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Andalucismo
El privilegio de poder pensarse (o la autorreferencialidad como privilegio)
Compartimos este fragmento de Ana Burgos García, antropóloga, feminista y perdiodista andaluza radicada en Catalunya desde hace una década. Este texto fue escrito en 2014 en su blog personal heroína de lo periférico y recuperado en 2016 por Mar Gallego en su texto ya canónico texto Perder el norte. Feminismo y ¿andaluzofobia?, de 2016 donde enunció la propuesta de feminsimo andaluz, que luego desarrollaría en sus proyectos posteriores. En ese texto Mar Gallego señalará que: La activista feminista y antropóloga onubense Ana Burgos lleva tiempo queriendo poner el debate sobre la mesa. Considera que la identidad andaluza ha sufrido un proceso de desempoderamiento histórico y de desposesión de autoestima que en su caso ha llevado, incluso, a disimular su propio acento. El término que usa para expresar su sentir y su experiencia es “andaluzofobia”. Un término que no pretende únicamente poner una discriminación sobre la mesa sino que también apelar al sentimiento que, mantiene, existe en el interior de las personas andaluzas: “Hay casi una andaluzofobia interiorizada muy alejada de ese ‘ole mi tierra’”, asegura. Pero la cuestión de los lenguajes y los acentos, para Burgos, es sólo una muestra de una discriminación histórica que está en relación directa con las dinámicas de clase Norte-Sur. Según platea la activista, éstas hacen que no se reconozcan los discursos discriminatorios hacia lo andaluz desde fuera, ni siquiera dentro del propio activismo. Su posición, de hecho, surgió tras situaciones que experimentó dentro del propio activismo. Todas ellas le llevaron a plantear el tema desde su blog personal en el que escribía que por ser andaluza se le instaba a moderarse, a adaptarse a unas formas norteñas de comunicación, expresión y ocupación del espacio y del tiempo: “Se me insta a la corrección y se me aplaude cuando me alejo del charneguismo macarra con el que se me asocia a primera vista”.
Nos proponemos indagar en el concepto de andaluzofobia propuesto por Ana Burgos, y recogido y desarrolado por Mar Gallego. Paradógicamente una de las autoras Ana Burgos, produjo estas reflexiones como andaluza en Barcelona y Mar Gallego, muchas veces ha señalado que su condición de andaluza migrada a Madrid, fue parte del proceso de despertar de esta conciencia crítica que le permitió ser consciente de lo que posteriormente ambas han llamado la andaluzofobia. Reproducimos el texto de Ana Burgos con la intención de seguir pensando la formación de la conciencia andaluza y los aprendizajes que recoge del feminismo, el activismo y las memorias migrantes y territoriales.
El privilegio de poder pensarse (o la autorreferencialidad como privilegio)
Echo de menos el sur.
Mucho. Echo de menos el pensarme, el pensarnos como pueblo, el compartir alrededor de la mesacamilla reflexiones sobre quiénes somos, cómo nos construimos, cómo nos construyen, cómo nos relacionamos con lxs otrxs, las muchas opresiones y pocos privilegios que nos atraviesan como pueblo.
Viviendo en Catalunya me pasan cosas, entre las que ahora destaco dos: Me pasa que soy de fuera. A veces soy “española”. A veces lo disimulo por esta cosa mía de imitar acentos. Pero la mayoría de las veces soy del sur, más concretamente, andaluza. Y eso (sí, podemos discutirlo mucho pero yo lo veo/siento bastante claro) me coloca en una posición de subordinación. Soy cateta, arrabalera, inculta y hablo alto. Y continuamente, a través de las estrategias más explícitas hasta las más sutiles, encarnadas y consustanciales a una estructura desigual de reparto de poderes -de condiciones de posibilidad-, se me insta a moderarme, a adaptarme a unas formas (por otro lado, ficticas y falaces) norteñas, por no decir catalanas, de interacción, comunicación, expresión y ocupación del espacio y del tiempo. Se me insta a la corrección y se me aplaude cuando me alejo del charnegismo macarra con el que se me asocia a primera vista.
También me pasa que admiro. Admiro al poble català por su capacidad de pensarse, de autocuestionarse (un artículo de hoy de Mireia sobre el racismo y clasismo inherente a la identidad monolítica y hegemónica que nos quieren vender los de arriba para configurar el “procés” es una buena prueba de ello), de quererse y de lucharse. El proceso en el que ahora se encuentra inmerso este pueblo, y del que me siento contentísima de seguir de cerca y hasta de formar parte, es súper potente. Un pueblo que se autodetermina, que decide a través de la participación (más o menos real, conseguida o efectiva) quién quiere ser y dónde / cómo quiere estar. Independència per canviar-ho tot y otros lemas del montón. Pero claro, las capacidades no son gratuitas, innatas ni crecen como champiñones en una tierra estéril; esa tierra se trabaja y se riega y para ello hay que tener unas condiciones, condiciones marcadas por la posición de poder /no poder que ocupes en el mundo. Entonces me pasa que admiro, pero también “envidio” y siento ese corajito (aka “odio de clase”) de que ellxs tengan tanto espacio para la autorreflexividad (autorreferencialidad?) y nosotras tan poco...
Lejos de victimismos y cerca de la voluntad de explicitar las relaciones de poder que nos atraviesan, como andaluzas en Andalucía y como andaluzas en Catalunya, hoy lanzo mis ganas de tratar todo esto en colectivo, de hacer más llevadero el dolor de la opresión, de que luchemos por generar las condiciones de posibilidad para nombrarnos, pensarnos, quererenos y decidirnos. Nuestro sur como lugar de enunciación, nuestro sur como posición política, nuestro sur con el que nos inventamos la identidad y las formas que nos den la gana, sin pedir permiso, aquí y en Pekín.
¡Y QUE VIVA EL SUR, CARAJO!