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Arte
GENE, el grupo de creadores casi indescriptible que se rebeló contra la política artística de Felipe González
Hubo un tiempo en que era posible recibir por correo copias de obras de arte. Obras de arte realizadas por jóvenes, en Madrid, tan comprometidos consigo mismos como reacios a todo compromiso más allá de la creación. Se llamaron GENE y su base de operaciones estaba en la Galería Nacional. Estuvieron activos desde 1986 hasta 1988. Fueron años en los que el socialfelipismo, como diría Francisco Umbral, regaba de dinero, premios y becas el panorama artístico. En GENE se vivió una auténtica revolución antiinstitucional que solo quienes formaron parte de ella pueden recordar su sabor.
Uno de sus impulsores, Manuel Sainz, participó activamente del movimiento a lo largo de su existencia. Publicado por GENE Ediciones en 1988, dejó por escrito este aforismo: “Se ocupan de meter en las cárceles a los que dicen que las cárceles deben desaparecer. De meter en las iglesias a los que dicen que las iglesias deben desaparecer. De meter en los museos a los que dicen que los museos deben desaparecer”. Ahora, su obra y la de sus compañeros reaparece en una exposición en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid. Con una sensación triste, piensa que sus mensajes pasan a ser intocables para el público. El museo los convierte en historia, en pasado.
Sainz acaba de cumplir 64 años este 12 de enero. En los años 80, él era un joven logroñés recién llegado a la capital. Entre sus visitas a exposiciones, preparaciones de cuadros y el trabajo habitual de su estudio, se le ocurrió la idea de llevar a cabo una acción, una obra enmarcada en el mail art. “Era muy sencillo. Preparaba copias de algunas de mis obras, o de otros asuntos que me preocupaban, y se las enviaba a mis amigos”, rememora. Lo llamó Servicio Postal de Exposiciones Múltiples y Propaganda. Aquello le ayudó a relacionarse con otros artistas del momento. Corría el año 1986.
Contra el “direccionismo” del poder en el arte
Su amigo Julio Jara le presentó a otros integrantes de la denominada Galería Nacional. “Pronto nos hicimos colegas de batalla. Nos gustaba el arte, en el sentido más abstracto de la palabra, y teníamos las mismas inquietudes políticas. Desde el presente, las definiría como anarquistas”, describe el protagonista de esta historia. Saiz tenía 25 años y veía cómo el Gobierno ya asentado de Felipe González “intentaba crear una estructura cultural a través de esa efervescencia que suele darse en los países que acaban de salir de una dictadura, cuyo arte de repente interesa mucho en el extranjero”, añade.
Se crearon premios, becas, mecenazgos, ayudas, surgían museos y nuevas colecciones. En definitiva, había mucho dinero. “Y quienes lo daban no sabían lo que hacían, para bien o para mal”, apuntilla. Desde su punto de vista, aceptar esas prebendas significaba claudicar ante cierto “direccionismo”, una inercia arraigada en el país durante el régimen franquista de querer controlar la creación, de mandar sobre el arte. “Contra eso se resistía nuestro grupo, en el que había cierta dosis de reacción hacia ello, hacia ese statu quo cultural que se pretendía imponer”, comenta.
De la Galería Nacional a GENE
Su grupo se llamó GENE, un juego lingüístico creado con las dos primeras letras de Galería Nacional. Entre ellos destacan nombres como José Díaz Cuyás, Celia García Bravo, Celia Martín y Javier Colis. Pronto, el Servicio Postal de Exposiciones Múltiples y Propaganda creado por Sainz pasó a ser el órgano de distribución de GENE. “La gente nos mandaba sus obras, querían colaborar. Según el número de suscriptores, tantas copias hacíamos y enviábamos”, recuerda con cierta ilusión. La exhibición en el Museo Reina Sofía, llamada GENE. Topía y revolución: 1986-1988, recoge estos envíos al completo por primera vez.
En la Galería Nacional era posible saborear, tocar el arte sin las manos, como en ningún otro lugar. “Estábamos en Chamberí y todo era muy intenso. Las discusiones que teníamos te elevaban, te hacían sentir que estabas haciendo algo”, cuenta Sainz. Alejados de los tripis y la música disco, en realidad GENE decía cosas que le importaban a muy poca gente, asegura este impulsor del colectivo. “Todo era compromiso, sin ningún tipo de concesión, pero a la vez no nos comprometíamos con nadie. Eso crea una relación con la realidad que no puede mantenerse durante mucho tiempo”, agrega. Duraron dos años. Todo fue demasiado intenso como para subsistir más tiempo.
Sus obras y acciones, contra lo establecido
Cayetano Limorte, comisario de la muestra en el Reina Sofía, ubica la acción de GENE en el momento en el que la política cultural del socialismo en materia de arte ya está completamente asentada. “Era una estrategia cuyos medios y fines no difieren mucho de los del franquismo. Buscaban una pintura inofensiva. El PSOE les daba trabajo a los jóvenes artistas, era una forma de consolidarse entre ellos”, defiende.
Una obra del colectivo fue retirada en 1986 de una exposición organizada por el Ayuntamiento de Madrid en el Círculo de Bellas Artes, y GENE la envió a través de su Servicio Postal
GENE rechazaba todo eso. El mismo Limorte recuerda lo sucedido con la obra de Pedro Roldán, uno de los integrantes del colectivo, que fue retirada de la exposición 13 jóvenes pintores, organizada por el Ayuntamiento de Madrid en 1986 en el Círculo de Bellas Artes. El funcionario encargado de la exhibición dijo que la obra carecía del peso y tamaño necesarios para ser una pintura. GENE decidió enviar la obra censurada por el nuevo régimen democrático a través de su característico Servicio Postal.
Después, el grupo se dirigió a diversas convocatorias artísticas auspiciadas por distintas instituciones, empleando un lenguaje formal. Solo querían expresar su rechazo de una forma algo peculiar. En esas misivas podían leerse este tipo de mensajes: “Siento comunicarle que su concurso no ha sido seleccionado para contar con obra mía este año. Le agradezco el interés demostrado y espero de nuevo su colaboración para la próxima edición”.
En otro momento dado, Celia García Bravo y Celia Martín enviaron un paquete de GENE con la etiqueta “Peligro, material radioactivo”. Correos lo interceptó, dio la alarma, y esta suerte de performance llegó a la prensa. En otro momento dado, GENE se autoentrevistó en el periódico de arte Buades. La pieza, firmada por José Díaz Cuyás, integrante del grupo, respondió a las preguntas a partir del material artístico del colectivo, señala Limorte.
Arte contra el capitalismo
La impronta social y política de GENE bullía entre sus acciones creativas. En 1986 invitaron a sus suscriptores a participar en una caminata desde Talavera de la Reina hasta la sede de GENE en Madrid, llamada “Recorrido tercer mundo”, inspirada por el nomadismo gitano y el situacionismo. Al año siguiente, sacaron a la luz Gameto a favor del paro, una acción contra los ritmos “maquínicos” del mundo capitalista realizada en las calles del centro de Madrid, enfatiza el texto que cualquier visitante puede leer al visitar la muestra.
La exposición asimismo exhibe lo que queda de Gameto tiempo muerto, también de 1987. Se trata de un encierro en la sede de GENE en el que tuvo lugar un profuso debate artístico. Tras él, las cenizas del acta de la asamblea fueron enviadas a los suscriptores como memoria física y conceptual del suceso.
“Todos los proyectos de GENE se basaron en proteger al arte de la mercantilización e instrumentalización a la que le sometía el Estado con la ayuda de críticos, comisarios y banqueros”, dice Cayetano Limorte, comisario de la muestra
Limorte reitera que GENE funcionaba como una red artística colaborativa al margen de la escena ya estatalizada, en la que se volvía a buscar, al igual que durante el régimen dictatorial, a ese artista masculino, vigoroso, rebelde, pasional y dramático, adjetiva el experto. “En cambio, todos los proyectos de GENE se basaron en proteger al arte de la mercantilización e instrumentalización a la que le sometía el Estado con la ayuda de críticos, comisarios y banqueros”, apuntilla el comisario.
El fin de la revolución
Al hablar del fin de GENE, lo primero que dice Sainz es que las revoluciones nunca duran mucho tiempo. “No es que nos hiciéramos famosos, pero sí nos conocían cada vez más y eso enrarecía la esencia con la que habíamos nacido. La revolución solo funciona cuando uno no se decanta, solo cuando se derrocha, y GENE fue derroche puro. En cuanto apareció la posibilidad de adquirir algún beneficio por lo que hacíamos, las relaciones se enrarecieron”, comenta con cierto pesar en su tono de voz. No se refiere a ningún aspecto económico. La vanidad y el prestigio se valen por sí mismas para viciar una esencia pura.
Hubo vida después de GENE. Tanta que Sainz sigue siendo artista, ahora más centrado en el vídeo y el texto. De hecho, lee lo que escribía hace cuatro décadas y lo que escribe ahora y asegura que no es tan distinto. Por desgracia, algunas cosas han cambiado. Para empezar, su accionar artístico y veinteañero está encapsulado en tumbas de cristal. “Me ha producido tristeza verlo así, como unos sarcófagos cerrados”, ilustra.
El museo convierte en pasado
Sainz tilda de “ilusión inocente” que la exposición pudiera crear un debate en torno a la mercantilización del arte o reactivar aquellas ideas nada equivocadas, según ha demostrado el devenir de los tiempos, que proclamaban al aire bajo el mandato felipista. “Que esté todo en un museo parece que anula esa idea revolucionaria, lo data, lo historifica, lo desactiva. Parece que el valor está en los objetos que muestran esas vitrinas, y no es así. El valor está en lo que sale escrito o dibujado en esas fotocopias, la energía que transmiten”, se explaya el propio Sainz.
En la muestra, el cristal de los expositores se eleva como una frontera entre un público pasivo y una obra que alabar, que disfrutar, que celebrar. Y todo eso a pesar del intento de Limorte de acercar la obra a través de la exhibición de una mesa similar a la que se reunía GENE, en la que hay esparcidas fotocopias de algunas de sus creaciones, libros de artistas y las dos revistas que editaron.
El museo convierte en historia lo que todavía quizá no lo sea, o no lo debería ser. El comisario aborda la cuestión: “Yo estudié un máster en el Reina Sofía. Pasaba muchas horas en su biblioteca, cerca de esta sala algo marginal en la que está la exposición, y veo cierto sentido que esté en ese espacio. GENE planteaba un debate sobre la instrumentalización del arte, cómo de él se hacía algo ajeno a su naturaleza, se le reducía a entretenimiento. Con esta exposición espero que se vuelva a retomar ese debate”, finaliza.