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Neoliberalismo
Mark Fisher: el deseo de encontrar una alternativa
«Cuando un ente empieza a actuar en contra de lo que es mejor para sí mismo, a destruirse —como, tristemente, observa Spinoza, suelen hacer los humanos—, es porque fuerzas externas se han apoderado de él» (Mark Fisher, “Emotional Engineering”, k-punk, 03 de agosto de 2004).
Las fuerzas externas que Mark Fisher advierte son omnímodas, tentaculares y visibles en los aparatos culturales de la sociedad capitalista. Encendemos la televisión y un anuncio sobre alarmas antirrobos nos indica que comprar ese dispositivo nos aportará seguridad. Cambiamos de canal y nos insinúan, en una de las decenas de tertulias conservadoras, que la inmigración es un reto o, peor aún, una amenaza que debemos enfrentar. Nuestra identidad está en juego, nuestro bienestar, lo que somos o lo que creemos que somos.
El resentimiento se nos lanza, a la clase trabajadora, como un anzuelo que solemos morder. Lejos de poseer una fuerte conciencia de clase, la cultura neoliberal cultiva la falsa conciencia de clase, una autopercepción que se atrinchera en una construcción reaccionaria de la identidad.
Como Georg Simmel nos advertía en la sociología del extraño, el mecanismo de construcción subjetiva frente a la otredad suele ir emparejado con la violencia. Es decir, todos aquellos mecanismos sociales y cognitivos que ponemos en marcha cuando nos relacionamos con quien percibimos como diferente y externo a nuestro grupo, tienden hacia el estigma, la incomprensión, el odio o el miedo. De hecho, estos factores son usados en nuestra contra dentro de la cultura capitalista.
El capitalismo logra vaciar todas aquellas expresiones culturales alternativas que proponen nuevos marcos de pensamiento, acción y transformación de la realidad.
Así acabamos percibiendo como un potencial enemigo al trabajador inmigrante, al movimiento feminista, al movimiento antirracista y a los movimientos sociales ligados a minorías históricamente oprimidas. Es clave esto último para comprender por qué los discursos postfascistas avanzan tan rápidamente entre la clase trabajadora, espoleados en redes sociales, televisión, cine y literatura: el individualismo, el machismo, el racismo, la masculinidad, la glorificación de la violencia y el militarismo anidan con cada vez más frecuencia y a más temprana edad en las filas de los trabajadores.
También es fundamental vislumbrar cómo el capitalismo logra vaciar todas aquellas expresiones culturales alternativas que proponen nuevos marcos de pensamiento, acción y transformación de la realidad. La maquinaria neoliberal las absorbe como un parásito que, poco a poco, vacía de contenido interno a su víctima, dejando únicamente la carcasa, mientras la larva del capital duerme saciada detrás del armazón.
Así ocurre la colonización y la posterior mercantilización de movimientos como el antirracismo o el feminismo, banderas en muchas ocasiones de mordaces críticas al capitalismo que, despojados de su análisis de clase, se convierten en un mero merchandising neoliberal que apuntala el sistema.
El filósofo citado al principio de este texto, Mark Fisher, en su obra póstuma Deseo postcapitalista: las últimas clases, asume la derrota aplastante de la izquierda en estas décadas de hegemonía neoliberal, una derrota que parte de cómo el capitalismo, como sistema social, ha captado el deseo. Dicha capitulación no se puede comprender sin las lógicas de los procesos de homogeneización y apropiación que el capitalismo ha realizado culturalmente.
En consecuencia, para Fisher el deseo del proletariado está completamente mercantilizado e inserto en las lógicas capitalistas mercantiles y económicas. Como Fisher advierte en este mismo libro haciendo referencia al filósofo marxista Georg Lukács: «Para poder ver las cosas como exteriores a nosotros no podemos estar en ellas» (Fisher: 180).
De esta manera, la lucha contra la alienación como la base de retornar a una conciencia de clase más necesaria que nunca, es a la que Fisher nos llama a reclamar para poder así generar nuevas formas de pensamiento y de deseo. Un nuevo rearme ideológico desligado de ese círculo vicioso que el capital nos proyecta constantemente como natural, inmediato y normalizado: «Todos podríamos estar trabajando mucho menos, y esa es la locura de esto (...) producen una escasez artificial de tiempo para producir una escasez real de recursos naturales» (Mark Fisher, Deseo postcapitalista: 181).
A través de la frase anterior, Fisher nos advierte de cómo la represión en el capitalismo tardío se basa en una represión por la represión, una paradoja autoritaria. Anteriormente, la represión, aparte de ejercer el obvio control social, se justificaba en un supuesto contexto de escasez de recursos. Pero con el capitalismo y el avance tecnológico a través de las revoluciones industriales, y la vertebración de sociedades que tienen acceso a una gran cantidad de energía exosomática, el problema de la escasez puede ser resuelto o abordado por primera vez con solvencia.
Sin embargo, el capital pone en marcha una estructura de represión sin precedentes, absoluta, que somete al trabajador desde todos los flancos, y que va dirigida a dinamitar una posible toma de conciencia y su posterior organización política. ¿Cuál es la clave para hacer frente a dicho contexto según Fisher? Atacar al realismo capitalista.
Capitalismo
REPRESIÓN Los albores de un nuevo fascismo: el Estado policial global
El realismo capitalista contra los pensamientos frontera
La realidad es el capitalismo y el capitalismo es la realidad, ¿no? No hay alternativa. Ese sería uno de los pensamientos más expandidos en nuestro imaginario colectivo, encajado en este sistema hegemónico que tiene todo tipo de estrategias para construir esta ideología de lo inamovible, que Mark Fisher bautiza como realismo capitalista, concepto nombrado ya unas frases arriba.
En consecuencia, el realismo capitalista es una constricción ideológica, un pensamiento latente en todos los pensamientos actuales donde, como una larva, vertebra siempre una génesis común: no podemos pensar fuera del capital.
Lo descrito genera varias consecuencias. El pesimismo se normaliza y el inmovilismo se justifica por pura lógica. ¿Qué sentido tiene intentar cambiar las cosas si, en el fondo, ni siquiera podemos proponer alternativas políticas para después? Con este panorama, lógico es que la ansiedad y la depresión aniden en abundancia sobre nuestras cabezas. No por nada es la enfermedad de nuestro tiempo: un síntoma colectivo de lo que la alienación puede causar. Un síntoma que, además, nos cuesta detectar como social, ya que el realismo capitalista atomiza nuestra capacidad de análisis, viéndolo todo a través de una exacerbada individualidad; una visión carcelaria para poder entender las estructuras sociales que nos subyugan. Como el propio Fisher nos advierte: «Desde hace algún tiempo, una de las tácticas más exitosas de la clase dominante ha sido la responsabilización. Cada uno de los miembros de la clase subordinada es empujado a creer que la pobreza, las faltas de oportunidades o el desempleo son solo culpa suya, y de nadie más. Los individuos se culparán a sí mismos más que a las estructuras sociales, que igualmente han sido inducidos a creer que realmente no existen» (Fisher, Los fantasmas de mi vida).
Mark Fisher nos habla de esto más profundamente en el libro Deseo Postcapitalista, donde con un perceptible desasosiego busca en los pensamientos frontera de nuestra época —el marxismo, el aceleracionismo, la filosofía posmoderna, etc.— la clave de cómo el sistema capitalista utiliza nuestro deseo, lo moldea, lo manipula y lo instrumentaliza a través de la publicidad, los medios de comunicación, la propaganda política y la cultura popular.
El realismo capitalista es una constricción ideológica, un pensamiento latente en todos los pensamientos actuales donde, como una larva, vertebra siempre una génesis común: no podemos pensar fuera del capital.
El capitalismo, con suma inteligencia, somete los posibles anhelos de relacionarnos de maneras diferentes, atacando aquellas formas culturales que plantean alternativas: mercantilizándolas, dejándolas vacías de significado contracapitalista. El deseo capitalista es tan fuerte que cuesta mucho moverse políticamente en una dirección correcta que camine hacia el postcapitalismo, porque todo está impregnado de ese fetiche mercantilizado del capitalismo. Es decir, todo está traspasado por la lógica productiva, económica y comercial del capitalismo.
A esta especie de colonización del deseo es a lo que Fisher quiere atacar, fomentando un deseo colectivo más allá del capitalismo. Esto requiere una transformación sobre cómo pensamos y sentimos, así como en las estructuras sociales y económicas que nos rodean. Para tal tarea hace falta una vuelta a la conciencia de clase, entendiendo cómo funciona nuestro deseo, sabiendo de qué es presa la clase trabajadora dentro del capital, de cómo el placer e incluso el sufrimiento nos atan inconscientemente a este sistema; de cómo el resentimiento es utilizado en nuestra contra, vertebrando una anticonciencia de clase donde la identidad rígida, nacionalista y racial es usada por el neoliberalismo para que veamos nuestro sufrimiento de manera atomizada, situando la etiqueta de enemigo o competidor junto al que comparte los mismos trazos dentro de las relaciones sociales. ¿Os suena? Así es, Fisher abre con un preciso bisturí todas aquellas pequeñas metástasis que van destruyendo nuestra conciencia y asfaltan a su vez una recta y accesible autopista para la reacción, la lucha interna, la desorientación y el fascismo.
Pensamiento
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Fisher: un pensador de la enajenación condenado a sufrirla
El final de Deseo Postcapitalista es realmente triste, como si de una pequeña broma se tratara, el capitalismo y sus consecuencias psicológicas más desastrosas llaman a la puerta de esta obra. Cuenta el libro en el Apéndice 1 que las clases del seminario en las que se basa el libro se ven cortadas abruptamente por el suicidio de Fisher, que llevaba muchos años conviviendo con una severa depresión. Sin embargo, sus alumnos siguieron utilizando el aula para debatir sobre lo expuesto, poner en común ideas y reflexionar sobre el camino teórico que les había propuesto su profesor.
El trabajo intelectual de Fisher es una obra en sí tremendamente atrapada dentro de la propia idiosincrasia de nuestro tiempo, porque tanto para Fisher como para su alumnado se vislumbra la necesidad de superar el capitalismo tardío. Un ocaso que no podemos negar simplemente con esperanza y referencias a supuestas utopías. El libro Deseo Postcapitalista es especial también porque es una transcripción oral del último seminario de Fisher, y este tipo de textos dan pie a entender la espontaneidad del pensamiento del emisor y el receptor.
En estas últimas clases que impartió el británico se vislumbra que Fisher tiene ganas de vivir, y busca incesantemente la clave para salir del sistema que lo hace estar deprimido. No lo consiguió, pero aportó su montoncito de arena y animó a muchas otras a que intentemos aportar el nuestro.
BIBLIOGRAFÍA:
Mark Fisher, “Emotional Engineering”, k-punk, 03 de agosto de 2004.
Mark Fisher, Deseo Postcapitalista, las últimas clases. Editorial Caja Negra (2024).
Mark Fisher, Los fantasmas de mi vida. Escritos sobre depresión, hauntología y futuros perdidos. Editorial Caja Negra (2018).