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Fiestas populares
Mantón de manila, vestido chiné, chulapas hasta el clavel
La antropóloga Madeleine Preacher se adentra en los entresijos de las Fiestas de La Paloma.
Estimado Dr. Phil:
Le escribo desde el boulevard de Palma de Mallorca, que se parece, como un huevo a otro, al de Marina D’Or. Después del fracaso estrepitoso de mis investigaciones doctorales de las Fiestas de la Sierra de Madrid, necesitaba meditar y tomarme una jarra de sangría. Los atardeceres me inspiran y con la sangría tengo una relación muy especial.
Se ha sentado conmigo un turista holandés al que conocí por casualidad de fiesta en un balcón de un hotel con gente desnuda. Una larga historia de la que me arrepiento solo en parte.
Sin introducción, me espeta:
—¿Usted cree que esa sangría y estas gambas son verdaderas? ¿Ese camarero sonríe o es solo la mueca de todos los veranos?
Esta pregunta solo fue el preludio de un monólogo siniestro. Que si nada de lo que vivimos en vacaciones es real, que es todo para sacarnos las libras y que, desde que sabe que todo es mentira, es más feliz. Que se le ha quitado esa ansia loca de los veinte.
Le he preguntado si ya no nos queda qué esperar, y me ha dicho que lo único que le hace sentir verdadera emoción de turista es La Virgen de la Paloma en Madrid.
Así que me he calzado mi Mac y he cogido un avión.
Madeleine Preacher
Estimada Madeleine:
Hay dos cosas que conviene evitar: una vida de placeres; eso es bajo y vano. Una vida de mortificaciones; eso es inútil y vano. Buda.
Tómese algo.
Mueva su cucu.
Dr. Phil
17.00 Llego al barrio de La Latina porque quiero disfrutar de las fiestas de día. Ardiente, polvoriento y desierto. O es la hora de la siesta o me han devuelto al purgatorio.
18.00 Recojo del suelo un programa de mano de entre un millón de papeles más, un brazo de muñeca rota y restos alimenticios no identificados.
18.30 Leo: “Campeonato de dominó para adultos en un bar de churros”. Me persono. Hay un camarero durmiendo plácidamente mientras en el televisor retumba un programa de catástrofes. Salgo.
19.00 No se llega a celebrar nunca: una exposición de fotos antiguas, un photocall de chulap@, una degustación gratuita de ropa vieja (¿?) y una exposición fotográfica de una tal Lina Morgan.
20.16 En el lugar en el que se debería estar celebrando un campeonato de futbolín hay un joven borracho citando a Zizek. Que si lo real, que si lo simbólico.
20.20 De camino al hostal paso por la plaza de la Paja, enclave comercial durante el siglo XIX. Penetrante olor a chorizo proveniente de dos chiringos: Los Castizos y El Orgullo de Madrid. En ellos, camareros septuagenarios con atavío típico de un castizo madrileño (aleluya): parpusa o gorrita de cuadros de lo más mona, chaleco, pantalón y ellas vestido gallináceo y clavel reventón.
21.00 Representación de la zarzuela La Gran Vía en el escenario de la plaza. Argumento: un señor con capa y chistera pasea por un Madrid decimonónico en construcción. La escasa luz que baña la plaza deja al descubierto los estragos del tiempo sobre los trajes y sobre los actores.
21.15 Decido irme a la pensión. Me temo que las fiestas de la Virgen de La Paloma son otra pista falsa. Me voy a meter a mecánica de aviones.
21.30 Cae la noche y oigo un chist. Me doy la vuelta en postura defensiva. Reconozco la capa que, de cerca, es más brillante que en el escenario. La chistera sigue siendo de cartón.
¿Necesita un guía que le muestre las verdaderas fiestas de la Paloma? Todos los turistas necesitamos un guía y una experiencia. Sígame, por favor.
Miro atrás. Su espacio en la obra ha quedado vacío pero su voz cantarina sigue resonando por toda la plaza.
Cosas del playback.
M.P.
Procedo a detallar la ruta de ayer:
22.00 Mi guía me cuenta que el problema de las fiestas de Madrid es que se está perdiendo la tradición popular. Que antes Madrid era un pueblo y que cualquiera te daba de cenar. Que la gente era gente. Que ahora llegan otras personas con otras culturas y que ya no es lo mismo. Deduzco que a mi amigo esas personas no le parecen gente.
22.10 Me lleva a la puerta del Campo de la Cebada. Me dice que entre yo sola porque esas fiestas que se celebran ahí no le parecen fiestas. Que antaño era un mercado muy bonito y que hoy… (resopla).
22.20 Entro. En las paredes hay más grafitis juntos que en todo Berlín. Sobre la barra de un bar improvisado, el puño de un gato mecánico me saluda intermitente. Niños, raperos. Dos góticas se besan.
22.25 En una esquina, campeonato de lucha libre; en la otra, cine mudo y palomitas. Un turista lee a Stendhal. El visitante que entra al mercado se siente ligero sobre sus pies y el vientecillo de la libertad descoloca su peinado.
22.45 Otro chist. Es el joven que cita a Zizek. Me dice: “Nada es lo que parece”. Las fiestas aquí dentro parecen anárquicas, pero son como antes: populares. Tragazo de limonada. Como cuando la gente salía a disfrutarlas todos juntos, niños y abuelos, y se iban a las doce a la cama. Aquí cerramos pronto. Por eso yo bebo por el día. Tragazo.
22.50 Mi amigo me espera bajo una farola. Con la capa y los ángulos que forma la luz en su cara parece el Conde Drácula.
—Exagera usted, caramba —le digo.
—Todo se pierde —se queja perrunamente.
Madeleine Preacher
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Dr. Phil
Me preocupa que esté de nuevo a vueltas con la ayahuasca. Le recuerdo que, en los claustros del pasado septiembre, continuaba usted drogado.
Lea:
Él: Dónde vas con mantón de manila /Dónde vas con vestido chiné // Ella: A lucirme y a ver la verbena, y a meterme en la cama después // Él: ¿Y por qué no has venido conmigo, cuando tanto te lo supliqué? //Ella: Porque voy a gastarme en botica lo que me has hecho tú padecer.
Padecer en el siglo XIX significaba padecer. Es decir que el chulapo mandaba sobre la chulapa en todos los sentidos. Por eso en el siglo XXI el Ayuntamiento ha diseñado un lema que reza: “Madrid libre de violencias machistas”. Porque, después de doscientos años, las chulapas están hasta el clavel.
Le digo a mi guía que la letra de estas canciones que amenizan Las Vistillas me parece un poco fuerte y él me dice que la mujer tié que ser mujer y el hombre hombre. No le digo nada pero le doy una palmadilla en la espalda, se me va la mano y lo tiro al pilón.
21.00 Todo preparado para el concurso de mantones de manila. Estoy que me salgo. Rumores acerca de una de las participantes que aún está por llegar: la ganadora de chotis 2017. Un baile en el que el hombre no se mueve de una baldosa y la mujer hace todo el trabajo. Sin comentarios.
21.15 Se levanta un viento que me pone de los nervios. Envuelta en una nube de polvo llega ataviada con mantón la ganadora del chotis 2017. Le pregunto si le puedo hacer una preguntilla, me dice con los brazos en jarra un sí que suena a sé. Tendrá la misma edad que mi guía, unos 70, y se parece a Audrey Hepburn. Me cuenta que cuando ella se pone un mantón siente como un no sé qué, que la tradición se está perdiendo, y que hay mucho intrusismo. Me habla de una tal Julia de Castro que canta cuplés como ella pero que es una ordinaria porque va en cueros.
21.20 El mantón de Audrey con pavos reales bordados resulta ganador.
Mi guía me da una parpusa y me dice: “Anda, póntela”. Me la pongo y le miro de reojo. Bailamos un chotis en silencio a la luz de un farol. Él hace de chica mientras yo saco lustre a una baldosa.
Madeleine
Me hallo en La Iglesia de la Paloma. Hoy es la bajada del cuadro de La Virgen por los bomberos para la procesión de las ocho. Estaremos a unos 52 grados. Le he sugerido a mi guía que se quite la capa y se tome algo fresquito y me ha dicho que hasta que no se terminen las fiestas nanay. Hay tanta gente que parece un partido Real Madrid—Barça. Una chulapa baila con un pito frente a la policía quejándose por los recortes. Mi guía dice que esa no es chulapa ni es nada porque lleva el clavel de lao.
12.45 No consigo entrar en misa. Tendríamos que haber venido a las diez, pero mi guía se quedó ayer atrapado en la rave de la Calle Calatrava y no pudo salir hasta la hora del vermú. O eso dice él.
12.50 La Iglesia es de estilo mudéjar, que contrasta ligeramente con el pantallazo televisivo de 3x3 que han puesto a un costado. Chulapas, jóvenes devotos, chulapos centauros —mitad tatuajes y mitad tradición—, un punky, dos surferos, un hombre con bermudas y puro, seis blogueros, un influencer, un vagabundo y dos reporteros de Europa Press. Para contribuir al calor humano, dos chiringos asando comida a destajo.
12.58 La reportera nos pregunta si queremos agradecerle algo a la Virgen. Contesto que la limonada. Se ríe con unos dientes tan blancos que mi guía tiene que ponerse las gafas de sol y yo la mano de visera.
13.00 Comienza la misa. Travelling al interior de la Iglesia. Políticos en el banco principal. Una tal Manuela Carmena y otra tal Cristina Cifuentes. Sin peinar y demasié, respectivamente. Primer plano a la Virgen. Tiene los ojos cerrados. Le pregunto a mi guía si está triste. Me contesta que cansadilla.
13.10 Contrapicado a Jesucristo. Miro a mi lado cómo se asa un cochinillo con las patas de arriba en cruz. Me mareo un pelín.
13.20 La chulapa falsa toca el pito y un bombero nos suelta un speech de diez minutos sobre los recortes. Me doy cuenta de que no he comido desde anoche.
14.00 Se acaba la misa. Los bomberos más jóvenes ayudan a uno más viejo que se jubila. Travelling circular del interior de la Iglesia. Se desmayan tres señoras fuera.
14.09 Travelling circular del exterior. Se desmayan tres señoras dentro.
14.20 Primer plano de la bajada del cuadro. Me entra tal fervor que decido mandar a la mierda tres artículos listos para publicar sobre el nihilismo.
14.50 Primer plano de los brazos de un bombero fornido que agarran el cuadro. Juraría que la Virgen está sonriendo. Entre el calor, los brazos del bombero, el ayuno y los contrastes siento un temblor. Me da un flus. Me salgo de mi cuerpo.
En la procesión le pido a mi guía que se quite las gafas de sol. Le pregunto que qué ve. Me dice que mucha gente, cada uno de su padre y de su madre. Le digo que tal y como él quería. Que la tradición continúa.
Que las fiestas de la Paloma son como una canción pop que suena en círculo todos los veranos.
—Soy más de música clásica —me dice.
—Que te ondulen —le digo.
Madeleine Preacher