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La semana política
Tirados por el camino
Faltaba un mes escaso para que el doctor Li Wenliang comenzase a alertar a sus compañeros del Hospital Central de Wuhan de que había detectado un brote de una enfermedad con síntomas parecidos a los del síndrome respiratorio agudo grave. Y Madrid era una fiesta, como lo iba a ser Bilbao una semana después. La Polla Records tocaba en la ciudad. Dos noches seguidas en el antiguo Palacio de los Deportes. Más hombres que mujeres entre el público, pero, sobre todo, un rango de edad muy determinado. No había muchos jóvenes, tampoco muchos viejos.
A diferencia de un grupo como Extremoduro, cuyo objetivo y público está aferrado a una adolescencia perpetua, La Polla Records es el cuerpo de una generación apaleada, con 40.000 mañanas en sus espaldas. Seguidores de una banda quizá pesimista pero no ceniza.
Aquella noche, el respetable obedecía a un retrato robot específico: nacidos entre el 70 y el 85 del siglo pasado; habían escuchado por primera vez No somos nada en una cinta de casete pirata, muchos habían fumado costo de penosa calidad pagado en pesetas y, en su mayor parte, se habían desenganchado de las nuevas canciones de su líder, Evaristo Páramos, cuando los jueces obligaron a la banda a borrarse el nombre.
No era la generación más jodida por la heroína. Había crecido en el contexto del post-franquismo, de la crisis del petróleo y del movimiento de salida del patrón oro de Nixon en Estados Unidos. Nacidos en el borde de la marginación, en los bloques verdes de los extrarradios y las ciudades satélite, pero reproducidos y socializados bajo el signo de una España “feliz”, de la sociedad de consumo y el acceso masivo a la Universidad. Nada demasiado estable ni demasiado bueno pero, visto con los ojos de esa gran agencia de publicidad de sí mismo que es el neoliberalismo, todo “sin ataduras”.
Música
40.000 mañanas escuchando a La Polla Records
En 1990, La Polla Records publicó el himno de quienes nunca abren telediarios: los millones de personas que viven tristemente y mueren democráticamente.
Así que el concierto era una victoria dentro de una derrota sin final o de un infinito número de derrotas de aquellas personas que nunca mordieron del todo el anzuelo de la sociedad del crecimiento. Quienes estaban ahí no habían emprendido ningún negocio ─y si lo habían hecho, posiblemente habían fracasado─ y en un par de décadas habían dejado de burlarse de la posibilidad de esconderse en el campo para soñar con dejar atrás los malos humos, apañarse una C15 con 300.000 kilómetros, montar en bici y adoptar un perro gigantesco igual de apaleado que ellos. En cualquier caso, los que estaban allí habían sobrevivido.
La minúscula fracción de esa generación que estuvo en aquellos conciertos celebraba el hecho de haber salido adelante en el contexto del no hay futuro. Otras bandas consiguen los mismos efectos. En cada generación se busca en determinado tipo de música un acompañamiento en la certeza de que, hagas lo que hagas, estás vendido. Quizá la única diferencia es que la franja de edad que llenó los conciertos de Madrid, Bilbao, Valencia y Barcelona nació con el neoliberalismo y está destinada a morir con él.
Next Generation
No chupas de cuero, sino chaquetas y camisas. No pantalones Trango, sino alfileres de corbata. 28 de enero de 2021, Congreso de los Diputados. En ocho días se cumplirá un año de la muerte de Li Wenliang como consecuencia del covid-19. El mundo está en shock. En un año se han perdido 225 millones puestos de trabajo. En julio, se aprobó un paquete de ayudas con el título Next Generation. Es el plan económico más ambicioso de toda la historia de la UE. El Pleno del Congreso debate cómo trasladar esas ayudas a la realidad de la contratación pública. Amortizada la generación del “no hay futuro” ─el que no está colocado ya, que se pire al campo─ se proyecta sobre la próxima generación la posible recuperación económica, la que tendrá que ser en el contexto del cambio climático.
El programa está claro. La orden, el último recurso, es devolver al Estado el papel central sobre la economía. Los detalles sobre la deuda, sobre qué pasará con la moneda y sobre qué mundo quedará tras el covid, se dejan para más adelante. Por si algún ingenuo lo pensaba, no se trata de planificación, estatalización o publificación de sectores. Ni siquiera se plantea la puesta en marcha de un plan de empleo público significativo. El tractor debe ser la cooperación público-privada. El pastel de los fondos ─140.000 millones de euros─ estará a disposición de las únicas empresas que, hoy por hoy, y con el asesoramiento de las cuatro grandes consultoras globales, pueden presentar proyectos para llevarse el grueso de las ayudas. Son las grandes multinacionales, cuya cadena de subcontratación, dicen, debe gotear hacia pequeñas y medianas empresas. El plan no necesita demasiados propagandistas, hace tiempo que los tiene a todos.
La noticia es que el libreto cambia, el Estado no es un estorbo, sino el apoyo principal. La utopía del mercado autorregulado está derribada, pero el trabajo de sus defensores dentro de las instituciones continúa. El nuevo acuerdo es que el conjunto de la sociedad asume los riesgos de los proyectos de modernización ─la deuda privada se puede hacer pública─ pero los beneficios son para quienes arriesgan.
El programa está claro, pero en la tarde del martes, los números no salen. Esquerra Republicana de Catalunya decide descolgarse de un plan “escrito por la CEOE”. El PP alega que es una chapuza técnica. El partido de la Gürtel saca su vena garantista. Ciudadanos da un giro copernicano en una mañana y también se opone. Hay una oportunidad de abrir un frente contra el Gobierno: se abre la posibilidad de que España pierda el tren de los fondos de ayuda. La oposición política encalla con el poder económico, no obstante.
El 29 de enero, La Información publica que la patronal CEOE se aseguró la abstención del partido parasitario Vox para salvar un Decreto en el que están todas las esperanzas del tejido empresarial para mantener los negocios como siempre. El portavoz de Vox asegura que se abstienen para ayudar a “las familias”. Posiblemente estaba pensando en familias muy concretas.
Análisis
Los nuevos fondos europeos. ¿Maná o veneno?
La peor caída
El mismo día que se sabía que la patronal había conseguido salvar su decreto in extremis, el Instituto Nacional de Estadística publica los datos de cierre del año 2020, el peor de la economía española desde la restauración de la democracia. El PIB cayó el año pasado un 11%, algo que no había pasado desde aquel año 1970. La década en la que el futuro comenzaba a dejar de existir para la primera generación nacida o crecida sin el franquismo anulando su libertad.
La generación del “no somos nada” nacida en torno a la crisis del petróleo y socializada en torno a las devaluaciones de la peseta de los primeros 90, nunca ha visto nada igual a una caída del 11%. Hay que remontarse a la Guerra Civil para ver un descalabro semejante.
Lo que sí ha visto esa generación es cómo se evaporaban los empleos seguros y cómo se acrecentaba la desigualdad. Hoy en día, dice el sindicato CGT, en Telefónica trabajan un tercio de las personas que lo hacían en 1999, cuando terminó su proceso de privatización. Desde la crisis financiera de 2008, la compañía ha destruido nueve mil puestos de trabajo en España. Iberia, Endesa, la banca. Todas han seguido el mismo camino. Esas son las familias que gestionarán un paquete de ayudas del que se espera que cree entre 800.000 y 1,5 millones de empleos.
La “past generation” aprendió por la fuerza que la propaganda sobre puestos de trabajo era solo propaganda y que hay suerte si, como Evaristo Páramos, se sobrevive a dos hipotecas. A la elección de Felipe González bajo la promesa de crear 800.000 empleos le siguió una reforma educativa y un plan de empleo juvenil que dejó a miles tirados por el camino. “No disfrutamos en el paro ni disfrutamos trabajando”, cantaba La Polla Records.
La next generation no tiene que remitirse a las viejas batallas de chupa vaquera y pantalones Trango, le basta con mirar a la última Encuesta de Población Activa. Desde la anterior crisis, y durante la “recuperación” del periodo 2013-2019, se han duplicado los hogares con todos sus miembros en paro. Si en 2008 un trabajador temporal tenía que firmar 3,8 contratos en 12 meses para sumar un año de cotización, ahora tiene que firmar una media de 5,8 contratos.
Un meme recorre estos días las redes sociales. Compara los 3,7 billones de dólares que han perdido las personas trabajadoras durante la pandemia ─especialmente las mujeres y la llamada Generación Z, nacida entre 1995 y 2005─ con los 3,5 billones que han ganado durante la pandemia los que ya eran billonarios. Es una tendencia global y, aunque en cada país adquiera tonalidades distintas, esa gran desigualdad ─ese dinamitar la sociedad─ es la puerta que se le ha abierto al fascismo.
Al final de La gran transformación (Virus, 2016), Karl Polanyi proclama que la vida brota de la última resignación. Quizá el legado del no hay futuro es ese. Que, una vez constatadas las dificultades, no hay que dejarse llevar por el fatalismo; y eso es algo que vale para todas las edades.
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¿ Como se les ocurrio juntar a Obus y La Polla Records en un mismo concierto ?
¿ Habrían juntado a La Banda Trapera del Río y a los Hombres G en un mismo concierto?.?.
🇪🇸🎸
Lo común no funciona, la libertad avanza, viva la libertad carajo!!!!!
Es difícil no caer en el desánimo incluso en la depresión, no tanto al volver a comprobar que los peores son siempre representantes, portavoces de la "voluntad popular", sino al comprobar que esa voluntad popular coincide con los anhelos de los psicópatas que los humillan: se ven como millonarios en fase de vergüenza por ser todavía fracasados. No son capaces si quiera de concebir una vida sin más aspiración que existir, contemplar y amar.
No hay vínculos éticos, inmercantilizables que nos vinculen significativamente; todo es por algo, de ahí la mala reputación de la amistad, la solidaridad o el amor, porque no tienen equivalentes intercambiables, por lo que generan rechazo o se ridiculizan.
Hay un deber de actuar proporcionalmente, individual o colectivamente, a la agresión de negarnos la necesidad, que no derecho, de existir sin miedo, sin humillación y sin ser violentad@s. Quid pro quo.
Otro artículo estimulante, en especial para quien haya vivido aquel período gris, ardiente y convulso, que dejó restos inquietantes.
...Y el poder (Ayuntamiento de Madrid) en 1986 organiza un gran concierto en la Casa de Campo por S.Isidro, en el que actúan (entre otros) LaPollaRecords y Obús. Se produce una gran tangana entre punks y heavies, con heridos y la condena a los infiernos de banda "tan conflictiva".
Los poderosos (y poderosas) siembran la desunión y el enfrentamiento entre ciudadanos. Esto es un hecho político del que la gente debería ser consciente, pues sigue sucediendo, y es una de las formas más efectivas de anular la voz del pueblo.
El papelón del diputado de Kaosenlared defendiendo el Decreto ha sido para chuparse los dedos.
Todo parece estar en el mismo sitio. 'La Polla Records' ofreciendo conciertos y la P$0€ redactando el BOE (antes y ahora).
De hecho las letras de las canciones de La Polla Records parecen eternas de la actualidad que desprenden. Igual que el gatopardiano discurso y el placebo político practicado por la P$0€.
Nota: Quizá la única diferemcia podría ser que si La polla Records naciera hoy, probablemente fuera ilegalizada acusada de varios delitos por la banda judicial del R78 y su brazo armado policial/miltar/católico.
Marlaska no permitiría otro polla records aunque sus socios protestaran muy fuerte en Twitter para dejarnos más tranquilos.
Este sistema que tiene a la mitad de los jóvenes condenados al ostracismo y la probeza tiene un gran aliado. Un aliado fiel que adormece cualquier atisbo de protesta, que vende medidas históricas que nunca llegan. Sin su marketing twittero, sin sus promesas incumplidas nada de esto sería viable sin que ardieran las calles. Unidas podemos.
Si hay futuro, primero acabemos con el presente capitalista y luego construyamos algo bueno para la humanidad y el planeta.