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Especulación urbanística
Un fondo buitre contra una nonagenaria: cuando una urbanización de lujo te echa de tu casa
La primera noticia que tuvieron les llegó por la prensa local. Una promotora inmobiliaria y un fondo buitre habían colocado entre sus objetivos urbanísticos un gigantesco terreno en el centro histórico de Vigo (Pontevedra) donde nunca, en todos los siglos de historia documentada de la ciudad, ha habido nada construido. El proyecto dibujaba una urbanización de lujo con pisos que costarían hasta 800.000 euros, pero el pelotazo tenía algún impedimento en su camino. Un antiguo convento reconvertido por la sociedad civil en una alternativa habitacional para personas empobrecidas y varios edificios propiedad de familias de clase trabajadora. Con la connivencia de la administración autonómica, gobernada por el Partido Popular, y de la local, dirigida por el Partido Socialista, hoy, de todas esas construcciones solamente queda en pie una. Un edificio de piedra con tres alturas. Allí vive desde hace 80 años Pilar Araújo. La única comunicación oficial que ha recibido en casi una década de idas y venidas desde aquella primera noticia llegó a su buzón hace dos semanas. Era un aviso de expropiación forzosa.
Especulación urbanística
Un fondo buitre anida en el centro de Vigo
El fondo norteamericano Autonomy Capital, del que es fundador el ex directivo de Lehman Brothers, Robert Gibbins, compró la deuda del proyecto del Barrio do Cura en 2018. Ahora los vecinos y vecinas piden no ser abandonados ante la especulación urbanística y quiere garantizar su derecho a la vivienda frente a una posible expropiación del gobierno local.
“Es una casa pequeña, pero aquí dentro hay un mundo”, explica Pilar poco después de que ella y su hija, Carmen Baluja, abriesen a El Salto las puertas de su casa. Las estanterías de su salón dan cuenta de sus 92 años de vida y de ese mundo sobre el que hoy pesa una mirada buitre con el nombre comercial de Barrio do Cura. Hay libros antiguos, recuerdos de viajes, fotos de su familia, de sus cuatro nietos y de sus tres hijos. Entre todas ellas, hay una especial. La de su padre, fusilado por los golpistas durante la Guerra Civil. “Imagina tener su edad y llevar viviendo desde niña aquí. Imagina que quieren demoler tu casa para dotar de una zona verde a una urbanización de lujo”, reflexiona su hija. Y así es. La ley obliga al fondo Autonomy Global Opportunities y a la promotora Gestilar a mantener un porcentaje de zona verde. Aproximadamente un tercio de la que ya existe hoy. Pero el equipo que está detrás del arquitecto Alfonso Penela ha decidido distribuirla justo en la zona donde viven estas familias y no en la hectárea que históricamente ha estado libre de construcción alguna.
En la carta que les avisa de la expropiación inminente, similar a la que recibieron las otras ocho familias, no está tasado nada más que sus metros cuadrados. Ningún otro valor. Ni las vistas panorámicas a la ría, ni su ubicación céntrica, ni la adaptación integral para una persona con movilidad reducida ni, por su puesto, su valor emocional. La valoran muy por debajo del precio de mercado en 150.000 euros y, en cambio, le ofrecen 100.000. “Un despropósito más”, alertan. La oferta la vehicula el Ayuntamiento del PSOE, pero la pagan la promotora y el fondo buitre. El negocio es redondo. La ley que regula las expropiaciones forzosas en el Estado español especifica que para que las administraciones puedan llegar al extremo de echar unilateralmente a la gente de sus casas debe haber una “razón de utilidad pública e interés social”. “Ahora creo que le llaman progreso y daños colaterales”, suelta un vecino en la calle que ha seguido de cerca la transformación del barrio. En este caso, el progreso son 262 viviendas de lujo, 600 plazas de garaje y una zona comercial de 14.000 metros cuadrados.
Por suerte para ella, Pilar no está sola. Además de su hija, están las ocho familias con las que comparte escalera. Dos plantas más arriba, vive otra compañera de generación, Luisa Hernández, con 94 años recién cumplidos. “Si nos vemos obligados a sacarla de aquí, literalmente se moriría”, denuncia Gabino Alonso, hijo de Luisa y una de las personas que más está bregando por denunciar públicamente lo que consideran “una atrocidad”. El único contacto humano que han tenido en estos casi diez años ha sido con los comerciales de la promotora que, un día, llamaron a sus puertas: “Nos dieron a entender que se nos iba a echar de aquí por las buenas o por las malas y nos ofrecieron una permuta por una vivienda más pequeña y en un sitio indeterminado de la ciudad. Les respondimos que ni con medio millón de euros nos moveríamos”. Y se han mantenido firmes hasta hoy.
No ha sido ni fácil ni barato. Se encuentran en un proceso judicial abierto visto ya para sentencia contra el Ayuntamiento por lo que consideran “irregularidades manifiestas” en el planteamiento del plan de urbanismo que, de facto, ofrece las herramientas legales a una multinacional y su brazo promotor para echar de su casa a personas como Pilar y Luisa. “Irónicamente, a pesar de estar el juicio en pleno proceso, la expropiación no ha sido paralizada cautelarmente. En teoría, en seis meses o un año la ejecutarán”, insiste Gabino, el hijo de Luisa.
El edificio que guarda la historia de vida de estas nueve familias fue diseñado por el prestigioso arquitecto gallego Antonio de Cominges en los años cuarenta y catalogado como patrimonio histórico con el beneplácito de la Xunta de Galicia y el Ayuntamiento de Vigo. Tras una polémica y cuestionable casualidad, durante el periodo que ha transcurrido desde que se lanzó por primera vez el primer plano de este pelotazo urbanístico, ambas administraciones decidieron descatalogar el edificio como de interés patrimonial, una jugada burocrática con apenas antecedentes en el Estado español. El documento que lo oficializa raya en lo absurdo. Habla de que este predio del número 36 de la rúa Santa Marta es un símbolo del “feísmo de los años sesenta”. Es decir, los técnicos de Patrimonio lo consideran un símbolo de una etapa urbanística que llegó veinte años después. Tan elocuente es la afirmación que la propia administración autonómica le dedicó cerca de 90.000 euros a fondo perdido para reformarlo por su “singular valor patrimonial”.
Ante la negativa de las administraciones a escuchar sus reclamaciones, las nueve familias han decidido comenzar a hacer llamamientos a la solidaridad de la sociedad civil gallega. Su primera estrategia ha sido llamar la atención de los medios de comunicación que, salvo excepciones puntuales, o les han denegado el foco o se lo han dado muy puntualmente. Sin embargo, las idas y venidas del proyecto, las infografías y los renderizados en tres dimensiones, ocupan periódicamente y con protagonismo páginas enteras de información local. La promotora y el fondo de inversión no escatiman en pagar páginas completas a todo color y banners con su publicidad. Esas mismas páginas a través de las que Pilar y Luisa se enteraron de la que les venía encima y que, a pesar de todo, todavía hoy leen.
Especulación urbanística
Un fondo voitre contra unha nonaxenaria: cando unha urbanización de luxo quere botarte da casa
A primeira noticia que tiveron chegoulles pola prensa local. Unha promotora inmobiliaria e un fondo voitre colocaran entre os seus obxectivos urbanísticos un xigantesco terreo no centro histórico de Vigo (Pontevedra) onde nunca, en todos os séculos de historia documentada da cidade, houbo nada construído. O proxecto debuxaba unha urbanización de luxo con pisos que custarían ata 800.000 euros, pero o pelotazo tiña algún impedimento no seu camiño. Un antigo convento reconvertido pola sociedade civil nunha alternativa habitacional para persoas empobrecidas e varios edificios propiedade de familias de clase traballadora. Coa conivencia da administración autonómica, gobernada polo Partido Popular, e da local, dirixida polo Partido Socialista, hoxe, de todas esas construcións soamente queda en pé unha. Un edificio de pedra con tres alturas. Alí vive desde hai 80 anos Pilar Araújo. A única comunicación oficial que recibiu en case unha década de idas e vindas desde aquela primeira noticia chegou á súa caixa de correos hai dúas semanas. Era un aviso de expropiación forzosa.
Especulación urbanística
Un fondo buitre anida en el centro de Vigo
El fondo norteamericano Autonomy Capital, del que es fundador el ex directivo de Lehman Brothers, Robert Gibbins, compró la deuda del proyecto del Barrio do Cura en 2018. Ahora los vecinos y vecinas piden no ser abandonados ante la especulación urbanística y quiere garantizar su derecho a la vivienda frente a una posible expropiación del gobierno local.
“É unha casa pequena, pero aquí dentro hai un mundo”, explica Pilar pouco despois de que ela e a súa filla, Carmen Baluja, abrisen ao Salto as portas da súa casa. Os andeis do seu salón dan conta dos seus 92 anos de vida e dese mundo sobre o que hoxe pesa un mirada de voitre co nome comercial de Barrio do Cura. Hai libros antigos, recordos de viaxes, fotos da súa familia, dos seus catro netos e dos seu tres fillos. Entre todas elas, hai unha especial. A do seu pai, fusilado polos golpistas durante a Guerra Civil. “Imaxina ter a súa idade e levar vivindo desde nena aquí. Imaxina que queren demoler a túa casa para dotar dunha zona verde a unha urbanización de luxo”, reflexiona a súa filla. E así é. A lei obriga ao fondo Autonomy Global Opportunities e á promotora Gestilar a manter unha porcentaxe de zona verde. Aproximadamente un terzo da que xa existe hoxe. Pero o equipo que está detrás do arquitecto Alfonso Penela decidiu distribuíla xusto na zona onde viven estas familias e non na hectárea que historicamente estivo libre de construción algunha.
Na carta que lles avisa da expropiación inminente, similar á que recibiron as outras oito familias, non está taxado máis nada que os seus metros cadrados. Ningún outro valor. Nin as vistas panorámicas á ría nin a súa localización céntrica nin a adaptación integral para unha persoa con mobilidade reducida nin, dende logo, o seu valor emocional. Valórana moi por baixo do prezo de mercado en 150.000 euros e, en cambio, ofrécenlle 100.000. “Un despropósito máis”, alertan. A oferta condúcea o Concello do PSOE, pero págana a promotora e o fondo voitre. O negocio é redondo. A lei que regula as expropiacións forzosas no Estado español especifica que para que as administracións poidan chegar ao extremo de botar unilateralmente á xente das súas casas debe haber unha “razón de utilidade pública e interese social”. “Agora creo que lle chaman progreso e danos colaterais”, solta con retranca un veciño na rúa que seguiu de preto a transformación do barrio. Neste caso, o progreso son 262 vivendas de luxo, 600 prazas de garaxe e unha zona comercial de 14.000 metros cadrados.
Por sorte para ela, Pilar non está soa. Ademais da súa filla, están oito familias coas que comparte escaleira. Dúas plantas máis arriba, vive outra compañeira de xeración, Luisa Hernández, con 94 anos recentemente cumpridos. “Se nos vemos obrigados a sacala de aquí, literalmente morrería”, denuncia Gabino Alonso, fillo de Luisa e unha das persoas que máis está loitando por denunciar publicamente o que consideran “unha atrocidade”. O único contacto humano que tiveron nestes case dez anos foi cos comerciais da promotora que, un día, chamaron ás súas portas: “Déronnos a entender que se nos ía botar de aquí polas boas ou polas malas e ofrecéronnos unha permuta por unha vivenda máis pequena e nun sitio indeterminado da cidade. Respondémoslles que nin con medio millón de euros nos moveriamos”. Mantivéronse firmes ata hoxe.
Non foi nin fácil nin barato. Atópanse nun proceso xudicial aberto visto xa para sentenza contra o Concello polo que consideran “irregularidades manifestas” na formulación do plan de urbanismo que, de facto, ofrece as ferramentas legais a unha multinacional e o seu brazo promotor para botar da súa casa a persoas como Pilar e Luisa. “Ironicamente, a pesar de estar o xuízo en pleno proceso, a expropiación non foi paralizada cautelarmente. En teoría, en seis meses ou un ano, será executada”, insiste Gabino, o fillo de Luisa.
O edificio que garda a historia de vida destas nove familias foi deseñado polo prestixioso arquitecto galego Antonio de Cominges nos anos corenta e catalogado como patrimonio histórico co beneplácito da Xunta de Galiza e o Concello de Vigo. Tras unha polémica e cuestionable casualidade, durante o período que transcorreu desde que se lanzou por primeira vez o primeiro plano deste pelotazo urbanístico, ambas as administracións decidiron descatalogar o edificio como de interese patrimonial, unha xogada burocrática con apenas antecedentes no Estado español. O documento que o oficializa raia no absurdo. Fala de que este predio do número 36 da rúa Santa Marta é un símbolo do “feísmo dos anos sesenta”. É dicir, os técnicos de Patrimonio considérano un símbolo dunha etapa urbanística que chegou vinte anos despois. Tan elocuente é a afirmación, que a propia administración autonómica lle dedicou preto de 90.000 euros a fondo perdido para reformalo polo seu “singular valor patrimonial”.
Ante a negativa das administracións a escoitar as súas reclamacións, as nove familias decidiron comezar a facer chamamentos á solidariedade da sociedade civil galega. A súa primeira estratexia foi chamar a atención dos medios de comunicación que, salvo excepcións puntuais, ou lles denegaron o foco ou llo deron moi puntualmente. Con todo, as idas e vindas do proxecto, as infografías e os renderizados en tres dimensións, ocupan periodicamente e con protagonismo páxinas enteiras de información local. A promotora e o fondo de investimento non escatiman en pagar páxinas completas a toda cor e banners coa súa publicidade. Nesas mesmas páxinas a través das que Pilar e Luisa caeron na conta da que lles viña encima e que, malia todo, aínda hoxe len.
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Grazas por este artigo. A ver se somos quen de contrarestar as publicacións laudatorias que leva adiante a folla parroquial viguesa sobre o tema (sempre acompañadas de renders idílicos nos que so faltan unicornios, fontes de ambrosía e piruletas xigantes crecendo xunto ás beirarúas)