Afrodescendientes
Cuando el feminismo antirracista cuestiona el colonialismo en los museos

En el Día Mundial de la Cultura Africana y de las personas Afrodescendientes recuperamos cómo el feminismo antirracista puede empujar para que se produzcan cambios en el relato de las instituciones culturales del Estado.
jornada feminismos diversas
De izquierda a derecha Iki Yos Piña Nárvaez, Mabel Chapata y Esther (Mayoko) Ortega. Foto: Alain Funcia
24 ene 2023 06:15

En los últimos meses, la Sala de Orígenes del Museo Nacional de Antropología (MNA) ha sido modificada definitivamente y el Museo de América ha actualizado una cartela que llamaba “emigración africana” al secuestro, trata y esclavización de personas. Se trata, en cierta medida, de dos logros del feminismo antirracista de los que las mujeres afrodescendientes y racializadas son partícipes y suponen un paso en la reelaboración del imaginario nacional a través de instituciones culturales y educativas del Estado español.

El Museo de América expone una vitrina situada en la segunda parte de la exposición permanente, denominada La realidad de América, que contiene objetos variados como esculturas, armas y objetos decorativos y una cartela antes titulada “La emigración africana” y ahora “El comercio de esclavos”, descripción más ajustada a la realidad histórica. Por su parte, la nueva Sala de Orígenes del MNA se inaugurará en 2023 y no expondrá restos humanos. En palabras de la conservadora del museo Patricia Alonso, “lo problemático de la sala anterior era que era una recreación de cómo eran los museos de antropología europeos de los siglos XIX y XX, con figuras de escayola y restos humanos de ‘los otros’ y ‘otras’ de culturas no euroblancas”.

Estos cambios no habrían sido posibles sin las intervenciones de mujeres y feminidades representantes de comunidades no blancas en el Conversatorio Feminismos diversAs, acogido por el mismo MNA el 17 de marzo de 2022. Coordinado y moderado por la antropóloga y activista afrodescendiente Elena García, tuvo como participantes a Esther (Mayoko) Ortega, Mabel Chapata, Anna Fux, Celia Montoya, Fátima Aspiritou e Iki Yos Piña, con un broche poético a cargo de Artemisa Semedo y la apertura institucional de Rita Bosaho, directora general para la Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial, y Boti García, directora general de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI del Ministerio de Igualdad.

El Museo de América expone una vitrina denominada La realidad de América, que contiene objetos variados como esculturas, armas y objetos decorativos y una cartela antes titulada “La emigración africana” y ahora “El comercio de esclavos”, descripción más ajustada a la realidad histórica

Meses después del conversatorio, el MNA publicó una carta de compromiso en la que se explicitan los posicionamientos éticos del museo, y que explican el desmontaje de la Sala de Orígenes. Si bien oficialmente no admiten que el conversatorio haya tenido efectos directos en su reflexión (en 2016, ya Patricia Alonso escribió un artículo sobre la ética de la exposición de restos humanos, en concreto el caso de las tsantsas o cabezas reducidas de las culturas shuar, achuar, awajún y wampís de la Amazonía ecuatoriana y peruana), para Elena García, las palabras de Mayoko “fueron el acicate definitivo. Para mí, la comunidad afrodescendiente puso el tiro en la puerta y la hermana Mayoko marcó gol”.

Esther (Mayoko) Ortega, docente, investigadora y activista feminista fue la que, hacia el final de la sesión de Feminismos diversAs, apeló directamente a instituciones culturales como el MNA: “¿Qué significan para nosotras, para nuestros cuerpos? Siempre hemos estado aquí diseccionadas, expuestas, exhibidas… El director Fernando Sáez decía antes que tratan de hacer ejercicios de revisión, ¿pero qué tipos de ejercicios de revisión están haciendo?”. Mayoko destacó la necesidad de que el Estado se plantee que “la memoria no es solo una cuestión del pasado. Se va edificando en cada uno de los momentos y se replica hasta este presente en este museo. La memoria se está ratificando con una narración que para las que estamos aquí sigue siendo la de estar en la urna expuestas por la supremacía blanca española”.

Públicamente, la activista afrodescendiente denunció que otra institución nacional, cultural y educativa como el Museo de América promocionara como oficial la narrativa de la emigración y no la de secuestro y esclavización de personas, “uno de los eventos más dolorosos de la historia, que afectó a múltiples continentes y reconfiguró el mundo”. Concluyó que “el pasado es presente y sigue doliendo. Si no queréis que quememos los museos, hay que empezar a pensar en estas cuestiones”.

En palabras para El Salto, Mayoko contextualiza, en relación a la vitrina del Museo de América, que “es interesante que no haya ni hubiera prácticamente información descriptiva sobre los objetos que se encuentran dentro. En cambio, la cartela era muy clara. El museo entero es una oda a España pero aquí hablaba de los europeos en general y descargaba la responsabilidad de España en la esclavización”. Mayoko valora que el texto ahondaba en “la deshumanización de las personas negras, a las que llama esclavos directamente” y se refería a las condiciones de esclavitud hacia la población originaria como “nuevo régimen de vida impuesto por los conquistadores”. Actualmente, la nueva cartela habla del comercio de esclavos por parte de “españoles, portugueses, franceses, ingleses y holandeses” y de “aspectos de la cultura africana […] que han pervivido como una forma de resistencia cultural”.

Interseccionalidad, antirracismo, descolonización… fueron reivindicaciones que atravesaron un conversatorio en el que, de nuevo, feminidades racializadas asumieron el trabajo de cuestionar y deconstruir el pensamiento feminista blanco hegemónico, desde la frustración y el cansancio, pero también desde la esperanza. En la jornada, Mayoko lo interpeló directamente: “Una buena forma de ser aliada sería poner el cuerpo por delante, para evitar que a estos otros cuerpos nos suceda lo de siempre. No os vamos a hacer el trabajo. No se trata de poner el pin de buena o mala feminista. Pero lo que debería plantearse seriamente es que gran parte del archivo cultural del feminismo es compartido con el patriarcado cis hetero blanco”. En la misma línea, Fátima Aspiritou lanzó preguntas incómodas que abren la posibilidad de generar cambios: “¿Cuál es la finalidad del feminismo hegemónico blanco? ¿Subyugar a mujeres no blancas?”.

Celia Montoya protestó sobre la falta de oportunidades y de reconocimiento de los más de 600 años de historia del pueblo gitano en territorio español. “El racismo es una estrategia histórica, institucional, estructural, política y económica que va de la mano con el patriarcado. La discriminación machista y la discriminación racista son dos estructuras de discriminación que usan la diferencia biológica de género y cultural como justificación de los privilegios blancos. Como gitana, pido políticas de reparación para mi pueblo”, manifestó. También hizo un llamamiento a investigar y buscar referentes mujeres racializadas, silenciadas por “la historia única que nos ha contado el patriarcado”.

Por su parte, Mabel Chapata pidió claramente al feminismo blanco “que se descolonice” para acabar con todo racismo y discriminación. La colonización de los pueblos de Abya Yala fue también denunciada por Iki Yos enfatizando “la ficción de lo masculino y lo femenino como cárceles construidas para gente blanca, la que está arriba de la línea de la humanidad, desde la antropología, la biología y la medicina. Lo que implica ser mujer o ser hombre está anclado a la construcción de un aparato biológico que viene de los delirios coloniales”. Lx sociólogx y escritorx ha reflexionado sobre la presencia de las personas migrantes y racializadas en los museos en textos como What happens when we enter? What happens when we speak? En Comen carne de españoles y les da asco. Escritos sobre nuestra tensión necesaria, el Colectivo Ayllu llama “espacio del dolor” al Museo de América, donde observan “los objetos saqueados y las fabulaciones coloniales que construyeron a España como lo que es: un estado edificado a partir del saqueo”.

El Colectivo Ayllu llama “espacio del dolor” al Museo de América, donde observan “los objetos saqueados y las fabulaciones coloniales que construyeron a España como lo que es: un estado edificado a partir del saqueo”

En respuesta a las alusiones directas, Fernando Sáez, director del MNA, citó ejemplos de cambios que se están realizando poco a poco, como la reapertura de la Sala de Culturas Americanas bajo el nombre de Abya Yala, aseos públicos que no separan por género, y exposiciones en las que participan personas o colectivos con identidades de las culturas a las que se refieren. “Vamos a hacer próximamente una exposición sobre la esclavitud y me gustaría llamarla Cuando fuimos esclavistas”, reveló. Por último, reconoció que las instituciones “están sujetas a un peso y a una inercia, pero estamos dispuestos a aprender, escuchar y ser objeto de crítica por parte de todas las colectividades”. Fernando Sáez también participó en el VII Encuentro Cultura y Ciudadanía sobre diversidad étnico-racial en una charla sobre descolonización en los museos dirigida por la directora del MACBA, Elvira Dyangani, junto a Iván de la Nuez, Mabel Tapia y Mohammad Elahi Alam Alam.

En referencia a otras reacciones institucionales, Elena García cuenta a El Salto que la ministra de Igualdad Irene Montero “hizo múltiples referencias al acto cuatro días más tarde en la inauguración de la II Semana Antirracista del Ministerio de Igualdad”. En esa apertura, la ministra enfatizó la necesidad de un feminismo interseccional y diverso. También reconoció la “deuda pendiente con tantas voces silenciadas” de mujeres racializadas y la necesidad de reparación.

Como recogía Esther Mayoko en el conversatorio citado, “la reelaboración de este archivo sería una buena forma de reparación desde las instituciones culturales para las que estamos aquí”, las que, en palabras de la ponente Anna Fux, eran “las que nunca están en la mesa”, picapollos, afrodescendientes, asiáticas, de Abya Yala, gitanas, musulmanas… que están cargando, de nuevo, con un trabajo de transformación que corresponde a toda la sociedad. Para Elena García, “tanto la modificación de la Sala de Orígenes del MNA como la de la cartela del Museo de América fueron una sorpresa absoluta y una alegría a nivel de políticas de Estado. Sentí que por primera vez, las mujeres racializadas éramos escuchadas y se tomaban en cuenta nuestras reivindicaciones y quejas”.

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