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Ley de Amnistía
La amnistía endereza la legislatura frente a la insólita parábola del PP
Ya había dirigentes probándose el traje de sucesor. Los García-Page y Juan Lobato del Partido Socialista pensaban en el día después del llamado sanchismo, un “movimiento” que la derecha política, mediática y judicial no se resigna en combatir. El caso del exmano derecha de José Luis Ábalos servía en bandeja la operación cacería y ponía al bipartidismo en una lucha encarnizada mostrando a la gente lo peor de la política.
“Si el Gobierno sobrevive a Koldo…”, comentaban muchos dirigentes del bloque progresista. El PSOE estaba bastante solo en esto y sus aliados tampoco podían hacer mucho. Durante diez días se vio la tempestad mediática con una dirección nítida: Pedro Sánchez y la cúpula del bloque que gobierna (Francina Armengol y María Jesús Montero).
Pero el coautor de Manual de resistencia no renuncia a dar las batallas y el tiempo, más de una vez, le ha jugado a su favor. Cuando a fines de enero perdió la votación en el pleno el proyecto de ley de amnistía, al votar Junts junto a la derecha española, el reglamento llevaba como línea temporal final de este trámite el 7 de marzo. Nadie sabía en ese momento que los días previos estallaría el caso de presunta trama corrupta más grave que ha detonado en el entorno de Sánchez.
Y así fue como, con un sigilo envidiable para otras situaciones, se fue hilvanando el acuerdo final para la amnistía con Junts y Esquerra Republicana. De repente, por dos días se dejó de hablar de Koldo, de Ábalos, etc, y volvió Puigdemont a primera plana. Y le siguió el 8M y todo lo que genera en el mapa mediático español. Y en Ferraz volvieron a sonreír.
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Génova no gana para disgustos
No solo los tiempos de la política soplan a favor de Sánchez. También lo hace el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo y casi todo el Partido Popular que baila al mismo son. Las voces críticas (que las hay aunque no tengan espacio en los medios, especialmente en dirigentes intermedios que se quejan por lo bajo) no tienen mucha cabida en la nueva Ejecutiva y en sus aliados en los medios. Escorados todos en una deriva desesperada de confrontar con el Gobierno y desgastarlo hasta el paroxismo.
“No entendemos la posición del PP, que tiene responsabilidades de gobierno en comunidades autónomas. Es el desgaste al Gobierno cueste lo que cueste aunque les perjudique donde gobiernan”, decía la senadora del PNV, Dolores Etxano, esta semana en el debate sobre la senda de gasto, que al ser rechazada por la mayoría bunquerizada del PP le restará hasta 4.500 millones de euros a las autonomías y ayuntamientos en sus presupuestos.
Los parámetros del informe preliminar de la Comisión de Venecia han sido utilizados por los juristas de PSOE y el soberanismo para afinar detalles
Etxano no es socialista ni de Bildu, representa los intereses de lo que podría llamarse un partido socialcristiano con anclaje en la burguesía, perfectamente homologable con el centro y norte de Europa. Por eso esta reflexión cobra más peso: exhibe con crudeza la estrategia de desesperación casi irracional de Génova.
Cuando las tácticas políticas son hijas de la ansiedad destructiva no traen buenos frutos. Y por ello es que en pocos días la ejecutiva de Feijóo, Gamarra y Bendodo ha recibido dos sopapos políticos de envergadura y absolutamente evitables que en los grandes medios han pasado desapercibidos.
El primero: el resultado de la Comisión de Venecia. Como se explicaba hace un mes en El Salto, el PP ha aprovechado su mayoría absoluta en el Senado para entre otras cosas solicitar por canales institucionales la asistencia de ese grupo para que revise el proceso de tramitación de la amnistía y su contenido.
Este grupo consultivo tiene siete integrantes y depende del Consejo de Europa, y aunque sus dictámenes no son de cumplimiento obligatorio, su influencia en las esferas europeas es innegable (su nombre formal real es Comisión Europea para la Democracia por el Derecho y fue creado en 1990 con la mira en los países que salían del bloque soviético).
Pero lejos de ser funcionales a la estrategia de acoso y derribo, este conjunto de expertos ha enfatizado que la ley de amnistía debe aplicarse y los parámetros de su informe preliminar han sido utilizados por los juristas de PSOE y el soberanismo para afinar detalles.
Una alta fuente de Junts, involucrada en la negociación, ha admitido ante varios periodistas presentes que los contenidos de lo elaborado por la repentinamente famosa comisión “fueron muy importantes” para acabar de pulir el acuerdo. “De hecho hemos adaptado la enmienda transaccional al informe preliminar de los expertos”, ha afirmado. Cuando se le pregunta si finalmente el PP acabó echando un cable al acuerdo, la fuente sonríe y asiente con ironía.
Esto mismo confirman en el PSOE. En conversación con El Salto, uno de los socialistas que estuvo en Waterloo el año pasado en el marco de los encuentros con Puigdemont y Turull, comentaba a fines de esta semana: “La recta final (del acuerdo) estuvo marcada por el borrador de la Comisión de Venecia. La hemeroteca es una buena herramienta, pero como todo, solo si se usa bien y se sabe el contexto. La Comisión abrió caminos que creíamos que no se podían recorrer, pero que ese dictamen avalaba”.
En Bruselas se sabe que el PP español promocionaba la candidatura de Weber y que Génova estaba a disgusto con los silencios de la actual presidenta de la Comisión
Es cierto, no obstante, que la comisión ha criticado también que el trámite parlamentario se hiciera por la vía de urgencia y que eso haya generado una “división profunda”. Un cuestionamiento de procedimiento, pero no de contenido que ha resultado un bumerán para un Feijóo que esperaba un soporte jurídico para su ofensiva visceral.
¿Nadie que conozca un poco más los derroteros de Bruselas podía asesorar mejor al líder de la oposición? ¿Es González Pons el adecuado referente para asuntos europeos que puede tener la ejecutiva del partido con más escaños de las Cortes? Si la idea era hacerle una zancadilla a Sánchez, el resultado ha salido mal y lo único que hicieron fue darle más luz y legitimidad al proyecto.
El segundo hito poco comentado en la endogámica burbuja mediática madrileña es el mal trago del PP español en Bucarest. La capital rumana ha reunido a la familia europea de la centroderecha y derecha en sus variantes no trumpistas y ha anunciado que su candidata a presidir la Comisión Europea será otra vez la alemana Ursula von der Leyen. El bloque conservador sabe que muy probablemente será el más votado y ostentará nuevamente el cargo principal del enorme complejo burocrático europeo.
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Pero hay algo más importante aún en disputa y es hacia dónde va el conservadurismo democrático en la Unión. Algunos sectores de la derecha empiezan a ver con buenos ojos romper el cordón sanitario a la derecha radical populista y al neofascismo para facilitar espacios de poder y no tener que negociar con los socialdemócratas. El referente de esa línea es Manfred Weber, líder de la bancada en el Parlamento.
¿A quién apoyaba Génova en la batalla interna del PPE? A Weber, claro que sí. El hombre con el que tuvo un inédito golpe a golpe verbal Sánchez cuando habló frente al Parlamento como presidente de turno de la UE. “La apuesta por von der Leyen deja al descubierto la debilidad del PP español entre sus colegas. Igualito que Sánchez entre la socialdemocracia europea”, comentaba sonriente un diputado del PSOE que conoce los vericuetos europeos.
“Va a ir bajando la intensidad del oleaje. Ahora hemos tenido que surfear las olas, pero si todo va bien se irá calmando el mar”, dice un alto cargo socialista
En Bruselas se sabe que el PP español promocionaba la candidatura de Weber y que Génova estaba a disgusto con los silencios de la presidenta de la Comisión, que sigue la línea de su creadora política, Angela Merkel, de mantener a raya a la ultraderecha y no negociar nada con ellos. Otra vez, el fantasma de la desesperación. ¿Impulsar a quien denostaría más probablemente a Sánchez a pesar de que sea abriendo la puerta a los ultras es la mejor táctica de ganar el poder en España? Lo único que ha quedado retratado es que el grupo de Feijóo y Ayuso ha quedado en minoría en la familia conservadora europea.
El PP ha sido víctima de su propia estrategia y se queda preso en su parábola: el acoso desesperado no sólo no le trae réditos sino que acaba devolviéndolo al mismo punto de partida, en donde Sánchez gana.
No hay descanso con Junts
“Va a ir bajando la intensidad del oleaje. Ahora hemos tenido que surfear las olas, pero si todo va bien se irá calmando el mar”, dice un alto cargo socialista, en diálogo permanente con Santos Cerdán y el secretario general. La metáfora marítima está acompañada de una cuota de realismo pero también de esperanza porque los problemas siguen asomando.
Las esquirlas de la investigación sobre el caso Koldo nadie duda que seguirán apareciendo y, si bien la amnistía será votada en el Congreso, cuando vaya al Senado habrá dos meses de desgaste y luego deberá retornar a la cámara baja.
Desde Brasil, Sánchez ha emitido señales de euforia y tranquilidad sobre la legislatura y los medios más cercanos a la Moncloa dan por descontado que este martes que viene, en el Consejo de Ministros, se aprobará el anteproyecto de ley de Presupuestos. En el Congreso también los diputados así lo creen y es el debate que se viene.
“Esto es acuerdo a acuerdo. No hay amnistía a cambio de Presupuestos. Se avanza, se avanza, no se avanza, no se avanza. Esto es sin matices, PGE y amnistía van por separado”, recalcan desde la dirección del grupo parlamentario de Junts per Catalunya. Va en contra de lo que el año pasado informaba el PSOE sobre un “acuerdo de legislatura”. En la formación con sede en el Passatge de Bofill no quieren ni escuchar eso.
Se vienen en sede parlamentaria otras cuestiones espinosas, como el organizar las comisiones exigidas por el soberanismo (Pegasus y atentados de 2017) y el desarrollo de los cambios a la ley de migración que pactaron con Junts para que la Generalitat pueda tener opinión en esa materia —esto avanza bajo siete llaves y con mucha discreción—. En medio, las autonómicas en Euskadi y las europeas en junio. No habrá calma en el mar pero, al menos por ahora, tampoco naufragio.
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Entre “sopapos” pasa la vida el bipartidismo sin que la gente tenga el más mínimo interés en esta pelea de gran tradición bipartidista que llevó al surgimiento del 15M. Hasta el gorro de amnistías y de “tú más” corrupto, mientras no se aporta ninguna crítica ni ninguna solución para superar la corrupción sistémica del bipartidismo. Tampoco los medios de comunicación ultras y progres critican el sistema corrupto de PSOE y PP, la corrupción la dan por hecha y amortizada. Esto es lo hay y no interesa cambiar el sistema. Estos mismos medios se cuidan muy mucho de no luchar contra la corrupción sistémica haciendo pedagogía de la transparencia, de la ética política y de la pérdida de recursos económicos de la gente, esto es, del Estado, ni tampoco de destacar a las formaciones políticas que practican la decencia y la honradez, más bien todo lo contrario, invisibilizarlas o atacarlas.
Tras el desastre de las elecciones generales, toda la derecha española se ha dado cuneta de que es Vox el partido que le impide llegar al gobierno. Pero el principal problema de las personas conservadoras, es que son incapaces de cambiar. Han elegido seguir con la misma estrategia que les llevó al desastre. Ahora no pueden recular y reconocer que los dos gobiernos de Sánchez han sido y son perfectamente legítimos. Porque su estrategia de crispación se basa en que esos gobiernos no son legítimos y por tanto vale todo. Eligen esa estrategia porque no tienen nada que ofrecer a los ciudadanos. No pueden ofrecer salarios, ni lucha contra el machismo, ni protección del medio ambiente, ni sanidad pública, etc. Oferten al ciudadano "acabar con el sanchismo", pero si gobiernan lo quipu harán será reducir salarios, recortar los servicios públicos y reprimir derechos. "Acabar con el sanchismo" es el caramelo envenenado a cambio del cual introducir la agenda ultra. La derecha está atrapada en un callejón sin salida, víctima de sus propia incapacidad.