse esas clases medias desencantadas, tanto del campo como de la ciudad.
Lo cierto es que la dificultad para pagar una casa es la misma, si no mayor, en la ciudad que en el campo. El hacinamiento y las malas condiciones de habitabilidad también se da en “el rural”, como muestran los recurrentes y trágicos casos de incendios en los campos de recolección de Huelva. Otro factor que destacó en su discurso la autora de Feria (Círculo de tiza, 2020) como la falta de escuelas infantiles también lo padecen las familias y los hogares que viven en las metrópolis.
No se puede omitir el hecho de que la pobreza está más extendida en las ciudades: el 17% de los hogares de las zonas densamente pobladas en España son pobres frente al 11,7% de los hogares de zonas poco pobladas (REIS, marzo 2019), algo que cuestiona la idea de que la migración se debe únicamente a factores económicos. A pesar de que el debate sobre el despoblamiento y el invierno demográfico debe abordar esas cuestiones, el carácter polémico y sentimental del discurso sitúa en la “ciudad” el derrumbe de esas expectativas de clase.
La cuestión de la falta de horizontes de la juventud autóctona engarza con deseos y necesidades de nuestro tiempo. Y ahí hay diferencia entre vivir en una gran ciudad o en un pequeño o mediano municipio. El listado es amplio pero en la reivindicación de una vida más sencilla —asociada al campo— se encuentra esa necesidad de parar el tiempo acelerado, que se relaciona con la idea de que en la aldea “son los días más largos y más claros”. El afán de establecer otra relación con la naturaleza, alimentarse con productos frescos… son consecuencias del agobio climático (y difícilmente compatibles con el concepto un tanto enfático de reindustrialización). También, la necesidad de comunidades, tribus o vecindario que la ciudad, con su hostilidad y sus distancias, parecen negar.
El problema es que no se trata de una simple cuestión geográfica —repoblar lo vacío, moderar el crecimiento de las ciudades— sino que esas necesidades y deseos están interconectados con otros factores económicos que determinan más el derrumbe del modelo actual: la crisis climática, la competencia entre metrópolis y de estas con los Estados-nación, la deficiente construcción de la Unión Europea, la pugna entre las élites del capitalismo, la crisis de productividad que se arrastra desde los años 70, el componente huidizo y volátil del capital financiero, etcétera. Además, desde una perspectiva ecosocial, hoy todavía es difícil plantear ese retorno a la España vaciada sin asumir un importante coste a nivel de eficiencia energética y de infraestructuras (sanitarias, educativas, de conectividad, etc), es decir, sin una transformación que cambie también y radicalmente las ciudades y el Estado.
La vuelta al mundo rural en las condiciones de los años 70, 80 y 90 no se va a dar. Es complicado pensar que alguien realmente desee vivir con las condiciones de antes, tampoco en un clima de relaciones familiares como las que entonces estaban más extendidas, que se parecían más a La casa de Bernarda Alba, a Antonio B. El Ruso: ciudadano de tercera o a Cremartorio de lo que ahora queremos recordar. La nostalgia de ese pacto entre generaciones que funcionó después de la Transición puede estar justificada, pero no es una propuesta realista de futuro. Sirve, eso sí, para leerle la cartilla al jefe de Gobierno en nombre de una generación, otra más, que se ha visto defraudada en sus expectativas.
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Esta generación noventera a la que pertenezco, parece haberse dado cuenta con treinta añazos de la importancia de la familia. Sin embargo, no olvidemos que este modelo de familia ( que convence a izquierdas , derechas y centros) no es el único, no es sacrosanto y sobre todo, no es ni por asomo un espacio libre de lo que esta peña llama comúnmente `` los individualismos surgidos de la cultura neoliberal´´. Que cada uno se resguarde como pueda y donde quiera, pero evitemos erotizar y generalizar. Cada vez es más común y creo que es el efecto inconsciente que tiene la situación económica actual en las psiques de la juventud, comenzar a ver el pasado, lo rural, la familia o cualquier otra realidad tradicional, como panacea. Que la situación es jodida, es una evidencia, pero ya venía de largo, como también viene de largo el egoísmo supremo que caracteriza nuestra especie. Y eso no se cura en familia. Se cura luchando, se cura soñando, se cura leyendo. Crecer da miedo y el miedo, suele ser proporcional al impulso de erosionar los espíritus que un día querían cambiar las cosas. Que lo ``cultural´´ no es nuestro único problema y que para atajar el problema material hay que pasar por redistribuir. Respecto a las reducciones, los simplismos y las contradicciones, a la hora de hablar de los temas mainstream (como son en nuestros días temas de infinita complejidad como los coloniales y ecológicos), no nos sorprendemos ya. Cada día me pregunto más , si todo esto solo nos está llevando a mirarnos el ombligo hasta casi rompernos el cuello. Las manifestaciones del no a la guerra del 2003 parecen ya casi una utopía revolucionaria. Pasado el periodo revolucionario del joven común y ahora que han caído en que la vida es bien perra, parecen andar buscando el lugar más apropiado para resguardarse y sin comerse mucho la cabeza, reproducen otra vez lo ya infinito. En definitiva, por eso la invitaron a la Moncloa.
Muchas gracias por este análisis. Acabo de terminar de leer “Feria” y no sabía bien cómo articular mis “peros” ideológicos a un libro que me ha gustado mucho y, simultáneamente, me ha dejado preocupado por su trasfondo ideológico
Creo que sacas punta donde no la hay y pones en su discurso palabras que ella no ha dicho. La escritora intentó plasmar una realidad y explicar unas preocupaciones que existen hoy en día y con las que muchos de nosotros lidiamos. No está mal tampoco que el presidente escuche los problemas de la gente, sean cuales sean, porque los políticos de primera línea tienden a despegarse de la realidad con demasiada falicidad. Un saludo
Cuando el futuro es incertidumbre, mirar al pasado es tentador; pero ni el pasado volverá como fue, ni todo el futuro será como se ve desde el presente.
Hola Pablo, solo venía a recordarte que incluyas las referencias al informe de la EAPN porque no puedes soltar que se es más pobre en las ciudades grandes que en las pequeñas sin dejar a más de un manchego traspuesto! Un saludo
si esta señora tuviera algo realmente interesante que decir, que no encajase con la propaganda de la élties, no la habrían invitado a soltar tal discurso, así de sencillo
No sé cuál ha sido el momento exacto en el que se jodió todo, pero está claro que se jodió. Un trabajador de la España del siglo XXI puede estar en dos situaciones y ninguna de ellas es buena:o no tiene trabajo o tiene un trabajo en el que no se respetan sus derechos.
Horas extras que no se pagan, días de descanso que no se respetan, sobrecargas... Y si no te gusta, ahí tienes la puerta. Y los políticos ¿Que hacen al respecto? Decirnos que no somos precarios, que somos precaries, que no somos parados si no parades. Y con este panorama métete en una hipoteca o trae un hijo al mundo para que esté toda su vida comiendo mierda. El neoliberalismo se nos ha metido en lo más profundo del alma; ya no es una política, es parte de nosotros y nadie le tose. Mucho me temo que si cambia algo va a ser a peor.
En su discurso, consentido pero escenificado como ejercicio de libertad de expresión frente al poder, anida la semilla del fascismo. Es un ejercicio más de clausura del futuro idealizando un pasado atroz a cuya iniquidad se opuso una clase obrera que no reivindica si no que omite y olvida. La lucha contra las clases sociales, contra la desigualdad y la humillación.
Asume un rol de ilustrada como mejor que lxs inmigradxs, a quienes señala como problema. No condena a sus explotadores, no se refiere a la codicia suicida de los próceres de una sociedad a la que están desgarrando.
No llama a la ayuda mutua de lxs desposeídxs, a la necesidad de imaginar conjuntamente una otra sociedad.
Sus palabras están meditadas y repito, toleradas y no llaman a la unidad de acción contra la barbarie de la desigualdad y la destrucción, si no a la división de lxs de abajo. De hecho, niega la existencia misma de lxs desposeídxs, de lxs sin poder.
Por eso creo que en esta ocasión estamos siendo muy tolerantes con estas ideas, no podemos dar respiro a totalitarismo que pretenden legitimar.
A la escritora la vi juzgar para mal en el programa de Monedero La Frontera, a las personas que decidían ir a un pueblo a iniciar un cultivo ecológico, porque ya había cultivos del vecino del pueblo supuestamente ecológico. Lo que no parece saber, es que en los pueblos hace ya tiempo, que dejó de haber ese producto de cercanía y de calidad supuesto ecológico, en su gran mayoría. Y que los pueblos se alimentan en su gran mayoría de la misma comida basura que la ciudad. Y que el alimento puede ser incluso más caro debido al coste añadido de la distribución de los alimentos a un pequeño lugar.
Por no hablar que hasta lo más mayores saben " sulfatal" con los productos sintéticos cancerígenos que nos proporciona la cooperativa local.
Por lo que si quieres repoblar la España vaciada, deja en paz y apoya al que decía iniciar un cultivo ecológico en cualquier rincón de este mísero país.
Pablo, deberías haber ido tu al Congreso, que verdad no te faltó en este artículo.
Soy de la generación de Simón, y de verdad para nada lo veo como ella.
Es un discurso que lo escucho mucho en mí pueblo.
"Me comformaría con tener una vida como la de mis padres"
Ahiii si los padres hablasen... que talegazo nos íbamos a llevar.
Tu no quieres la vida de tus padres,quieres la comodidad que puedan tener tus padres para ti ahora.
En los 90 pagabas un 20% de intereses y con crisis económicas y endeudando a la familia como aval.
Pedir tener la misma mierda o mejor, da igual, total el problema está en que te quieres conformar con mierda.
A ver por partes: el speech de tres minutos es una metáfora. Creo que el texto de este artículo va más allá buscando una intención que no está implícito en el discurso de Ana Iris. Creo que se exagera y es que es absurdo sacar la puntilla a por qué no dice escuela pública en vez de gratuita. Lo que importa es el mensaje, y sin rascar donde no hay que rascar. Yo he vuelto a medio rural, no he hecho la triada del paso a la adultez: casa, coche, críos y no pienso que Ana Iris se equivoque. Vivir en el campo y en el medio rural siempre fue duro, pero los tiempos en los que se les contaba a los españoles que podían hipotecarse sin problema a doce o quince años, como mis padres, no volverán. Porque era una sociedad que se estaba construyendo por eso existía esa falsa bonanza. La clave es muy sencilla ahora: en España no se mira por el ciudadano ni por su protección en todas la áreas. No nacen niños porque el sistema laboral y de conciliación inexistente es una auténtica mierda. Nuestros científicos se van fuera y renuncian a su tierra por otros países donde los tratan mejor. La reforma laboral no acaba de derogarse porque la patronal se opone(cosa increíble en otros países que la patronal tenga que opinar en el derecho y protección a los trabajadores..). El discurso de Ana Iris es una metáfora de lo que fue la mentira temporal, y de lo que no es ahora. Sacar puntilla no creo que aporte nada. Por cierto, vivir en el medio rural es mas barato que en cualquier ciudad, es mas, algunos ayuntamientos hasta te dan casa gratis si te vas a trabajar allí. Y si tienes que pagar alquiler es mucho más económico, vamos sin duda, lo digo porque yo me fui de Barcelona a Sierra Nevada y no hay color.
Lo que tiene que cambiar es la mirada de los ciudadanos a los políticos y exigirles más, plantarse y decir. Hasta aquí.
Sacarle puntilla al discurso de Ana Iris no creo que aporte.
La vanguardia del twitteriado ,a la que le pilló desprevenida y en medio de la crisis de los 30, la caída de Lehmann Brothers; y que se ha plantado en plena cuarentena sin proletarizarse, es decir sin prole, muy difícilmente van a apoyar posiciones que hablen de proles, familias y otro tipo de lujos y excesos frutos de la esclavización femenina o directamente la ignorancia. Lo curioso me lo resulta el hecho de que suele ser el twitteriado simpatizante del 15M...¿por qué protestaban aquellos jóvenes? El twitteriado se conforma con ver el mundo arder y que pueda monetizar dicha vida contemplativa. ¿Cómo va a ver con buenos ojos a Ana Iris? Eso sería ponerles frente al espejo, ya que ellos están muy autoconformes con modo de vida sin ataduras. El twitteriado ante el abismo lleva tiempo cayendo por el precipicio pero nos quiere convencer que lo suyo es la tierra firme.
La tierra firme se puede pisar de muchas maneras y el traer críos a este mundo no es la única de ellas. Las ``ataduras´´ son parte de cualquier vida humana. No monopolicemos y respetemos las formas de vida que son distintas a las nuestras ; ) !
Referencias pseudo-culturales televisivas para un país de analfabetos políticos.
Pues sí, buen análisis, se agracede que haya cierta mesura ante artículos que o bien critican o bien ensalzan el discurso de Ana Iris sin ver todo los matices y grises
Magnífica exposición de un asunto, el discurso de Simón, que está lleno de nebulosas, algunas de las cuáles flirtean directamente con el franquismo. Valga si no su admiración por Ramiro Ledesma, filósofo franquista cuyo ideario era algo así como un puré básicamente fascista con toques anarquistas, por decirlo rápido.
La presunta escritora esta despliega un relato de victimismo recurrente de clase media, más cercano al falangismo que a un ideario socialdemócrata decente, la nostalgia de un pasado familiar industrial que nunca fue, la idealización del mundo rural como si este no estuviera atravesado de flujos de extracción y explotación, de violencias domésticas y ecocidios, de acumulaciones y desposesiones es tan irreal como reaccionario. Igual le estamos dedicando demasiado tiempo a esta muchacha pija.
Yo estoy bastante en desacuerdo con el discurso de Simón, hasta el punto de considerarlo peligroso; pero ella de presunta escritora no tiene nada, es escritora.
"Presunta escritora", "muchacha pija", a ver si con tanta descalificación personal va a resultar que usted sufre un ataque agudo de machismo.
Gracias por proporcionarnos esta lectura sosegada sobre el discurso de Ana Iris Simón. Es costumbre elevarlo todo a las alturas de la santidad o bien incinerarlo como el origen de todo lo abominable.
Con tu texto nos muestras, Pablo, de manera sobria, los más y los menos, las luces (algo útil puede extraerse) y las sombras del discurso.
Salud!