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Instituciones culturales
Descolonizar el museo: el arte de devolver lo robado
Por dos veces, el ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, pronunció una de esas frases que señalan la trayectoria de un cargo público, unas palabras que quizá acaben siendo más recordadas que las medidas que adopte. Sucedió el 8 de noviembre de 2022 en la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados. Allí, Iceta formuló una pregunta —“¿cómo se descoloniza un museo?”— y la repitió, pero no aportó ninguna respuesta. El ministro sí negó que sea un tema que esté sobre la mesa de su equipo o que exista un grupo de trabajo para descolonizar las galerías, una posibilidad que había alborotado a la derecha política y mediática. En su intervención, Iceta leyó a Bartolomé de las Casas para afirmar después que no sabe si lo que este escribió acerca de los efectos devastadores de la conquista de América sobre las poblaciones originarias es exactamente lo que pasó. Y también resumió lo que pretende su ministerio al respecto, con toque sarcástico incluido: “Que en nuestros museos se presente una versión plural, diversa, pero con un esfuerzo de objetividad de lo que pasó en el encuentro entre dos mundos. De lo que no estamos a tiempo es de decirle a Colón que se dé la vuelta”. Una hoja de ruta en la que no parecen figurar la atención a la verdad histórica en los museos, la revisión de las narrativas que ofrecen sus colecciones o la restitución a los países de origen de las obras de arte expoliadas.
“El censo, los mapas y los museos se crearon para limitar el territorio y la cultura, tanto material como simbólica, del otro”, recuerda Elvira Dyangani Ose, directora del MACBA
La directora del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), Elvira Dyangani Ose, es partidaria de la descolonización porque entiende que los museos tuvieron en su fundación la misión de ser vehículos del aparato colonial. “El censo, los mapas y los museos se crearon para limitar el territorio y la cultura, tanto material como simbólica, del otro”, recuerda. Contestando a la pregunta lanzada por Iceta, Dyangani cree que lo primero que hay que hacer es “resignificar el museo” para que se vea que hay “un ejercicio de mutualidad y corresponsabilidad” que incluya la interpretación de un pasado “desde el que se puede reflexionar e incidir sobre cómo la gestión de unas ciertas verdades marcadas por los hechos del pasado determina la relación que tenemos en el presente con las comunidades del llamado otro y sus objetos, su legado cultural”. Después habría que reconsiderar la capacidad del museo de intervenir en la historia, ya que la institución, opina, ha de prestar atención a “cómo le da espacio a las comunidades perseguidas por el resultado de esa asunción de verdad que se dicta desde el periodo colonial”. Y finalmente iría la repatriación de obra, un ejercicio “muy complejo” que parte del hecho de que “esas obras estén en museos de Madrid o de Londres no se debe al resultado de una conversación justa, una relación de igual a igual”, precisa Dyangani, quien en 2021 se convirtió en la primera mujer en la dirección del MACBA.
El 24 de marzo, los Museos Vaticanos devolvieron a Atenas tres fragmentos de mármol del Partenón en poder de la Santa Sede desde el siglo XIX. En 2017, el presidente francés Emmanuel Macron anunció su intención de abrir procedimientos para que cada vez que un país africano haga una demanda de restitución de una obra, Francia la acepte si no puede demostrar que no fue robada o expoliada. Desde 2021, los bronces de Benín en manos de museos alemanes —bustos y relieves de los siglos XVI y XVII saqueados por colonos británicos y vendidos a distintos países occidentales— han comenzado a ser restituidos. Según el Código Deontológico para Museos elaborado por el Consejo Internacional de Museos (ICOM) en 1986 y revisado en 2004, si un país o una comunidad de los que proceden objetos o especímenes piden su restitución y se puede probar no solo que han sido exportados —o transferidos de otra manera— en contra de los principios de los convenios internacionales y nacionales, sino que además forman parte del patrimonio cultural o natural del país o la comunidad peticionarios, el museo interesado debe tomar rápidamente las medidas pertinentes para cooperar en su devolución, si tiene la posibilidad legal de hacerlo. El ICOM también recomienda que los museos no adquieran objetos cuando haya motivos razonables para creer que su obtención se ha conseguido a costa de la destrucción o deterioro prohibidos, no científicos o intencionados de monumentos, sitios arqueológicos o geológicos, especies o hábitats naturales.
Para la directora del MACBA, restaurar el legado artístico y cultural alterado por los procesos coloniales es tarea casi inabarcable, pero se debería comenzar por el principio, que es “asumir que es un legado forjado en una situación de usurpación en muchos casos, de un intercambio injusto”.
El historiador Antumi Toasijé preside el Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial y Étnica (CEDRE), organismo adscrito a la Dirección General de Igualdad del Ministerio de Igualdad. Desde allí ha sugerido que la futura ley contra el racismo, en tramitación, tome en cuenta la descolonización de los museos con una propuesta concreta: la devolución de todos los objetos robados en el contexto colonial. “Son la mayoría de los que nutren los museos antropológicos y aquellos que tienen que ver generalmente con la historia”, aclara. Y pone un par de ejemplos: “En el Museo Arqueológico Nacional hay muchos objetos de procedencia dudosa, cuando menos. En el Museo Nacional de Antropología todavía más. He hablado con su director recientemente y él está a favor de esta política de devolución, lo que pasa es que desde instancias políticas superiores han aparcado el asunto: parecía que iba a haber algún movimiento pero se ha quedado ahí porque ha habido un contraataque desde algunos sectores”.
Toasijé se refiere a la polémica desatada después de que Fernando Sáez, director del Museo Nacional de Antropología, anunciara en el VIII Encuentro Cultura y Ciudadanía, organizado en octubre de 2022 por el Ministerio de Cultura y el Ayuntamiento de Sevilla, que se estaba trabajando en la revisión crítica de algunos museos que podría dar lugar a la restitución de piezas. Hubo polvareda en la derecha y, desde el ministerio, se dio carpetazo al tema. La versión oficial que ofrecen a El Salto no se mueve un milímetro de ahí: “El Ministerio de Cultura y Deporte, en el marco de los consensos o acuerdos alcanzados con el resto de países reunidos en Ibermuseos —septiembre 2022, México—, está trabajando en la actualización de los discursos museográficos desde una perspectiva que enriquece el conocimiento de las colecciones desde la diversidad y la cooperación cultural. No se ha creado ni está previsto crear ningún grupo de trabajo sobre posibles reclamaciones o acciones de restitución”.
Al historiador del arte y periodista Peio H. Riaño le consta que una de las banderas que quería abrazar Iceta al frente del ministerio era precisamente la descolonización, junto a la descarbonización y la restitución de los elementos expoliados por el franquismo. “Pero van pasando los meses —afirma— y ninguna de las tres ha sido abrazada. Al final, el Ministerio de Cultura se está comportando como una secretaría de Estado. Estructuralmente, el PP arrasó con el ministerio y lo dejó bajo mínimos en cuanto a recursos. El PSOE no ha tenido en este tiempo la capacidad de rearmar y reconstruir un ministerio. Sin embargo, en sus aspiraciones, en su construcción de relato político, ni siquiera se han atrevido a hablar de estas cuestiones”.
Arte
Peio H. Riaño: “El Museo del Prado hace daño tal y como está contado”
En el Museo del Prado hay representadas al menos seis violaciones, pero la palabra “violación” está ausente de todas las cartelas. Es un ejemplo entre muchos de cómo esta institución habla un lenguaje de otro tiempo que hurta una parte del relato, según explica Peio H. Riaño en Las invisibles.
Riaño, autor de Decapitados (Random House, 2021), un ensayo que analiza la historia de las acciones contra los monumentos dedicados a esclavistas, entiende que los museos en España tienen pendiente hacer una revisión regeneracionista y lamenta que no acepten la responsabilidad de asumir una construcción del pasado “en la que podamos leer los intereses políticos que lo han construido”. Para él, el museo no se ha convertido en “una máquina de conocimiento independiente, en una máquina de sabiduría sin intereses, sin estar doblegado al poder político, económico”, por lo que termina siendo otro monumento propagandístico más. En su opinión, los museos no han querido superar el colonialismo y aún son “armas imperialistas”, no han construido valores apropiados para una nueva sociedad como sí hicieron cuando se crearon a mediados del siglo XIX. “Fueron un reflejo de aquella comunidad pero parece que ya no quieren avanzar desde allí a la nuestra, tenemos que tragarnos aquella comunidad que ya no nos representa y cuyos valores están a años luz de los nuestros”, recalca este experto, quien asimismo denuncia que no ha habido un análisis de la procedencia de los bienes que conservan los museos: “Como los museos públicos estatales no tienen la orden de investigar y realizar un inventario de procedencias ilícitas, no solamente de bienes coloniales sino de bienes robados durante el franquismo, se da una complicidad con unos procesos y procedimientos que no tienen cabida en una sociedad democrática”.
El Museo de América es una de las instituciones culturales españolas a las que más afectaría un hipotético proceso de descolonización. Sus catálogos contienen unas 25.000 piezas procedentes de América. Fundado en 1941 e inaugurada su sede actual en Madrid en 1965, las colecciones más antiguas proceden del Real Gabinete de Historia Natural de Carlos III (1771), cuyo origen se encuentra en la compra del gabinete del ecuatoriano Pedro Franco Dávila. A este se incorporaron piezas procedentes de las primeras excavaciones arqueológicas realizadas en América así como objetos etnográficos recogidos en las expediciones científicas. En sus salas se exhibe una parte del llamado Tesoro de los Quimbayas, un regalo del presidente colombiano Carlos Holguín a la reina española María Cristina a finales del siglo XIX. En octubre de 2017, una sentencia de la Corte Constitucional de Colombia confirmó la orden judicial que solicita al Estado colombiano realizar las gestiones necesarias para repatriarlo. “Es un museo que se está encerrando en un relato construido durante el franquismo, a pesar de las reclamaciones de sus técnicos. Y, sin embargo, es un museo esencial para la construcción de nuestro imaginario y nuestro pasado”, opina Riaño.
Salvar el museo o reparar el daño
La pregunta formulada por el ministro Iceta es, según el comisario de arte y ensayista cubano Iván de la Nuez, la que cualquier antigua metrópoli debe hacerse “para fijar una política cultural coherente con la representación pasada, presente y futura de buena parte de su ciudadanía”. Para ello, cree que es obligatorio tener en cuenta que esa “puesta al día” desborda las paredes del museo hasta “chocar con millones de personas que llevan décadas mirándose en un espejo en el que no se reconocen. En ese reflejo que les devuelve como estereotipos a los que se les dispensa un multiculturalismo condescendiente y exótico que tiende a hablar por ellos, pero jamás desde ellos”.
“Cualquier ciudad española es un museo al aire libre del colonialismo, pero también del anticolonialismo”, opina el ensayista Iván de la Nuez
De la Nuez participó en la mesa del encuentro en Sevilla en la que Sáez levantó la liebre. Cree que la descolonización museística debería tener en cuenta varios elementos —“verdad histórica, consenso político, traspaso de poder en la gestión y representación de estos museos, cambio de mentalidad, jurisdicción y conocimiento del país en el que estamos y las culturas de las que procedemos”— y asume que es un tema con el que pasa “como con el coche eléctrico: al final no sabemos si se quiere salvar el planeta o la industria del automóvil. Pareciera que lo que se quiere es alargar la vida de los museos. Cualquier ciudad española es un museo al aire libre del colonialismo, pero también del anticolonialismo”.
Este especialista compara lo que hace España con respecto a su pasado colonial y lo que se hace en otras antiguas metrópolis europeas y concluye que estamos a una distancia considerable. Una iniciativa que menciona es Sharing a World of Inclusion, Creativity and Heritage (SWICH), que entre 2014 y 2018 contó con diez museos asociados —incluido el Museo Etnológico y de las Culturas del Mundo de Barcelona—, pero su programa no tuvo continuidad. También el Museo de África en Tervuren (Bélgica), que decidió cerrar un tiempo para plantearse el asunto. “Aquí los pasos son tímidos, generalmente enfocados en el pasado y sin un protocolo de devolución, programación y liderazgo serio. Los gobiernos españoles piden devoluciones de su patrimonio, pero hacen oídos sordos cuando se trata de la situación contraria, cuando el que tiene que devolver es su propio Estado”.
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Afrodescendientes Cuando el feminismo antirracista cuestiona el colonialismo en los museos
A las jornadas de Sevilla también asistió la periodista Tania Adam, fundadora de Radio Africa Magazine. Allí presentó España negra, un proyecto de investigación que trata de reformular la historia de la negritud, el pensamiento y la experiencia negra en el territorio español para crear una nueva genealogía desde el museo, “un lugar en el que puede haber una cierta libertad de pensamiento para hacer una investigación de estas características”. Ella advierte del riesgo de utilizar la descolonización como una etiqueta de prestigio sin nada detrás que lo justifique si no se produce una revisión profunda de la institución. “El planteamiento de la descolonización en sí mismo es un planteamiento marketiniano, que corre el grave peligro de que el museo se convierta en un eslogan frente a la gran complejidad de la sociedad. Los eslóganes no van muy lejos”, indica.
La museóloga Laura Cano recomienda huir de la generalización y apunta que la titularidad, organización y gestión de la institución marcan cómo funciona en sus narrativas. También aprecia que hay muchos conservadores de museos que “están por la labor de hacer otras narrativas, pero, sobre todo cuando hablamos de museos nacionales, que trabajan con Patrimonio Nacional, chocan con muchos obstáculos administrativos. Va a ser muy difícil que un conservador pueda hacer cambios si desde arriba no se siente la necesidad. Y a la vista está que no se siente”. Como un posible obstáculo para la restitución de obras a sus países de origen, ella recuerda que la Ley 16/1985 de 25 de junio de Patrimonio prohíbe la exportación de los bienes declarados de interés cultural, así como la de aquellos otros que, por su pertenencia al Patrimonio Histórico Español, la Administración del Estado declare expresamente inexportables.
“El Museo de América siempre ha sido criticado por la exhibición que hace de la presencia afro allí, como si la esclavización no hubiera existido”, afirma Antumi Toasijé, presidente del Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial y Étnica
Con todo, Antumi Toasijé observa que en la actualidad hay algunos síntomas de mejoría en los museos en España, si bien muy lentamente y a rebufo de lo que sucede en Europa. “La actual dirección del Museo Nacional de Antropología está cambiando mucho con respecto a la narrativa absolutamente colonial y racista que ha exhibido: han desmantelado una sala infame que había [la Sala de Orígenes, que recreaba cómo eran los museos antropológicos del siglo XIX], están haciendo actividades con una perspectiva mucho más interesante. El Museo de América siempre ha sido criticado por la exhibición que hace de la presencia afro allí, como si la esclavización no hubiera existido. Son instituciones que están poco conectadas con la sociedad, como no hay unos consejos de decisión que impliquen a la sociedad civil están muy fuera de las preocupaciones de esta”, explica el presidente de CEDRE. La docente universitaria y activista afrofeminista y de la disidencia sexual Esther (Mayoko) Ortega evalúa como “muy ambivalente” la relación entre los museos y lo que ocurre fuera de sus paredes. Para ella, “dentro de ese amplio abanico de la educación y la cultura, algunos museos están siendo las instituciones más permeables al discurso y a las prácticas antirracistas, abriéndose a un discurso y a una práctica artística y activista críticas con el colonialismo, pero son expresiones bastante puntuales y falta un impulso sistemático”.
Un museo radicalmente diferente
Entre los años 2008 y 2014, Jesús Carrillo trabajó como director del departamento de programas culturales del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Recuerda que allí intentaron formar infructuosamente un grupo mixto de debate —con personas académicas, activistas, europeas, latinas— para tratar estos temas no solo como importación de los modos en que se había pensado sobre ellos fuera sino desde aquí. En su opinión, los museos serían instituciones “radicalmente diferentes” si la descolonización se pusiera en marcha de un modo serio: “Afectaría a la propia concepción del museo, al dispositivo de exposición, al sistema jerárquico o a la estructura de funcionamiento”.
Carrillo estima que en los ámbitos expositivo y discursivo se puede detectar que espacios como el MACBA o La Virreina en Barcelona, el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC) en cierto momento, Matadero Madrid en otras épocas o el mismo Reina Sofía han recogido algunas reivindicaciones de artistas que trabajan en la línea anticolonial o les han dado visibilidad. Pero considera que la posibilidad de la descolonización del museo implica “bastante más” que una cuestión discursiva: “Es un cuestionamiento radical de lo que significa el concepto de patrimonio y de herencia. Tiene que ver con la restitución, que sería simbólica en el caso del arte contemporáneo, y real en el caso de las artes de otras épocas, pero no solo”. Abundando en lo que debería ser ese proceso, Carrillo señala la necesidad de que los países que han sido metrópolis reflexionen críticamente sobre ello: “Afecta a la definición de nuestro pasado, quiénes somos y a dónde queremos ir. No solo es una cuestión de restitución que tiene que ser demandada desde fuera sino una reflexión sobre nuestra identidad. En el caso español, que tenemos una parte de la población que procede de las antiguas colonias, es incluso más urgente. No es un proceso que deba ser incoado ni única ni exclusivamente por las naciones y Estados que reivindican la devolución de un patrimonio, sino que tiene que ser parte de una reflexión crítica sobre el concepto de lo patrimonial. Y en España estamos a años luz”. Como ejemplo, lamenta la nula referencia al imperio colonial español en el Museo del Prado. En contraposición, destaca que en la última década se ha producido una activación “muy potente” del discurso anticolonial en el ámbito del arte en España y menciona nombres propios como los del Colectivo Ayllu, la Red Conceptualismos del Sur o Daniela Ortiz, una artista peruana que trabaja con narraciones visuales donde los conceptos de nacionalidad, racialización, clase social y género son entendidos de manera crítica para analizar el poder colonial, capitalista y patriarcal.
“Son excepcionales los museos que han tenido una postura de apoyo clara, contundente y activa con movimientos como Regularización Ya”, destaca la artista Daniela Ortiz
Ortiz vivió en Barcelona desde 2007 a 2020, cuando regresó a Perú después de sufrir acoso y amenazas por defender en el programa de televisión Espejo Público, presentado por Susanna Griso, que la estatua de Colón en la capital catalana sea derribada. Para ella, los museos son “una de tantas instituciones que sostienen el orden colonial racista”, ya que tanto activa como pasivamente contribuyen a “sostener esa maquinaria de racismo institucional que sirve para perseguir, detener, deportar, explotar y asesinar a personas migrantes, y también saquear el sur global”. Ortiz opina que es un rol histórico mantenido por los museos puesto que “sostienen la legitimidad de las representaciones y narrativas racistas sobre los pueblos del sur para justificar precisamente esa violencia que se ejerce contra ellos”. También cuando “muchas de esas instituciones forman parte de la maquinaria del Estado y del poder económico privado que no genera ningún tipo de denuncia, a pesar de tener las herramientas y los mecanismos, cuando se dan situaciones de violencia por parte de otras instituciones”.
Ortiz también critica que los posicionamientos de los museos sean mera cosmética —“si en el museo no pueden trabajar las personas migrantes ilegalizadas, si los artistas migrantes sin permiso de residencia no pueden facturar, ese museo continúa formando parte de la maquinaria de racismo, por más charlas o exposiciones en las que excepcionalmente toquen ciertos temas”— y lamenta la falta de oposición a, por ejemplo, la Ley de Extranjería desde las instituciones culturales: “Son excepcionales los museos que han tenido una postura de apoyo clara, contundente y activa con movimientos como Regularización Ya, que ha hecho un reclamo concreto en el contexto español, donde hay muchos museos que dicen que se van a descolonizar pero no hacen nada para hacer suya esa reclamación”. En junio del año pasado, la artista solicitó al Reina Sofía que retirase su trabajo de la exposición Vasos comunicantes por la decisión del museo, dirigido entonces por Manuel Borja-Villel, de permitir la celebración en una de sus salas de un acto político en el marco de la Cumbre de la OTAN en Madrid utilizando el Guernica como telón de fondo.
Desde Perú, Ortiz detecta que en la actualidad se está produciendo lo que denomina “un nuevo saqueo”, ya que varios museos españoles están adquiriendo trabajos de artistas latinoamericanos. “Es una tendencia como respuesta de los museos a ese reclamo —explica— y en esa supuesta descolonización que quieren hacer se dedican a comprar arte latinoamericano, africano, árabe. Los artistas de los sures globales son mucho más precarios que los artistas europeos y, obviamente, a la mínima que podemos vendemos nuestro trabajo. Muchas piezas terminan otra vez en Europa, hay un nuevo saqueo a través de las colecciones del arte contemporáneo”.
Como resumen de la cara más visible de la relación entre museos y colonialismo, aún vigente, Ortiz señala una realidad aplicable a muchas otras instituciones y ámbitos: “La mayoría de los altos cargos son personas blancas, de clase media, españolas o europeas, con algunas excepciones; y la mayoría de las personas que trabajan en la limpieza, mantenimiento y sostenimiento del espacio son personas migrantes y racializadas”.
Abajo con el esclavista
El 4 de marzo de 2018, operarios del Ayuntamiento de Barcelona retiraron la estatua de Antonio López, quien, además de comerciar con esclavos que llevaba desde África a Cuba, también fundó y fue el primer presidente del Banco Hispano-Colonial y de la Compañía Transatlántica. Fue un acto de reparación y memoria desde la institución que respondía a un fuerte movimiento ciudadano en favor de la desaparición de la vía pública de aquellos monumentos que rinden homenaje a quienes se lucraron con el tráfico de personas. Un proceso de descolonización mediante la acción directa que ha contado con numerosos éxitos fuera de nuestras fronteras. Aquí no tanto, como recuerda Peio H. Riaño: “España ha ignorado todo este movimiento de restitución cívica que ha sucedido en Europa, Estados Unidos y América Latina, como si no tuviéramos monumentos que reparar, como si no existieran monumentos ofensivos. De hecho, en Madrid se ha insistido en generar nuevos monumentos ofensivos para la ciudadanía”. El autor de Decapitados considera que la movilización ciudadana está logrando que “las ciudades cambien para bien y que los museos cambien poco a poco, reclamando unos museos no coloniales, que reparen los daños que nuestros antepasados causaron”.
Por su parte, Jesús Carrillo entiende que “la eliminación, el desplazamiento o la resignificación de esos monumentos” es urgente y un acto político legítimo aunque a él, como historiador del arte, le pueda apenar que algunas estatuas estéticamente apreciables desaparezcan o sean dañadas. “A nadie le extraña que ciertos símbolos estén ahí, se han naturalizado de la forma en que el poder suele naturalizar sus modos de organización del espacio, tanto simbólico como real. Debido a que no ha ocurrido tal reflexión, que se produzcan acciones violentas o vandálicas es perfectamente explicable”, concluye.