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El término andaluzofilia, al contrario que el término andaluzofobia, no está acuñado como tal. Un simple registro en google basta para ver que no hay referencias al respecto. Aunque a priori pareciese sencillo dotar de significado al término, pues la filia y la fobia son consideradas opuestas, sí que nos vemos en la obligación de hacer un ejercicio que sea más que explicativo de comprensión, para desmembrar aquello que engendra lo que venimos a llamar andaluzofilia.
Que google no lo registre no quiere decir que no sea un sentimiento infinito, antiguo, compartido y añejo como el gazpacho frío. Es un sentir que viene anunciado de antaño pues la filia descrita como afición o amor a algo, es un sentir transversal a muchas generaciones andaluzas que han sabido diluir de forma airosa las fobias que le sobrevenían. Es por ello que consideraré a la persona que sienta andaluzofilia como valientes, sensatas, honestas, dispuestas.
No es el fin de este artículo el hacer un listado de personas precursoras que encabecen esta filia, pues estas líneas son de lo más personal que hasta hoy haya enunciado. Es por ello que lo haré desde ahí. Desde mi condición de mujer, andaluza, de pueblo y ceceante. Así que me detendré en aquello que ha despertado mi andaluzofilia más próxima, más temprana: Las mujeres andaluzas, sus contribuciones, sus confesiones y ese modo de convertirse en espejo para el resto tan urgente. Me centraré en las mujeres andaluzas que me son contemporáneas, sin tildar de precursoras, pues todas bebemos de fuentes de antaño y nuestra aportación no es propia, es herencia. Pero si es cierto que es donde en este punto me siento y por tanto lanzo.
Hace algunos años Mar Gallego comenzó a hablarnos de Feminismo Andaluz, algo que nos parecía tan cercano que la reacción no pudo ser otra que la de una rápida aceptación y filia hacia el mismo. Lo que estábamos viendo no era más que sentimientos descritos en palabras que pasaron de pertenecer a una fobia a convertirse en filia. Despertó inquietudes y provocó la suma de otras muchas mujeres a continuar trabajando, escribiendo, opinando, haciendo feminismo andaluz que no era más que “dejar de avanzar”, es decir, retroceder en ese viaje a la luna que nos habíamos propuesto para aprender primero de la tierra.
Son muchas las mujeres que en los últimos años han sumado construyendo esta filia: Virginia Piña con su proyecto Mujeres Andaluzas que hacen la Revolución, Carmela La Candela con su Fanzine Salmorejo Majhao, María Montávez y su contribución a la lucha por la tierra, las compañeras de La Poderío con su labor periodística, Annie Nock con sus ilustraciones cargadas de arte, Pastora Filigrana con su voz y sus letras, Inma Manzano y otras muchas compañeras con su lucha y activismo, La Medusa Colectiva creando un hogar, Sara Lauper poniendo humor, Araceli Pulpillo y su proyecto Labio Asesino y el monográfico Feminismo Andaluz el cual considero una obra de referencia, que ha permitido crear un patio común, una casa con patio donde conversar, donde las historias de tantas mujeres se han puesto a dialogar, a reconocerse, a identificarse. Son muchísimas más quienes suman y construyen desde un feminismo que parece al fin un poco más propio, un poco más familiar, un poco más cálido y certero.
El leer que otras mujeres tenían vergüenza de su acento al salir de su comunidad de hablantes, el leer que otras mujeres se habían enunciado desde el nombre de su ciudad pues hacerlo desde el de su pueblo les parecía inhóspito, el saber que otras mujeres no encajaban en determinados círculos por su aspecto físico y sus preferencias, el tener constancia de confesiones por parte de otras mujeres que se han saltado su estirpe femenina para proyectarse en otras referencias, el conocer y compartir espacio con mujeres que relatando sus experiencias podrían estar relatando la tuya propia, ver como otras mujeres comenzaban a tener interés por actos que hasta ahora podían no parecer significativos pero comienzan a ver que explicaban gran parte de su pluriverso, el estar presente en encuentros que se crean para debatir específicamente qué necesidades tenemos y qué herramientas pueden sernos útiles, el sentir como todo un cúmulo de personas nos sentimos representadas sin necesidad de convertir un ápice nuestra esencia, el vivir que hay muchas otras mujeres que confían en que aquí también… Todas estas experiencias, además de tantas otras que no se pueden convertirse en palabras, han originado un amor, una filia por lo que representa ser mujer y andaluza que han creado un volante de Levante a Poniente para comenzar a moverse con una mijita más de soltura y sobre todo para cuando el volante se alargue para arriba, la seguridad se refuerce.
Esta andaluzofilia en parte propia pero en gran medida causada por la influencia de toda esta marabunta de proposiciones y experiencias ha creado un cerco tierno, con arena de la fina para sentarse a pensar que escapar de la comunidad no tiene por qué ser sinónimo de liberación. Lejos de romantizar todo aspecto cultural y lejos de defender que lo cultural y tradicional deba mantenerse intacto, la andaluzofilia deja de demonizar por otro lado la comunidad, la saca de las cavernas y la sitúa en un contexto apto para entrar dentro de unos parámetros cómodos y necesarios. La andaluzofilia termina con la idea de que para ser feministas tenemos que desprendernos de todo aquello que nos recordase a nuestro “pasado”, pues nos lo han tildado de machista, cutre, rancio, cateto, paleto y por tanto obsoleto. La andaluzofilia muestra que para ser una referencia de aprendizaje no es necesario estar en un artículo académico, puesto que esa referencia puede ser encontrada en la pescadería, en la plaza o al laito tuya. La andaluzofilia dota de herramientas para conversar con nuestras jóvenes cuando salen fuera del pueblo a seguir formándose para que comprendan que ese es su lugar de origen y les esperará siempre. Quizás pasen años hasta que vuelvan a sentirlo como propio y a comprender que desprenderse a edad temprana de la madre no necesariamente es lo que da poder en este mundo “sigloveintiunista”. La andaluzofilia ayuda a que no descartes que tu ambiente ya per se puede ser feminista antes de que lo descatalogues como tal por no cumplir la ecuación progre.
La andaluzofilia, y esta es la parte que más me convoca, ayuda a retroceder en el mejor de los sentidos. En apaciguar las ganas de seguir adelante como norma desarrollística sin saber si lo que se está acometiendo es una huída. Por eso esa filia, ese amor que desde Andalucía las mujeres hemos sabido poner a dialogar, es tan crucial pues simboliza ese alto en el camino. Esa reunión de víveres próximos para alimento compartido. Es, la andaluzofilia un amor a mucho, un amor propio. Es la Andaluzofilia una diversidad de aportaciones desde muchos actores, desde muchas actrices, desde muchos campos, sierras, mares y rincones. Es la andaluzofilia aquello de lo que hemos de comenzar a sentirnos orgullosas de habernos puesto por adorno.
Señalo yo el chorro de agua del caño de la fuente de las prácticas feministas que considero han contribuído a expandir esta filia, sin negar ni dejar de reconocer el agua de los distintos caños de la fuente de nuestra Andalucía, conformada por tanta rica gente de aquí, de allí, de acá y de allá.
Porque soy, siento y quiero seguir sientiendo…
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El departamento de Antropología de la Universidad de Granada y su cruzada romántica en estado puro. Replegarse sobre lo propio y rechazar lo ajeno. Seguir construyendo fronteras entre pueblos y personas basándose en la supuesta identidad cultural compartida por todas aquellas personas que han nacido en un territorio, como si fuésemos miembros de una suerte de mente colmena. Parece que seguimos sin aprender demasiado de las terribles consecuencias históricas que traen los nacionalismos... ¿Aceptar ideas por el mero hecho de que el concepto que las engloba empieza por andaluz y yo soy andaluza? Efectivamente, este tipo de discursos promueven filias, pero a la vez también promueven fobias, porque la una solo puede coexistir con la otra, como bien ha aclarado la autora. Desde la universidad, y más aún desde la Antropología, se deberían de replantear un poco este tipo de pensamientos dogmáticos que promueven la creación de grupos identitarios que terminan enfrentándose siguiendo la premisa de que lo suyo, lo propio, es mejor que todo lo demás. El volksgeist lo llamaron los alemanes. Andaluzofilia lo llama esta autora. Busquemos qué es lo que nos une a los pueblos y a las personas, no lo que nos diferencia. Seguramente así podremos tener un mundo menos fanático y mucho más tolerante.
Este artículo no es académico. No pertenece a un grupo de investigación ni nace de un departamento. Es un artículo divulgativo que es escrito por una persona que se ha formado en antropología y en otras tantas cosas. Entre ellas es mujer andaluza de pueblo y ceceante y lo enuncia desde ahí. Por tanto no veo correcto hablar de un departamento ni de un espacio concreto pues la autoría es individual y este medio no es académico como tal. Por otro lado en ningún momento se enuncia superioridad de ningún tipo. Así que no termino de comprender el comentario pero sin duda agradezco todo tipo de visiones y diálogos. Si fuese de su interés estaría encantada de seguir dialogando o aclarando alguna perspectiva que le haya podido hacer ruido.
Fdo: La autora.
Un abrazo