We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Extrema derecha
“La alianza global de los patriotas” y el oxímoron “anarcocapitalista”
A un año de las elecciones municipales, en las que los resultados de las derechas españolistas dieron gran parte del poder territorial al Partido Popular en tándem con Vox, y mirando a las próximas elecciones de la Unión Europea, tuvo lugar en Madrid el mentado cónclave de las extremas derechas internacionales, apoyando a Santiago Abascal.
El cónclave fascistoide —dadas las novedades históricas que afrontamos— del 19 de mayo fue, como sabemos, una apuesta de la extrema derecha españolista ante las expectativas que los partidos ultras tienen para las elecciones europeas del 9 de junio, después del avance consecutivo de sus fuerzas en muchos países del continente a lo largo de estos últimos años.
Fue la demostración de una coordinación internacional, ante algunos conatos de división, escenificada con la presencia de algunas de las figuras derechistas mundiales del momento, para seguir aguantando el pulso de este curso, marcado por su ‘noviembre nacional’ contra la amnistía al procés, después de las elecciones del 23J en las que no alcanzaron La Moncloa en coalición con el PP.
Las imágenes del domingo traen recuerdos de otros mítines de la ultraderecha de Vox en esta etapa histórica. Recuerdos de voces estridentes con acento itálico, escuchadas en 2022 durante la campaña andaluza de los nostálgicos de ‘la Cruzada’ y ‘la Reconquista’ —como expresaban en su eslogan—. Unas elecciones sureñas que, rompiendo las expectativas del nacionalismo español encarnado en Vox, y abriendo crisis interna, no salieron como esperaban. En aquella ocasión viajó para estar presente como figura invitada Giorgia Meloni.
Un cónclave contestado en la calle y con repercusión cuyo aliciente principal de convocatoria, según proclamó Abascal, fueron “los enemigos” que les son “comunes”
La italiana de Fratelli d’Italia, con menos contención que en los discursos que daba aquel año en su país y mucho más suelta que ante las cámaras del documental británico que grabara su encuentro con Steve Banon, se venía arriba con el clímax discursivo: “sí, a nuestra civilización”. A los pocos meses de aquello, Meloni presidía el gobierno italiano. Fueron los resultados de las elecciones de septiembre de ese año, el último trabajo del insaciable Silvio Berlusconi, a un siglo de la Marcha sobre Roma del fascio de Mussolini.
En esta ocasión, la presidenta del ejecutivo italiano intervenía telemáticamente, mientras, tanto los estadounidenses ultraconservadores del Partido Repúblicano liderado por Trump como el gobierno israelí contaban con sus representantes, y Marine Le Pen era la estrella presente del continente —“la presidenta de la gran reacción en Francia”—. Por su parte, Javier Milei, “el rutilante” devenido en presidente, era —como ha quedado patente— el destacado entre los “aliados” que llegaron de “Iberoamérica”. Fue también en 2022, en el Vistalegre organizado por Vox, cuando el actual presidente argentino acudió por primera vez, entonces ya había pasado de tertuliano televisivo a diputado nacional, tras haber fundado el partido de ‘La libertad avanza’.
El del domingo se trató de un cónclave contestado en la calle y con repercusión —conflicto diplomático con Argentina mediante— cuyo aliciente principal de convocatoria, según proclamó Abascal, fueron “los enemigos” que les son “comunes”. “Los otros, los malos”, “el significado de la batalla cultural frente a la siniestra” que entendió “desde el principio” Milei, “los progres, los zurdos, los rojos” que “son los culpables” de “las muertes en el Mediterráneo”. En definitiva, el motivo del espectáculo, mostrando músculo, era el hecho de compartir “las mismas amenazas”. Sintetizando, por boca de Abascal, “el globalismo”, porque “frente a su alma socialista absolutamente criminal”, “la alianza global de los patriotas” tiene “la obligación moral de colaborar”.
Por su parte, los discursos de Milei son repetitivos, cualquiera sea su público. Sin embargo, por su histrionismo esperpéntico en la performance, con esa mezcla de ‘mesías’ alucinado, ‘flautista de Hamelin’ psicótico y promesa auténtica de ‘la matanza de Texas’, es foco mediático asegurado, e infravalorarlo siempre le dio ventaja pública en este contexto de comunicación política y con la situación crítica de la Argentina.
De hecho, no debemos pasar por alto que no dejó de aprovechar la coyuntura que se le presentó —después de haber insultado, ya como presidente de Argentina, con calificativos como “terroristas comunistas asesinos” y “totalitarios socialistas”, tanto a Petro y Boric como a López Obrador y Lula— para preparar su alimento polarizador, construyendo antagonismo de beef —tan en boga y eficaz en estos tiempos— versus Pedro Sánchez. Explotó a su favor la aparición sesgada —siempre tan manipulable, y cada vez más, en la información mediática internacional— tanto del comportamiento judicial abriendo instrucción ante la denuncia de Manos Limpias como de la forma peculiar que tuvo Sánchez de afrontarlo, con la carta a la ciudadanía y sus días de reflexión.
Milei preparó su escenario haciéndose el ofendido por los comentarios del ministro Puente que, después de mencionar el liderazgo de Donald Trump, expuso hipótesis psicodélicas ante uno de los episodios alucinantes del candidato ultra-neoliberal durante las elecciones presidenciales de Argentina en noviembre. Así, el primer viernes de mayo el doctor en economía publicó su nota oficial, vía Twitter, desplegando el argumentario de Vox resumido, junto a sus arengas contra “el socialismo” —“asesino”, “siniestro”, “nefasto”— que sólo trae “pobreza y muerte”, personalizando en Sánchez. A partir de ahí, volvió a comportarse como siempre, según lo que él mismo definió en Madrid “como su misión histórica”: “ser divulgador de las ideas de la libertad”, con presidencia o sin ella, “yo no os voy a fallar”. “Asumo la responsabilidad de librar la batalla cultural” porque —explicó— “dar la batalla cultural” es “correcto moralmente” y, además, “necesario, desde el punto de vista del gobierno, para el éxito de cualquier programa de un gobierno liberal o libertario”.
A cualquier liberal y cualquier libertario del siglo XIX y del XX le habría dado un síncope fulminante con semejante empleo de sinónimos: para los sujetos de la historia occidental de la modernidad es un paralelismo inimaginable. Pero a estas alturas de la posmodernidad, dos siglos de constitución de realidad material, social e idearia de ‘su adorado Occidente’ dan lo mismo. Suponemos que Abascal, más allá de la mención y la igualación de liberal y libertario como la panacea, y no como “los enemigos de la nación”, ya está entrenado para cualquier “travestismo”, como él dice.
Después de haberse adecuado a los tiempos post60s de mano de Esperanza Aguirre y, por tanto, habiendo reformulado la dictadura franquista como definida en su ‘patriotismo’ por su etapa desarrollista, resignificando lo de liberal, de ‘enemigo’ de su proclamado “ser histórico”, a ser parte de su haber como garantes de “la prosperidad económica”, está hecho a todo. Aceptan ‘liberal’, oligarquías y neoliberalismo teórico pese a que la síntesis del enemigo de sus naciones sea “el globalismo”, transformado en “socialista”, no sabemos cómo. Porque si funciona en la coyuntura propicia, pues se pasa un velo ante el uso como sinónimo de ‘los demonios ateos y anticlericales libertarios’ de los siglos correspondientes a la historia contemporánea española y europea, y aquí paz y después gloria, que para eso ganaron la última guerra civil y exterminaron como ‘dios manda’.
Lo cierto es que al presidente de Vox le debió parecer estupenda la jugada de Milei para polarizar contra “los enemigos de España” actualizados, ‘la anti-España’ de hoy que, no obstante, viene marcada por la de ayer, antes del viaje. De hecho, participaron, tal y como constata el contenido de la carta del presidente argentino. Ese texto no deja dudas, Vox colaboró con el que hace llorar a “los zurdos sin entender”, después de que ambos líderes se pusieran al día en el encuentro que tuvieron durante la visita a la conferencia de conservadores ultras de Estados Unidos el mes pasado, fotos con Trump mediante.
Y es que Milei no para de pagarse tours para sus premios y, ahora, para las presentaciones de su libro ‘El camino del libertario’, con dinero público de los argentinos, “el robo ilegal” de los “malditos impuestos”. Ida y vuelta en loop ‘al primer mundo’, a recibir condecoraciones de ortodoxos judíos sionistas estadounidenses o fundaciones de pagos españoles. Del nuevo al viejo imperio, o como diría Abascal, a “España, la mayor impulsora y protagonista de hermanamiento universal de la historia de la humanidad, cimentada en la dignidad inviolable de cada persona, el fundacional espíritu de la hispanidad por lo que los españoles (de verdad) no pueden ser racistas, los racistas son ellos los rojos, los progres (…) la religión de la sustitución del proyecto globalista”.
Viajes propagandísticos a mansalva con dinero público de una Argentina que, como Milei dice, “no tiene plata”, específicamente con su gobierno ni para enfermos con cáncer ni para comedores sociales, en una crisis que tiene a más del 60% de la población en la pobreza e in crescendo a velocidades alarmantes. Con su vuelta de tuerca de estos casi 6 meses de gobierno estamos frente a una emergencia alimentaria que implica, para ajustar el déficit, una situación dramática de ‘precios europeos’ con ‘salarios africanos’, acompañada por una cantidad ingente de despidos al inducir una profunda recesión anti-inflación y pro-expolio corporativo.
El capitalismo, por mucho que mute, tiene como base del sistema de acumulación la explotación; explotación de la fuerza de trabajo, del tiempo, de los cuerpos y de la naturaleza
“El león” que representa el panic show para “los sucios zurdos”, “malvados e inferiores moral, cultural y estéticamente”, volvió a contar lo que cuenta siempre, en cada lugar donde interviene, repetitivo hasta la saciedad con sus mismas falacias de datos en bucle. Su arenga contra el Estado no cautiva a los “patriotas de Europa” pero atrae el crecimiento porcentual de una extrema derecha hija de la hegemonía neoliberal, tras el giro conservador de los 70s, la financiarización de los 80 y la globalización de los 90, vástago del mundo que ha surgido tras el cambio en el sistema capitalista de principios de este siglo, a partir de la última revolución tecnológica, la post-crisis de 2008 y, por último, la pandemia, en un contexto de crisis climática.
Así, la variante que representa Milei tiene en común con el resto de ultraderechas los clásicos: la supremacía racista blanca y de las religiones cristianas y, ahora, judías, “frente a quienes quieren imponernos una visión del mundo que no solo es inmoral sino que es contraria a los valores que hicieron grande a Occidente” y, por supuesto, el machismo antifeminista persecutorio del derecho al aborto, el negacionismo climático y el punitivismo militarista estatal y privado. Como vemos, todo muy anarquista, muy libertario.
El líder de Vox hizo hincapié: “somos distintos” pero “aquí están nuestros aliados internacionales”. Y es que lo del ‘anarcocapitalismo’ no es fácil de trasegar para los de “viva España, una, grande y libre”. Conociendo los dos percales de ultras y nacionalistas auto-concebidos como ungidos por lo divino, nadie habría querido soportar a Milei tras explicarle que en España los libertarios no son los de la denominación dentro de la historia particular norteamericana y teorías economicistas minoritarias.
Estamos, una vez más, frente a los peligros de la ‘neolengua’ (G. Orwell, 1984) según la cual “la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud y la ignorancia es la fuerza”, al aplicarla a este contexto de posmodernidad ciclada. En Argentina no se puso un límite, un cuestionamiento decidido a la propia denominación de Milei, ni cuando el personaje aparecía en televisión ni para la constitución de su movimiento, siendo un país que ya tenía experiencia en la importancia de marcar la cancha con autoproclamaciones, que desmontaron después del ejercicio brutal del poder apegado a las mismas. Me refiero a la auto-denominación del gobierno de la última dictadura cívico-militar argentina, ‘el terrorismo de Estado’ de 1976 a 1982, como ‘Proceso de Reorganización Nacional’.
El campo de juego también lo marcan las palabras. Y una narrativa cerrada sobre la nada puede no sólo otorgar significado a un significante vaciado sino redefinirlo todo para una parte del auditorio. Sólo hay que escuchar al líder de “las fuerzas del cielo” cuando divide el mundo y la historia humana en “las ideas de la libertad y las del colectivismo”, “los países libres y los reprimidos” —entre los que estarían incluidos los llamados ‘estados de bienestar occidentales’ de las democracias liberales—. Lo cierto es que en el ámbito masivo nadie puso pie en pared negando tal falacia y explicando que no se puede ser anarquista y capitalista al mismo tiempo, por mucho que tomemos la corriente de los anarquismos individualistas, en oposición antagónica a los colectivistas —unos colectivistas en serio y no lo que define como “la aberración del colectivismo”, “el elegido del bien que siempre gana al mal” (Milei dixit)—.
Los anarquismos individualistas —antagonistas de las corrientes colectivistas que marcaron, como movimientos sociales de masas revolucionarios, y no reaccionarios, el siglo XIX y principios del XX— defendían y buscaban la libertad individual de la persona como bien supremo y universal, por ende, excluyendo la voluntad de explotación del ‘otro’, de toda persona, de cualquier persona —igual que los colectivistas, de ahí que ambas corrientes sean corrientes del pensamiento libertario—. Por tanto, todo anarquismo es anticapitalista. Porque, ahí está la clave, no en los anarquismos y la historia de las ideas libertarias sino en el capitalismo y su base de explotación. Una explotación que en el discurso y la imaginación ha podido ser escondida bajo la alfombra en el juego de significantes de la Guerra Fría y el neoliberalismo, como ‘orden civilizatorio’ de creación de un nuevo sujeto histórico que pretendió y, en parte consiguió, definir al mercado capitalista, y financiarizado, como definitorio de la naturaleza humana.
El capitalismo, por mucho que mute, tiene como base del sistema de acumulación la explotación. Explotación de la fuerza de trabajo, del tiempo, de los cuerpos y de los recursos naturales, por tanto, si se es capitalista no defiendes la libertad individual de los individuos que conforman la humanidad, sino el abuso de los privilegiados sobre los otros, los explotados, los miserables y los excluidos, en definitiva, los desposeídos. Unos excluidos que hoy, tras el neoliberalismo, la globalización y la financiarización que marca el desarrollo de las dos últimas décadas del modo de producción, van in crescendo en el planeta, más allá de los desempleados de los mercados laborales nacionales marcados por el orden mundial del centro-periferia y los desastres del saqueo extractivista de vida y materias primas.
Así que fue muy práctico para Milei sentirse discípulo de corrientes teóricas que gracias a la división de la Guerra Fría, ‘el mundo libre’, y el giro conservador neoliberal a partir de los 70, en el contexto particular de la historia norteamericana, comenzaron a llamarse ‘libertarios’, para así marcar la cancha de las subjetividades durante diez años en sus performances televisivas, y sobre todo después, en la batalla electoral. De esta forma consiguió fagocitar nada menos que ‘la libertad’, como ya hiciera el liberalismo en su desarrollo del mercado y el imperialismo con anterioridad. Desubicó el significante de ‘libertario’ y pudo correr un olvido de la participación histórica en el movimiento obrero, por supuesto colectivista, tanto del siglo XIX, con las huelgas de la Patagonia de los anarquistas expropiadores, como de principios del XX, en la semana trágica de Buenos Aires.
En Argentina, hoy, pese a ser en la escena teatral de su capital donde pude ver las representaciones del juicio a los Mártires de Chicago o Muerte de un anarquista y donde pude leer La Protesta, revista histórica anarquista presente en sus quioscos, los libertarios en le sentido común son Milei, sus falacias constantes y las tesis marginales de teóricos economistas que proclaman el desguace del Estado en una distopía social contradictoria, conformada en torno a la mitología del mercado. Así, el ‘anarcocapitalismo’ parece posible como concepto con significado, pese a ser imposible en la práctica, y a pesar de que en sus teorías macroeconómicas la contradicción reine en su hoja de ruta hacia su distopía teórica, y no sólo práctica, en la que unos han de ser libres sin límites sobre la esclavitud y la miseria de otros descartables, sobrantes. Lo cierto es que rechazan el liberalismo político, más allá de la violencia desplegada en el siglo XIX con la ley como garante de la propiedad, a la que vuelven. Es decir, rechazan la conquista democrática sobre el liberalismo político que se dio a lo largo de estos dos siglos. Porque tanto la extrema derecha de Milei como la de Abascal pueden confluir en que la ‘libertad’ sea reducida sólo al privilegio de acumular, en un ‘fascismo de mercado’.
Relacionadas
Argentina
María Servini “Argentina avanzará en la causa del franquismo en tanto el Gobierno español nos apoye”
Análisis
Análisis El auge de Alternativa para Alemania (AfD): lo que era impensable ha dejado de serlo
Opinión
Opinión ¿Espacio seguro o sala de la ira? ¿Bluesky o X?
"Anarcocapitalismo" significa "caos", ausencia de ley, ausencia de Estado, por lo tanto, la Ley del Más Fuerte. Eso ya sucede en muchos estados fallidos, de los que tenemos noticia a diario en la prensa (no nombro ninguno para no ofender). El principal objetivo neoliberal, ha sido siempre, y es, abolir el Estado, de facto. Si queréis ver vuestro futuro, mirad a esos países con Estado fallido. Un futuro en el que venderemos a uno de nuestros hijos para dar de comer a otro. Un futuro en el que unos pocos ricos serán libres, y el resto de la Humanidad, no seremos nada.