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Coronavirus
Follar en tiempos de pandemia
Hace dos días me escribe un amigo de Hordago: “Dear dominatrix, how is it going? Me salto los preámbulos, que no tengo tiempo ni para limpiarme el culete. ¿Te animarías a escribir algo sobre sexualidad y confinamiento?”. Lo primero que pienso es: “¡Genial!, otra cosa no, pero tiempo para escribir de la noche a la mañana tengo, ¡y mucho!”.
Está claro que las crisis provocada por el coronavirus está configurando cambios sociales, económicos, ambientales y políticos a nivel global, repentinos y de difícil asimilación. Vemos cómo los cimientos de nuestras sociedades se tambalean. La incertidumbre y la novedad colapsan lo que, hasta ahora, configuraba nuestras cotidianidades. Así mismo, el estado de alarma declarado ha supuesto añadirle a todo ello una modificación drástica de nuestra forma de relacionarnos y, por ende, de relacionarnos sexualmente. La suma es explosiva. Es la primera vez en mi vida que veo cómo, aunque sea de manera temporal y como consecuencia de este estado, nuestra vida sexo-afectiva se ha visto alterada inopinada y radicalmente.
Es la primera vez en mi vida que veo cómo, aunque sea de manera temporal y como consecuencia de este estado, nuestra vida sexo-afectiva se ha visto alterada inopinada y radicalmente.
Partiendo de esta base, y dejando de lado infinidad de cuestiones consideradas más apremiantes ahora mismo, merece la pena dedicarle unos minutos de nuestro confinamiento a algunos aspectos relacionados con la sexualidad. Habrá infinitud de formas de repensar la sexualidad en un contexto de encierro involuntario en función de cada una de nuestras vivencias particulares. No es lo mismo pasar una cuarentena con tu novia, tú sola, con tus dos novios, con tres criaturas, teniendo que trabajar dobles jornadas o sobrellevando un cóctel de ansiedad, incertidumbre, miedo y angustia agitado en una montaña rusa emocional inscrita en un contexto desfavorable. A algunos se les habrán intensificado las oportunidades/frecuencia/calidad de los encuentros y, a otros, el virus nos las ha desplomado.
En este caso, escribo desde mi terreno, porque al final todos pensamos en base a nuestras propias experiencias. Y, por situarnos, en esta lotería distópica de Covid-19, a mí me ha tocado: que mi cooperativa cierre en números rojos, perder mi trabajo, estar “ERTEando”, vivir en un piso de 30 metros cuadrados con media hora de acceso a la luz solar, sin criaturas, sin pareja y sin compañeros de piso. Por otro lado, y por suerte, dispongo de una casa a la que acudir, no he perdido a ningún ser querido, mi situación administrativa está en regla, no vivo al día y en mi barrio se han configurado una serie de redes de apoyo mutuo y cooperación que ni en las mejores fantasías de Emma Goldman. En este contexto, ¿qué pasa cuando el contacto humano se prohíbe o, por el contrario, se intensifica?, ¿cómo afecta eso a mi sexualidad?, ¿qué herramientas tengo para sobrellevar algo a lo que nunca me había enfrentado? La cantidad de escenarios sobre los que reflexionar es abrumadora.
Las condiciones objetivas
En muchas ocasiones limitamos nuestra sexualidad a la interacción con otras personas o relegamos a un segundo plano otras formas de entender la sexualidad de manera más amplia. Ahora, los contactos humanos se han podido ver reducidos a su formato virtual o, directamente, han sido eliminados en su totalidad. Ante esta tesitura, podemos vivirlo como otra fuente de angustia y desasosiego o podemos, ya que es lo que nos queda, adaptarnos resilientemente a las circunstancias, y explorar o experimentar con otros aspectos de nuestra sexualidad, puede que más olvidados. Así, salen a la palestra aspectos que tienen que ver con cómo nos relacionamos sexualmente con nosotras/os mismas/os, cómo consumimos material audiovisual pornográfico para ello, o cómo interactuamos sexualmente cuando el piel con piel no está permitido. En tiempos de aislamiento, podríamos aprovechar este parón y tratar de ponerle un poco de conciencia a nuestra inercia sexual. Podemos transformar la resignación en oportunidad, y añadir a esas rutinas de confinamiento llenas de tutoriales del Youtube, de tablas de ejercicios y de Netflix, un poco de educación sexual.
Podemos transformar la resignación en oportunidad, y añadir a esas rutinas de confinamiento llenas de tutoriales del Youtube, de tablas de ejercicios y de Netflix, un poco de educación sexual.
Volviendo a mis circunstancias personales, me ronda la cabeza la idea de, ¿qué puede haber más aburrido que estar confinada y que me haya pillado sin posibilidades de “sexo presencial”? Existe esa típica fantasía sexual que algunas tenemos (con variaciones en cuanto contexto pero con idéntico desenlace) en la que confluyen los siguientes factores: 1) los gobiernos traman una catástrofe mundial conspiranoica basada en el acoso vírico-mediático que mantiene a toda la humanidad aislada en sus hogares y que ésta, por miedo a que fuerzas armadas negligentes y deshumanizadas te intercepten por la calle con violencia, está sumida en una obediencia programada; 2) casualmente justo acabas de conocer a la/el mejor amante de tu vida (o reconectas con esa pareja con la que mantienes una relación sumida en el tedio); y 3) no te queda más remedio que pasarte un montón de horas follando porque, qué otra cosa vas a hacer en tu casa con semejante panorama ahí fuera. Sí, ese peliculón que algunas nos hemos montado en la cabeza alguna vez, un híbrido entre el porno más clásico y la ciencia ficción, ha llegado. Pues bien, a mí me ha pillado provista sólo del primero de los tres factores y sin posibilidad de final feliz, a la vista, acompañada, ni online ni presencialmente.
En contrapartida, y tratando de hacer un ejercicio de disminución de la frustración, este estado de alarma me ha regalado un montón de horas para dedicarme a algo que mis circunstancias vitales (el trabajo, el cansancio, la rutina, las obligaciones…) habían provocado una reducción drástica de la calidad y la cantidad de tiempo que le dedicaba. A falta de sexo desenfrenado, apocalíptico y sucio con amantes idealizados, me he dado al onanismo consciente y politizado. Me he puesto a repensar imaginarios sexuales, a enriquecer el relegado mundo de las fantasías sexuales y a explorar infinidad de recursos sexuales audiovisuales y materiales que me ofrecen las redes para tales menesteres. Y de aburrido no tiene nada.
Masturbation is my cardio
Sin querer romantizar la cuarentena, con el encierro obligatorio llegan un sinfín de posibilidades ante una casual falta de amantes pasados a los que recurrir en el presente: ni ahora, porque las circunstancias lo impiden, ni a futuro, si tus medios para ligar escapan a la era del Tinder y se quedaron en los bares. Últimamente, todo me lleva al mismo destino. Desde el fácil acceso a artículos para la masturbación que me he llegado a encontrar sorpresivamente en máquinas de vending, hasta la pornografía premiun gratuita, pasando por las ofertas de las tiendas online de accesorios eróticos, o el vasto mundo del cibersexo. Ante el auge de nuestra creatividad anteriormente asfixiada por la rutina, de nuevo, va quedando clara una de las posibles soluciones a esas horas muertas de “afinamiento privilegiado” y a esa ansiedad que esta crisis sanitaria y económica conlleva: la masturbación. Todo ventajas.
Con este panorama, no sólo el capitalismo está aprovechando para ponernos al alcance de un click todo lo básico para un confinamiento entretenido. La radical transformación de nuestra vida, tal y como la conocíamos, junto la ausencia de contacto humano y la cantidad de tiempo derivado de ello, está otorgándonos una oportunidad exclusiva de reconectar con nuestros propios cuerpos y de potenciar nuestra creatividad. La ecuación no falla. Independientemente de si ya estabas preparado con anterioridad para dedicarte al autoplacer, si te aseguraste provisiones más allá de la comida, bebida y productos de limpieza, o de si todo esto te ha pillado en bragas, la masturbación se presenta como una opción económica, independiente de la cantidad de recursos sexuales con los que se cuenta (ya que la imaginación se puede potenciar a niveles estratosféricos). Es bastante saludable en mitad de una pandemia y se adivina portadora de importantes beneficios que van más allá de evitar consecuencias demográficas como las de los apagones neoyorkinos. Además, es aplicable a todos los contextos mencionados anteriormente. Si nos las ingeniábamos antes, también ahora podremos alargar la estancia en un baño compartido o aliarnos con la nocturnidad.la masturbación fortalece el sistema inmune al aumentar el número de anticuerpos, algo que en estas circunstancias nos lo podemos plantear como una buena motivación preventiva que va más allá del propio goce.
Son varios los estudios que han demostrado los beneficios de la masturbación para el cuerpo humano. Siguiendo a autores como el sexólogo e historiador Thomas W. Laquer lo que antes era nombrado como enfermedad, responsable universal de la culpa, la vergüenza y la ansiedad ahora es visto como cura. Ahora bien, las desigualdades afloran con respecto a la masturbación por cuestiones de género, clase, edad, clase social, diversidad funcional y otras intersecciones. No es lo mismo cómo y cuándo han aprendido a masturbarse los hombres o las mujeres en diferentes culturas; no es el mismo el tiempo que le puedo dedicar a mi cuerpo si trabajo 14 horas o si sólo trabajo media jornada; y cambia bastante la cosa si necesito un asistente sexual para masturbarme. Los beneficios que aporta son extensibles a todas las corporalidades.
Tenemos dónde elegir. En primer lugar, la masturbación fortalece el sistema inmune al aumentar el número de anticuerpos, algo que en estas circunstancias nos lo podemos plantear como una buena motivación preventiva que va más allá del propio goce. Así mismo, se libera dopamina, prolactina, serotonina y oxitocina, hormonas directamente relacionadas con sensaciones de bienestar, felicidad y placer. No sólo reduce el estrés y alivia la ansiedad, sino que las hormonas liberadas durante la masturbación y el orgasmo producen un efecto analgésico, quedando el umbral del dolor modificado. Además nos ayuda a conciliar el sueño, es divertido, enriquece nuestras fantasías sexuales, favorece la creatividad y nos enseña a conectarnos con nuestro cuerpo, nuestros deseos. El onanismo de toda la vida, pero como tenemos un confinamiento obligatorio, ampliando saberes con el auto-aprendizaje dedicándole cierto cuestionamiento. Auto-cuidado.Con la cuarentena, algunas personas se están viniendo arriba. Así que podemos aprovechar que esa antigua compañera de clase de la que ni te acordabas ha reaparecido, ex profeso, para tontear (true story) y así entretenerte con el sexting; convertirte en una experta en orgasmos con el material online que ofrece la sabia Annie Sprinkle; hacerle el caso que se merece a tu próstata y dejar de marginar a tu culo cuando te pajeas; ese descanso del teletrabajo a media mañana que te deja como nueva; tirar del recuerdo de ese polvazo de hace dos veranos en pleno monte para la hora de la siesta; ese me aburro no sé qué hacer voy a ver cuáles son las últimas novedades de la plataforma XConfessions; o por qué no, voy probar el chatroulette. Las modalidades onanistas son prolíficas, ilimitadas y fascinantes.
Porno y cybersexo éticos
Y ya que en la era de la hiperconectividad el uso que hacemos de internet para la masturbación es vertiginoso y galopante, también sería buen momento para comenzar a replantearnos un consumo ético del porno y del cibersexo. Que una de las páginas más elegidas por los consumidores de porno ofrezca sus contenidos premium gratuitamente durante un mes no quita para que, ahora que supuestamente tenemos tiempo, salgamos de nuestra rutina de consumo de porno gratuito y nos aventuremos a probar con una oferta de contenidos diferente, feminista y ética. No hay excusas.
Está muy bien que seamos coherentes con nuestro consumo cuando acudimos al mercado agroecológico a comprar productos de km cero, sin aditivos químicos ni sufrimiento animal, en un comercio local de nuestro barrio. Y también que cuando nos hacemos una paja usando el material audiovisual de algunas plataformas online tengamos las mismas consideraciones. Es importante molestarse en saber quién hace el porno que ves, como lo son las condiciones laborales de las actrices y los actores porno, o si los rodajes han propiciado un entorno adecuado para tener sexo seguro. Y ya de paso, como tenemos tiempo, sería interesante desafiar la pornografía mainstream de producción en masa, y fomentar una pedagogía pornográfica alternativa que promueva otros imaginarios y que visibilice la diversidad de otras prácticas sexuales no representadas por la industria hegemónica, apoyándola a través de dicho consumo responsable.
El perverso individualismo de esta sociedad está haciendo mella en la forma de entender y vivir la soledad. Ojalá salgamos todas y todos fortalecidos de esto, y ojalá demos a nuestros encuentros sexuales el valor y el cuidado que se merecen.
Laquer, en su texto Solitary Sex: A Cultural History of Masturbation, sugiere que algún día el potencial de la masturbación se convertirá en la clave para el desarrollo de un cambio radical, en ocasiones utópico, de cómo experimentamos nuestra sexualidad. Buen momento para ponerse a pensar en ello y para practicar, si las circunstancias lo permiten ¿no? Podemos considerar estas propuestas como un parcheado inocuo, un distractor de calamidades, una reflexión a la que dedicarle un rato o, de nuevo, una oportunidad para mejorar nuestro estado de bienestar físico, emocional, mental y social en relación a la sexualidad. Al menos, no dejar que el encierro la deteriore tanto. El perverso individualismo de esta sociedad está haciendo mella en la forma de entender y vivir la soledad. Ojalá salgamos todas y todos fortalecidos de esto, y ojalá demos a nuestros encuentros sexuales el valor y el cuidado que se merecen. Nosotras, solas o acompañadas, de manera presencial u online. Soñamos y fantaseamos con todo lo que haremos una vez acabe el confinamiento, desde echar unas birras con las amigas a organizar una orgía-porque-no-veas-la-de-tiempo-que-habrá-pasado-sin-echar-un-polvete. Lo que está claro es que de una u otra manera de ésta salimos, y saldremos calientes como perras. Mejor que nos pille con el cardio entrenado.
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Consultorio de sexualidad Cuando la microbiota vaginal se rebela
Habria que volver a leer este libro https://www.traficantes.net/libros/la-revoluci%C3%B3n-sexual-y-otros-escritos
Alguien me puede decir por qué en los temas relacionados de este artículo que se encuentra encima de los comentarios se ve:
1.- Transexual masculina
2.- Bisexual femenina
3.- Bisexual femenina.
Parece ser que en el salto la heterosexualidad femenina está prohibida o que alguien me de respuesta a mi pregunta del inicio.
(y porfa no volvais a usar la censura , ya es el colmo)
Amiga mía, está prohibida la heterosexualidad y la homosexualidad masculina.
Solo hay que leer este medio a diario para darse cuenta de eso.
No me sorprendería que la directora en cubierta de este medio fuese Beatriz Gimeno
¡Buenísimo! Mis enhorabuenas a la autora. Verdades dichas, vocabulario de calidad y humor tras las palabras. ¿Qué más se puede pedir?
"No es por romantizar la cuarentena", pero creo que es el artículo más pequeño-burgués que he leído en lo que llevamos de ella.
Me parece mas problematico follar en otras pandemias que en esta y aun así lo hemos hecho.... Así que solo es cuestión de tiempo que volvamos a follar ...Seguramente no mucho tiempo, pero que follar follamos, seguro.
A mí también. Me parece importante lo que plantea y sobre todo teniendo en cuenta cómo la industria de las aplicaciones va a forrarse a nuestra costa con el pretexto del encierro y de "ofrecernos" la "única" manera posible de interactuar y relacionarnos. Está bien que nos hablen de tú a tú y que nos devuelvan la capacidad de disfrutar de nuestra sexualidad como nos dé la gana, con Tinder o sin él. ¡Gracias!
Ya hace tiempo que El Salto perdió el norte, pero nunca me habría imaginado que fuera capaz de publicar un artículo tan choni y malgusto.