Barrios
Chinatown: se vende barrio multicultural con farolillos

El proceso de remodelación de una zona del Distrito de Usera ya está en marcha. El pasado mes de enero, los presupuestos municipales incluyeron una partida de nueve millones de euros destinada a peatonalizar numerosas calles, e introducir elementos que refuercen la identidad china de la zona.
Usera 2024
Establecimiento de hostelería cerrado en el bario de Usera. Álvaro Minguito
12 feb 2024 06:46

El sábado 10 de febrero se celebraba el año nuevo chino, una cita que en los últimos años ha hecho de Usera su epicentro madrileño. Con el inicio del año del Dragón, miles de personas vinieron, como viene sucediendo en los últimos nueve años, a este barrio del sur de la ciudad para ver desfilar a dragones y vecinos en trajes tradicionales, bajo los farolillos rojos. El evento, punto álgido de un programa más amplio, llega cuando el proyecto del Ayuntamiento de Madrid para Usera, la creación de un recorrido turístico bajo la marca Chinatown, está en periodo de concreción, con nueve millones de euros de presupuesto asignados para una intervención que empezará esta primavera y deberá concluir en 2025.

Usera, a la que en su programa cultural para el año nuevo chino, el Ayuntamiento ya denomina “La Chinatown madrileña”,  se ha vuelto sexy. Lo corroboran las oportunidades de inversión que afloran anuncio sí, anuncio no, en las páginas inmobiliarias. En 2022, el distrito era clasificado como la zona con un mayor retorno para la inversión inmobiliaria en la capital. Los nueve millones de euros de los fondos Next Generation que el Ayuntamiento plantea invertir para su proyecto, repercutirán en el atractivo del barrio, defienden sus impulsores.

Barrios
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Chinatown cuenta de hecho con el consenso de Más Madrid y el PP, y es un proceso en curso desde hace tiempo. Una pequeña escultura de oso panda, donada por empresariado chino en otoño de 2022, constituye una de las “primeras piedras” del proyecto. La pieza, ubicada al inicio de Dolores Barranco, será acompañada de dos arcos que delimiten el principio y el final de esta calle, donde lucen los farolillos rojos. 

En postes y muros sin embargo se puede leer un manifiesto que deja ver la discrepancia del vecindario con una operación que ha sido contestada desde el principio. El documento reza: “Chinatown no, comunidad china sí”, y expresa en pocos párrafos lo que parece el sentir de muchas de las personas que viven en la zona. “Usera es el segundo distrito más pobre de Madrid, cuenta con unas problemáticas inmensas en limpieza, urbanismo, saturación de la sanidad pública, transporte… ¿Decorar el barrio con 9 millones de € es una prioridad?”, se preguntan en los carteles.

El barrio según sus vecinos

“Chinatown es una marca, una oferta de consumo vacía que no responde a las necesidades del segundo distrito más pobre de todo Madrid que es Usera. Es algo que absolutamente nadie exige, una invención que viene desde arriba y que aplican desde arriba”. Fidel Oliván forma parte de la asociación de Vecinos la Mancha, una de las organizaciones firmantes del manifiesto que asoma entre la decoración del año nuevo chino. Este sociólogo, que viene investigando en los últimos años el proceso de gentrificación del barrio, recuerda que no hay ninguna asociación vecinal, más allá de la Asociación de empresarios chinos, que apoye este plan.

En un barrio con organizaciones vecinales decanas que vienen demandando desde hace años una mejora de la habitabilidad de las calles, Oliván denuncia que se han enterado del proyecto por la prensa, sin que se habilitara ninguna vía de interlocución con el tejido local. Eugenio Brea, veterano activista de la Unión de Almendrales, asociación que también firma el manifiesto, lo corrobora: “Esto lo han acordado los partidos políticamente y con las asociaciones no han contado”.

“Parece que hay una competición entre el PP y Más Madrid, proponiendo peatonalizaciones en una especie de órdago, a ver quién es más gentrificador, sin consultarlo a las asociaciones vecinales”

Uno de los ejes centrales iniciales del proyecto es la mencionada peatonalización de Dolores Barranco, una calle estrecha, de dos carriles, pero que constituye una arteria importante para el barrio. Finalmente, gracias a la presión de los vecinos, la peatonalización fue descartada, pues, como señalan las asociaciones, esta complicaría la vida de las vecinas y vecinos. “Parece que hay una competición entre el PP y Más Madrid, proponiendo peatonalizaciones en una especie de órdago, a ver quién es más gentrificador, sin consultarlo a las asociaciones vecinales”, protesta Oliván, quien recuerda que, junto al PP, quien avala esta propuesta es “la Más Madrid de la operación Chamartín”.

Los carteles del año nuevo chino, que asoman por toda la ciudad desde hace semanas, no muestran ningún elemento que lo vincule con el barrio donde se celebran los desfiles sino con distintas partes de la marca Madrid. Oliván relaciona con el ayuntamiento de Carmena la génesis de esta desconexión entre el año nuevo chino y la realidad de las calles donde se festeja: “se saca del imaginario ese componente de barrio”, explica.

Y es que la realidad del barrio se resiste a ser encapsulada en la etiqueta de Chinatown o en los carteles coloridos que anuncian las celebraciones del año nuevo chino. Laura Barrio forma parte del movimiento de vivienda de Usera, siendo una de las fundadoras de la PAH del distrito. A esta socióloga le desconcierta cómo se comunica el proyecto como una mejora para los vecinos. “Juegan mucho con el lenguaje, como ocurre siempre en política y en los medios de comunicación. Te dicen que se va a valorizar el barrio o va a mejorar la economía”. Esta socióloga tiene bien claro que la mejora no repercute en los vecinos. Por eso, cuando alguien reproduce estos discursos y le dice, mira, tu casa se va a revalorizar, concluye: “se me revaloriza el metro cuadrado, vale, pero también sube el precio de todo y mi sueldo no va a subir igual”.

“Cuando dicen que mejora la economía de una zona o que mejora el mercado inmobiliario, están hablando de que se van a enriquecer otras personas, que son los grandes tenedores”

A Barrio le molesta que hablen a los vecinos como si fueran inversores, ella no es una inversora, sino alguien con una hija que cuando quiera independizarse difícilmente podrá quedarse en Usera. “Cuando dicen que mejora la economía de una zona o que mejora el mercado inmobiliario, están hablando de que se van a enriquecer otras personas, que son los grandes tenedores”. Para quien solo tiene la casa donde vive, que esta valga más no cambia nada en un escenario donde la vivienda en general se encarece.

Al final, subyace la misma pregunta: ¿a quién beneficia este proyecto?. La peatonalización, presentada como una de las principales apuestas, tal como está diseñada choca con las necesidades de la población, denuncia Barrio. En este sentido señala el descontento que provocó la propuesta de desviar la línea 6 de bus que une el distrito con el centro, que se hubiese derivado de la peatonalización de Dolores Barranco. Uno no sabe lo importante que es un bus hasta que tiene que tomarlo: así, abundan los trabajadores que toman el bus para ir al centro, o las personas mayores, que se suben por pocas paradas para llegar al supermercado. Desde la Unión de Almendrales, Brea recuerda que el mantenimiento de esta línea de bus es una demanda de los vecinos que se ha ganado, pues la EMT tampoco estaba de acuerdo en desviar su recorrido. 

Intereses de clase

Para las asociaciones vecinales es fundamental recalcar que lo que denuncian no es un conflicto entre los intereses de la comunidad china residente en el barrio y los vecinos no chinos, si no un modelo de ciudad sustentado en intereses de clase, por encima de las necesidades de las y los vecinos, que, independientemente de su origen, son en su mayoría “unos currelas”, define Oliván. “Todos vemos como viven nuestros vecinos, Usera es uno de los distritos más miserable desde el punto de vista de la vivienda, comparte con Vallecas que tiene unas calles asquerosas, una recogida de basuras inexistente, una cantidad de problemas de residuos, de inseguridad, cosas que afectan a todos por igual”.

Resulta llamativo que cuando se habla de Usera desde la perspectiva de un barrio de migrantes se considere como una cuestión problemática relacionada con temáticas como la inseguridad, mientras que se pretende rentabilizar la dimensión multicultural del barrio. Para Oliván, lo que subyace a este proyecto es el etnocapitalismo: “se trata de hacer negocio de las perspectivas culturales de colectivos concretos: A cada etnia el capitalismo le asigna un atractivo a veces mayor, a veces menor o mejor dicho, unos prejuicios”, en el caso de la comunidad china, sus tradiciones culturales y artísticas son asumidas como un activo económico, como se puede ver en los barrios chinos de ciudades como Londres o Buenos Aires.

En el caso de Madrid, el investigador y activista evoca el proceso por el cual, en los últimos años, el año nuevo chino ha pasado de ser una celebración hacia dentro de las comunidades chinas migradas de barrios como Fuenlabrada o Lavapiés a Usera por el precio más amigable de la vivienda, a un espectáculo hacia afuera dirigido al consumo externo. “Cada vez es una cosa más de blancos para blancos, entonces la comunidad china revierte las celebraciones al ámbito privado”.

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Un barrio en venta

Fuera del escaparate de farolillos rojos que se muestra como carta de presentación del barrio, se disputan las viviendas del distrito. Barrio recuerda que con los tan mentados fondos Next Generation, se podrían hacer otras cosas con un gran impacto en la vida de los vecinos: garantizar el derecho a la vivienda. Para ello está el Plan de Vivienda Estatal, financiado por los mismos fondos europeos, y a los que la Comunidad de Madrid podría optar, cofinanciando actuaciones en el ámbito habitacional. ¿Por qué perder la oportunidad de usarlos? “Hay mucho interés en que haya fincas que se vayan abajo. Obviamente empezando por la vivienda pública”, concluye la activista, quien denuncia la existencia de bloques de vivienda pública cuyo mantenimiento se abandona. Viviendas cerradas con planchas metálicas mientras hay largas listas de espera para acceder a un piso protegido.  Y es que, en la agenda de la ciudad marca madrileña, lo que interesa es atraer la inversión “Pero para que se dé esa condición de inversión, primero se han tenido que dejar deteriorar las cosas. Las han tenido que malvender”. 

“¿Quieres mudarte al barrio de moda de Madrid y disfrutar de un alojamiento único?”, la pregunta está en un portal de viviendas y acompaña al anuncio de un apartamento de 35 metros cuadrados alquilado a 1.050 € con todo incluido. Se encuentra entre las viviendas más baratas en alquiler en la zona de Almendrales, que parte de 700€ por 30 metros cuadrados de estudio, y no pide menos de 1000 euros por pequeños pisos de dos habitaciones. La mayoría de los anuncios corresponden a empresas. Mientras, la renta media anual por persona no llega a los 11.000€ en Usera.

“Usera es un parque de atracciones de la vulneración del derecho a la vivienda radical, desde la vivienda pública, hasta la gente que vive dos familias enteras compartiendo el mismo apartamento” 

El resultado es que para una parte importante de la población del barrio, permitirse un alquiler a precio de mercado es ciencia ficción. Una imposibilidad que se salda con la alegalidad: “hay tanta gente que ya ha sido expulsadas del circuito legal: gente que vive compartiendo piso, alquiler sin contrato, gente que vive en un sofá prestado porque ya ha sido desahuciada y su contrato de trabajo, su antigüedad en el contrato, su falta de avales, su falta de ahorros, etcétera, o su aspecto, les expulsa del mercado legal de alquiler. Entonces toda esa gente, ¿qué hacemos con ella? ¿quién está mirando por esa gente?”, explica Barrio, quien lamenta que mientras los debates institucionales o el acompañamiento se centran en la regulación de los precios o en defender los derechos de las personas ante los juzgados, hay una gran parte de la población que ya está fuera. “Usera es un parque de atracciones de la vulneración del derecho a la vivienda radical, desde la vivienda pública, que es escandaloso cómo están los bloques, hasta la gente que vive dos familias enteras compartiendo el mismo apartamento”. 

La otra cara de la moneda es una evolución brutal hacia la vivienda concebida como un activo financiero. En los 12 años de la PAH, explica Barrio, han pasado de un paisaje dominado por la banca —quedando ya solo algunos pisos de la Sareb— al gobierno de los fondos de inversión: “La gente que ocupaba viviendas de banco y que no ha conseguido regularizar su situación, ha pasado por dos o tres fondos, porque compran y venden las mismas casas, con las mismas familias dentro, ya ni se preocupan en echarlos porque les da igual. O sea: ese piso está tasado, por tanto es un valor dentro de una cartera. Es una pieza dentro de todo un lote de 100”.

Para Barrio lo que se dibuja es una disociación brutal entre el uso social de la vivienda y la inversión inmobiliaria. Una disociación a la que nadie está prestando atención, mientras se le dice a la gente que no puede pagar su casa, que se busque un alquiler. “No le puedes decir a alguien que la solución es búscate un alquiler, cuando es completamente irreal. Eso es violencia”. Así, mientras se adecentan las calles para los visitantes, lo más elemental de la vida en los barrios se convierte en un desafío inabordable para muchas: “El alquiler no es que esté caro, es que no es una opción para la mayoría de la gente. ¿Cómo va a ser una opción si el salario mínimo tiene el mismo precio que el alquiler?”, se indigna.

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Turismo y monjas

Mientras la gente no tiene donde vivir, ante el proyecto de Chinatown, palpita también el miedo a una turistificación del barrio. Mientras el veterano Brea no piensa que vaya a tener éxito, pues no se imagina que Usera pueda integrarse en los circuitos turísticos al mismo nivel que los barrios del centro, Barrio mira con temor antecedentes como el de Lavapiés “me da miedo que nos llenen esto de gente que viene simplemente a consumir”.  En estos días de celebraciones del año nuevo chino, se puede ver un anticipo de este escenario. 

Silvia Suárez es vecina del barrio desde hace 24 años, y una más de ese 35% de la población nacida en el extranjero, en su caso Uruguay. A ella, que lleva desde que llegó participando en diversos espacios vecinales del distrito también le inquieta el turismo, y quiere que el barrio siga siendo barrio. También que se escuche a la gente: “Las mismas demandas de hace 24 años siguen hoy: como la suciedad, que es algo que no está resuelto para nada”. Esta vecina puede ver claramente el contraste entre el mantenimiento de otros barrios y el suyo: “Usera está abandonado y yo pago los mismos impuestos que se pagan en el barrio de Salamanca, o en Argüelles”, compara. A ella, más que pasear por calles sin coches, le alcanzaría pasear por calles vacías de cacas de perro, otro problema recurrente. O no tener que esperar una semana para que le atiendan el médico de cabecera en su masificado centro de salud. Y si de oferta cultural y de ocio se trata, recuerda la falta de un cine, un polideportivo, o un teatro cercano. Y es que las cosas necesarias para la vida se alejan, explica: han cerrado el supermercado del barrio, y ahora se ve obligada a desplazarse a las grandes superficies donde todo viene hiperempaquetado en plástico. También han ido desapareciendo los cajeros automáticos. 

Entre las cosas que desaparecen, Brea suma una más: la delegación de Hacienda, vecina al supermercado, que se han llevado a Carabanchel, después de 44 años en el barrio. Lo que sin embargo no falta en el distrito es espiritualidad. “Al lado de la boca del metro de la Avenida Córdoba hay 3500 metros cuadrados que el Ayuntamiento ha cedido por 75 años a unas monjas de la Comunidad del Cordero”. Los vecinos, que llevan tiempo protestando porque se haya cedido este terreno público a una orden religiosa cuando en las inmediaciones se cuenta casi una decena de iglesias, tenían otras ideas para un espacio así: “podía ser para una residencia, para los jóvenes, para algo de cultura, para otro centro de salud”, explica Brea. Pero nadie les ha preguntado. El ayuntamiento dispone del barrio según sus propios planes, en una forma de hacer política que frustra a alguien que, como Brea, lleva más de medio siglo en el movimiento vecinal.

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Otro barrio es posible

“Usera, como cualquier barrio, tiene su espíritu, tiene su idiosincrasia, tiene su forma de ser que ha ido evolucionando y que me parece muy bonita y que no creo que se pueda etiquetar como wellcome to Chinatown”, intenta explicar Barrio, quien, como Oliván, no opone la identidad del barrio a la comunidad china, que forma parte de la historia y del presente del distrito, sino que disputa la explotación comercial de su presencia, en un barrio que no deja de ser fruto de las migraciones.

“Entiendo que la gente que ha levantado el barrio de la nada, quienes vinieron de Extremadura, de Andalucía, trabajadores que vivían en chabolas, y que ha conseguido que las administraciones públicas les trasladen a viviendas públicas... En fin, la gente que ha luchado, que sigue siendo activista, pues esto les parezca un abuso”, explica la activista por el derecho a la vivienda.

Brea responde a ese perfil, y desde su experiencia expresa su descontento ante un vecindario que ha perdido la combatividad de los años álgidos del movimiento vecinal. Ahora, dice, la gente se queja de temas como los parquímetros, que aparecerán pronto en el barrio, “pero nadie coge y dice vamos para arriba, vamos a la Junta ya, o hacemos lo que sea. La gente no se mueve, se ha hecho ya muy cómoda”.

A la desactivación del movimiento vecinal, se le añade, según el diagnóstico de Brea, un cambio en la propia política. El activista siente que antes tenían mayor incidencia en los partidos, independientemente de su signo: “Aquí el movimiento vecinal ha conseguido muchas cosas, pero ahora estamos en un plan que cuentan con nosotros solo para lo que quieren, pero no llegas a acuerdos con ellos, te dicen esto va aquí, esto va allá y ya está”.

“Lo que interesa a cierto estamento de la sociedad es que la gente esté cómoda en casa y tomen las decisiones ciertas personas que se creen con el derecho a tomarlas”

Suárez, quien integró hace años en los foros del Ayuntamiento de Carmena, espacios de participación con poca capacidad ejecutiva que fueron abandonados por el gobierno posterior, piensa que la participación de los vecinos se desincentiva porque es peligrosa: “lo que interesa a cierto estamento de la sociedad es que la gente esté cómoda en casa y tomen las decisiones ciertas personas que se creen con el derecho a tomarlas sin contar con la participación de la gente”. Se evita, considera, que se cree comunidad pues “cuando hay comunidad se cuestionan las decisiones”.

Y es que los vecinos no se limitan a oponerse al cambio, o a mejoras con buena prensa como la peatonalización de las calles, si no que aspiran a mejorar el barrio en sus propios términos. “No estamos en contra de que se recoja más la basura, no estamos en contra de que se haga algo más bonito, no estamos en contra de que se peatonalice. No estamos en contra de una mejor forma de vivir, para nada. Y sabemos que estas mejoras revalorizan económicamente el barrio”, explica Oliván, pero se pregunta, “¿es para ello necesario expulsar a la gente?”. Él mismo se responde, no: se trata de garantizar el derecho a la vivienda, regular los precios, poner topes al alquiler. “La gentrificación se puede evitar pero hacen falta decisiones políticas que no se toman”, concluye. Decisiones políticas que podrían tomarse si se escuchara a las vecinas y se atendiera a las necesidades reales de un barrio, donde la vida se hace insostenible mientras desde el ayuntamiento se regala suelo público a las monjas y se planifican paseos para turistas comprometiendo la movilidad de los residentes.
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