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Arte
Peio H. Riaño: “El Museo del Prado hace daño tal y como está contado”
En el Museo del Prado hay representadas al menos seis violaciones, pero la palabra “violación” está ausente de todas las cartelas. Es un ejemplo entre muchos de cómo esta institución habla un lenguaje de otro tiempo que hurta una parte del relato, según explica Peio H. Riaño en Las invisibles.
En el Museo del Prado hay representadas al menos seis violaciones, pero la palabra “violación” está ausente de todas las cartelas. Tampoco se dice nada del carácter misógino de Guido Reni o de por qué a Doña Juana se la apodó y representó como una loca. Toda esta información, opina el periodista e historiador del arte Peio H. Riaño, se le está sustrayendo a una ciudadanía que entra en el museo desprevenida y sale desinformada.
Estos y otros ejemplos de cómo el Prado trata a las mujeres recoge el periodista en Las invisibles (Capitán Swing, 2020). Y, pese a que la reacción antifeminista ya ha respondido a la salida del libro con mofa —qué otra cosa esperar del ejército de opinadores machistas de Twitter—, algo ha pasado desde que se hizo esta entrevista: el Museo del Prado ha rectificado la biografía sobre la pintora Giulia de Lama que la describía como una mujer “fea de rostro”.
“El Museo del Prado está contado de una manera que no tiene nada que ver con la manera en la que yo se la cuento a mis hijos”, dice Riaño, que pretende con su libro desmontar el relato que transmite el Museo. Reescribir esa narrativa es “urgente”, en su opinión, porque“el Museo del Prado hace daño tal y como está contado”, dice nada más empezar a hablar, como si llevara preparado el titular.
¿Por qué Las invisibles?
La idea era hacer un libro con ejemplos que definieran cómo debería estar contado el museo en el siglo XXI, sin ninguna pretensión ejemplarizante, simplemente desde la necesidad de rectificar la ideología del XIX que está exhibida sin cuestionar desde que se inaugura el Museo. Los museos se inauguran a mitad del XIX para crear un club de hombres, con los gustos de ellos y con una lectura ideográfica que obedecía a la guerra cultural del momento, que era una guerra contra la mujer ante una emergencia feminista.
Contra eso, la maquinaria de la cultura pasó el rodillo. Ese discurso del siglo XIX está justificado hoy en el museo porque no hemos sido capaces, por intereses o por ceguera, de ofrecer un relato propio de nuestro siglo y de nuestra sociedad. Es una representación de un patriarcado de pura cepa.
Hablas de politizar el Museo del Prado y habrá quien quiera entender que el Museo tal y como está hoy es neutral y apolítico.
En realidad, el término sería “repolitizar” o “reideologizar” el Prado. Un museo no es una institución neutra, como no puede serlo ninguna. Un museo trata de dar la imagen de una generación de discurso por combustión espontánea: de repente un día nace un museo y tiene un tratamiento de la verdad impecable que se ajusta a la más absoluta realidad. Esto es impensable, imposible y probablemente insano.
Un museo es una máquina política imparable, está construyendo un relato constantemente
El error es creer que el arte está al margen de la política y que cuando uno entra en un museo entra en un espacio frío, higienizado, indoloro y sin carga que pueda cuestionar la ideología de cada uno. Uno cree que entra al museo para apartarse del ruido político diario, y nada más alejado de la realidad. Un museo es una máquina política imparable, está construyendo un relato constantemente. El problema del Prado es que el relato que construye es un relato contra la mujer y, por tanto, contra la sociedad en la que vive.
Pensar en un museo como un dispositivo transformador me parece ambicioso y hasta un poco naif. ¿Por qué se le puede pedir eso a un museo?
No sé si planteo el museo como herramienta transformadora, prefiero pensar que por qué no. Pero sí creo que un museo debería ser un reflejo de la comunidad en la que actúa: más que una herramienta transformadora debería ser un espejo. Pienso que los cuadros no son tanto una pintura como un espejo en los que cada comunidad se mira y crea un relato de identidad propio. A la hora de definirlos y describirlos se está escribiendo a sí misma. Entonces, necesito entrar en el Prado y encontrar un museo que está dialogado conmigo, porque en este momento el museo está dialogando con gente que hace muchos siglos que ya no existe. No puedo entrar en un museo y consentir como ciudadano de 2020 que se menosprecie a las mujeres y a la esencia de sus derechos.
Instituciones culturales
Solo una de cada tres exposiciones individuales en museos españoles es de una artista
La programación de exposiciones individuales incumple la ley para la igualdad efectiva de mujeres y hombres en la inmensa mayoría de museos y centros de arte. Durante el último lustro, solo el 31% de las realizadas fue de artistas mujeres, según un informe presentado por la asociación Mujeres en las Artes Visuales, un colectivo que también propone un manual y una app de autodiagnóstico para que las instituciones culturales corrijan esta desigualdad.
Me indigno cuando veo que el Museo evita utilizar el término “violación”, para mí esto es una cuestión muy grave. En el fondo, es también una batalla por el lenguaje y no solo por las imágenes, sino que es una batalla por la construcción de un relato. El relato está formado por palabras que nosotros hemos construido y que nos han hecho soberanas: una de ellas es violación y no se puede blanquear ese término con otros como “mujeres mancilladas”, “mujeres sorprendidas” o “mujeres raptadas”.
¿Cuántas violaciones hay representadas en el Prado y cuántas veces se menciona la palabra violación?
En el libro llegó hablar de seis violaciones y probablemente haya más. No se explica en ninguna de las ocasiones, en unos títulos que no son los originales. El mito del título es como el mito del genio: no existe. Son convenciones y además son convenciones patriarcales. Hace 200 años se definieron los títulos que nos estamos comiendo hoy y que se construyeron 200 años después de que el pintor hiciera lo que hizo.
Una asume que el título lo puso el autor.
No es así, no son los originales para nada. Se inscribieron en inventarios de una manera y se han alterado decenas de veces hasta mediados del XIX. Desde entonces, esa convención se ha quedado establecida de manera perpetua. ¿Por qué vamos a aceptar una convención de un siglo y de una comunidad que violaba a las mujeres pero no lo quería reconocerlo?Hay que cambiar no solamente los títulos sino también los aparatos divulgativos del museo, como por ejemplo las fichas de la web. En los tratamientos informativos e historiográficos se cometen verdaderas barbaridades.
¿Cuántos saben que las hijas del Cid han sido violadas por sus maridos en venganza de la bufa que ha cometido el Cid —un personaje que entrega a sus hijas para ganar posición política ante el rey a dos seres miserables— contra ellos? Lo primero que hacen ellos es violarlas y dejarlas tiradas en un bosque esperando a que los animales se las coman, pero en ningún caso el museo utiliza el término “violar”, el título es Las hijas del Cid. Además de no tener nombre, tú ves el cuadro y parece una portada del Vogue y en la cartela se dice que ha sido “mancilladas”, un término que creo que nunca he utilizado.
Esa explicación hay que alterarla de manera urgente.Luego, en todos los aparatos divulgativos del museo hay que dar un contexto, porque si no se está usurpando una información. No se trata de reinterpretar ni de descontextualizar, el problema es que el Museo no está contextualizando todas sus obras y eso es muy peligroso porque se está dando por buena la intención con la que fueron encargadas.
Soy un adorador del un cuadro monumental, Juana la Loca, a la que me cuesta llamar así, que tiene todas las características para atraparte como la peor de las películas hollywoodenses: gran formato, velas, humo, actores sobreactuados… ¿Por qué voy a salir del museo pensando que la mujer no estaba capacitada para gobernar un país? Nadie me ha dicho: “Ojo, esta obra se encargó para divulgar que las mujeres están mejor en casa y no están capacitadas para gobernar”. Y así seguimos, sin una candidata en 40 años de democracia.
Cuando dices que hay que entrar precavido al museo pienso que es un abordaje disuasorio… Si quiero entrar a ver unos cuadros bonitos pero me están diciendo que tengo que estar alerta, a lo mejor se me quitan la ganas. ¿No crees que esta idea bajaría el share de los museos?
Creo que no bajaría el share del Prado. Si el Prado se repolitizara y fuera accesible al siglo XXI, sería mucho más visitado. En estos momentos, si me pongo delante de Atalanta e Hipómenes y leo la cartera de Guido Reni, dice que es un “clasicista boloñés”. ¿Tú sabes lo que es un clasicista boloñés?
Pues... ¿un señor clásico de Italia?
Yo soy historiador del arte y tuve que revisar mis conocimientos. ¿Qué hay más disuasorio que el lenguaje endogámico de una ciencia que procura ser inaccesible para no ser cuestionada y que impone un lenguaje con autoritarismo? Prefieren decir que fue un clasicista boloñés en lugar de decirte que fue un misógino, porque Guido Reni, sobre todas las cosas, fue un misógino empedernido.
Nosotros tenemos nuestras propias palabras… ¿Te imaginas hablar con las palabras de Rubens? Probablemente no nos entendiéramos. Cada comunidad y cada época tiene derecho a releer la historia con sus propios ojos, es impensable y muy hipócrita creer que podemos leer nuestro pasado con unos ojos que no sean los nuestros. Lo que propongo es que hablemos con nuestro vocabulario y, desde luego, lo que quiero es derrocar el vocabulario que nos estamos comiendo, porque es el vocabulario del siglo XIX.
En estos momentos, si no hablas de violaciones, si no dices que eso que tienes delante es un feminicidio, estás siendo cómplice
Sobre el asunto del miedo o el estrés de ir a un museo con precauciones… El ocio es una colada de mensajes neoliberales en nuestro siglo sin ninguna cortapisa. En este caso, creemos que vamos al Museo del Prado a disfrutar del arte, pero eso no es verdad. Estamos siendo guiados en una mirada que no tiene nada que ver con nosotros y que no tiene nada que ver con lo que pretendemos para nuestros hijos e hijas. O, quizá, la ultraderecha sí. Por eso el Museo hoy tiene una responsabilidad mucho más urgente que nunca, tiene que responsabilizarse para no ser cómplice de discursos ultraderechistas.
Culturas
La clase obrera de la cultura en la era Amazon
En el acto de entrega de la cartera, el ministro de Cultura saliente, José Guirao, le dijo a su sucesor en el cargo, José Manuel Rodríguez Uribes, que “los ministros, los concejales y los consejeros no hacemos la cultura, la hacen los creadores y los ciudadanos”. El problema es en qué condiciones se realiza en un mundo dominado por corporaciones gigantes que imponen sus normas, como Amazon y Google.
En estos momentos, si no hablas de violaciones, si no dices que eso que tienes delante es un feminicidio, estás siendo cómplice.La sociedad, nosotros, las ciudadanas y los ciudadanos, hemos apoyado al Museo con nuestro dinero cuando la crisis lo golpeaba, hemos apoyado al Museo con nuestras atenciones, ¿qué va a hacer el Museo ahora por nosotros? La pregunta que se hace el Museo es cómo conseguir que venga más gente pero no se trata de cómo va a ir la población a ti sino de cómo vas a ir tú a la población.El estrés ideológico en realidad no existe, es un falso debate porque ya deberías de estar estresado por entrar en ese museo de los horrores.
Dicho esto, sí hay un cuadro que está bien representado con su cartela escrita en el siglo XXI, que es El Cid de Rosa Bonheur. En este caso, se cumplen todos los requisitos qua un museo podría estar comunicando a la sociedad a la que se dirige...
O sea, que saben hacerlo.
Una parte del museo, un porcentaje menor y alejado del poder, sí sabe hacerlo. El poder en el Museo está siendo muy cuestionado, porque hasta ahora no salía de sus casillas. Ahora el poder está siendo desbordado de sus casillas por la sociedad y por todas las herramientas que tiene la sociedad para dirigirse a esas parcelitas de autoridad. Esto es lo que está preocupando a los conservadores y a la dirección del Museo.
Pero, seguramente, los responsables del Prado aleguen que sí se están adaptando a los nuevos tiempos. Por ejemplo, accedió a sacar de sus almacenes El Cid de Rosa Bonheur del que hablabas a petición de varios usuarios en las redes sociales. Además, en 2016 dedicó por primera vez una exposición individual a una pintora, Clara Peeters.
Sí, y, sobre todo, hubo una exposición de la que no se suele hablar, La mirada del otro, que la comisarió Carlos García Navarro en 2016, responsable ahora de Invitadas. Esa exposición proponía un recorrido que iba a quedar fijo en el museo, así lo declaró el director Miguel Falomir cuando la inauguró. Pero cuando acabó su periodo de exposición temporal fue retirada íntegramente en un movimiento inexplicable.
¿Debemos seguir confiando en esos pasos si el primero ha sido fallido? Con exposiciones temporales, lo único que se hace es blanquear.Invitadas es un título que hace una referencia directa a la autocrítica de cómo han sido tratadas las mujeres, meramente como unas invitadas en un museo. Va a ser la primera expresión autocrítica que se haga en la historia del Museo del Prado.
Acabo con el por qué no hay que tener miedo a la ideología: una cosa es el patrimonio —que defendemos, que protegemos, que conservamos— y otra cosa es el museo. El museo cocina con esos ingredientes del patrimonio, y el plato que cocina es el relato que ofrece. Hasta el momento, los historiadores del arte, que son los cocineros, se han fijado exclusivamente en la materia, pero la materia ya no da más de sí y, además, gracias a ella se ha dejado fuera a las mujeres.
La materia era propia del gran genio y el genio es una categoría puramente masculina, porque las mujeres nunca tuvieron acceso, y nunca tuvieron educación, ni las posibilidades, ni las oportunidades de convertirse en genias. Esa categoría de genio debe desaparecer.A mí me importa como ciudadano el materialismo, el cómo se construyó esa obra de arte, en qué condiciones sociales y qué condiciones económicas o políticas. Yo quiero que de la materia pasemos al materialismo, y entonces entenderemos el arte no como un ejercicio mágico sino como un movimiento ciudadano político y económico, como lo que sigue siendo.
¿Cuáles son las condiciones materiales en las que has escrito Las invisibles? O, en otras palabras, ¿quién cuida a tus hijos mientras tú escribes?
Yo estoy separado y no tengo una custodia compartida “gracias” al periodismo, porque interés en ser padre tengo todo el rato. He escrito este libro cuando dejaba de producir, cuando acostaba a mis hijos, los domingos… El productor cultural es un productor de fin de semana, no podemos vivir de la cultura. Pero, para mí, esto es un ejercicio de responsabilidad, es mi aportación a la sociedad en la que quiero que se críen mis hijos.
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Inteligencia artificial Malas artes
Este artículo tiene ya un tiempo publicado, pero lo descubrí hoy y me he quedado de piedra al leer los comentarios faltones y reaccionarios que preceden al mío. Lo expuesto por el señor Riaño es tan claro como el agua para mí, no habla de cancelación ni de quemar obras, si no de adaptar el museo a la época en que vivimos.
Puede que, en el momento de la publicación, El Salto estuviese plagado de trolls, si no no me explico semejantes comentarios.
No vale la pena ni leerlo pero me basta para saber qué libro no compraría jamás, los inconvenientes de la popularización de los museos
Un ejemplo más de las muchas bocas que alimenta el Prado con empleos indirectos :) cuánta gente viviendo del cuento..
Peio ,con la que tenemos encima y tú diciendo estás gilipolleces
Pues ya se puede poner a revisar películas y novelas del s. XX y XXI en la que explícitamente violan, matan, secuestran o torturan a mujeres, niños y hombres.
Hay "supuestos Historiadores" que ignoran el concepto de "contexto histórico"
Las ideas que expone este sr rezuman un tufillo talibanesco que asusta, propio de una ideología dogmática, de
un espíritu iconoclasta. Cuando habla o escribe no explica sino que pretende imponer. Realmente este sr es historiador? Alude a hechos históricos que demuestran una cierta ignorancia
Por eso el mundo es tan maravilloso cada día más. Por historiadores que en vez de ignorar las evidencias historicas intentan cambiar la perspectiva patriarcal. Los brillantes siempre sembrando crítica y análisis, dividiendo en nombre del mismísimo Jesús.
Algunos huelen enseguida el negocio. No quiero que me digan cómo tengo que ver un museo
El autor, definitivamente, es un incompetente con mayúsculas. Imagino que querrá vender libros y por eso escribe tantas tonterías
De buenas intenciones esta empredado el infierno. Que puñetera mania de querer redifinir el pasado con la objetividad. Ddel siflo XXI. Ya sabemos que las sociedadescevolucionan pero el tal Peio se declara moralmente mejor que muchos ciudadanos por que cree ver lo que otros no ven. Cuidado con lo la maniade lo politicamente correcto.
Me parece que es rizar el rizo. Hay muchas cosas que solucionar referente al machismo en muchos lugares del mundo y de España. Llegar ha escribir un libro por que pone mancillar en lugar de violar en un cuadro que ya tiene algunos años y en algunos cuadros que solo se trata de mitología osea actos que nunca ocurrieron es ya pasarse de rosca y poner sobre la mesa un problema mayor del que existe.
En este país no cabe ni un tonto más. Ni quienes pretenden cambiar la Historia, quizá buscando hacerse famoso.
Me parece que es rizar el rizo. Hay muchas cosas que solucionar referente al machismo en muchos lugares del mundo y de España. Llegar ha escribir un libro por que pone mancillar en lugar de violar en un cuadro que ya tiene algunos años y en algunos cuadros que solo se trata de mitología osea actos que nunca ocurrieron es ya pasarse de rosca y poner sobre la mesa un problema mayor del que existe.