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Derecho a la vivienda
Los fondos buitre y Airbnb encuentran vida más allá de la M-30
Como un virus, una auténtica pandemia de especulación, los altos precios de la vivienda se han propagado desde los centros turísticos de las grandes ciudades a los barrios periféricos y obreros. Entre los vectores de contagio, la explosión de los pisos turísticos y de temporada, que han desbordado todas las legislaciones y los inexistentes organismos de control.
La metáfora del virus no es del todo gratuita. La expansión de los pisos y habitaciones de Airbnb a los barrios populares sirven de termómetro. Los mapas de Madrid, Barcelona o Valencia realizados por la web Inside Airbnb muestran un epicentro de contagio en el centro y una rápida expansión del centro a la periferia. “Hay vida más allá de la M-30”, reza un cartel de Idealista en el norte de Madrid a modo de profecía autocumplida.
Pablo Martínez es investigador y portavoz del Sindicato de Inquilinas de Madrid, un colectivo que ha seguido de cerca esta expansión y está en el centro de las resistencias contra la expulsión de los vecinos de sus casas y de sus barrios.
Aunque la peor parte la sigue sufriendo el centro de las grandes ciudades, en los últimos años ha comenzado un proceso de colonización de barrios que hasta ahora no habían estado en el radar de plataformas de pisos turísticos y otros vehículos de inversión inmobiliaria, dice Martínez.
En los últimos años ha comenzado un proceso de colonización de barrios que hasta ahora no habían estado en el radar de plataformas de pisos turísticos y otros vehículos de inversión inmobiliaria
Uno de los distritos madrileños donde más está impactado esta nueva ola especulativa es Puente de Vallecas, donde se está produciendo un auténtico proceso de “gentrificación”, explica Martínez. El anuncio del derribo del scalextric —el paso elevado de la M-30 que separa Retiro de Vallecas— ya está produciendo un alza de precios y está siendo utilizado por las promotoras para vender unas supuestas zonas verdes de las que todavía no se sabe nada, cuenta este activista. En Carabanchel, otro de los tradicionales barrios obreros, el alquiler medio en septiembre de 2023 se situó en 959 euros al mes. Una década antes estaba en 595 euros. Inside Airbnb reporta la existencia de 889 ofertas de esta plataforma en este barrio del sur de Madrid.
Pero la Airbnb que ha saltado la M-30 ya no es la de antes de la pandemia. El covid-19 también ha causado una mutación en estas plataformas. “Después de la pandemia, estas plataformas no se limitan a ofrecer alquileres turísticos sino que se han volcado al mercado residencial y ahora ofrecen alquileres de temporada”, dice Martínez. Los alquileres temporales son una de las principales vías de los propietarios de saltarse la Ley estatal de alquileres y la Ley de Vivienda, y exprimir al máximo la rentabilidad de los pisos. En la mayoría de los casos estos contratos son ilegales o, en el mejor de los casos, alegales, pero no hay nadie que controle ni sancione este tipo de infracciones, afirma Martínez.
“De aquí no nos vamos”
Uno de los barrios que más ha sufrido este proceso especulativo es Puerta del Ángel, en el distrito de La Latina. En 2014, el alquiler de un piso de 70m2 costaba 588 euros mensuales de media, según Idealista. En septiembre de 2023, el alquiler medio en esta zona de Madrid había trepado hasta los 1.099 euros, un 86% más. La cercanía del río y del centro convirtió este barrio, que empieza a ser conocido como el “Brooklyn madrileño”, en objetivo recurrente de grandes operaciones especulativas. Entre ellas, el “pelotazo” de la Ermita del Santo, que pretende construir 600 nuevas viviendas de lujo y que ya ha encontrado un masivo rechazo de los vecinos, que se han manifestado en numerosas ocasiones y han presentado más de mil alegaciones.
Madrid
Madrid Seiscientos vecinos del distrito Latina se rebelan contra el pelotazo de Ermita del Santo
Este 30 de septiembre, los vecinos de Puerta del Ángel que se oponen al “pelotazo” coincidieron en una manifestación con un nuevo frente de esta lucha contra la especulación y la presión inmobiliaria que literalmente los echa de sus casas.
Entre los manifestantes estaban los habitantes de 40 viviendas organizados en cuatro bloques situados en la calle Ermita del Santo, 14. Estos pisos eran propiedad de familia Borbón, concretamente de Olivia de Borbón y Rueda y de su hija, Cristina de Figueroa de Borbón, pero en 2017 se los vendieron a un fondo buitre llamado Vitruvio y se quedaron como accionistas de esta socimi, según Público.
Donde antes el fondo buitre Vitruvio sacaba 870 euros por piso, ahora podría embolsarse casi 2.000 euros pidiendo 700 por habitación con contratos temporales, denuncia el Sindicatos de Inquilinas
Antes de verano, los habitantes de cuatro de estas viviendas recibieron un burofax. Su contrato se acababa y tenían que entregar las llaves antes de que acabara septiembre.
No era la primera vez que pasaba y los vecinos de Ermita del Santo, 14 conocían perfectamente lo que pasaría cuando las 11 personas que habitaban esas viviendas dejaran del edificio para no volver. La propiedad haría una pequeña reforma, pondría una cerradura electrónica en la puerta de entrada y en cada una de las habitaciones y las sacaría en Idealista al precio de 700 euros cada una. La modalidad ofrecida serían contratos de temporada, sin ataduras ni restricciones para aumentar el precio en cualquier momento. Donde antes Vitruvio sacaba 870 euros por piso, ahora podría embolsarse casi 2.000 euros, denuncia el Sindicatos de Inquilinas.
Lucía Trentini debía abandonar el piso ese 30 de septiembre. Lo primero que hizo fue mirar los precios de alquileres por la zona, donde había conseguido construir una comunidad con los vecinos de los bloques, con quienes tomaba café por las mañanas, y con el barrio, en donde participa con actividades culturales y artísticas. Los precios se había duplicado. Lo que le estaba pasando a ella le estaba pasando a de miles de personas en todo el distrito, cuenta a El Salto. Otros fondos buitre, como Madlyn, también se habían lanzado a comprar edificios y al negocio de los alquileres temporales, los pisos turísticos y los famosos colivings por habitaciones.
“Ellos quieren que nos vayamos para que venga otra persona a pagar más. De aquí no nos vamos”, dice una vecina del bloque Ermita 14
Unos meses antes, una brigada del Sindicato de Inquilinos había visitado los bloques para animarles a que se organizaran, algo que iban a necesitar teniendo en cuenta el historial del fondo buitre que había comprado su edificio. Y así fue. Cuando antes de verano llegaron los burofax, se integraron en el sindicato y se convirtieron en un Bloque en Lucha, o lo que es lo mismo, decidieron que no se irían de sus casas y seguirían pagando lo de siempre para forzar a la propiedad a una negociación colectiva que les permita seguir viviendo donde habían hecho sus vidas. “Ellos quieren que nos vayamos para que venga otra persona a pagar más. De aquí no nos vamos”, dice esta vecina.
La movilización de los bloques fue mucho más allá de los cuatro pisos afectados: “La verdad es que ha sido una satisfacción dentro de tanta oscuridad. Es muy difícil encontrar un lugar así, en este barrio, con estos vecinos. Hemos conseguido generar una comunidad, porque entendemos que esto no es algo individual. A mí me pasó y estoy en lucha, pero es algo que nos trasciende como individuos, somos una comunidad que está siendo arrasada y destruida para que unos pocos puedan enriquecerse aún más”. En el Bloque en Lucha Ermita 14 no tienen intenciones de permitirlo.