We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Conflicto vasco
Una cadena francogermana produce una serie sobre el fin de ETA: “Solo se puede hacer la paz con el enemigo”
La Maison de la Poésie de París se llenó el pasado 19 de febrero para estrenar la serie radiofónica Comment finir une guerre sobre el final de ETA. En el acto multitudinario, de la mano de la realizadora Anna Buy y la autora Myriam Prévost, ambas documentalistas de radio, se escucharon los dos primeros capítulos. Silvan Gire, director de la cadena pública multilingüe Arte Radio, de colaboración francogermana, y Josu Urrutikoetxea acompañaron la gala de presentación de una forma inusual de contar el conflicto vasco en Francia.
Tras la escucha de los dos primeros capítulos en exclusiva, previa a la publicación el 23 de febrero de la serie completa, Buy y Prévost explicaron el proceso de realización de un contenido atípico en los medios franceses, ya que incluye, y sin cortapisas, testimonios de los responsables políticos de la organización armada en el ciclo final de su existencia. La serie cuenta con mayor pluralidad de voces que la del documental Pays Basque et Liberté (2019) y de la película L’hypothèse démocratique (2022), ambas del bordelés Thomas Lacoste. A fin de cuentas, nos encontramos ante una aportación sesgada pero necesaria de la historia reciente de Euskal Herria, en un panorama mediático francés que no ha prestado mayor atención a 50 años de conflicto armado.
Prévost, cuya amatxi originaria del exilio judío vivía en Baiona, explicó el proceso de construcción de la serie Como acabar una guerra, que comenzó a medida que fue encontrando militantes que narraban vivencias jamás contadas por los medios franceses. “Solo se puede hacer la paz con el enemigo”, le comentó Gire a Prévost, que confesaba haber superado las desconfianzas iniciales para acercarse al entorno abertzale, abordando cuestiones a las que no se ha prestado atención alguna.
Anna Buy destacó la presencia del grupo musical Habia, reconociendo que la propuesta de Prévost la dejó maravillada con una trama ya construida cuando llegó a sus manos, con una inmensa capacidad de atraer la atención de quienes quieran acercarse al final del último conflicto armado europeo. Prévost declaraba posteriormente a Hordago-El Salto que ha querido “presentar esta historia de lo sucedido en Euskal Herria, sobre todo a las gentes de Francia, porque es importante que se cuente en París, que ha sido ajeno al sufrimiento acontecido sobre territorio francés”. Indiferencia que, sin duda, ha perdurado hasta la definitiva disolución de ETA en 2018.
Prévost ha querido presentar la historia del conflicto vasco en una Francia que considera ajena al sufrimiento acontecido sobre su territorio
Acto seguido, Josu Urrutikoetxea, alias ‘Ternera’, subió a un escenario repleto de asistentes a la escucha colectiva, para recibir las preguntas del responsable de la producción de la serie, Silvain Gire, a las que evitó responder con cierta inteligencia evasiva. Prévost precisó que la narración de la serie comienza en la Conferencia de Aiete, poco conocida en Francia, a pesar de haber supuesto el inicio de un proceso de paz con fuertes implicaciones en territorio francés.
Aun así, la militancia de Urrutikoetxea se remonta muchos años atrás, habiendo sido partícipe de los principales hitos del conflicto armado en Euskal Herria durante las últimas décadas. Prácticamente, Urrutikoetxea ha estado vinculado a ETA desde su salto a la lucha armada. Tras una divagación que llegó al origen de los vascones y el euskera, con mención incluida a la mano de Irulegi, el dirigente de ETA trató de actualizar el marco de lucha del independentismo vasco, poniendo como ejemplo el rechazo del turismo y los intereses franceses en la costa labortana.
Conflicto vasco
Conflicto vasco ETA: 60 años de lucha, sangre y lágrimas
La banda ETA llega a su fin tras 60 años de lucha armada. Con ella se cierra un capítulo de dolor en la historia del Estado español y Euskal Herria.
“Pero entonces, el movimiento independentista, ¿ahora que propone?”, interrogó el periodista. “Tras su ilegalización en la década del 2000, el movimiento independentista ha hecho un trabajo político que le ha llevado a ser la segunda fuerza política del País Vasco sur”, respondió Urrutikoetxea. “Ahora queremos el derecho a decidir”, continuaba: “La posibilidad de hacer un referéndum de autodeterminación, en un contexto en el que el Estado español continúa con su dinámica represiva, mantiene encarcelados a los presos y no reconoce el daño causado”, puntualizaba el dirigente aprovechando el desconocimiento del público en la materia.
Ocho capítulos
Más allá del debate que suscitó la presentación parisina de la serie, es importante remarcar su valor documental en el panorama mediático francés, siendo los testimonios que recoge también poco conocidos en el relato español sobre el final de ETA. El capítulo 1 comienza con una falsa publicidad del turismo en una tierra vasca de ensueño, caricaturizando el tópico del mar y la montaña, unidos en un solo paraje maravilloso al que venir de vacaciones. Tras ello, una amplía reflexión de Urrutikoetxea inaugura el reportaje, abordando su larga trayectoria en ETA, las dificultades para acabar el ciclo armado y la inevitable deshumanización a la que la espiral de la violencia y la dinámica de lucha contra el enemigo sometió a quienes han participado en la organización clandestina.
Partiendo de la imposibilidad de asistir a las negociaciones de Argel al final de los ochenta, pues fue detenido en Francia y encarcelado, tras su paso por el Parlamento Vasco como diputado y su vuelta a la clandestinidad, Urrutikoetxea fue la cabeza de las negociaciones que, tras un largo y discreto diálogo con el dirigente socialista Jesús Eguiguren, llevó al Gobierno de Jose Luis Rodríguez Zapatero a tratar de alcanzar la paz en la tregua de 2005. Ese alto al fuego se truncó por el atentado de Barajas el 30 de diciembre de 2006. Urrutikoetxea pasó de nuevo a esconderse en un pequeño municipio rural francés, quedando fuera de las dinámicas de la dirección de ETA hasta que junto a David Pla e Iratxe Sorzabal fuera solicitado para intentar unas nuevas negociaciones en Oslo. No pudieron ser: al final no se materializaron por decisión del Gobierno de España, tal y como cuentan en el capítulo 2.
Euskal Herria continental ha sido la retaguardia de ETA, una base de operaciones en parte protegida de la represión de los cuerpos antiterroristas españoles
En el mismo capítulo, el periodista de Berria en Baiona Ekhi Erramundegi da cuenta de las diferencias de la población, en general, y de los entornos abertzales, en particular, entre la Euskal Herria continental (Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa) y la peninsular (Bizkaia, Araba, Gipuzkoa y Nafarroa). Si en la península se encuentra la gran mayoría de la población del país, con un tejido económico industrial y una composición social mucho más variada, la parte continental no deja de ser un pequeño territorio con un mayor anclaje rural, con unas localidades costeras acosadas por un turismo francés que se ha considerado históricamente por el movimiento abertzale como la principal amenaza a la población local. Erramundegi narra cómo la mayoría de quienes estaban en su clase en la ikastola han visto las consecuencias del conflicto vasco desde la parte de ETA, siendo sus familias exiliadas o militantes de la organización, jóvenes que entraron de lleno en las dinámicas de acción-represión que ha caracterizado a la retaguardia de ETA, en un territorio que ha sido su base de operaciones en parte protegida de la represión de la policía y los cuerpos antiterroristas españoles.
ETA no mató en Francia
Ahí se encuentra una de las claves para entender la percepción del conflicto vasco en Francia a la que esta serie documental va a contribuir de forma notable: ETA no ha matado, prácticamente nunca, en territorio francés, pero sus militantes sí que han sido asesinados por el terrorismo de Estado. También su población se ha visto abocada a los lazos de solidaridad, hospendándoles y dándoles apoyo ante una represión muchas veces denunciada por políticos y militantes de organizaciones francesas. Desde una perspectiva histórica, el dirigente de Abertzaleen Batasuna (hoy dentro de la coalición Euskal Herria Bai) Peio Etcheberry da cuenta de cómo el jacobinismo francés ha impuesto una construcción nacional homogeneizante, acabando con la herencia del Reino de Navarra (constituyente del de Francia), con un sistemático desprecio por el euskera y las instituciones propias que fueron barridas prácticamente por completo desde la Revolución Francesa.
Según el militante e historiador, la realidad es muy distinta en Euskal Herria peninsular, donde hay una mayor tradición de respeto por los ámbitos vasco-navarros de decisión, además de su mayor importancia económica y política en las dinámicas de España y sus varios procesos históricos y sociales. Aun así, la dictadura de Franco supuso una renovación del nacionalismo vasco, influido por las luchas tercermundistas de liberación nacional (Algeria, Cuba, Vietnam...) y por el movimiento de recuperación de la lengua, dejando atrás los aspectos más reactivos y étnicos del nacionalismo vasco tradicional y suponiendo una renovación social y nacional que tuvo en el inicio de la lucha armada su hecho político trascendental.
La gran mayoría de los 859 muertos que ha provocado la acción de ETA, no obstante, ocurrieron después del fallecimiento del dictador, con especial importancia de una escalada terrorista justificada por unos objetivos políticos legítimos pero no prioritarios para la mayoría de la población vasconavarra. He aquí el gran sesgo de la serie Comment finir une guerre, que no ha podido evitar una cierta contemporización con el fenómeno armado y sus propulsores, asimilando sus reivindicaciones a las de una población nacional mucho más plural que lo que Urrutikoetxea y sus correligionarios tratan de transmitir al, por lo general, desinformado público francés.
Peio Etcheberry explica la intensificación de la estrategia de acción reacción que supuso en los noventa la socialización del dolor de la ponencia Oldartzen
La serie sigue avanzando con un interesante testimonio en el capítulo 3 de la dirigente bearnesa de Batasuna Aurore Martin, que fue detenida y extraditada por su participación en la dirección de la organización política ilegalizada. Sylviane Alaux, diputada socialista de la época, explica cómo intentó convencer al Presidente Hollande del despropósito que suponía permitir a la policía española detener en territorio francés a una ciudadana “francesa” cuyo delito imputado era la militancia en un partido legal en Francia. La periodista de Argia Jenofa Berhokoirigoin puede dar cuenta de otras detenciones en las que militantes políticos independentistas se refugiaban en Euskal Herria continental y recibían la solidaridad de personas y actores institucionales y sociales que rechazaban su detención y extradición por su actividad, estrictamente política. Esta dinámica represiva que despertó una amplia solidaridad al norte del río Bidasoa se puede explicar como punto de llegada de un proceso histórico cuyo desarrollo en la parte occidental del país se había vuelto totalmente insostenible, provocando muertes, amenazas, detenciones, torturas, persecuciones, exilios y marginación social permanente.
Peio Etcheberry contextualiza en el capítulo 4 esta lógicade acción-reacción que ha nutrido la dinámica de ETA desde sus orígenes hasta los años 2000, concatenando acciones que, al provocar la represión estatal, fortalecían la base de la organización armada. Esta estrategia da un salto cualitativo y cuantitativo en los años noventa, explica el dirigente y concejal en Donibane Loitzune, con la estrategia de socialización del dolor impulsada por la ponencia Oldartzen. Tras la caída de la cúpula de ETA en Bidart, se impulsó la kale borroka para aumentar la tensión contra el Estado, provocando que militantes jóvenes, menos experimentados y dispuestos para la acción clandestina, engordasen las filas de ETA al escapar de la represión que provocaban sus disturbios y sabotajes, efectuados con sistematicidad en gran parte de Euskal Herria.
También se pueden escuchar los testimonios del hoy dirigente de Sortu, David Pla, e Iratxe Sorzabal, que junto a Urrutikoetxea formaron parte de la delegación que intentó la última negociación fallida en Oslo, poniendo fin a la actividad de la banda armada en la lectura del histórico comunicado de su cese definitivo. Especialmente conmovedora es la parte en el capítulo 5 en el que Sorzabal narra las torturas a las que fue sometida en su detención en 2002, acompañada de la investigadora especializada en tortura de la Université de Pau et des Pays de l’Adour Pauline Guelle.
Un final civil
En el capítulo 6 y el capítulo 7 el militante del grupo ecologista Bizi Txetx Etxeberri y el dirigente del movimiento agricultor Mixel Berhokoirigoin (fallecido en mayo de 2021) narran el proceso de desarme civil mediante el que ETA selló sus arsenales. Tras su detención en Luhuso, donde los ‘Artesanos de la Paz’ se disponían a inutilizar una parte de las armas, lograron organizar un gran acto de afirmación de la irrevocabilidad del proceso de paz el 8 de abril de 2017 en Baiona, un día histórico en el que los zulos con armas y explosivos fueron inventariados y cuya localización se entregó a grupos civiles que esperaron la llegada de la policía francesa. También da cuenta de este proceso el alcalde de Baiona y Lehendakari de la Aglomeración del País Vasco Jean-René Etchegaray, que recuerda las dificultades y riesgos que supuso este paso histórico de fin del conflicto armado, ya que se volvió a hacer sin ninguna participación de interlocutores por parte del Gobierno de España.
Es difícil saber hasta qué punto el relato sesgado y anclado en el pasado de Urrutikoetxea puede influir en el desinformado público francés
Finalmente, el capítulo 8 vuelve a recoger el testimonio de Josu Urrutikoetxea y se centra también en el estado actual de su caso, estando en libertad condicional a espera de juicio, con posibilidades de volver a la cárcel y ser extraditado, tal y como explica su abogada Laure Heinich. “¿Cómo implicarse en una organización armada para construir la paz?”, le preguntan las autoras de la serie. “No se puede estar en paz si no se lucha”, responde Urrutikoetxea, que afirma que la paz actual no es la paz que habría querido, con una frontera que separa Euskal Herria en dos y unas administraciones estatales que le impiden afirmar su derecho de autodeterminación. Es de remarcar que el dirigente histórico de ETA se aferre a un derecho a decidir que hoy en día se encuentra en un segundo plano de la agenda política, además de sus forzadas alabanzas a movimientos como Alda o Bizi, con los que la izquierda abertzale oficial ha tenido históricamente tensiones evidentes. Es difícil saber hasta qué punto su relato parcial y anclado en el pasado puede influir en el público francés, sin embargo, lo que es seguro es que décadas de dolor y sufrimiento no se justifican con estériles llamamientos a continuar una lucha de la que ETA y su entorno han sido una traba insalvable para la unidad de acción y consecución de sus objetivos concretos.
Porque en Euskal Herria no hubo una guerra, ni dos comunidades distintas enfrentadas, sino un grupo armado que alargó varias décadas su cruenta existencia sin mayor objetivo conseguido que el de anular a sus contrarios políticos y aplacar toda disidencia interna, además de sacrificar a su fiel militancia, lanzándola a la represión de un Estado que sigue teniendo pendiente un proceso de depuración de sus estructuras judiciales y policiales heredadas del franquismo.