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Crisis climática
La adaptación a las crecientes olas de calor, una asignatura pendiente de las ciudades españolas
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com
El pasado mes ha sido el junio más cálido de la historia a nivel global, además de el decimotercero consecutivo más cálido respecto a la respectiva época del año jamás registrado. Son solo dos más de las muchas líneas que el clima global está cruzando debido a la crisis climática, inestabilidades que en la península Ibérica son más acusadas que en otros lugares.
Los veranos son una clara muestra de ello. Si 2022 fue el año en el que se registraron más días bajo una ola de calor —nada menos que 42, doce más que los registrados en 2015— y su verano el que tuvo una temperatura más alta desde que la Agencia Española de Meteorología recoge registros (comenzaron en 1961), el estío de 2023 fue el tercero más caluroso.
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De hecho, tal como advierten desde el Servicio de Cambio Climático Copernicus de la UE, Europa es el continente que más rápido se calienta del mundo, registrándose un aumento de las olas de calor en Europa Occidental tres veces superior a la media del Planeta. Sin cambios en las actuales políticas de emisiones, que están acelerando el calentamiento del planeta a un ritmo jamás visto, desde el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) alertan de que nos enfrentamos a corto plazo a un panorama en el que tendremos que sumar 40 días adicionales al año por encima de los 35ºC.
Así, ante el panorama que ya está aquí, las voces que claman por adaptar nuestros asentamientos a la nueva realidad cogen cada vez más fuerza. Este miércoles, Greenpeace ha querido mostrar la necesidad de transformar nuestros municipios a los impactos del cambio climático mediante una acción en Madrid.
Solo cuatro ciudades —Barcelona, Bilbao, Murcia y Tarragona— de las 15 analizadas cuentan con una red de refugios climáticos disponible
Una decena de activistas de la ONG han desplegado una pancarta de 30 metros con el mensaje “Peligro, plaza no adaptada al calor extremo” sobre la plaza de Felipe II, en Madrid. Durante la acción, el grupo de activistas ha ofrecido también agua, sombra y asientos a las personas que estaban por la zona “para ayudarlas a disminuir su riesgo ante las altas temperaturas”, señalan desde la ONG.
El lugar elegido es uno de los muchos ejemplos de las llamadas 'plazas duras' que proliferan en nuestras ciudades, espacios sin vegetación ni sombra, donde prolifera el asfalto, al piedra y el hormigón, y en cuyo diseño ha primado el ahorro de costes y la facilidad de mantenimiento frente a la habitabilidad.
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El concepto “zona verde” no significa lo mismo en todas las ordenanzas locales, lo que hace que muchas ciudades presuman de muchas más hectáreas de este tipo de áreas de las que realmente tienen.
Como señala Elvira Jiménez, responsable de campañas de Greenpeace España, “esta plaza es un símbolo de lo que sucede en muchos municipios españoles”. Conformada por una amplia extensión sin sombra, donde se concentra el calor y se eleva la temperatura, esta lugar fue el escenario en el que el Ayuntamiento de Madrid canceló el pasado 5 de julio la pantalla gigante prevista para el visionado del partido de la Eurocopa entre España y Alemania ante la alerta vigente por calor. “Faltan muchos espacios públicos con vegetación, que ofrezcan refugio a las personas ante las altas temperaturas y fomenten la convivencia”, añade Jimenez.
Barcelona es la mejor parada y Vigo y Guadalajara sacan suspenso bajo
Greenpeace apunta a la urgencia de implementar las medidas necesarias a corto, medio y largo plazo para proteger a la población y transformar los municipios ante el agravamiento de la crisis climática. En su informe Adaptación de las ciudades al calor extremo: protección frente a los impactos en la salud, la organización ecologista recoge las evidencias científicas existentes sobre los graves impactos del calor extremo en la salud, resaltando los colectivos en situación de mayor vulnerabilidad: personas mayores, infancia, embarazadas, población trabajadora en exteriores, género y salud mental.
El informe analiza asimismo los planes de adaptación al calor de 15 ciudades españolas: Barcelona, Bilbao, Cáceres, Córdoba, Guadalajara, Madrid, Murcia, Palma, Pamplona, Sevilla, Tarragona, Valencia, Vigo y Zaragoza. Sin embargo, según la investigación, ninguna de las ciudades analizadas tiene planes adecuados al calor extremo.
Entre las líneas planteadas por Greenpeace, destaca que solo cuatro ciudades —Barcelona, Bilbao, Murcia y Tarragona— cuentan con una red de refugios climáticos disponible, una de las medidas que desde la ONG consideran “más efectivas y de fácil implementación a corto plazo”.
Según el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III, entre 2023 y 2023 más de 8.000 personas murieron por motivo del calor en España
A juicio de la organización, Vigo y Guadalajara son las que salen peor paradas, pues cuentan con los planes publicados que valorados como “más deficientes”, mientras que Barcelona y Zaragoza gozan de los mejor planteados para la ONG. De hecho, la capital catalana es la única que cuenta con un estudio local de vulnerabilidad y mapas de impacto del calor extremo, y es una de las cuatro —junto a Cáceres, Valencia y Zaragoza— cuyos planes tienen ejes o líneas de acción enfocadas a la reducción de desigualdades.
Especialmente relevante es que solo Barcelona y Bilbao tienen objetivos medibles y cuantificables, ofreciendo valores cuantitativos a las medidas planteadas. Son cifras “sin las cuales los planes quedan vacíos de ambición y dirección”, lamentan.
La urgencia de implementar planes urbanos contra el calor
Ante este panorama, Greenpeace señala que “ es imprescindible que los ayuntamientos pongan en marcha planes con todas las medidas necesarias para transformarse en municipios mejor adaptados al cambio climático, resilientes y justos”. Para ello, detalla cuatro ejes de actuación que deberían ponerse en marcha.
La primera de ellas busca renaturalizar las ciudades y es conocida como regla 3-30-300: “Toda persona deberá ver tres árboles desde su casa, tener un 30% de cobertura vegetal en su barrio y un espacio verde a 300 metros, de calidad, accesible y seguro”.
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Le sigue la habilitación de una red de refugios climáticos, como ya han hecho Barcelona, Bilbao, Murcia y Tarragona. Estos, apuntan, deben ser públicos accesibles, cercanos y gratuitos, con zonas de descanso e hidratación, una medida clave de salud pública y de fácil implementación.
Como señala, Alba Badía, del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA-UAB), “los refugios climáticos deben abordar las injusticias ambientales urbanas mediante la implementación de infraestructuras verdes y de refrigeración más accesibles, beneficiando a grupos vulnerables como los ancianos, los niños y personas con condiciones médicas preexistentes más afectadas por el cambio climático”.
“Adaptar los municipios al calor extremo no es una moda ni un capricho, es una cuestión de salud pública y de equidad. Se trata de salvar vidas sin dejar a nadie atrás“, denuncia Jiménez
El desarrollo de planes de sombra, de mapas de vulnerabilidad y de desplazamientos confortables, para ir al colegio, trabajo o centro de salud con menos riesgo de exposición a altas temperaturas es otra de las medidas clave para limitar los riesgos y elevar el nivel de vida.
Por último, desde Greenpeace ven imperativo “implementar urgentemente medidas sociales que aumenten la protección de las personas, especialmente de las más vulnerables”, ya que existe una evidente correlación entre la desigualdad y la vulnerabilidad al calor tanto por características sanitarias como socioeconómicas.
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Según el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III, entre 2023 y 2023 más de 8.000 personas murieron por motivo del calor en España. Es el país de Europa donde más ha aumentado la tasa de mortalidad atribuible al calor extremo, muertes que, en la mayoría de las ocasiones, es atribuíble al agravamiento de enfermedades existentes que producen las altas temperaturas. “Las olas de calor están provocando muertes cada año. Adaptar los municipios al calor extremo no es una moda ni un capricho, es una cuestión de salud pública y de equidad. Se trata de salvar vidas sin dejar a nadie atrás”, concluye Jiménez.
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