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Industria textil
Lo que ves no es lo que hay
La moda siempre ha estado ligada a las revoluciones y ha impulsado numerosos cambios sociales a lo largo de la Historia. Actualmente los problemas a los que nos enfrentamos están encabezados por las injusticias, las limitaciones a la libertad y la crisis climática y energética. A pesar de ello, la mayoría de la ropa que consumimos procede de la industria fast fashion, basado en un sistema de producción insostenible y explotador para el medioambiente y las personas.
Podemos definir revolución social como “una ruptura del sistema llevada a cabo directamente por la sociedad, una transformación radical y global del conjunto de relaciones sociales cotidianas y de las interacciones de un grupo humano en el seno de un espacio dado.” En el clima político y social actual, post-Covid19, gracias a las nuevas tecnologías y la velocidad de la información, las injusticias se han hecho eco como nunca antes: disturbios ciudadanos contra gobiernos corruptos, el auge de la extrema derecha y su respuesta antifascista, protestas como Black Lives Matter, el movimiento Fridays for Future por la crisis climática, manifestaciones feministas multitudinarias, otras de reivindicación y apoyo al colectivo LGTBIQ+…
Industria textil
Industria textil Moda plástica, ropa basura
Estamos presenciando un despertar sin precedentes de la conciencia política que puede verse reflejada en la moda. Detractores y defensores tienen algo en común: la ropa. La moda es política, tanto decidir seguirla como rechazarla, denota una posición social, jerárquica, ideológica, independiente o seguidora de nuevas tendencias. Judith Butler (1990), autora de “El género en disputa'', hace referencia a la moda como performance a través de la cual poder construir identidades individuales y colectivas en base a la elección del vestuario y su contexto, representando ideas políticas, de resistencia, lucha o apoyo. Por ejemplo, el movimiento hippie de los 60 surgió como respuesta pacífica a la guerra y un estilo de vida contraria al sistema y al capitalismo, o el punk nacido en Inglaterra en los 70 fue la muestra de oposición de los jóvenes hacia el racismo, su estética pretendía salirse de la norma de la época, destacar y llevar la contraria a lo que estaba socialmente establecido en una sociedad que comenzaba a vivir el consumismo.
Estamos presenciando un despertar sin precedentes de la conciencia política que puede verse reflejada en la moda. Detractores y defensores tienen algo en común: la ropa. La moda es política, tanto decidir seguirla como rechazarla
Como defiende Bartlett (2010) en FashionEast: The Specter that Haunted Socialism, la moda va más allá de la simplificación de un fenómeno frívolo o dogmático dentro del fetichismo de la mercancía, tiene una compleja relación con todo aquello que rodea al individuo en su vida.
La indumentaria, las prendas que vestimos, como cuenta Flügel en ‘la Psicología del vestido’ (1935) se dividen en tres categorías según su función: la decoración, el pudor y la protección. Aplicando estos parámetros a la actualidad, observamos que la protección es una característica funcional según la utilidad de las prendas o el lugar donde resida el individuo, mientras que el pudor puede atender a parámetros como la política o religión que se procese, la decoración tiene que ver con la historia y cultura de sus gentes. Aunque estas categorías parecen olvidadas desde la llegada del consumismo con los inicios del sistema capitalista neoliberal por la estética, la apropiación, modas de usar y tirar y aparentar más que ser y sentir.
En 2018 la ONU calificó de emergencia medioambiental la industria del fast fashion, aún esperamos mejores condiciones, calidad y responsabilidad por parte de instituciones y empresas, pero sólo obtenemos greenwashing (vender como sostenible o ecológico un producto, cuando ya sólo el hecho de estar producido a gran escala lo hace insostenible), dirigiendo la responsabilidad en la acción del consumidor, la cual es necesaria pero insuficiente. Mientras el dinero esté por encima del medio ambiente y las personas, lo que podremos hacer es modificar nuestros hábitos de consumo, informarnos, investigar y exigir, haciendo del acto individual una revolución colectiva. “Todas las medidas emprendidas en nombre del «rescate de la economía» se convierten, como tocadas por una varita mágica, en medidas que sirven para enriquecer a los ricos y empobrecer a los pobres.” Z. Bauman (2012).
Visualmente el papel de la moda en las luchas políticas y sociales puede verse reflejado en métodos de producción, iconos representativos de ciertas tribus urbanas o grupos con una ideología concreta detrás, mediante mensajes gráficos, artísticos o formales. Nos hace sentirnos parte de un colectivo, unidos en nuestra propia individualidad con las demás.
Visualmente el papel de la moda en las luchas políticas y sociales puede verse reflejado en métodos de producción, iconos representativos de ciertas tribus urbanas o grupos con una ideología concreta detrás, mediante mensajes gráficos, artísticos o formales
La defensa del consumo local, sostenible, ético y artesanal por encima del capitalismo y el impulso de compras alienadas que nos rodea podría ser esta revolución. Aunque el fast fashion nos haya bombardeado con mensajes como “I’m feminist” o “there’s no planet B” en camisetas confeccionadas en Bangladesh, por mujeres e incluso niños, trabajando en condiciones laborales pésimas y realizadas con tejidos insostenibles como poliéster, este tipo de mensajes son completamente contrarios a lo que tu ropa y palabras podrían decir si pudieran hablar y contar la verdad del sistema. Simone de Beauvoir (1949) defendía que “el feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente” podemos aplicarlo a cualquier injusticia y conflicto social. Nuestros actos dicen más que lo que aparentamos y en este contexto el idioma que se habla es el del dinero. Para Karl Marx la moda era el motor, el producto y la metáfora del sistema capitalista, lo que es indudable y evidenciable, aunque, por otro lado, también puede desafiar las estructuras de poder existentes, rearticular las viejas y nuevas hegemonías, e incluso traer cambio, como defende J. Bartlett.
La moda más allá de una apariencia puede y debería conllevar un sistema más justo, ético y sostenible, sin dejarnos limitar por prejuicios implícitos o los corsés que quiera imponernos una sociedad opresiva y a su vez permitir a aquellos que vistan como decidan que es más acorde a una misma: la moda debería permitir sentirnos libres sin que encadene a nadie ni suponga un problema para nuestro planeta. La innovación depende de nuestra posición ante los cambios, “la mejor forma de predecir el futuro es crearlo” (D. Gabor, 1963, Inventing the future p. 184-185).
Industria textil
No podemos ignorar el impacto de la industria de la moda
Lo que ves no es lo que hay es una colección cápsula artivista de Abintage en colaboración con VISORI Studio. En base a la investigación anterior, el concepto de “apariencia” se deconstruye poética y visualmente mediante la técnica de reciclaje textil llamada upcycling, a través de prendas de segunda mano y vintage de donaciones y mercadillos locales, cada tipología de prenda (trajes, denim, puntilla, cuero) hace referencia a una escala social, la pirámide, una jerarquía que al romperse y unirse en piezas distintas se equilibran formando parte de un todo y al mismo tiempo dotan de exclusividad. pretendiendo que el valor de nuestra ropa cambie de paradigma, primando los principios y las acciones del individuo por encima del capital y lo socialmente establecido. Cada diseño está inspirado en una problemática actual: capitalismo, patriarcado, violencia, consumismo, superficialidad y contaminación. Sin olvidar que la moda es arte en sí. Llevamos ropa cargada de estereotipos, prejuicios, gustos, tendencias… pero ¿qué vemos? ¿quiénes somos? Eso no puede verse con los ojos: LO QUE VES NO ES LO QUE HAY.
Cada diseño está inspirado en una problemática actual: capitalismo, patriarcado, violencia, consumismo, superficialidad y contaminación
Para entender la realidad que vivimos hay que analizar el pasado, comprender que “el aleteo de una mariposa puede levantar un huracán al otro lado del mundo” como claro ejemplo de la globalización. La realidad, la mía, la tuya, la de ellas, depende de un contexto basado en lo histórico, social, económico, político, cultural, étnico, de orientación sexual, etc., por lo que, aunque creamos que la vida que vivimos es igual para todas, lo que más en común podemos tener es el hecho de que somos seres humanos y habitamos la Tierra. A diferencia del resto de las especies, la nuestra, tiene la capacidad de raciocinio y, por tanto, conciencia. Mientras que la fauna y flora que conforma nuestro hábitat vive instintivamente y coexistiendo por el bien común, en equilibrio, el ser humano ha tratado durante cientos de años de subordinar ésta a favor de su propio beneficio, destruyéndola por múltiples factores: para y por el capital, sobreproduciendo, agotando recursos naturales, contaminando, aprovechando las desigualdades sociales a costa de los más desfavorecidos… Más allá del “bien” o “mal” humano, la consecuencia es la crisis climática, energética y de recursos a la que nos enfrentamos en los próximos años porque ya no hay vuelta atrás, pero sí está en nuestras manos cambiar lo que hacemos hoy. Mañana es tarde, ayer imposible. No pretendo ser derrotista, considero que el primer paso para cambiar la realidad es conocerla, porque lo que sólo vemos no es la totalidad.
Industria textil
Maquilas Los sacrificios detrás de cada puntada
Tenemos todas las herramientas posibles y la capacidad evolutiva para llevar a cabo un gran avance como sociedad y esto sólo puede venir de manos de la unión colectiva pasando por la introspección individual. Conociendo los numerosos inconvenientes del fast fashion, personalmente, no quiero que mi ropa esté manchada de injusticia y contaminación, existen muchas alternativas y por suerte, tenemos toda la información en nuestras manos (y móviles), sólo hay que querer mirar.
La moda puede volver a ser ese gran escenario de experimentación, pasión, creatividad y Arte que fue antaño y no el juego de apariencias vacías a la que nos enfrentamos, sobre todo las diseñadoras emergentes.
“¿Quién soy?” me lo he preguntado muchas veces, pero la teoría sin la práctica se la lleva el viento y el tiempo. La apariencia es un disfraz, lo verdaderamente importante está en nuestras acciones, nuestro tiempo, nuestro amor. Y para ello deberíamos mirar más a los ojos y menos a la ropa.
Consumismo
Pedagogía del consumo
La devastación del Planeta no es más (ni menos) que el otro lado de la deshumanización, del deterioro de la naturaleza humana.
El fast fashion puede provocar problemas psicológicos, trastornos alimenticios, consumismo voraz e innecesario. Lo sé porque lo he vivido, lo sé porque lo he escuchado, es un secreto a voces que parece que preferimos evitar hablar por incomodidad. Todo esto sólo desde la perspectiva occidental, claro. Este tema se vuelve mucho más peliagudo si investigamos o contactamos con las personas en la otra cara de la moneda de este sistema que sólo quiere el crecimiento económico (para algunos) mientras destrozan la naturaleza y explotan laboralmente a sus trabajadoras, es decir, agricultoras, tintoreras, patronistas, costureras... Un pantalón vaquero de algodón consume 3.000 litros de agua, su proceso de teñido convencional contamina esas aguas que luego se vierten en los lugares donde se producen, esas trabajadoras no cobran apenas para mantenerse a ellas ni a su familia. Tanto su producción como su transporte emiten CO2 a la atmósfera. Ese pantalón a precio de venta cuesta aproximadamente 25€ en cualquier tienda fast fashion. Hay toneladas de pantalones vaqueros y de ropa de segunda mano dando vueltas por el mundo.
El fast fashion puede provocar problemas psicológicos, trastornos alimenticios, consumismo voraz e innecesario. Lo sé porque lo he vivido, lo sé porque lo he escuchado, es un secreto a voces que parece que preferimos evitar hablar por incomodidad
“¿Pero qué haces, dejas de consumir y le quitas el trabajo a esas personas?” He escuchado esa pregunta durante muchos debates. El único que sale ganando en esta larga lista de inconvenientes es el empresario y aquellos que se lucran por toda esta injusta cadena. Romperla y cambiar el sistema depende de nosotras, como consumidoras, como personas, más allá de mercados económicos, caprichos y apariencias. Si quieres que tu ropa diga algo de ti, compra conscientemente: mira la composición, el lugar donde se fabricó y sus condiciones, si es producción local para disminuir el transporte... o simplemente piensa si la ropa que ya tienes puede ser suficiente, también existen intercambios de ropa, tiendas y mercadillos de segunda mano, etc. Tenemos muchas alternativas, pero la mejor solución a los problemas medioambientales a los que nos enfrentamos ya es reducir nuestro consumo, minimizar nuestras necesidades porque realmente el sistema capitalista nos ha querido vender la brillante idea de que necesitamos mucho, cuando necesitamos valorar y que perdure. Así como guardamos con cariño los recuerdos, lo que somos, valorando lo que tenemos y reflexionando sobre si lo que vemos es la realidad completa o sólo lo que nos conviene ver.
El cambio colectivo comienza en ti.