Análisis
Alfonso Rueda: de la nobleza del Estado a la presidencia de la Xunta

El candidato del Partido Popular no es ni un semejante ni un hombre hecho a sí mismo. Abordamos las continuidades y novedades con respecto a Feijóo, así como la posición de clase que lo llevó hasta la cúspide de su partido.
rajoy rueda feijoo
El expresidente Mariano Rajoy junto al candidato a la presidencia de la Xunta, Alfonso Rueda, y Alberto Núñez Feijóo.

Cuando Alfonso Rueda accedió a la Presidencia de la Xunta era un perfil poco conocido para la mayoría del electorado, incluso para más de la mitad de los votantes del Partido Popular. En la mayoría de los medios aparece como un técnico a la sombra de Alberto Núñez Feijóo que, a base de su gestión y su lealtad consigue situarse en la cúspide del PPdeG. En aquel momento, a mediados del 2022, cuando el ahora líder del PP sustituye a Pablo Casado, Rueda acumulaba una experiencia como diputado autonómico de 13 años, ocupando el segundo puesto más importante del ejecutivo: la Consellería de Presidencia, Administracións Públicas e Xustiza. El PPdeG sabía que su nuevo líder, a pesar de ser a mano derecha de Feijóo, tendría que procurarse un liderazgo propio. Comenzaba la maniobra: continuar el legado de Feijóo y explotar las novedades potenciales de Rueda.

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Las tres patas de Rueda para el continuismo con Feijóo

Las primeras continuidades sucedieron en el seno de la organización. El PPdeG hizo un conjunto de actos con el objetivo de traspasar el legado simbólico de Feijóo. Dijo que Rueda era el “mejor sucesor posible” y resaltó su vitalidad: “Es un triatleta”; también la conexión con los poderes  públicos cómo “conocedor de la Administración Pública”; la lealtad al partido y también, dijo, sus virtudes morales. Rueda se presentó frente a los suyos como un candidato de consenso y como alguien capaz de un hito histórico: la movilización de 7.000 avales de las cuatro provincias gallegas. Observar como trataron de fundamentar la idea del estilo Rueda poniendo la base en la “humildad, trabajo, cercanía, sensatez y amabilidad”, da buena cuenta del marco de comprensión que ha pretendido instalar.

El perfil técnico de Rueda semejaba idóneo para continuar con varios puntos nodales del discurso del PPdeG, bien cimentado en esa hegemonía “más naturalizada a través de los aparatos administrativos y la gestión técnica” que en el combate ideológico. Rueda continúa con la concepción patrimonial de las instituciones, insistiendo en un objetivo: equiparar al PPdeG con la Xunta y a la Xunta con el PPdeG. Con el propósito de conseguir la identidad de ese binomio mantiene tres ideas fuertes.

La primera de ellas es la defensa de una Galicia estable. Rueda defiende la noción de Galicia como una “isla de estabilidad” frente a las “turbulencias políticas a nivel nacional”. En este sentido, presenta a la Xunta como un referente en cuanto a gestión: la “primera comunidad de España en aprobar los presupuestos para el año 2024”, que también lleva “15 años aprobando los presupuestos en tiempo y forma”. Votados siempre y exclusivamente por los diputados y diputadas de su formación política que han ostentado la mayoría absoluta en el Parlamento de Galicia en las últimas cuatro legislaturas.

La segunda es la defensa de la “Galicia en la que vivimos”. Rueda parte de un marco conservador de la autonomía que considera que las cosas están bien como están y por el cual no es preciso desarrollar más competencias. También expone una visión esencialista del pueblo según la cual la tarea de un gobierno es ajustarse a los valores primordiales de los gallegos: la cautela y la estabilidad. Se expresa con transparencia en el combate al BNG, fuerza amenazante: “Esperamos que los gallegos estén libres en el mañana de ningún nacionalismo”. La acusa de un sentimiento patológico que llama “nacionalismo enfurruñado” y de acomplejarse de su propio pueblo, al que desearían cambiar por otro, por lo visto: “Defendemos una Galicia que no tenga envidia de nadie (...) que poco entiendo a los que dicen que les gustaría que Galicia se pareciera más la otros sitios”.

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La última idea fuerte es la identificación del PPdeG con el sentido común, con las “políticas con sentidiño”. Esta idea es deudora del paradigma postpolítico, consistente en presentar los asuntos económicos como actividades de gestión técnica y los programas neoliberales como únicas opciones realistas. Rueda tiende a personificar el saber objetivo y neutral que exige el postpolítico. Un ejemplo está en la respuesta que le dio a Ana Pontón, líder del BNG, sobre la propuesta de una tarea eléctrica gallega: “¿Qué es eso de la tarifa eléctrica gallega? Nuestras propuestas son realizables”. Estas tres grandes ideas representan algunas de las principales continuidades entre ambos liderazgos, pero Rueda presenta dos grandes novedades.

¿Hay Galicia más allá de la era Feijóo?

La primera es la estatalización de su campaña. El PPdeG insiste en los temas que ocupan al PP en la política estatal: Sánchez y sus socios de gobierno. Si en las elecciones del 2020, en el contexto de la pandemia, Feijóo ya había ensayado una campaña agresiva contra lo Gobierno central, en la actualidad, Rueda tratará de aprovechar al máximo las contradicciones surgidas en el seno de las alianzas parlamentarias del Gobierno del Estado español.

Serán las elecciones gallegas más estatalizadas de las últimas dos décadas y buena muestra de esto son los sentidos impresos en el anuncio de navidad Galicia Rueda. En este, aparecen elementos meméticos como las fruterías identificadas con el me gusta la fruta de Isabel Díaz Ayuso, el rechazo del independentismo catalán, con un faltón “aquí no paramos, ni de coña”, o la identificación de un joven conductor con Feijóo, de quien lleva una foto en su coche.

Rueda se maneja con solvencia en estos temas, sobre los que se ha manifestado en múltiples ocasiones: arremetió contra lo uso del gallego en el parlamento estatal tachándolo cómo una “cesión a Puigdemont”, a la ley de amnistía y a las alianzas del PSOE. Se trata de incorporar en su campaña el recetario estatal del partido, que percibe a Sánchez cómo “rehén de parte de su propio gobierno”.

La división del espacio a la izquierda del PSOE o el independentismo catalán serán puntos nodales también en el discurso de Rueda, que se presentará como el defensor de una Galicia agraviada: “Galicia no es una sucursal de serie b, Galicia tiene su personalidad (...) Cada gallego va a tener que pagar 400 euros para perdonarles la deuda”. 

La estatalización de la campaña será una novedad, pero la agresividad de la ofensiva no. Rueda fue uno de los artífices de las campañas más agresivas que podemos recordar: aquella que cargó contra lo bipartito de Touriño y Quintana. El eje de aquella campaña guarda paralelismos con la actualidad. Se trató de una ofensiva de desprestigio contra el bipartito, centrada en la acusación de corrupción y mala gestión y en el aprovechamiento de las tensiones internas entre el PSdeG y el BNG. Años después, como consejero, Rueda se implicaría en la acusación contra el PSdeG de la 'trama agraria', con la que se trató de probar que el PSdeG había mantenido una trama de financiación ilegal con las Unións Agrarias y que se archivaría años después.

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En aquellos años, el PPdeG se apartó del galleguismo conservador de los tiempos de Fraga e incorporó a su discurso elementos propios del nacionalismo español, concretamente del aznarismo, promoviendo una ofensiva cultural que cristalizó en las manifestaciones de Galicia Bilingüe, en las que el propio Rueda participó en primera fila.

La distancia entre lo que dice que hay y lo que hay

La otra novedad que presenta Rueda con respecto a Feijóo se refiere a una singularidad que este no tenía: su cercanía. Se trata de un liderazgo con el que es más fácil identificarse y su simpatía es un valor del que el PPdeG quiere sacar rédito. Desde su entrada en la presidencia, y especialmente desde los últimos meses, los populares apostaron por instalar en la opinión pública un relato sentimental sobre Rueda. Su participación en el late Land Rober de la CRTVG es el ejemplo más claro de esta apuesta. La suya sería la historia de un hombre hecho a sí mismo, familiar, moderno (runner, fan de las motos) y próximo a la gente (le gusta tomarse unas cañas y es cofrade del jamón en A Cañiza). A Rueda no le incomoda presidir la petición viral de matrimonio de un policía o reconocer en una entrevista que ha fumado algún porro de joven.

Rueda no es exactamente ni un semejante ni un hombre hecho a sí mismo. Tiene un origen familiar poco común tanto en lo referido a la clase social como al grado de responsabilidad política. Por el lado materno (Lola de Valenzuela López-Montenegro) procede de una familia de ascendencia señorial que guarda lazos de cercanías con el clan de los Garrido Valenzuela, cuyos miembros integran algunas instituciones poderosas como el Instituto de Crédito Oficial o la patronal de Pontevedra. Por el lado paterno (José Antonio Rueda Crespo), tuvo como referente a un jefe del IRYDA y representante de Alianza Popular próximo a Mariano Rajoy que, desterrado de la política tras apoyar a la Coalición Galega de Xosé Luis Barreiro, fue recuperado por Xosé Cuíña en los 2000.

Tampoco resultan comunes amistades como las de Juan Carlos Aladro, fiscal jefe de Pontevedra, o Javier Domínguez, presidente de Sogama. Esta última empresa posee participaciones (10%, junto con el 40% del gobierno gallego, 38% de Abanca y 12% de Reganosa) en la sociedad Impulsa Galicia, un antecedente del fondo de apoyo para proyectos empresariales de 300 millones de euros anunciado por Rueda en el Debate sobre el Estado de la Autonomía.

El relato sentimental sitúa a Rueda en sus inicios como un humilde comercial que vendía fondos de inversión puerta a puerta y que a base de esfuerzo consigue acceder a un buen puesto como funcionario. La realidad es que Rueda pertenece a la tecnoestrutura y guarda más similitudes con la “nobleza del estado” de la que hablaba Bourdieu que con el ciudadano común.

Sus oposiciones, preparadas con el actual secretario municipal de O Porriño Eduardo Fernández Portela, no son accesibles para cualquier ciudadano: implican años de preparación y son costosas económicamente. Con ellas accedió a una carrera como funcionario de la Administración local, de la que obtuvo habilitación nacional y categoría superior, lo que lo llevó hasta ala Dirección Xeral de Administración Local de la Xunta en el 2005. En esos años se perfilará como un candidato adecuado, y en 2006, sustituye a Xesús Palmou, de quien fue jefe de gabinete, en la secretaría general del PP. Aquel ascenso se haría bajo el abrigo de Palmou y el impulso de Romay Beccaría, una de las personas más influyentes en Feijóo, catalogado por muchos analistas como el Andreotti de la derecha española.

El relato sentimental de Rueda sitúa su carrera política en el momento en el que lo llama Feijóo. Algo que resulta falso: en la década de los noventa acumula experiencia en el Ayuntamiento de Pontevedra y se convierte en el líder provincial de las Nuevas Generaciones.

La de Rueda es una de esas trayectorias típicas del PP. Un perfil técnico híbrido entre el público y el personal que ve en su condición una virtud a la hora de gobernar. Esta condición es la que supo aprovechar para ascender dentro del partido: durante su desempeño profesional en los ayuntamientos de Cervantes, A Cañiza y Cambados conoce a figuras relevantes como son César Mera, Manuel Cores Tourís o José Benito Suárez Costa. Estos perfiles conectan a Rueda con las élites del partido en distintos momentos y le hacen merecedor de una confianza interna.

Las dinámicas internas del PPdeG prometen una reproducción similar de las nuevas élites del partido, tal y como se observa en compañeros de viaje como Paula Prado, Ángeles Vázquez y Diego Calvo, o en el tiempo acumulado en política institucional de gran parte del grupo parlamentario gallego: de los 43 diputados populares 29 tienen dilatadas trayectorias como políticos profesionales y 14 llevan mínimo dos legislaturas.

¿Qué podemos esperar de Alfonso Rueda en el futuro?

Los populares trabajan desde hace tiempo para que en el 18 del febrero Rueda se inscriba en la línea de sucesión de los presidentes populares: Albor, Fraga y Feijóo. El tiempo dirá si el caso de los pellets o los balances negativos sobre su presidencia son suficientes para que el PP pierda la mayoría absoluta en el parlamento gallego.

La hoja de ruta programática se expuso durante su sesión de investidura, el proyecto “trabajo, familia y futuro”. El discurso de Rueda se influenciará por las corrientes que atraviesan al PP, una organización integrada en la jaula de hierro del Estado que se caracteriza por un gran tamaño interno y por componerse por dirigentes centrados en la conservación de sus puestos. Rueda habitará las contradicciones propias del PP, que compone un discurso económico individualista con una moral tradicional-conservadora y pretende encarnar el liberalismo hispano al mismo tiempo que se implica en una deriva reaccionaria en sus alianzas con la extrema derecha.

La posición del PP estatal cambiará el ideario procedente de la tradición política del PPdeG, un partido, en palabras de Emilio Pérez Touriño, “moderado, central y galleguista”. De momento, tal y como dejó entrever en el acto de proclamación de su candidatura, Rueda recoge la testigo de todos los que le antecedieron: Albor, un “señor de los pies a la cabeza”; Fraga, el “ciclón” creador de un “partido amplio”; y Feijóo, el líder “insustituible”.

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Alfonso Rueda, no centro, acompañado de Mariano Rajoy e Alberto Núñez Feijóo.

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Alfonso Rueda: da nobreza do estado á Presidencia da Xunta

O candidato do Partido Popular non é nin un semellante nin un home feito a si mesmo. Unha análise sobre o seu liderado: abordamos as continuidades e novidades con respecto a Feijóo, así como a posición de clase que o levou até o cumio do seu partido.

Cando Alfonso Rueda accedeu á Presidencia da Xunta era un perfil pouco coñecido para a maioría do electorado, incluso para máis da metade dos votantes do Partido Popular. Na maioría dos medios aparece como un técnico á sombra de Alberto Núñez Feijóo que, a base da súa xestión e a súa lealdade consegue situarse na cúspide do PPdeG. Naquel momento, a mediados do 2022, cando o agora líder do PP substitúe a Pablo Casado, Rueda acumulaba unha experiencia como deputado autonómico de 13 anos, ocupando o segundo posto máis importante do executivo: a Consellería de Presidencia, Administracións Públicas e Xustiza. O PPdeG sabía que o seu novo líder, malia ser a man dereita de Feijóo, tería que procurarse un liderado propio. Comeza a manobra: continuar o legado de Feijóo e explotar as novidades potenciais de Rueda.

As tres patas de Rueda para o continuismo con Feijóo

As primeiras continuidades sucedéronse no seo da organización. O PPdeG fixo un conxunto de actos co obxectivo de traspasar o legado simbólico de Feijóo. Dixo que Rueda era o “mellor sucesor posible” e resaltou a súa vitalidade: “É un triatleta”; tamén a conexión cos poderes públicos como “coñecedor da Administración Pública”; a lealdade ao partido e tamén, dixo, as súas virtudes morais. Rueda presentouse perante os seus como un candidato de consenso e como alguén capaz dun fito histórico: a mobilización de 7.000 avais das catro provincias galegas. Observar como trataron de fundamentar a idea do estilo Rueda poñendo a base na “humildade, traballo, cercanía, sensatez e amabilidade”, da boa conta do marco de comprensión que pretenderon instalar.

O perfil técnico de Rueda semellaba idóneo para continuar con varios puntos nodais do discurso do PPdeG, ben cimentado nesa hexemonía“máis naturalizada a través dos aparellos administrativos e a xestión técnica” que no combate ideolóxico. Rueda continúa coa concepción patrimonial das institucións, insistindo nun obxectivo: equiparar ao PPdeG coa Xunta e á Xunta co PPdeG. Co propósito de acadar a identidade dese binomio mantén tres ideas fortes.

A primeira delas é a defensa dunha Galiza estable. Rueda defende a noción de Galiza como unha “illa de estabilidade” perante as “turbulencias políticas a nivel nacional”. Neste senso presenta á Xunta como un referente en canto a xestión: a “primeira comunidade de España en aprobar os orzamentos para o ano 2024”, que tamén leva “15 anos aprobando os orzamentos en tempo e forma”. Votados sempre e exclusivamente polos deputados e deputadas da súa formación política que ostentan a maioría absoluta.

A segunda é a defensa da “Galicia na que vivimos”. Rueda parte dun marco conservador da autonomía que considera que as cousas están ben como están e polo cal non é preciso desenvolver máis competencias. Tamén expón unha visión esencialista do pobo segundo a cal a tarefa dun goberno é axustarse aos valores primordiais dos galegos: a cautela e a estabilidade. Exprésase con transparencia no combate ao BNG, forza ameazante: “Agardamos que os galegos estean libres no mañá de ningún nacionalismo”. Acúsaa dun sentimento patolóxico que chama “nacionalismo enfurruñado” e de acomplexarse do seu propio pobo, ao que desexarían mudar por outro, disque: “Defendemos unha Galicia que non teña envexa de ninguén (...) que pouco entendín aos que din que lles gustaría que Galicia se parecese máis a outros sitios”.

A última idea forte é a identificación do PPdeG co sentido común, coas “políticas con sentidiño”. Esta idea é debedora do paradigma postpolítico, consistente en presentar os asuntos económicos como actividades de xestión técnica e os programas neoliberais como únicas opcións realistas. Rueda tende a personificar o saber obxectivo e neutral que esixe o postpolítico. Un exemplo está na resposta que lle deu a Ana Pontón sobre a proposta dunha tarefa eléctrica galega: “Que é iso da tarifa eléctrica galega? As nosas propostas son realizables”. Estas tres grandes ideas representan algunhas das principais continuidades entre ambos liderados, pero Rueda presenta dúas grandes novidades.

Hai Galiza máis alá da era Feijóo?

A primeira é a estatalización da súa campaña. O PPdeG insiste nos temas que ocupan ao PP na política estatal: Sánchez e os seus socios de goberno. Se nas eleccións do 2020, no contexto da pandemia, Feijóo xa ensaiara unha campaña agresiva contra o goberno central, na actualidade, Rueda tratará de aproveitar ao máximo as contradición xurdidas no seo das alianzas parlamentarias do Goberno do Estado español.

Serán as eleccións galegas máis estatalizadas das últimas dúas décadas e boa mostra disto son os sentidos impresos no anuncio de nadal Galicia Rueda. Neste aparecen elementos meméticos como as froiteiras identificadas co “me gusta la fruta” de Isabel Díaz Ayuso, o rexeitamento do independentismo catalán, cun faltón “aquí non paramos, nin de coña”, ou a identificación dun mozo condutor con Feijóo, de quen leva unha foto no seu coche.

Rueda manéxase con solvencia nestes temas, sobre os que se ten manifestado en múltiples ocasións: arremeteu contra o uso do galego no parlamento estatal tachándoo como unha “cesión a Puigdemont”), á lei de amnistía e ás alianzas do PSOE. Trátase de incorporar na súa campaña o receitario estatal do partido, que percibe a Sánchez como “refén de parte do seu propio goberno”.

A división do espazo á esquerda do PSOE ou o independentismo catalán serán puntos nodais no discurso de Rueda, que se presentará como o defensor dunha Galicia agraviada: “Galicia non é unha sucursal de serie b, Galicia ten a súa personalidade (...) Cada gallego va a tener que pagar 400 euros para perdonarles la deuda”.  

A estatalización da campaña será unha novidade pero a agresividade da ofensiva non. Rueda foi un dos artífices das campañas máis agresivas que podemos recordar: aquela que cargou contra o bipartito de Touriño e Quintana. O eixo daquela campaña garda paralelismos coa actualidade. Tratouse dunha ofensiva de desprestixio contra o bipartito, centrada na acusación de corrupción e mala xestión e no aproveitamento das tensións internas entre o PSdeG e o BNG. Anos despois, como conselleiro, Rueda implicaríase na acusación contra o PSdeG da “trama agraria” , coa que se tratou de probar que o PSdeG mantivera unha trama de financiamento ilegal coas Unións Agrarias e que se arquivaría anos despois.

Naqueles anos, o PPdeG apartouse do galeguismo conservador dos tempos de Fraga e incorporou ao seu discurso elementos propios do nacionalismo español, concretamente do aznarismo, promovendo unha ofensiva cultural que cristalizou nas manifestacións de Galicia Bilingüe, nas que o propio Rueda participou en primeira fila.

A distancia entre o que di que hai e o que verdadeiramente hai

A outra novidade que presenta Rueda con respecto a Feijóo refírese a unha singularidade que este non tiña: a súa proximidade. Trátase dun liderado co que é máis doado identificarse, e a súa simpatía é un valor do que o PPdeG quere sacar rédito. Desde a súa entrada na presidencia, e especialmente desde os últimos meses, os populares apostaron por instalar na opinión pública un relato sentimental sobre Rueda. A súa participación no Land Rober da CRTVG é o exemplo máis claro desta aposta. A súa sería a historia dun home feito a si mesmo, familiar, moderno (runner, fan das motos) e próximo á xente (gústalle tomarse unhas 1906, confrade do xamón na Cañiza). A Rueda non lle incomoda presidir a petición viral de matrimonio dun policía ou recoñecer nunha entrevista que fumou algún porro de novo.

Rueda non é exactamente nin un semellante nin un home feito a si mesmo. Ten unha orixe familiar pouco común tanto no referido á clase social como ao grao de responsabilidade política. Polo lado materno (Lola de Valenzuela López-Montenegro) procede dunha familia de ascendencia señorial que garda lazos de proximidade co clan dos Garrido Valenzuela, cuxos membros integran algunhas institucións poderosas como o Instituto de Crédito Oficial ou a patronal de Pontevedra. Polo lado paterno (José Antonio Rueda Crespo), tivo como referente a un xefe do IRYDA e representante de Alianza Popular próximo a Mariano Rajoy que, desterrado da política tras apoiar á Coalición Galega de Xosé Luís Barreiro, foi recuperado por Xosé Cuíña nos 2000.

Tampouco resultan comúns amizades como as de Juan Carlos Aladro, fiscal xefe de Pontevedra, ou Javier Domínguez, presidente de Sogama. Esta última empresa posúe participacións (10%, xunto co 40% do goberno galego, 38% de Abanca e 12% de Reganosa) na sociedade Impulsa Galicia, un antecedente do fondo de apoio para proxectos empresariais de 300 millóns de euros anunciado por Rueda no Debate sobre o Estado da Autonomía.

O relato sentimental sitúa a Rueda nos seus inicios como un humilde comercial que vendía fondos de investimento porta a porta e que a base de esforzo consigue acceder a un bo posto como funcionario. A realidade é que Rueda pertence á tecnoestrutura e garda máis similitudes coa “nobreza do estado” da que falaba Bourdieu que co cidadán común.

As súas oposicións, preparadas co actual secretario municipal do Porriño Eduardo Fernández Portela, non son accesibles para calquera cidadán: implican anos de preparación e son custosas economicamente. Con elas accedeu a unha carreira como funcionario da Administración local, da que obtivo habilitación nacional e categoría superior, o que o levou até á Dirección Xeral de Administración Local da Xunta no 2005. Neses anos perfilarase como un candidato adecuado, e en 2006, substitúe a Xesús Palmou, de quen foi xefe de gabinete, na secretaría xeral do PP. Aquel ascenso faríase baixo o abrigo de Palmou e o impulso de Romay Beccaría, unha das persoas máis influentes en Feijóo, catalogado por moitos analistas como o Andreotti da dereita española.

O relato sentimental de Rueda sitúa a súa carreira política no momento no que o chama Feijóo. Algo que resulta falso: na década dos noventa acumula experiencia no Concello de Pontevedra e convértese no líder provincial das Novas Xeracións.

A de Rueda é unha desas traxectorias típicas do PP. Un perfil técnico híbrido entre o público e o privado que ve na súa condición unha virtude á hora de gobernar. Esta condición é a que soubo aproveitar para ascender dentro do partido: durante o seu desempeño profesional nos concellos de Cervantes, A Cañiza e Cambados coñece a figuras relevantes como son César Mera, Manuel Cores Tourís ou José Benito Suárez Costa. Estes perfís conectan a Rueda coas elites do partido en distintos momentos e fanlle merecedor dunha confianza interna.

As dinámicas internas do PPdeG prometen unha reprodución similar das novas elites do partido, tal e como se observa en compañeiros de viaxe como Paula Prado, Ángeles Vázquez e Diego Calvo, ou no tempo acumulado en política institucional de gran parte do grupo parlamentario galego: dos 43 deputados populares 29 teñen dilatadas traxectorias como políticos profesionais e 14 levan mínimo dúas lexislaturas.

Que podemos esperar de Alfonso Rueda no futuro?

Os populares traballan desde fai tempo para que no 18 do febreiro Rueda se inscriba na liña de sucesión dos presidentes populares: Albor, Fraga e Feijóo. O tempo dirá se o caso dos pellets ou os balances negativos sobre a súa presidencia son suficientes para que o PP perda a maioría absoluta no parlamento galego.

A folla de ruta programática expúxose durante a súa sesión de investidura, o proxecto “traballo, familia e futuro”. O discurso de Rueda influenciarase polas correntes que atravesan ao PP, unha organización integrada na gaiola de ferro do Estado que se caracteriza por un gran tamaño interno e por compoñerse por dirixentes centrados na conservación dos seus postos. Rueda habitará as contradicións propias do PP, que artella un discurso económico individualista cunha moral tradicional-conservadora e pretende encarnar o liberalismo hispano ao mesmo tempo que se implica nunha deriva reaccionaria nas súas alianzas coa extrema dereita.

A posición do PP estatal mudará o ideario procedente da tradición política do PPdeG, un partido, en palabras de Emilio Pérez Touriño, “moderado, central e galeguista”. De momento, tal e como deixou entrever no acto de proclamación da súa candidatura, Rueda recolle a testemuña de todos os que lle antecederon: Albor, un “señor dos pés á cabeza”; Fraga, o “ciclón” creador dun “partido amplo”; e Feijóo, o líder “insubstituíble”.

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