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Opinión socias
Putin, Trump y el despiste europeo

Los tiempos de la guerra fría terminaron. La Unión Soviética cayó en diciembre de 1991. Lo que hoy impera al este de Europa no es ningún régimen comunista ni ninguna aventura revolucionaria. Rusia es un régimen capitalista que fue sepultado por el libre mercado y los tanques que lo defendían –literalmente, véanse los crímenes de Boris Yeltsin en 1993–. Hoy, Moscú está bajo control de un régimen dictatorial ultraconservador. Vladimir Putin es un señor ultranacionalista de derechas. Un criminal de guerra de la misma calaña que lo es George W. Bush. Uno lo hizo en Irak hace 20 años, otro lo hace en Ucrania hoy.
La alianza Trump-Putin que hoy marca la línea geoestratégica internacional evidencia que la agenda mundial está bajo dominio de la extrema derecha. Quienes ven a Rusia como un dique de contención del imperialismo estadounidense deben graduarse la visión. El tardoimperialismo de hoy es la alianza imperial de Estados Unidos-Rusia. Putin quiere tierras ucranianas, Trump quiere minerales ucranianos. Es lo mismo, es el saqueo de los recursos y el negocio. El mercado, amigos.
Y en esta pinza, con la bota imperial rusa pisando por el este y el lanzallamas imperial estadounidense apuntando por el oeste, Europa permanece atónita. Como si le hubieran sido infiel y alguien tuviera que decirle ‘Amiga, date cuenta’. Demasiado tiempo subcontratando la defensa europea a una organización obsoleta y criminal como es la OTAN. Europa tiene la oportunidad de dejar de ser una colonia estadounidense de una vez por todas. De fijar su propio destino. Pero no tengo todas las esperanzas conmigo. La élite de la Unión Europea que nos gobierna ni es avispada ni le importan los valores por los que, en teoría, se formó Europa. La democracia y los derechos humanos que abanderaba Europa siguen hundidos en el cementerio en el que se ha convertido el Mediterráneo.
El lado correcto de la historia no está en Estados Unidos, pero tampoco está en Rusia
Liquidar la OTAN, reforzar el multilateralismo y defender los valores basados en los derechos humanos debería ser la respuesta justa ante quienes bombardean a población civil en Kiev y ante quienes respaldan la limpieza étnica en Gaza para convertirla en un resort turístico. El mundo lleva años asomándose al abismo climático y social. Demasiado tiempo apurando la mecha de la hecatombe. El lado correcto de la historia no está en Estados Unidos, pero tampoco está en Rusia.
Me fascina y preocupa, a partes iguales, los y las despistadas que al mirar el calendario aún no ven que los tiempos actuales son los del siglo XXI. Que haya un sector reaccionario que se autodenomine de izquierdas al tiempo que defienden una dictadura capitalista y ultraconservadora, abiertamente contraria a los derechos de las mujeres y del colectivo LGTBIQ+, como es el régimen ruso, es una prueba empírica del atontamiento social.
La realidad es mucho más compleja que la teoría en un mundo donde no hay dicotomías. No vale condenar un imperialismo y el otro no
Algunos y algunas piensan que para mostrarse contrarios a la política estadounidense hay que ser prorrusos – hoy que ser prorruso es ser pro-Trump –. Independientemente de que Rusia sea también un país con una economía de libre mercado y a cuyos Derechos Humanos se les tenga nulo respeto. La visión tan simplista de esta premisa es fascinante y sólo merece una respuesta a lo Barrio Sésamo: es compatible criticar la política de los Estados Unidos y la política de la Federación Rusa a la vez. Rusia ha invadido ilegalmente un país soberano como Ucrania de la misma manera que Estados Unidos lo hizo con Irak en 2003.
La realidad es mucho más compleja que la teoría en un mundo donde no hay dicotomías. No vale condenar un imperialismo y el otro no. Es compatible criticar la deriva dictatorial de Nicolas Maduro en Venezuela y condenar el bloqueo económico estadounidense que causa miseria a este país y a Cuba. Se puede condenar el genocidio que Israel está cometiendo ahora mismo en Palestina sin que por ello se le rinda pleitesía a la teocracia iraní. Se puede celebrar la caída del dictador al-Ásad en Siria, mientras se mira con preocupación el futuro de este país, sin que por ello seas un terrorista de Al Qaeda.
Las y los que señalan que hay batallones neonazis en el bando ucraniano, deben señalar que también los hay en el bando ruso. Quienes denuncian la existencia del grupo Azov en el lado ucraniano deben denunciar el grupo Wagner en el lado ruso. Ser antifascista no permite medias tintas ni equidistancias.
Quienes defienden el culto a lo irracional para repartir carnets y mostrar pureza están a un parpadeo de acabar en las filas del Frente Obrero
Hay otra vía que no pasa por posicionarse irremediablemente por uno de los dos imperialismos. Es la vía de estar junto a quienes sufren los bombardeos y el saqueo imperial. Posicionarse con aquellos pueblos oprimidos y con aquellos colectivos señalados por la internacional del odio. La posición, en definitiva, por los derechos humanos. Y esa debería de ser la posición europea.
Para lamento de algunas, la URSS cayó. Los años 90 pasaron. Y hoy la realidad es mucho más compleja. La izquierda debe ser coherente con los principios y valores en derechos humanos e igualdad. En cualquier parte del mundo. Algunos deben superar la nostalgia y pisar tierra sin que la matriz ideológica les enturbie la realidad. Las condiciones de existencia son las que son y hay que trabajar sobre esos hechos. Quienes defienden el culto a lo irracional para repartir carnets y mostrar pureza están a un parpadeo de acabar en las filas del Frente Obrero.