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Memoria histórica
El tiempo de la memoria
Fotógrafo
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“Qué hora es”, pregunta Isabel Fontiveros Carrión, y mira las agujas del reloj con cadena, marca Majestime. “Sigue funcionando”, comprueba. Pertenecía a su abuelo, Alfonso Fontiveros Muñoz, que era presidente de la agrupación de jornaleros de la Federación de Trabajadores de la Tierra y afiliado a la CNT, fusilado el 20 de julio de 1939 en Manzanares, Ciudad Real.
Alfonso sería una de las 34 víctimas arrojadas a una fosa común entre el 15 de junio de 1939 y el 8 de noviembre de 1940 y que en la tarde del miércoles 2 de junio el equipo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (AMRH) ha terminado de arrancar del olvido. “Mi abuelo consta como desaparecido y nosotras estamos seguras de que está en esta fosa. En el libro de enterramiento aparece en la fosa 1, cuerpo número 13”, comenta. Resta esperar a que las pruebas de ADN certifiquen la identidad.
“Tengo este reloj que es de él. Atrasa un poquito. No sé qué hora es. ¿Las 3.23? Ah, bien”, reconfirma Isabel. Tras los fusilamientos, cuando su tío se exilió en Francia, su abuela le regaló el reloj a su papá. Al morir éste, en 1992, el viejo Majestic llevaba unos cuantos años sin funcionar. Desde aquella fecha lo tenía guardado en una cajita con la lista de fusilados en la fosa. Cuando con su hermana, Alfonsa, se venían de Catalunya a Manzanares para presenciar los trabajos de exhumación, se lo trajo.
“Estábamos por aquí con algunas familias y preguntaron si alguien tenía algún objeto de las víctimas. Dije yo tengo el reloj de mi abuelo, pero lleva 40 años por lo menos parado. Lo saco, ¡y estaba andando!“
“Estábamos por aquí con algunas familias y preguntaron si alguien tenía algún objeto de las víctimas. Yo dije que tengo el reloj de mi abuelo, pero lleva 40 años por lo menos parado. Lo saco, ¡y estaba andando! Mi hermana no cree mucho en estas cosas y decía ‘sí, es verdad, hacía mucho que no funcionaba’. Lo llevaré conmigo cada día”, confiesa.
Como su historia vital, el reloj recuperó la marcha allí donde la vida de Alfonso había sido detenida a balazos y sepultada a seis metros de profundidad. El dolor de Isabel es el de tantas familias a quienes urge que el Estado garantice las exhumaciones. “Cuando nos marchamos a Barcelona mi tía Antonia nos decía que había que sacar al abuelo, que había que llevarlo. Y se lo prometí ‘tía, trabajaremos en esto’”, se emociona Isabel.
La vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, presentó el pasado 15 de septiembre el anteproyecto de Ley de Memoria Democrática aduciendo que no se podía “perder un segundo”. Ocho meses después sigue sin tramitarse. “Cuando haces eso estás demostrando que tu voluntad política tiene muy poca consistencia”, critica el presidente de la ARMH, Emilio Silva.
“El Gobierno está planteando la Ley de la Memoria como un concurso de subvenciones, grupos de familiares compitiendo a ver quién se lleva una, eso es una vergüenza. Tiene que garantizar todas las exhumaciones”.
“El Gobierno está planteando la Ley de la Memoria como un concurso de subvenciones, grupos de familiares compitiendo a ver quién se lleva una, eso es una vergüenza. Tiene que garantizar todas las exhumaciones. Si una víctima del franquismo entrara a un organismo del Estado que la atendiera para ver qué tiene que repararle, estaría estableciendo en esa conversación un contrato, un deber. Han pasado 45 años y todavía no existe un organismo, deberían poner a todas las delegaciones y subdelegaciones de Gobierno a disposición de los familiares para atenderlos. Tiene forenses, policía judicial, laboratorios de ADN, todas las herramientas. Si lo podemos hacer nosotros que no tenemos ni una sede, cómo no va a poder hacerlo el Estado”, exige.
Isabel no ha faltado un solo día a colaborar en los trabajos de la ARMH en la zona de extramuros del cementerio de Manzanares, una parcela rectangular que hasta los años 80 estuvo excluida del perímetro del camposanto. Era la zona civil que los genocidas habían separado de forma grotesca de la zona católica. Con la democracia el muro que les separaba fue destruido y esta parte se fusionó con el resto. En ese simbolismo se acabó el intento democrático institucional por restituir la memoria de las víctimas. El resto del recorrido ha sido casi exclusivo de la sociedad civil.
Según el dossier del proyecto de exhumación de la AMRH, en el cementerio de Manzanares hay un total de 288 víctimas asesinadas entre 1939 y 1947. De ellas, 255 están enterradas en 14 fosas intramuros y 30 personas en 2 fosas extramuros. Pero en estas últimas han sido 34 los cuerpos recuperados, entre ellos, se espera confirmar que está el último alcalde republicano de la vecina localidad de Membrilla, Avelino Bellón.
“A los que no confesaban los echaban allí a un barranco. A mi padre, aquella noche, lo echaron el último, les echaron una poquita tierra y mi padre estuvo con una pierna destapada, fuera de la tierra, porque a mi padre no lo remataron. ¿Tú crees que no es duro lo que estoy hablando? Mucho tiempo sin saber dónde estaba enterrado”, confiesa María Alcarazo, hija de Francisco Martín Alcarazo, afiliado a UGT fusilado el 25 de octubre de 1940.
La represión "borró" a muchas familias de los pueblos donde la sufrieron y eso dificulta localizarlas. Van apareciendo y te pedimos ayuda para difundir este listado de las que estamos buscando. Gracias por un RT.
— Memoria_ARMH (@ARMH_Memoria) May 23, 2021
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Ni los fascistas ni la amnesia decretada en la transición han logrado sepultar la memoria. Las familias de una u otra forma se las ingeniaron para saltarse la censura franquista. “Nosotros siempre supimos que estaban aquí. Había una pared que saltábamos o echábamos flores. Veníamos del lado del campo, yo tenía una escalera con un gancho que me servía para trepar”, recuerda Isabel.
María relata a la ARMH que su familia estuvo mucho tiempo sin conocer el lugar preciso de la fosa. Sabían que estaba en “el corralillo” como llamaban a aquella zona de extramuros a la que se accedía por una puerta lateral “que casi siempre estaba con candado”. Pasaron muchos años hasta que en el Ayuntamiento les precisaron la fosa.
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“Entonces no se podía poner nada, sólo saber dónde estaba. Tiempo después, mi tío Manuel, un hermano de mi padre, se atrevió a ir a pedir permiso para ver si podía ponerle una señal donde estaba, porque claro estaba así un poco tapado y ya está. Sí se lo concedieron, y le hicieron un monolito que decían mis tíos, se lo hicieron ellos de esto de granito, y es lo que ha tenido puesto desde entonces, pero no tantos años eh. Allí no había nada, nada puesto ni… Luego ya le pusimos un tablero y le subieron un cerco que tiene. Mi hermano se encargó y le pusieron una chapa con los nombres de los que hay”, detalla.
Las fosas más profundas
Una de las primeras tareas del equipo de personas voluntarias de la ARMH fue la quita de las lápidas que las familias habían ido poniendo a lo largo de los años. Aquel lunes 17 de mayo Isabel apoyó en las tareas de levantar y trasladar adoquines y restos de hormigón. “Mientras trabajaba no me daba cuenta, era como una más del equipo, pero cuando parábamos un momento entonces ya me removía, me iba por ahí a llorar porque empezaba a pensar en mis seres queridos, en mi padre, en mi tío, en mi tía, en lo que hemos sufrido. Peor cuando abren y ves que están amontonados, tirados, te pones mal, tomas conciencia de todo lo que se ha sufrido”. Emociona.
Han sido 17 días de trabajo ininterrumpido hasta sacar a la luz el último de los cuerpos de aquellos hombres. “Una intervención muy complicada donde hemos trabajado a seis metros de profundidad, cuando lo máximo hasta ahora había sido a cuatro metros, en las tres fosas que habíamos abierto en Guadalajara”, explica el coordinador de la exhumación, Marco Antonio González Carrera.
“A partir de abril de 1939 podemos hablar de un claro plan de exterminio a toda la gente de izquierdas, sindicada, que había estado en movimientos obreros, que había estado en colectivizaciones de tierras”
“Son fosas que están hechas en piedra caliza al estilo de cuando en la zona hacen pozo. Quiere decir que a partir de abril de 1939 podemos hablar de un claro plan de exterminio a toda la gente de izquierdas, sindicada, que había estado en movimientos obreros, que había estado en colectivizaciones de tierras. Creemos que las fosas son premeditadas, porque incluso los enterradores de aquí nos dicen que ni siquiera las tumbas de tres o cuatro pisos son tan profundas”, asegura Marco.
Entre la fosa 1 y 4, se encontraban la 2 y la 3, ya vacías. La imposibilidad de trabajar a tanta profundidad obligó a utilizar maquinaria pesada. “En un punto vimos que el barro se desmoronó y absorbió varios cuerpos hacia el centro. Hubo que parar durante un día y traer una máquina para poner todo a ese nivel. A partir de esos 2,5 metros y hasta donde estamos ahora, hemos tenido que sacarlo a pico y pala. Hemos removido muchos metros cúbicos de tierra, sacados a caldero con cuerdas, con un gran desgaste para el equipo”, especifica.
Respecto a los cuerpos encontrados, el arqueólogo Serxio Castro Lois detalla que “se han encontrado en posiciones forzadas, arrojados, incluso en las primeras sacas de cada fosa hemos visto cómo hay disparos contra ellos ya dentro de la fosa. Quiere decir que a algunos los han fusilado a pie de fosa”. También se han encontrado una decena de casquillos a unos treinta metros del lugar, justo por la línea donde se levantaba el antiguo muro que separaba la parcela de la zona católica.
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“La posición de los individuos en la fosa 1 indicaba que al menos siete u ocho de ellos se encontraban apilados en la pared sur de la misma, lo cual puede indicarnos que fueron arrojados a la vez con una carretilla o algo similar. No había capas de tierra entre ellos, por lo cual se puede deducir esa circunstancia”, describe.
Para el antropólogo forense voluntario que trabaja en la exhumación, Sergio León Matos, esa situación complica la identificación, pero mucho más que no exista una correlación entre el libro de enterramiento y el número de cuerpos exhumados. “El hecho de que la documentación que se tomó en la época no sea la correcta, nos invita a dudar”, acota.
“Está hecho el trabajo de campo y quedaría toda la parte de laboratorio: identificar y significar cada uno de los restos encontrados con los individuos de los que tenemos constancia en los archivos. Hemos encontrado lo típico, cinturones, zapatillas, botones, unas gafas, unas cerillas, una medallita, pero no ha habido ningún elemento con un poder identificativo total”, agrega León.
“Cuando más o menos lo sacaron, presuntamente, desapareció el mal sueño. Hemos ganado paz”
Isabel y Alfonsa han pasado de desvelarse a la madrugada a poder dormir. “Cuando más o menos lo sacaron, presuntamente, desapareció el mal sueño. Hemos ganado paz”, concluye. Muchas familias de las víctimas enterradas en las fosas comunes del lado católico estuvieron en un acto que la ARMH organizó en el cementerio para que pudieran encontrarse. “Si hay familias que lo piden, con nuestros recursos finitos haremos lo que podamos”, confirma Emilio Silva. El tiempo de la memoria, en Manzanares, ha retomado su tic-tac.