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Obsolescencia programada
Beneficios ambientales de alargar la vida útil del teléfono móvil
El teléfono móvil ha sido un regalo muy común estas navidades. Es habitual cambiar de dispositivo cada cierto tiempo por motivos variados, como problemas en su funcionamiento, querer obtener mayores prestaciones… De hecho, la vida media de un smartphone en el Estado español es de tres años y medio. Sin embargo, quizá no seamos conscientes de que esto conlleva graves impactos ambientales y sociales, considerando, además, que éste es uno más de los dispositivos electrónicos que usamos.
Por ello, Amigas de la Tierra, en su informe «Alargascencia. Beneficios ambientales de alargar la vida útil de los teléfonos móviles y portátiles en España», estudia cómo se reducirían estos impactos si alargáramos el tiempo de uso de estos dispositivos.
En este informe, se muestra de forma cuantitativa la reducción del impacto en un rango de datos comprendido entre dos posibles escenarios, el 1, en el que el aumento de la duración sólo se aplica a los productos puestos en el mercado a partir de 2024, y el escenario 2, que considera un aumento de la vida útil también para los dispositivos de años anteriores que se encuentran en stock.
Así pues, si nos centramos en teléfono móvil, el informe estima que sólo alargar su vida útil en un año, de 3,5 a 4,5 años, supondría una disminución en el consumo de casi 4 millones de unidades anuales en el Estado español, lo que conllevaría, en 2040, un ahorro de 57 millones de unidades en el escenario 1 y 66 millones en el escenario 2.
Si se analiza el ahorro de minerales como el litio, considerado, por su importancia, crítico para la Unión Europea al ser necesario para fabricar las baterías de muchos dispositivos tecnológicos, el aumento de un año en la vida de los teléfonos móviles supondría, entre 2024 y 2040, el ahorro de 29 toneladas de litio, lo que equivale a la cantidad contenida en más de 4.000 baterías estándar de coche eléctrico. En este mismo supuesto, se ahorrarían 10,8 toneladas de manganeso, cantidad necesaria para construir 13 aerogeneradores de 3 MW, y 1.279 toneladas de cobre, cantidad que se emplea para la fabricación de 726.172 placas fotovoltaicas de 400W o 252 aerogeneradores de 3MW.
Todo ello debe valorarse bajo la premisa de que las reservas de todos estos minerales no sólo son finitas, sino que la sobreexplotación a la que están siendo sometidas, en un momento dado, las convertirán en escasas, siendo materiales imprescindibles para la transición energética a la que la emergencia climática nos obliga. Esta situación crea tensiones geopolíticas por el control de las reservas, además de fenómenos de expulsión de poblaciones locales, explotación laboral en los procesos de extracción y grandes impactos ambientales.
Analizando el ahorro de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) hasta el año 2040, se observa que aumentando un año la vida útil de los móviles, éstas se reducirían en un 19%. Reducción considerada para las emisiones de GEI por la producción de móviles, considerando una tasa de recolección de residuos del 40 %, tasa actual correspondiente de reciclaje de éstos en el Estado español (y que a su vez supone una reducción del 1% de emisiones de GEI). Una vez más, y aunque en todo caso se deben combinar ambas prácticas, se observa el mayor efecto de la reducción en el consumo, en este caso por el incremento de la vida útil, frente al reciclaje. Y es que éste supone básicamente una reducción de emisiones en los procesos de extracción y refinado de materias primas, pero el reciclaje no afecta a las emisiones de los procesos posteriores de fabricación de los componentes y el ensamblaje de los equipos.
Si trasladamos esta reducción de emisiones a ahorro energético, vemos que por cada año que se alargue la vida útil de los teléfonos móviles se ahorran 5.000 Terajulios de energía consumida acumulada hasta el año 2040, lo que equivale al consumo eléctrico anual de 425.000 hogares, considerando el consumo anual de un hogar en promedio en España.
Por ello, cabe reseñar que, aunque muchas veces se omita cuando se habla de cambios de hábitos frente al calentamiento global, la reducción en el consumo de bienes es fundamental, más cuando gran parte de nuestro consumo va dirigido a objetos superfluos, y más cuando nos referimos a bienes que suponen un gran impacto ambiental, como los dispositivos electrónicos.
Y todo ello, sin olvidar, otros impactos que genera nuestro consumo, y sobre todo el de dispositivos electrónicos, impactos generados desde la extracción de materias primas hasta la gestión de los residuos generados, que afectan a la biodiversidad, a la contaminación de suelos y aguas…
«ALARGASCENCIA»
Si bien, una de las patas del modelo de consumo actual es la obsolescencia, que nos empuja a mantener nuestro nivel de consumo, en consecuencia a sus impactos, Amigas de la Tierra apuesta por la «alargascencia», término con el que hacen referencia al proceso que busca alargar la vida útil de los productos. De acuerdo a ello, lo deseable no sólo sería alargar la vida útil de los teléfonos móviles un año, sino mucho más, con la consiguiente reducción de impactos.
Esto es más que posible, sólo que las empresas fabricantes son las más interesadas en que compremos nuevos dispositivos, por ello, por un lado enfocan sus desarrollos tecnológicos a aumentar las prestaciones de sus smartphones, y por otro, juegan con distintos tipos de obsolescencias, como:
- La obsolescencia programada, por la que el fabricante o comerciante limita de forma intencionada la vida útil del dispositivo.
- La obsolescencia indirecta que viene derivada generalmente de la imposibilidad de reparar un producto por su propio diseño, por falta de piezas de recambio o por otros obstáculos en el servicio post-venta.
- La obsolescencia provocada por incompatibilidad, que está relacionada con la evolución del sistema operativo o del software hacia situaciones de incompatibilidad con los modelos antiguos.
- La obsolescencia psicológica, en la que mucho tiene que ver el marketing, y que se refiere a la transmisión de la idea de que la superación de los niveles tecnológicos de los nuevos equipos deja obsoletos los actuales, aunque sigan sirviendo para el uso que les damos, sintiéndonos obligados a sustituirlos para estar «a la última».
Frente a todo ello, tanto desde la Unión Europea, como desde el Gobierno de España, se debería legislar poniendo por delante el interés general, frente al corporativo, dejando de ignorar la crisis ambiental a la que nos enfrentamos. Se debe penalizar la obsolescencia programada e indirecta, se deben ampliar los periodos de garantía, se debe favorecer que el diseño de los productos permita su reparación, se debe garantizar el acceso a manuales de reparación y a piezas de repuesto con un precio razonable, se deben dar incentivos económicos a dichas reparaciones… Se debe implementar una Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP) con perspectiva de eco-diseño mediante la eco-modulación de las tasas, de forma que se incentive la producción de bienes más sostenibles, reparables o en última instancia reciclables.
Y como complemento a todo lo anterior, se debe impulsar el desarrollo del reciclaje de minerales y la minería urbana, mejorando la recolección y el reciclaje efectivo de todos los dispositivos eléctricos y electrónicos puestos en el mercado.
Y también, frente a ello, el consumidor y la consumidora puede reducir el uso de dispositivos electrónicos, también puede optar por dispositivos más duraderos, por intentar repararlos, para lo que puede recurrir a repair cafés, y puede plantearse, antes de reemplazarlos, si realmente las nuevas prestaciones del que va a adquirir se adaptan a sus necesidades. Todo ello, en consecuencia a sus impactos ambientales y sociales. Pero además, debemos ser conscientes de que cuando algunos de estos dispositivos adquieren un papel muy relevante en nuestras vidas, y en nuestro tiempo, podemos acabar expuestos a problemas de adicción e incluso de ansiedad y que nos podemos acabar alejándonos de otras personas, y de aquello que realmente nos crea satisfacción, las relaciones humanas.