We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Opinión
Good Bye, Mr. Marshall!

Luis García Berlanga tuvo la gracia y la osadía de caricaturizar en una de sus mejores películas las ayudas (500 millones de dólares) que los Estados Unidos concedieron a la España franquista a cambio de la instalación de varias bases militares en nuestro país, con las que los norteamericanos afianzaban su dominio estratégico de Europa occidental y desafiaban la creciente influencia de la URSS en gran parte del continente.
El título de Bienvenido, Mr. Marshall hace alusión al secretario de Estado, George Marshall, que planificó la donación de 13.000 millones de dólares (que era mucho dinero, porque estamos hablando de 1948) para la reconstrucción de todos los países europeos destruidos por la II Guerra Mundial, aunque fue Gran Bretaña la que recibió la mayor parte de las ayudas (el 26%, mientras a Francia le tocaba el 18%, a la nueva Alemania Occidental el 13% y a otros 15 países porcentajes mucho menores). La URSS y las naciones que quedaron en su órbita rechazaron estas supuestas ayudas por considerarlas poco menos que un insulto.
España por sus simpatías con la Alemania nazi y por estar bajo la dictadura de Franco fue excluida del citado plan Marshall, aunque su privilegiada situación estratégica y la clara postura anticomunista de su gobierno aconsejaron al gobierno de Washington dejar a un lado sus escasos escrúpulos ideológicos y buscar alguna forma de hacer negocios con el Caudillo, aunque sin admitirlo formalmente en la mesa de las democracias occidentales. Esa aceptación del Estado español en los foros internacionales se iría produciendo gradualmente a medida que la guerra fría situaba a la URSS como el nuevo enemigo del llamado mundo libre.
Como suele ser habitual hablando de colaboraciones del gobierno estadounidense, tales ayudas no eran en absoluto desinteresadas. Además de establecer bases militares en territorio europeo y de crear la OTAN para disponer de mayor poder de destrucción en su enfrentamiento estratégico con Moscú, los EE.UU. también hicieron un gran negocio económico al exportar al viejo continente de forma masiva sus empresas multinacionales y grandes bancos, sus productos manufacturados, su cultura y su modelo de producción y consumo.
Esa supeditación europea a los intereses y a las políticas de EE.UU. se ha mantenido sin apenas cambios hasta nuestros días, respaldando o no oponiéndose sus gobiernos a todas las agresiones militares que desde la Casa Blanca se han emprendido en el mundo: Corea, Vietnam, Latinoamérica, Afganistán, Irak, Libia, etc.
Pero con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump esta alianza occidental se ha roto bruscamente, aunque ya hace años que ese cambio de orientación en la estrategia norteamericana se venía produciendo. En efecto; desde hace décadas la corriente neoliberal ha venido elaborando desde las fundaciones y universidades estadounidenses toda una serie de propuestas conservadoras y ultranacionalistas de las que se han alimentado el conjunto de los partidos reaccionarios que triunfan en Europa y Latinoamérica.
Trump no es el inicio de esta derechización de la política sino la culminación de un proceso de recortes en libertades y derechos que poderosos sectores económicos venían demandando. Tras los años dorados de la globalización y la deslocalización de la producción en busca de mano de obra barata, ahora toca plegar velas y cerrar los mercados occidentales a la entrada de productos de las economías emergentes.
Ante el empuje de China y otros competidores el gobierno de EE.UU. se desprende de lo que considera un lastre (la vieja Europa) y se lanza a buscar un nuevo reparto de influencias, intereses y recursos.
Ante el empuje de China y otros competidores el gobierno de EE.UU. se desprende de lo que considera un lastre (la vieja Europa) y se lanza a buscar un nuevo reparto de influencias, intereses y recursos con el gigante asiático y con la Rusia de Putin. Para la política exterior norteamericana la UE ha pasado del estatus de aliado preferente a competidor desleal y costoso.
Para Europa, en cambio, el rechazo de Trump y su camarilla de millonarios negacionistas debería suponer una gran oportunidad de cambio en sus políticas interna y exterior, recuperando y desarrollando los valores y libertades que la colocarían como un referente y un socio leal para todos los pueblos que necesitan un respaldo a su desarrollo económico y unas garantías para la democracia real y la convivencia pacífica.
Desgraciadamente parece que los gobernantes nacionales y comunitarios no están por esa Europa de las libertades y los derechos humanos y apuestan por el rearme inmediato, por el cierre de fronteras y por recortes de todo tipo a las clases populares.
Relacionadas
Opinión
Opinión ¿Cómo acabar con el negocio de la vivienda?
Opinión
Opinión La infiltrada y el relato de ETA
Opinión
Vivienda Abrazar la reacción para salvar la propiedad privada
