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Educación
Teledeberes: La perfecta herramienta de discriminación en educación actualizada en tiempos de coronavirus
Es absurdo, y sólo se le puede ocurrir a alguien que no es docente, pretender seguir con la normalidad de las clases sin las clases, con la normalidad de avanzar en las asignaturas sin las maestras, con la normalidad del aprendizaje que se hace en el cole sin el cole.
“Hola, me llamo Lucía y tengo un hijo de diez años en quinto de primaria”. Me gusta empezar así este artículo monologueado, como si esta frase me sirviera para entrar en un grupo tipo alcohólicos anónimos donde se me permitiera hacer terapia, sentirme acompañada y comprendida y compartir mi historia. De hecho, a eso vengo.
Nuestras historias casi nunca son sólo nuestras y esta tampoco lo es; es también la historia de mis amigas con hijes menores escolarizados y la de muchas madres y maestras que sigo y leo y me escriben por redes sociales. Así que, como decíamos en los recreos de la EGB: por mí y por todas mis compañeras.
El patriarcado ha utilizado históricamente la culpa como una de las herramientas de control fundamentales para delimitar y castigar las vidas y los cuerpos de las mujeres. La culpa se activa en lo social pero también opera con resorte autónomo en una misma cuando se nos enciende el botón del pánico ante la posibilidad de ser expulsadas del cielo de las buenas madres. En estos meses de encierro que hemos vivido, la culpa no ha dejado de acechar.
Las madres (utilizaré a lo largo de todo este texto el femenino genérico para el plural) hemos pasado todo el estado de alarma ocupadas no sólo siendo el soporte físico-emocional de nuestres pequeñes, sino también desarrollando labores de docencia. Unas compaginando el teletrabajo, otras el ERTE y otras el paro y la precariedad, pero todas llevado adelante la no-telecasa y las no-teletareasdomésticas, lxs no-telehijes y, por si esto fuera poco, los teledeberes. Sí, amiguis, la culpa es mucho más potente y mucho más discreta que el consumo de cualquier estupefaciente.
La culpa se activa en lo social pero también opera con resorte autónomo en una misma cuando se nos enciende el botón del pánico ante la posibilidad de ser expulsadas del cielo de las buenas madres
Es absurdo, y sólo se le puede ocurrir a alguien que no es docente, pretender seguir con la normalidad de las clases sin las clases, con la normalidad de avanzar en las asignaturas sin las maestras, con la normalidad del aprendizaje que se hace en el cole sin el cole. Es una tontería tan grande, que hace falta ser político o consejero de educación imbuido en las lógicas patriarcales de abusar de la fuerza de trabajo femenina gratuita para que, en una situación de absoluta excepcionalidad, la propuesta haya sido que sigamos como si nada: las madres hemos sido interpeladas para que, escolar y académicamente, todo siguiera igual.
Hace falta estar alejado de la crianza de les hijes para no saber que los deberes traen muchos momentos de mala leche y, digo yo, si tenemos que estar encerrades, o lo hemos tenido que estar durante ocho semanas, necesitamos, por salud mental y estabilidad emocional, que el encierro no tenga ni un solo minuto de bronca añadida, de aburrimiento añadido, de abulia añadida, de marasmo añadido, de enfado añadido, de obligaciones añadidas, de órdenes añadidas.
Necesitamos que los hombres (el masculino plural genérico, ya saben) que ocupan sillones y cargos en la Consejería de Educación y que son los que presionan al cuerpo de maestros para que a las madres nos den trabajo no pagado y angustia extra entiendan que hacer deberes no tiene absolutamente ninguna importancia cuando tienes al mundo metido en una pandemia. Y si estoy equivocada y resulta que sí la tienen, replieguen ustedes los medios necesarios para avalar y justificar esa importancia, no nos dejen a nosotras con el marrón. No saquen los tanques y los militares a las calles, opérense esa miopía de prioridades.
Las madres no somos las maestras de nuestras hijas e hijos. Ni lo somos, ni lo queremos ser, ni muchas podemos serlo. Los deberes no deberían ser jamás una carga, ni una tarea, ni un extra para las madres.
Las madres no somos las maestras de nuestras hijas e hijos. Ni lo somos, ni lo queremos ser, ni muchas podemos serlo. Los deberes no deberían ser jamás una carga, ni una tarea, ni un extra para las madres. Ni con pandemia ni sin ella. En el momento en el que tenemos que echar horas extras para que nuestres hijes alcancen unos objetivos académicos que no se pueden cumplir por falta de horas lectivas y abultados curricula, algo falla. Sobrará materia, sobrará contenido, pero es insoportable que falten horas fuera del centro educativo para lograr los objetivos y que esas horas recaigan en nosotras.
Los deberes son una herramienta de discriminación y, en tiempos de mayor vulnerabilidad para muchas familias como son las crisis, está discriminación se acentúa todavía más. Los deberes, lejos de ser el refuerzo pedagógico al final del arco iris, son las herramientas perfectas para mantener y hacer más grandes y más graves las desigualdades porque, ¿en qué casas se hacen los deberes? ¿Qué madres tienen tiempo/paciencia y conocimientos para sentarse con los críos y crías después de su propia jornada laboral? Y lo que no da tiempo a que se vea en el cole, ¿a coño de qué hay que verlo en casa y por qué?
Infancia
La desescalada olvida las necesidades de la infancia y su derecho a jugar
Hagan planes de estudios realistas, asequibles al calendario escolar y adaptados al número real de horas lectivas disponibles, poniendo el foco en las necesidades y características del alumnado y déjense de otras mierdas. Esto de pasar el rodillo y hacer de las circunstancias de cada familia un todo homogéneo y plano demuestra un gran desprecio e ignorancia y una grave falta de empatía e interés por lo que pasa en cada casa. ¿Qué tiene que ver mi casa y mi familia con otra? ¿Qué tiene que ver la casa de una madre soltera con la casa de una familia migrante o la casa de padres y madres separadas con las custodias y los nervios de punta o las casas con peleas o las casas con jardín o las casas con balcón con las casas sin ganas de vivir? Leí por redes esa frase maravillosa sobre cómo la romantización de la cuarentena es un privilegio de clase. Pues bien, existen también unas narrativas románticas en torno a los hogares donde se pueden hacer los deberes.
Los deberes para niñes que, aunque sean natives digitales, no tienen móvil, ni correo electrónico y sí mucha dependencia de las herramientas digitales de sus madres, nos esclavizan y los hacen depender de nosotras, nuestros recursos y nuestros conocimientos digitales. Todos los días nos ha tocado la misa de mirar el móvil: el grupo wasap de madres-secretarias de la clase de quinto a, el correo de la tutora, el blog de la escuela, la aplicación del coño que no tengo, las webs de los libros virtuales, las fotos de las páginas del libro, los pantallazos de las soluciones a los ejercicios.
No me descargué nunca la aplicación del coño que me decía los deberes que tenía mi hijo después de cada jornada escolar. Siempre he pensado que él es responsable de enterarse por dónde va y qué toca hacer y que yo no soy su secretaria. Si voy a ser su secretaria, yo no quiero una aplicación, quiero un sueldo. Si voy a ser su maestra, yo no quiero el correo de la seño de sociales y naturales y matemáticas, ni el de la seño de francés, ni el de la seño de inglés, ni el del seño de música, ni el de la seño de educación física, quiero un sueldo. Y ya estamos de vuelta con las reivindicaciones que llevan ya formulándose desde los setenta en distintas partes del feminismo blanco eurocéntrico y occidental de clase media: es inasumible que ningún Estado nos ponga un sueldo a las madres, es inasumible tener el reconocimiento asalariado de cuerpos reproductores y sostenedores, ¿verdad Marx? Pues bien, si es inasumible, dejen de engordar nuestras tareas con labores de docencia que no nos corresponden y para las que no nos pagan.
Si voy a ser la secretaria de mi hijo, yo no quiero una aplicación, quiero un sueldo. Si voy a ser su maestra, yo no quiero el correo de la seño de sociales y naturales y matemáticas, quiero un sueldo.
Siguiendo la lógica de la tiranía capitalista envuelta en el papel de regalo de la meritocracia que dice que las horas extras no se pagan al buen trabajador, porque trabaja para la empresa y le hacen creer que los beneficios de ésta son o serán los suyos, la buena madre tampoco piensa que deba cobrar por cuidar y atender a sus hijos. Tenemos metido a fuego que el dinero es caca y que mejor funcionamos por amor, pero el amor no paga las facturas, ni nos llena el frigorífico, ¿o sí? El argumento del amor nos empuja a realizar todo tipo de tareas de manera gratuita; quizás el mejor ejemplo para comprender esto se encuentre en el trabajo sexual: el ejercicio de la prostitución soporta un fuerte estigma, mientras que el servicio sexual realizado gratuitamente no está en absoluto mal visto en nuestra sociedad porque se presupone que se realiza por amor. ¿Cuántas cosas tenemos que hacer gratis con la excusa imperativa del amor?
Por otro lado, las comunidades educativas, insertas en barrios moribundos donde el capitalismo cada vez nos enmarca más en cuadros de vida individualistas, están desinfladas y son un desastre. Sólo funcionan para chorradas de carnaval y bailes de fin de curso. Cada vez que me preguntan en la primera reunión del año si quiero formar parte del AMPA, me visualizo colgándome de una palmera. Y viendo lo que ha sucedido durante esta pandemia, me reafirmo. Nadie nos pregunta nada. ¿Qué sistema será este en el que ni las madres ni les hijes ni las maestras opinan ni tienen nada que decir? ¿Qué ministro o consejero de educación se levanta por las mañanas tomando decisiones/decidiendo sobre nuestros nervios y nuestro tiempo?
Las restricciones se han ido levantando poco a poco con cada una de las fases para salir a gastar dinero: El Corte Inglés, los bares, los restaurantes y los gimnasios ya están abiertos en algunas comunidades autónomas, mientras los parques infantiles seguían precintados hasta ayer mismo como si fuesen escenarios de algún crimen. Poco enfadadas estamos para lo poco que le ha importado la infancia a este gobierno en la gestión de los espacios destinados a ella. Los parques infantiles precintados como si fuesen escenarios de un crimen y el Corte Inglés abierto. La lectura que yo hago de esto es que mientras les niñes no sean a) mano de obra para el Estado-Nación y/o b) población votante y/o c) consumistas autónomos, está claro que la infancia le importa NADA a nuestros dirigentes políticos. Jugar al aire libre no da dinero.
El maltrato generalizado del gobierno a la infancia al ignorar sus necesidades durante esta pandemia sólo puede explicarse a través de una sociedad que igualmente la desconsidera e ignora. Es vergonzoso y da mucho, mucho miedo que no se priorice NADA la salud físico-emocional de nuestras criaturas.
Coronavirus
La infancia pide la vez
Durante varias horas de la tarde del 21 de abril las redes sociales ardían tras el anuncio del Gobierno de que las medidas de “alivio” al confinamiento de la infancia adelantadas el sábado por el presidente consistirían en dejar a niñas y niños acompañar a sus madres o padres a tareas ya permitidas, como ir a los supermercados o los bancos. Finalmente, el Ejecutivo ha rectificado.
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¿Y las madres que al mismo tiempo somos maestras? ¿Alguien se ha parado a pensar en ello? Hay que hacer malabares para responder como maestra a las madres de tus alumnos y de la misma manera, responder como madre a los maestr@s de tus hijos. Sentirte en tierra de nadie, recibiendo golpes por ambos lados. Aunque la mayoría de los docentes son mujeres, el Sistema Educativo sigue gobernado por hombres. Les va bien que nos enfrentemos la comunidad educativa, mientras que ellos toman decisiones de una manera irreverente.
Seguramente, la mayoría de las madres retratadas en este artículo, no lleguen a leerlo nunca y si lo hicieran, lo ignorarían, ya que por desgracia sigue primando su papel de mujer en la sociedad, "ultra-mega-S.XXI-moderna" eso sí, con todos sus tópicos hollywoodienses. - Soy feminista sin saber que es el feminismo, está de moda y eso me vale, pero a mi marido le sigo trayendo las pantuflas - , así parece funcionar la lógica actual, tratando de adaptarse al efímero devenir de una realidad profundamente virtual y vacía, dando sentido, una vez más, a la analogía de la famosa "rana hervida".
Por otro lado, ya llevan años intentando, a golpe de incongruentes leyes educativas (políticas), convertir la Educación en una fábrica de futuros esclavos de la economía, ignorando las emociones y los sentimientos que emanan de la interacción grupal y presencial de las clases (vivencias de cercanía), cada vez más sumisas a los contenidos editoriales y con menos espíritu crítico hacia una existencia soberbiamente ficticia y tecnológicamente complaciente. Si a esto, añadimos que un “buen maestr@”, tiene que estar maquillad@ de “masters”, “cursos on-line”, “pseudo-bilingüísmo”, “servilismo institucional”, etcétera, dar clases para “aprender a aprender” (esto lo recogen los currículums educativos, solamente en teoría), es un arriesgado ejercicio de intentar mostrar respeto por lo que nos rodea, protegiéndolo de las agresiones constantes de la única especie, que pone precio a su propia cabeza (nosotr@s).
Resumiendo, los amigos de Google (no únicamente sus creadores y aliados político-empresariales), quieren desmantelar y no precisamente de manera encubierta, para que disimular, un Sistema Educativo herido de muerte, que poco a poco se está desangrando y pretenden socorrer, con las tiritas que el lobby de las grandes compañías tecnológicas está “ofreciendo desinteresadamente” para evitar un coma irreversible. ¡¡Con solo una “Lobbytomía” nos basta!! Mientras en estos momentos, todo el gremio docente de Primaria y Secundaria, está improvisando de manera obligada, un plan de contingencia para iniciar un imprevisible y distópico curso en el noveno mes del año de la era COVID. El futuro está servido. Bon appetit.
Es un problema ser padres. Aun no he visto en ninguna institucion entregando un certificado para ser un buen padre de familia de una criatura que lo acredite para realizar ese trabajo por unos 21 años. Hacer hijos es terriblemente facil y no se necesita educacion para el placer de una encamada, despues de un beso, una cana al aire o una borrachera. Siempre tenemos que echarle la culpa a alguien, la irresponsabilidad es el certificado que lo adquieres sin capacitarte, tener un hijo sin una planificacion es titulo que adquieres para hacer infelices a seres inocentes que traes al mundo sin consultarles.
Me senti capacitado para ser padre a los 55 años, mi esposa me dijo vamos a tener un hijo pero tu crialo porque no estoy aun preparada, lo eduque por 17 años por 24 horas al dia hasta que termino la High School que es el reino del bulling y las drogas, no me importo sus amigos, profesores y las intituciones. Sigue estudiando y manteniendose solo, eso si es responsable con el amor y las chicas, me dice que esperara hasta cuando tenga mas de treinta años para buscar el amor de formar un hogar. Hoy en el año de la pandemia es independiente y vive tranquilamente. Nos comunicamos diariamente porque soy vulnerable por la edad, tenemos todo preparado para lo inevitable, no nos quita el sueño, soy un donante y sere inmediatamente icinerado, nos hemos preparado para evitar el masoquismo del dolor que es una falsedad, el amor no pierde esencia ni intesidad, porque Clemy, llena mi mundo de intensidad las 24 horas del dia.