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América Latina
Leandro Morgenfeld: “El triunfo de Trump va a empoderar a los Milei y los Bukele”
El martes 5 de septiembre Donald Trump se impuso en las elecciones presidenciales de Estados Unidos y volverá a ocupar la Casa Blanca luego de cuatro años. Se trata, sin duda, de un triunfo celebrado por las extremas derechas en todo el mundo que vuelven a tener a uno de los suyos al frente del Gobierno de la principal potencia militar del planeta.
Supone, también, un cambio en la orientación geopolítica estadounidense, marcada en los últimos años por el debate interno sobre qué hacer frente al imparable ascenso económico de China. El investigador argentino Leandro Morgenfeld pronostica que habrá un “repliegue relativo” de Washington a nivel global, pero que este supondrá un reforzamiento de su injerencia en América Latina. Así lo demuestra la designación del senador por Florida, Marco Rubio, que se convirtió en el primer hispanoamericano —y específicamente cubanoamericano— al frente del Departamento de Estado.
Estados Unidos
Estados Unidos La liga de los deleznables: Trump lanza el no va más para su segundo mandato
Morgenfeld es doctor en Historia, profesor de la Universidad de Buenos Aires y Co-coordinador del Grupo de Trabajo Estudios sobre Estados Unidos del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Además es autor de varios libros, entre ellos Bienvenido Mr. President. De Roosvelt a Trump: las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina (2021) y su obra más reciente, Nuestra América frente a la doctrina Monroe. 200 años de disputas (2023).
En esta entrevista, hace un análisis de las causas que llevaron a Trump a ganar las elecciones, las transformaciones que se verán en la política diplomática, militar y económica estadounidense, y cómo impactará a nivel global, desde la guerra en Ucrania y el genocidio en Gaza, pasando por Cuba y Venezuela, hasta la Argentina de Javier Milei, que ha depositado enormes esperanzas en la nueva administración republicana.
¿Cuál es tú análisis de la victoria de Donald Trump?
Trump terminó con aproximadamente 76 millones de votos y Kamala Harris con 73 millones. En votos populares la diferencia fue a favor del republicano. Él había sacado 74 millones hace cuatro años, es decir que subió levemente. La gran pérdida fue del Partido Demócrata que bajó de los 81 millones de votos de Joe Biden en 2020.
En ese sentido, lo primero que hay que decir es que hace 20 años el Partido Republicano no ganaba el voto popular en elecciones presidenciales. Además ganó los siete swing states [los Estados pendulares que definen la elección], controla ambas cámaras del Congreso y va a contar con una Corte Suprema muy afín.
El Partido Demócrata fracasó una vez más en poner como uno de los ejes de la campaña la acusación de Trump como un neofascista o un fascista, y centrarse en el peligro que significa para la democracia
Yendo a las causas, hay que evitar la simplificación del análisis electoral. Estados Unidos es una sociedad muy diversa. Entonces creo que es muy simplista explicar el voto por una única razón: sea la economía, las políticas a favor y en contra del aborto, lo étnico-racial, etc.
El Partido Demócrata fracasó una vez más en poner como uno de los ejes de la campaña la acusación de Trump como un neofascista o un fascista directamente, y centrarse en el peligro que significa para la democracia. ¿Por qué? Porque la democracia liberal está en crisis en todo Occidente.
Que Trump sea un presidente condenado penalmente; que haya intentado la toma del Capitolio —es decir un golpe de Estado para no entregar el poder—; que no haya reconocido las elecciones, a un sector de la sociedad lo interpela. Pero a una buena parte, sobre todo sectores con menores ingresos que es donde hizo una mejor elección, no le llega ese mensaje.
Pero adhiero a lo que dijo Bernie Sanders al día siguiente de las elecciones: si el Partido Demócrata abandonó a la clase obrera, no tenemos que sorprendernos de que la clase obrera abandone al Partido Demócrata. Más allá de que la enorme mayoría de los sindicatos apoyaron la candidatura de Harris y el propio Sanders hizo campaña por los demócratas, no alcanzó.
De todas maneras planteo un matiz: Trump sacó 76 millones de votos y el electorado habilitado para votar era de 240 millones. O sea que no llegó a un tercio de los potenciales votantes y por lo tanto no es que cuenta con el apoyo mayoritario de la población. Ya en 2016 había ganado con el 27% del padrón electoral.
Y si en Wisconsin, Michigan y Pennsylvania —donde la diferencia sumada entre los tres Estados fue de alrededor de 250.000 votos—, iba más gente a votar —que es gente que dejó de apoyar al Partido Demócrata— hoy estaríamos hablando de la presidenta Kamala Harris. Entonces no es que ahora toda la sociedad estadounidense sea trumpista.
Hay un malestar social, por diversas razones, que reflejan la crisis de hegemonía de Estados Unidos, del sueño americano y la falta de perspectiva de ascenso social
Si creo que hay un malestar social, por diversas razones, que reflejan la crisis de hegemonía de Estados Unidos, del sueño americano y la falta de perspectiva de ascenso social. Es un país cada vez más desigual, con 40 millones de pobres, con problemas de acceso a la salud y la educación; y sobre todo una visión de que ya no son tan grandes como antes.
A pesar de ser parte de la elite, de tener a Elon Musk —el hombre más rico de Estados Unidos— en su campaña, de haberle bajado impuestos a los más ricos en su anterior presidencia y empeorar la distribución del ingreso, Trump tiene una narrativa a favor del estadounidense de a pie. Muy efectiva a la hora de denunciar al Partido Demócrata y de presentarse él como parte de esos sectores menos favorecidos.
Es quizás un dato de color, pero el hecho de que el historiador Allan Lichtman haya fallado en sus predicciones por primera vez desde 1984 (dejando de lado las particulares elecciones del 2000) parece dar cuenta que las variables que permitían pronosticar un resultado electoral han perdido eficacia. ¿Supone esto un cambio más profundo en la dinámica política estadounidense donde los factores que antes podían ser determinantes ya no lo son?
Alan Lichtman venía hace 40 años pronosticando quien ganaba, no haciendo encuestas, si no con una serie de llaves —como él las llama— en las que analizaba distintas variables. Había acertado todas menos la elecciones del año 2000 que ganó Al Gore por 500.000 votos pero terminó arrebatándosela George Bush con un muy controversial fallo de la Corte Suprema en el Estado de la Florida. Sacando esto, él había predicho que este año ganaba Kamala Harris.
Por su parte Nate Silver, que es un reconocido estadístico, fundador y editor en jefe del portal FiveThirtyEight, había señalado que era una elección muy pareja pero se inclinaba por Trump y había cuestionado las llaves de Lichtman, por ser un análisis cualitativo.
Dicho esto, creo que tanto a los encuestadores como a los analistas les cuesta cada vez más —en todo el mundo— hacer una previsión del comportamiento electoral. Es cierto que el de Estados Unidos es un sistema electoral muy particular, donde el voto es voluntario y la participación en las últimas décadas osciló en torno al 60%. Las últimas dos elecciones tuvieron una participación récord del 66% y 65%.
La promesa es eliminar la burocracia estatal, desregular brutalmente la economía hacia adentro en beneficio de los más ricos y recuperar lo que Estados Unidos ha ido perdiendo hace muchos años, que es su primacía
Creo que una de las dificultades es la lectura de una nueva subjetividad interpelada por las ultraderechas en general y Trump en particular. Elon Musk hizo una campaña muy fuerte interpelando sobre todo a los jóvenes desde un lugar híper individualista contra las mediaciones de los medios de comunicación, los partidos tradicionales y distintos tipos de organizaciones. Y donde aparece el Estado como el elemento que viene a arruinarle la vida a la gente. Por eso la promesa es eliminar la burocracia estatal, desregular brutalmente la economía hacia adentro en beneficio de los más ricos y regularla hacia afuera para intentar recuperar lo que Estados Unidos ha ido perdiendo hace muchos años, que es su primacía.
Hay un cambio en la sociedad muy profundo y en la subjetividad, que creo que tiene que ver con esta fase del capitalismo donde las empresas tecnológicas están tomando la delantera. Entre otras cosas, esto se expresa en esa dificultad para poder prever lo que ocurre en las elecciones.
En entrevistas y textos recientes señalaste que una de las diferencias principales entre el Partido Demócrata y el Partido Republicano es su posición en política exterior hacia su principal competidor global: China. ¿Podrías explicar este proceso?
Hay que decir que para toda la clase dominante estadounidense el enemigo número uno hoy es China. El país asiático ya los supera en paridad del poder adquisitivo, tiene una producción industrial muy superior, los duplica en exportaciones, tiene más patentes tecnológicas. Una serie de indicadores de un proceso de ascenso chino y declive económico relativo de Estados Unidos que hace que enfrenten esta nueva circunstancia con dos grandes estrategias distintas.
La estrategia globalista que intentó implementar Barack Obama, con Hillary Clinton como su secretaria de Estado, implicaba promover acuerdos de libre comercio (el Transatlántico y el Transpacífico) sin China, para intentar cercarla. Fijando las reglas para que Beijing haga un proceso de transición, aceptando el orden global impuesto por Estados Unidos. Es decir que la idea era sumarlos a la economía global capitalista, pero bajo el control de Washington.
Esos acuerdos de libre comercio generaron muchísima resistencia al interior de Estados Unidos. Por la izquierda, Bernie Sanders, y, por la derecha, el propio Donald Trump, que cuando ganó en 2016 hizo que no prosperaran. Se habían firmado, pero no fueron ratificados.
Hay un giro de las élites de Silicon Valley, el sector tecno feudal que quiere avanzar en la desregulación de la economía en función de sus intereses y que se toma atribuciones estatales
Ahí aparece la estrategia de la fracción americanista y nacionalista, de repudiar estas políticas e ir a una guerra comercial con China. Tratando de someter a sus aliados, aplicando la coerción económica y la fuerza político-diplomático-militar de Estados Unidos.
En esto hubo elementos de continuidad porque cuando Biden —que era el vicepresidente de Obama— llegó a la presidencia en 2021, no revirtió todos los aranceles que había impuesto Trump. Siguió con la política de confrontación.
Si bien son dos estrategias distintas, ninguna de las dos logró revertir este fenómeno.
Y a su vez, esa discusión ha provocado movimientos al interior de las clases dominantes estadounidenses cómo se puede apreciar en el apoyo a Trump de grandes magnates de Silicon Valley.
Lo que estamos observando ahora es que hay un giro de las élites de Silicon Valley, el sector tecno feudal que quiere avanzar en la desregulación de la economía en función de sus intereses y que se toma atribuciones estatales. Incluso con Elon Musk nombrado como funcionario de la nueva administración podemos ver como hay un salto al control directo del Estado.
Estos sectores que tradicionalmente apoyaron al Partido Demócrata, ahora respaldan en su gran mayoría a los republicanos como es el caso del propio Musk, Peter Thiel o Jeff Bezos, dueño de Amazon y el Washington Post que incluso fue protagonista de una polémica. Días antes de las elecciones bloqueó el pronunciamiento del consejo editorial de ese medio a favor de Kamala Harris. Después de muchas décadas el histórico diario de la capital estadounidense se declaró neutral, lo cual generó mucha controversia.
Los magnates de Silicon Valley quieren controlar el Estado y participar en un ordenamiento de la economía en función de sus intereses. Es una de las batallas de los próximos años
Esto va en la línea de estos magnates de querer controlar el Estado y participar en un ordenamiento de la economía en función de sus intereses. Es una de las batallas de los próximos años.
Todas estas tensiones explican estos giros en la clase dominante estadounidense.
Los últimos gobiernos demócratas se caracterizaron por un fuerte intervencionismo a nivel mundial. En ese sentido, el discurso de Trump, más aislacionista y proteccionista, podría suponer una etapa de menor injerencia en el exterior. ¿Esto es así?
Efectivamente la fracción globalista apoya el “multilateralismo unipolar”. O sea, en función de sostener el poder y la hegemonía de Estados Unidos a nivel global impulsan instituciones multilaterales y en el plano militar promueven la expansión de la OTAN como brazo armado del imperio.
El problema es que Washington empezó guerras en el siglo XXI que no puede ganar y eso generó resistencias internas. Buena parte de la población estadounidense no quiere seguir enviando miles de millones de dólares para sostener a Volodomir Zelensky, el presidente de Ucrania, en la guerra contra Rusia, o el apoyo al Gobierno israelí de Benjamín Netanyahu.
Ahí entran no sólo votantes de Trump, si no también el ala más progresista del Partido Demócrata, obviamente la población árabe-norteamericana y sobre todo los jóvenes que protagonizaron tomas de campus universitarios y acciones de protesta contra el apoyo al gobierno de Netanyahu —sobre todo en algunos Estados clave— resintiendo la votación a Kamala Harris. Recordemos que, cómo decíamos al principio, perdieron ocho millones de votos.
[El aislacionismo de Trump] va de la mano de un reforzamiento del dominio en América Latina. Esto se ve en la confirmación de Marco Rubio como secretario de Estado
En el caso de Trump creo que lo que se está planteando es un repliegue relativo. Relativo porque el apoyo a Israel va a ser mucho más fuerte y directo. Pero también hay un intento de retomar la negociación con el Gobierno de Rusia para evitar, por un lado, una guerra que no está pudiendo ganar en Ucrania. Y en segundo lugar intentar poner una cuña en la profundización de la relación entre Moscú y China.
Eso es estratégico para contener esa alianza que, junto con los BRICS, está debilitando a Estados Unidos.
El problema es que eso va de la mano de un reforzamiento del dominio en Nuestra América, en América Latina. Esto se ve en la confirmación de Marco Rubio como secretario de Estado, el primer estadounidense de origen hispano en llegar al cargo. Es senador por la Florida, cubanoamericano, es un ultra en sus posiciones contra de la Revolución Cubana, contra Venezuela y contra todos los gobiernos no-alineados.
Esto ratifica la idea del repliegue relativo ya que tiene que ver con aumentar el presupuesto militar —Rubio dijo que van a sostener la paz con la fuerza— para negociar con los aliados y rivales en todo el mundo. Pero reforzando la Doctrina Monroe, el control absoluto de lo que ellos siguen viendo como su patio trasero.
Puede haber una negociación para tratar de sacar a China, Rusia, India y otros actores extra hemisféricos de lo que consideran su área de influencia exclusiva.
En relación a esto último que mencionas, durante el anterior mandato de Trump hubo un recrudecimiento de la injerencia de EE UU en la región. ¿Se puede esperar una profundización de este tipo de políticas del Departamento de Estado hacia América Latina?
Efectivamente, en el primer mandato de Trump se revirtió la política de distensión con Cuba que había iniciado Obama; se aumentaron las sanciones contra Venezuela, incluso reconociendo al “Gobierno” de Juan Guaidó e intentando en 2019 de la mano del consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, una intervención militar que fue resistida por otros países de la región. Además, se produjo el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia y hubo un reconocimiento del Gobierno ilegítimo de Jeanine Añez.
La designación de Marco Rubio es una tragedia para América Latina. Van a intentar imponer más sanciones contra Venezuela, intentando truncar la recuperación económica
También la proscripción de Lula en Brasil y el apoyo del FMI a la reelección de Mauricio Macri dándole un crédito insólito, el más alto de la historia del organismo, por más de 50.000 millones de dólares en 2018. A pesar de no cumplir lo pactado en ese acuerdo se lo fueron prorrogando en los sucesivos meses a instancias de Mauricio Claver-Carone, consejero de Trump para América Latina, para intentar que el peronismo no volviera al poder en Argentina.
Esa militarización de la política de Estados Unidos en América Latina, una reivindicación explícita de la Doctrina Monroe que había sido declarada anacrónica por el gobierno de Obama, hace suponer que van a volver con esa intención. Como señalaba, la designación de Marco Rubio es una tragedia para América Latina. Van a intentar imponer más sanciones contra Venezuela —que habían sido aflojadas por la administración demócrata debido a las necesidades de petróleo de Estados Unidos—, intentando truncar la recuperación económica venezolana. Van a endurecer mucho más el bloqueo económico contra Cuba. Van a tener una política de mucha confrontación con todos los gobiernos no alineados de la región, intentando empoderar a las ultraderechas empezando por Javier Milei en Argentina y Nayib Bukele en El Salvador, pero también fomentando el crecimiento de estas fuerzas en Brasil, Chile y otros países en los que ya mostraron su fortaleza electoral.
Van a tener una política muy dura en materia de migraciones que va a generar una bomba demográfica, sobre todo en Centroamérica y el Caribe.
¿Y en materia económica? ¿Cómo pueden afectar a los países latinoamericanos las medidas de la administración Trump directamente relacionadas con su disputa con China?
Veo una política con mucho más garrote que zanahoria, porque lo que vimos en las últimas dos administraciones —tanto de Trump como Biden— es que Estados Unidos cada vez tiene menos para ofrecer en ese sentido. China es el primer o segundo socio comercial de todos los países de América Latina. Es un inversor y prestamista cada vez más importante.
Mientras que Washington tiene más presión diplomática, militar, de inteligencia e ideológica-cultural que oferta económica para ofrecerle a la región. Es más, la política proteccionista que anunció Trump, que va a ser mucho más dura que en su primera presidencia, va a afectar a muchos países latinoamericanos.
La política de subida de las tasas de Estados Unidos, va a succionar inversiones y capitales. Por eso el contexto económico va a ser mucho más complejo y políticamente mucho más duro.
La política proteccionista que anunció Trump, que va a ser mucho más dura que en su primera presidencia, va a afectar a muchos países latinoamericanos
Puede haber algo contradictorio. Por ejemplo, si Trump cumple con su promesa de poner aranceles del 60% a las importaciones de China y 20% a otros países, algunos se ilusionan con que Beijing podría hacer más inversiones en México para exportar por esa vía a Estados Unidos.
Pero eso es una cosa muy particular y Trump también va a renegociar el el Tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) imponiendo más condiciones, evitando esa triangulación que algunos estiman que podría beneficiar a la región.
De todas formas insisto: el proteccionismo comercial que anunció va a afectar las exportaciones de todos los países a Estados Unidos; la subida de las tasas para atraer capitales y reforzar el dólar va a encarecer el pago de las deudas de los países latinoamericanos y va a provocar un retiro de las inversiones.
Y la guerra comercial con China, que podría provocar una baja de los precios de las materias primas, también afectaría a América Latina.
Más allá de las acciones concretas de Washington, ¿qué puede producir el resultado electoral estadounidense en términos ideológicos y de empoderamiento de las expresiones de derecha y extrema derecha en la región latinoamericana?
Creo que esto es lo más grave. En un proceso de disputa a nivel global, aparece una revancha de las ultraderechas, un avance y un corrimiento que expresa una crisis de las democracias liberales.
Sin negar esto que es una realidad, hay que matizarlo en varios sentidos. Primero porque los exponentes de las ultraderechas que llegaron al poder como Boris Johnson, Trump y Bolsonaro, después perdieron. En Francia la ultraderecha hizo una gran elección en las europeas, pero un frente antifascista logró ganar las últimas elecciones. En México, que es la democracia más importante y con más habitantes de Iberoamérica, el partido Morena logró retener el poder con Claudia Sheinbaun.
Entonces hay que matizar esta mirada de los analistas, cuando hay un triunfo electoral tan resonante, a ver una tendencia irreversible. Pero sin duda la victoria de Trump apoyada en un ataque muy fuerte a conquistas que han logrado los feminismos, las minorías sexo-genéricas, los pueblos racializados, las organizaciones que luchan contra el cambio climático y esta agenda tan neoliberal, sin duda va a empoderar a los Bukele y a los Milei. El presidente argentino mismo lo dijo, hay una afinidad política clara.
La otra novedad que se da en Argentina, pero también en Estados Unidos con Elon Musk, es ver al Estado administrado ya por sus propios dueños
Obviamente esto va a implicar una ofensiva muy fuerte, que ya la estamos viendo en Argentina, contra las conquistas sociales históricas. El Gobierno va contra las organizaciones populares, los sindicatos, cualquier regulación en la economía. La idea de que el Estado solo tiene que intervenir en función de los intereses de los más ricos.
La otra novedad que se da en Argentina, pero también en Estados Unidos con Elon Musk, es ver al Estado administrado ya por sus propios dueños. Sin ningún tipo de mediaciones. No me extrañaría que Marcos Galperín —dueño de Mercado Libre [multinacional de origen argentino] y uno de los empresarios argentinos más poderosos que está haciendo una campaña furibunda a favor de Milei— se lance a la política en forma directa.
En relación a esto último que comentabas, uno de los más explícitos a la hora de celebrar el triunfo de Trump fue el presidente argentino Javier Milei que considera al magnate estadounidense el líder más importante a nivel mundial. Además espera que este le ayude a conseguir los dólares que la economía del país sudamericano necesita. ¿Se puede esperar un apoyo directo de la Casa Blanca al experimento ultraliberal en Argentina? ¿Qué lugar puede ocupar este país del Cono Sur en la agenda geopolítica estadounidense de los próximos cuatro años?
Claramente va a haber un apoyo político y puede haber un apoyo en la renegociación del año que viene con el FMI. De hecho la aspiración del gobierno argentino es incluso que lleguen nuevos fondos frescos, que le permitan llegar con un dólar contenido y una baja considerable de la inflación, a la elección de medio término en 2025.
Va a haber un apoyo político deTrump a Milei y puede haber un apoyo en la renegociación del año que viene con el FMI. De hecho la aspiración del gobierno argentino es incluso que lleguen nuevos fondos frescos
Por otra parte, a nivel regional está relativamente aislado. Con la expectativa que gane el Frente Amplio en Uruguay y más allá de las particularidades están Colombia, Brasil, México, Bolivia, Chile, Honduras, Guatemala, Venezuela, Cuba, Nicaragua, donde ninguno se revindica de derecha.
En ese sentido lo que está intentando Milei es decir que hay muchos gobiernos “rojos” en la región y el único que resiste, en un país importante, es él. De esa forma busca obtener apoyo económico.
Ahora bien, la estrategia de negociación es muy mala. Se subordinó totalmente y Trump es un experto en negociar. Si va a buscar ayuda habiendo entregado todo, es muy difícil que obtenga algo significativo. Y cómo decíamos antes, la política comercial y económica general del nuevo presidente estadounidense, va a afectar fuertemente a la Argentina como ya ocurrió en 2018 impactando en las exportaciones de acero, aluminio y biodiesel. Hay mucha ingenuidad política en ese aspecto.
Y además, la sobreactuación de la sumisión de Milei, aplacó un poco el giro realista que había tenido las últimas semanas acercándose a China. Canceló la gira de su hermana y secretaria general de la presidencia, Karina Milei, al país asiático y está en duda el encuentro con Xi Jinping que se había pactado cuando se negoció la renovación del swap a mitad de año.
Esta emergencia de Trump y la necesidad de enfatizar que con China nada y con Estados Unidos todo, lo ubica en una posición de debilidad. Porque no sólo confronta con Beijing, si no también con Brasil. Entonces Milei está peleado con los dos socios comerciales principales del país.
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Fantástico artículo, por fin alguien que habla claro. No hay "Estado mínimo", hay una fusión entre estado-y-capital que ya anunció hace años el difunto filósofo Agustín García Calvo. Es el Estado protegiendo a los mangantes o magnates. Y ahora además los mangantes / magnates se colocan como cargos del Estado