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La vida y ya
Yo soy feminista porque…
Recogimos testimonios que comenzaran con la frase: “Yo soy feminista porque…”. Todos te rozan la piel. Hay tantas formas por las que se llega a esa frase que lo que parece difícil es encontrar recovecos para esquivarla.
Yo soy feminista porque conocí a Malena. Joven, con un hijo que nació cuando ella tenía dieciséis años. Llena de arañazos. Con un ojo morado. Todavía le dolía tanto el cuerpo que accedió a salir de su casa a un lugar más seguro. Luego, cuando su piel tapó los restos de los golpes, volvió con él. Las mujeres que estaban apoyándola y cuidándola intentaron que eligiera otra cosa. Pero ella decidió irse con él. Nada nuevo. Nada diferente a tantas otras historias. Solo que en esa yo fui de las que abracé a Malena y eso hace que para mí sea distinta a todas las demás.
Creo que fue ahí cuando entendí (otras mujeres me ayudaron a comprenderlo) que el patriarcado no es un sistema más, sino que es el sistema que sostiene las otras opresiones, que se entrelaza con todas las demás para apretar, estrujar, asfixiar. Un sistema construido sobre el cuerpo de las mujeres y sobre la naturaleza.
Somos un tornado feminista porque, cada una a su manera, tenemos impregnado en la piel que si nos tocan a una, nos tocan a todas
Quizás muchas de las personas que dicen la frase “Yo soy feminista porque…” no comparten esa forma de comprender el patriarcado. Pero creo que sí se identifican con una de las tantas cosas gritadas, cantadas y escritas por mujeres estos días. “Somos un tornado feminista”, decía el manifiesto de la Comisión 8M de Madrid.
La mujer a la que le gusta hacer largos en la piscina los lunes por la tarde. La que cogió una excedencia en el trabajo para cuidar a su hija menor. La que disfruta del aire sobre la piel cuando monta en bici. La que puso una maceta con flores en la mesa de su despacho. La que se marchó de su país siendo enfermera y ahora cuida a personas mayores en una residencia. La que lleva años participando en una asociación feminista. La que le gusta tanto vestir de rojo que siempre lleva algo de ese color en alguna parte de su cuerpo. La que le cuesta hablar en público y casi siempre se calla su opinión. La que le gusta tocar los tatuajes de otras. La que disfruta viendo series un rato cada noche. La que trabaja limpiando las mesas y sillas verdes de un colegio. La que no soporta las aglomeraciones de gente. La que piensa que hay vida porque hay biodiversidad. La que lleva el pelo largo porque así lo llevan las mujeres que le rodean. La que lee cómics desde los siete años. La que vive en un lugar donde las mujeres se abrazan a los árboles para defenderlos de las talas. La que va a la compra siempre con una lista de lo que necesita. La que sufre los controles policiales racistas. La que no se calla ante esto. La que no entró en la carrera que quería en la universidad y lo siguió intentando. La que va siempre depilada aunque sea invierno. La que pasa las tardes charlando entre porros y amigas en un banco del parque. La que le gusta improvisar. La que no pudo estudiar más que la primaria. La que dibuja mientras escucha una conferencia. La que sigue cosiendo a pesar de las manos cansadas. La que fue por primera vez este año a la manifestación del 8M. La que lo primero que hace cada mañana es escuchar las noticias. La que encuentra siempre las fronteras cerradas. Las que se organizan para abrirlas.
Somos un tornado feminista porque, cada una a su manera, tenemos impregnado en la piel que si nos tocan a una, nos tocan a todas.
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